Pronto nuestro correo llegará dos calles más abajo del apartamento de Miramar

cartaEscribe manuel clavell carrasquillo

A juan

yo me enamoro de la salida de casa, de la forma en que se ve la bahía desde allí, piso alto y claro, horizonte despejado para que se note la calma del apartamento sin nosotros en la despedida de una particular apreciación de la presencia del mar.

anoche encontré la primera cucaracha por allí, como si luego de dos años de mirarnos y tocarnos en cada espacio del hogar hubiese sido transformado por la sombra de un insecto que llega justo cuando ya nos vamos a mudar.

decidí que no proceden malagueros (malditas diéresis), cábalas o cartas por echar.

al carajo con lo que se supone que digan los mapas, los cambios de hora obligatorios de acuerdo con la reglamentación del imperio, el imperio en sí y todos sus detractores, la lógica binominal.

eran los lugares asignados en el futón para cada uno -esos van a ser nuevos- y también cada ceremonia para entrar y salir del baño azul y el baño rosa. ¿no te parece?, qué división arquitectónica genial!

Bloody Mary

Ana MendiettaEscribe Rodrigo Köstner
Especial para Estruendomudo
Imagen de Ana Mendieta

“Esta noche escribo mi nombre en las paredes
con la sangre de mi chocha
”.
-Nemir Matos

Sosiega un poco,
Nemir.

Y siéntate.

Descansa un momento aquí
y ofrece
el duro pestorejo

a la serenidad de la tarde,

al recogimiento íntimo
de las emociones delicadas.

Sosiega un poco,
Nemir.

Y cálmate.

Que al cabo soy yo,
solamente yo,

quien tiene luego
que limpiar
cuidadosamente

las gradas del humilladero

y estas paredes
tan encarnadas e intensas

como el rojo crudo de las encías,
la precipitación del colorete
o el alambrado de los braseros.

Víctima de rúbrica rojeante
-rojura en mí mismo-,
no tendré ya por manos y lengua
más que un mísero trapo menstrual
roído por el vano esfuerzo de un hombre
explotado en su restregadura.

Sosiega un poco,
Nemir.

Y aguántate…

Pero no.

El reposo no es para ti.
Tú necesitas la animación, el ruido, el tumulto.

Tú necesitas ir a las ferias.

Portal astral para salir del Estado Libre y Asociado (Crónica del día de antes)

knifelicka smallEscribe Manuel Clavell Carrasquillo
Ilustración de Ethanbeeart

me puse a leer la biblia en el Parque Central, atravesé los charcos de fango de las veredas lapachando, como si quisiera marcar las páginas finas con marrón oscuro. cuando me dispuse a beber agua, recordé mi nombre y me dio asco, vi a las niñas cruzar la calle hacia los brazos de su madre y me di cuenta de que tenían las bocas llenas de galletas. los párpados se me cerraban al unísono (creo) y voltié la vista hacia la derecha. enfoqué el punto luminoso del portal astral que me transportó fuera del Estado Libre Asociado. Bye, Kansas, ese cliché de Dorotea wanna-be dije. terminé la tarea hidratante y hacia allá dirigí mis pasos. atrás dejaba el asunto de las certificaciones de puertorriqueñidad que estaba expidiendo el Departamento de Estado, proyectos de mudanza, estadistas corruptos, ilusiones. en ese instante, se sucedió una serie de imágenes nefastas en mi mente. me vi leyendo un mamotreto inacabable en la biblioteca de la escuela de Derecho, cortándome las uñas, vomitando 14 cervezas, viajando por periodos breves a la isla vecina de Culebra, eructando. acto seguido, llegaron las siluetas de par de frustraciones, unos osos polares en peligro de extinción y la familia de William Elías Amigo, que es postpentecostal y vegetariana. Mari Bras no dejaba de acosarme a pasar de que estaba decidida la salida abrupta: puño alzado, vestido de guayabera blanca y pantalón negro, el viejo líder del partido socialista me convidaba a afirmar mi sentimiento patrio exigiendo la certificación de la ciudadanía puertorriqueña. la boca se me llenó de un sabor agrio. escupí. quise desaparecer, pero no lo hice porque el propósito de la pasión es que lo oculto se vea (Cerati). otra niña llegó a la memoria, de pelo afro, gritona. era una prima lejana. la saludé, no le pregunté por la resolución del pleito de la herencia. eso me acordó que quise pagar mis cuentas por la vía electrónica antes de que las culpas se convirtieran en recargos. quise bailar un poco de reggaetón de Wisín y Yandel antes de que en el canal 2 saliera a predecir el estado del tiempo el reportero meteorólogo y tuviese que cancelar el viaje. quise que me quisiera un amante nuevo, distinto, feo. una vez maté a un puerco y usamos la sangre para rellenarle las tripas con arroz, eso -más el sofrito necesario- se me atravesó en la molleja. una vez comí mierda para complacer a un jefecito que pasaba lista, a los colegas, a las amigas de la infancia. después, justo luego de pasar la página, envié un mensaje de texto y lo contestó Mayra Montero, que tanto los odia, sobre todo aquéllos que desembocan en actos pedófilos. ¿yo sería pedófilo cuando siendo niño tenía relaciones con otros pequeños? creo que no, que eso no me hace pedófilo. quizás embustero, de profesión, de cariño, pero al fin y al cabo, antes o después del umbral astral que tenía de frente, falsetto.

No será la Tierra, no será

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Lenin ca  doAl terminar la nueva novela de Jorge Volpi, licenciado en Derecho de la UNAM y doctorado en letras de la Universidad de Salamanca, (una copia clandestina que circula como plutonio entre la élite letrada de San Juan, donde aún no está disponible para el público) siento una sensación de tragedia ante el peso de la herencia del siglo XX que heredé. Entre el desastre nuclear de Chernobil y la víspera del recibimiento del año 2000 con su virus Y2K, atravesando la caída del muro de Berlín y la constitución del mapa del genoma humano, los personajes femeninos, grandes esbozos de tesón y crueldad, como lector me desintegro en las luchas corporativas de los Estados Unidos y la gran cruzada de la privatización de las empresas estatales ex soviéticas. Me corto la piel con las navajas de Oksana, poeta lesbiana heredera de Ajmatova, desquiciada en el fin del mundo, helada y prostituida frente a las costas del mar de Japón. Los negros de Zaire burlan las reglamentaciones del Fondo Monetario internacional dirigido por Jenniffer Moore, y los niños van a Disney World para que sus padres se despejen del tedio de la vida profesional. Con este texto que ficcionaliza el Almanaque Mundial, Jorge Volpi culmina su gran trilogía novelesca del siglo de las dos equis, que comenzó con “En busca de Klingsor” y medió con “El fin de la locura”. volpiUnos científicos mal atinados desatan un accidente nefasto con polvo de Antrax, los palestinos se entregan al terror, las acciones suben y bajan en Wall Street y en México el PRI desangra el presupuesto gubernamental. Hay un periodista, luego asesino, que descubre los secretos más despreciables de los últimos cien años, muere Stalin y todos, junto a su cadáver lleno de gusanos, y la remoción de las estatuas pétreas de Lenin en las plazas públicas de Europa Oriental, nos vamos pudriendo con él. Sadomasoquismo puro, el gran espejo de Stendhal echo añicos por Carlos Fuentes en “El espejo enterrado”, las partículas de la soledad, el engaño y la devastación. Jorge Volpi, ¿qué has echo conmigo? A pesar de tus palabras, del repaso que me has hecho hacer de la decadencia de la que soy hijo y que promuevo (tanto te extraño Gorbachov), debo continuar. Esa vocación ilusa del deber, unas protestas antiglobalización en Seattle (lacrimógeno termino, sin gas), el hundimiento del Raimbow Warrior en el puerto de Nueva Zelanda, la alegría de haber derrumbado la cabeza de Lenin con mi imaginación y pintarle los labios de rojo con un pote de esprey, ¿qué sigue? Tú lo has dicho: nada puedo hacer, aunque tengo dudas, y la Tierra, pues esa utopía estúpida, definitivamente, no será.

Volpi, Jorge. “No será la Tierra”. Alfaguara: 2006, México, D.F., 517 pp.

El topos de la siesta

Raquel g

Escribe Juan Carlos Quintero Herencia
Especial para Estruendomudo

La autopista límpida

nunca cimentada

nuca virreinal sementada diríase,

la autopista del marfil lumínica hasta la novedad,

liada al horizonte por escasamente treinta minutos,

teñía de blanco el cielo.

*

La autopista de mi sueño

sin referentes,

ni una trinitaria dejada a la soledad de su espina

ni un caobo sobre su gruta de moñas,

ni el llano ni la ubre que pasta,

nunca el templo ni sus banderas.

*

La autopista entre el mármol y la cal, perfecta,

discurro allí sobre mis nalgas

sin auto ni panteras

como en la patineta infantil pero inaudible,

entro en un carril

procedo a pagar el peaje y

descubro —imposible colcha—

que el receptor #3 no recibe monedas.

*

Avergonzado me retiro

sobre mis nalgas —claro está— bonito día

sin auto ni panteras

como en nueva patineta siempre inaudible,

preocupado por no alterar al sensor,

al ojo computadorizado

que ha medido presto el tamaño de mi deuda,

dejo mis sandalias sobre la pista,

a mi lado an overworked mother is in the process of losing all her money,

el terminal inaugura la eterna espera junto a las autoridades

y el receptor #3 no recibe monedas.

*

Me deslizo al carril de la derecha

sobre mis nalgas

sin auto (si hubiese escuchado un anfibio despertaría sobresaltado por su eco)

cuento mis monedas

son 30 rublos,

260 pesos brasileros 3 pesetas

pero ahora esta sección no es autopista

es parada de Metro pues veo los tornos de la entrada.

*

El terminal límpido esplendente

acuarela de leche

blanco sobre blanco

espada borrada,

me pongo de pie —erguirse es un anacronismo—,

al otro lado de este Nilo de hielo

asciende desde el fondo de un espejo

una familia tibetana,

el padre lleva su mano al oído —tan largo deambular—

simulando el gesto de un lakota antes de la estampida,

el tren no se gotea,

no sé por qué espero.

*

Miro mis pies desnudos —no me he cortado las uñas—

sigue el tintineo del carril opuesto intervenido por mis sandalias,

el aire que no estuvo flotando

ya se acercan las palabras de mi madre en torno a la necesidad insular

de ir al baño antes de recorrer la vereda-bonita palabra-

atadas a un globo que se extiende en el horizonte

se lee en la bóveda celeste: “Estado del Tiempo para hoy”.

*

Recuerdo mi promesa de grabar la especificidad de ese instante,

sin auto ni panteras.

12 y 14 de octubre de 1994, 20 de abril de 2003 y 25 de diciembre de 2005, Río Piedras y Silver Spring. (Del poemario inédito “El libro del sigiloso”.

Imagen: “Area Metroplatinada” (2004), Raquel Quijano, colección del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico.

La Trinidad

Graeme Harris Threesome 205327Escribe Lorimar del Río
Especial para Estruendomudo

¿Qué es la Trinidad? El Padre, el Hijo y el Fantasma Santo.
¿Cuál es más importante de los tres? El Padre, el Hijo y el Fantasma Santo.
¿Cuál es tu favorito? El Padre, el Hijo y el Fantasma Santo.
¿Cuál es el mejor? El Padre lo creó todo, el Hijo lo sacrificó todo y el Fantasma está siempre conmigo y me extasía.
Yo tengo mi propia Trinidad. Es mía y soy de ninguno.
“I’d sell my soul
My self-esteem a dollar at the time
For one touch, one kiss from you
My black madonna”.
(A Perfect Circle)

Nelson era quien me esperaba al final de la escalera. Yo sabía que estaría allí siempre. Veía su Bronco negra vieja rota llena fangosa sucia negra y malvada en la entrada, donde un guardia le daba un boleto por dejarla allí plantada e irme a esperar al final de la escalera con su guitarra negra en sus negros brazos. Sus ojos negros me miraban felices pero malvados hirientes y traicioneros obsesivos cantantes y poetas con alegría. Su pelo marrón -pero prefería verlo negro- como su alma y su amor y su oscuridad y su corazón. Su sonrisa daba miedo, yo le tenía miedo a los payasos y su sonrisa pertenecía al circo como un fenómeno que me volvía loca irracional feliz excitada y sonriente. El ambiente lo veía como si fuera blanco y negro y una película silenciosa muda sin sonido su única música la música de su negra guitarra que tocaban sus manos dedos y uñas pintadas de negro. Las flores moribundas y los mangos tirados putrefactos en el suelo que daban un olor dulce pero amargo que detestábamos tanto él como yo.

Bajé las escaleras asustada. Nelson era fuerte, tenía tanto poder sobre mí como Lucifer y el Cuco. Él era esa droga que me llevaba a la recaída, estaba adicta a su piel y a sus golpes, a sus caricias y sus canciones y a esa insistencia que veía al sentirlo al final de la escalera. Me llamaba Lisa, Lisa escúchame, somos iguales tú y yo. Tú eres luz y yo oscuridad, tú eres el vacío que yo quiero llenar, tuyo es el culo que quiero chichar. Me cantaba su canción y yo pretendía que no lo veía, quizás era una ilusión del calor y los mangos y el poco desayuno de la mañana.

Él era el castigo que tenía que recordar por serle infiel aunque no lo veía hace siglos, serle infiel aunque no estaba con él, no era su amiga hermana mujer esposa esclava novia ya hace mucho. Serle infiel por enamorarme de otro y darle mi cuerpo, lo único que pensaba que Nelson pensaba que tenía, darle mi culo porque ya no me pertenecía. Él se reía al ver que yo no podía dejar de mirarlo, era como un desastre en el Medio Oriente, como un terremoto en Indonesia, como un accidente fatal en Guajataca y yo reducía la velocidad para observa y preguntarme quién había muerto en el lugar de los hechos: ¿El o yo? Era lo que había deseado, ama de casa joven y soltera estudiando sin llegar a ser.

Nelson me decía que cantaría mis canciones en sus conciertos y gritaría que compraran mi novela poemario antología en la mesita de la entrada. Después decía que nos iríamos a nuestro apartamento que solo tendría un mattres tres mil libros 150 libretas una cantidad inmoral de bolígrafos su guitarra y la droga. Me perseguía y yo me sonrojaba por lo que decían sus letras. Me tomó por el brazo como Mil hace cuando me quiere besar y viré la cara pero me tomó fuertemente y, en un rincón que intentaba reprimir de mi cerebro, deseé que lo hiciera más fuerte y que me dejara marcas, que su mano quedara tatuada en mis nalgas, sus labios en mi pecho y el cuchillo en mi muslo. Sentí su mano entre mis piernas y su voz airada en mi oído. Repetía y repetía que había escapado sólo para verme una vez más. Ya no se enmudecía por sus drogas pastillas y le cantaría al mundo sobre cómo fue que le dije no.

Me tuviste una vez, quise sacrificarlo todo por esa y tú destruiste traicionaste heriste rompiste el corazón. Los escuchastes a todos menos a mí, no me besaste. Al final me ofendiste me ignoraste me golpeaste donde más me dolía, todo aquella vez.

“You’re strange and you’re beautiful…
I’ll put a spell on you, you’ll fall asleep
And when I wake you, I’ll be the first thing you see
And you’ll realize that you love me”
(Aqualung)

Estoy recordando la primera, que en realidad fue la tercera, porque la primera no teníamos condón y no quería la sangre. La segunda, no soportaba el dolor. Él se estaba mudando de apartamento y habíamos pintado su cuarto de azul y azul su techo y azul su cama y azul la ventana por la que se veía el cielo azul del resto. Fuimos en su auto azul porque no quería usar el mío porque su carro es mucho más nuevo y lindo y mucho más azul. Mil tiene un tatuaje azul en su espalda y quisiera que se tatuara bien grande Lisa para así estar segura que nunca me olvidará y que siempre recordará el vencimiento de mi virgo.

Cuando llega de trabajar huele a cigarrillos y a perfume barato de mujer con una mezcla de gomas y gasolina y ese olor me da sueño me da deseos, deseos de soñar su leche dentro y de crear un nuevo sapiens que será su última prueba de amor y la seguridad de la relación eterna con él. Su cuello es ancho al igual que su espalda y sus brazos grandes musculosos atléticos que podrían soportar mi peso en una mano y sus quizás –si necesita ayuda– en sus manos grandes frágiles delicadas artísticas. Cosa aparte: sus pies son más grandes que los míos y sus labios también.

Me siento feliz y me despido de las pastillas y de las sombrillas mentales para evitar la lluvia de la depresión cada vez que pienso en Nelson. Él me hace cosquillas y yo me río enloquecida y feliz porque él me ama y yo lo amo y nada me separara de él. Cuando me deje, lloraré y me humillaré porque sólo quiero ser el asiento para sus pies y la que está siempre ahí, de nuevo virgen, para que tome a una siempre en mí por el resto de su vida soy yo. Y me gusta enredar mis dedos en su pelo y en su pubis y sonrío. Lo tomo de la mano y nos vamos juntos a comer y él me llama Lisa, Lisa, bésame. Yo lo beso y vuelvo a retomar la novela pues tengo que salir bien en las clases si quiero poder seguir estudiando por el resto de mi vida y él me dice de nuevo, Lisa, deja de leer.

Nos detenemos por un helado y él pide de maíz. Yo de parcha. En el carro azul volvemos a su casa y allí sonrío de nuevo. Tiene en su cuarto una pintura azul y allí me veo más hermosa de lo que soy, estoy sentada en ropa interior y él esta allí, pero detrás. También hay una botella vacía de Gatorade condones usados cepillos navajas pinturas y su computadora. Me cuenta de cómo los dos somos más parecidos de lo que parecemos, yo con mi pantalla en la ceja y cabeza afeitada y él con pelo largo y azul y el tatuaje en la espalda.

Me pregunta por la cicatriz del muslo pero le digo que fueron locuras de juventud, locuras de amor, locuras que repetiría por él. Me besa la cicatriz y me zumbo de espalda hacia la cama azul y siento que su boca es como un niño mío recién nacido que llora y llora y mama de mi interior. Cuando está adentro, me abofetea y se disculpa pero aun así continúa más rápido y más rápido y me grita Te amo y yo sonrío sin llegar al orgasmo porque no necesito decirlo. Yo sé que lo amo. Entonces me dice Ahí se fueron mis bolas azules y, aunque él intenta, no llego al orgasmo y lo beso diciendo que está bien y me duermo en su cama azul temiendo serle infiel a él también.

“I am the most beautiful Boogie man
The most beautiful Boogie man
Let me be your favorite nightmare
Close your eyes and I’ll be right there”
(Mos Def)

Y empezará casualmente. Tendré la sortija de compromiso que me dará Mil en mi mano derecha pero a él no le importará. Él me verá con mi iPod Nano y me enseñará la suya. Como somos almas o cuerpos gemelos por tener la misma iPod el mismo deseo la misma canción y la misma clase. Me dirá que le gusta mi pelo que, afeitado, está pintado de rojo; como el suyo. Tendrá una pantalla en su labio, en la ceja y un tatuaje en el cuello, tendrá un bulto de cuero lleno de libros de música de calculadoras que no sirven y de lápices mecánicos sin punta. Después vendrán las miradas sospechosas en clase y después las excusas de grupos de estudio en su casa pero los únicos participantes seremos él y yo.

Bart entonces me hará sus chistes de superioridad intelectual ante todos y me enseñará sus dientes blancos y sus encías rojas: carne viva. Entonces, con su bolígrafo rojo me escribirá en el cuerpo su poesía y me tomará fotos que jurará nunca enseñar, luego irá a su cuarto con la bombilla roja y las revelará y las pegará en sus paredes junto a las noticias trágicas del mundo. Yo seré parte del mundo algún día, sí, pero después de estar en sus brazos.

Luego le diré que me voy a casar y él sonreirá y Bart me dirá que en el siglo once un monje llamado Andrés de Capellanus escribió que el matrimonio no es excusa para no amar. Entonces buscaré excusas para comprar ropa interior roja e iremos al motel, donde diremos nuestras excusas para no hacer nada pero yo no podré resistir el deseo de bañarlo en mi sudor y limpiar su testa con la lengua. Él me halará el pelo que no tendré y me ahogará, cansado, en su pasión. Luego me susurrará al oído cosas que nunca volveré a escuchar y le recitará poesía directamente a mi ombligo mi pierna mi pie mi labio y mis ojos.

Le dejaré una marca roja en la espalda donde mi uña le dirá que será mío y sus dedos en mi boca me dirán que yo era mía y lo mío volvía a mí. Entonces, cuando me vaya a besar, al final, lo abofetearé y volveremos a la cama, donde de nuevo violará mi garganta boca labios y yo lo obligaré a ser de nuevo mi hijo: tendrá, que salir de entre mis piernas. Su puño será lo único que entre junto a su lengua y luego suspirará porque deseará que yo sea suya. Al irme me pintaré los labios de rojo y le besaré todo lo que mis labios besaron anteriormente y le haré jurar que no se quitará la marca del lápiz labial Nunca te lo quites, Bart. Entonces me dirá Lisa, Lisa yo volveré a besarte y yo sonrío porque no tengo planeado que suceda de nuevo. Nunca más. Me pondré su camisa roja, que combina con mi pelo y volveré a casa, donde me espera Mil.

Dos poemas inéditos de Mara Pastor en estado óxido

Pasaba el mapo por este papel

Los
alfileres
con
los
que
tejo
los
ruedos
mojados
se
oxidan
porque
sí
¿Has visto?
Dejé
Los
tornillos
en las
suelas
del
balcón
También se oxidaron
A mi gato se le oxidó el maullido
de tanta humedad en su guarida
Mis zapatos tienen hongo de tanto
óxido pisado
Si desde el suelo todo se ve diferente, el contrapicado del verso es una mogolla de letras

contraPICADO

hubo
una época
de lejanas tomas
hechiceras, de grandes
casas remotas, bueno, de
remotas casas grandes. Y es
que, ciertamente, mientras más
lejos estaban más grandes se veían
las dichosas casas y más miedo tenía
el que las veía. Hasta que alguien se dio
cuenta del truco: la gran casa era realmente
una escalera, y una vez subías te encontrabas tan
solo a un verso en pasado

de: serie severina

Venado muerto

Escribe Guillermo Rebollo Gil
Especial para Estruendomudo

“es un acto apasionado,”
dirías tú
apuntando hacia el encendedor

siempre hablas del cigarrillo
como un novelista cubano describe
a su mujer en la cama

una música suena desde muy
cerca

–son los carros—

luego nada,
la ciudad que se resume:
cuatro calles
cinco casas de empeño

todas las puertas del apartamento
abren al interior
de un venado muerto.

*El autor ha publicado tres poemarios: “Veinte”, sus poemas de rabia suburbana y cariño postpaternal; “Sonero”, crítico homenaje al macharranaje boricua y “Teoría de conspiración”, un análisis férreo del fraude político-literario de la isla.

Esto no tiene que ver nada

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Escribe Yara Ivette Liceaga Rojas
Especial para Estruendomudo

Tengo ganas de morderle el brazo a alguien desde ayer.
Pero la boca se me llena de fresas, amor,
y de pasta con carne de animal y queso.
Todo estaba sucediendo como debía,
porque me puse a propósito los pantis de la suerte.

El sol propuso: quiero comerte.
Tez tostada.
Guardo la evidencia en el dolor de las arrugas
cuando río de la quemazón.
Amor,
yo me trenzo los adentros y me dan unas ganas de llorar hijas de putas.
He bebido como debe beber una mujer.
Mezclando hasta la madrugada en el asunto.
Uno de los amigos que más quería cuando adolescente
no me cree que escribo, pero invierte poco más de cuarenta dólares en mí.

Yo le digo cabrón muchas veces de la alegría
de tener sus ojos tan cerca.
La sonrisa y los ojos míos son unos chotas pero él insiste en que no estoy gorda. Yo lo doy por loco, porque mira esta masa de aquí.

la realidad del caso, amorcito, es que disuelvo mis días como azúcar en cualquier sustancia líquida. Fumo con desespero de vez en cuando. Las papilas gustativas en ocasiones se niegan a darme el sí. Durante este verano me rendiré ante la bruma calurosa sin sentir el miedo que me produce un cuarto solo y oscuro. Casi siempre dejo la luz prendida. Otro detalle más me vira la cara para hacerme parecer una escena odiosa del exorcista. Soy un paisaje que tiene la mano monga. Pero de repente me erizo y me salen coreografías de Ankoku Butoh. Cuando me da esa jodienda los nenes se alejan y dicen cosas como: uy. Huelo los alrededores de los collares que me quito para conocerme. Otras manías, cuando entremos en confianza, te las haré llegar.

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The Heart of The Matter

volkgEscribe Pepe Liboy
Especial para Estruendomudo

Habíamos llegado al promontorio por la tarde, como a las tres, uno de esos domingos de interminable modorra, cuando la batería del carro se agotó y tuve que andar dos o tres kilómetros más arriba, y preguntar por quién me podía ayudar a yompear el vehículo. Me hincaba el corazón la tranca de cigarrillos diarios, y no podía sino ver el marcamillas. Le puse una media al carburador, que se había tapado jalando un exceso de gasolina y me acordé cuando me metía debajo del Volky para ponerle los cables del cloche que se habían roto. Nota que fue entonces y no después cuando me dio por pensar en el suicidio de José María Arguedas, que no pudo pagar la mensualidad del Volky, y un pensamiento más que metafísico me llevó andando hasta la pizzería, que estaba al lado de la estación. Alguien había derrumbado la pizzería de Río Piedras en donde comía largos slices cuando nene, y con la muerte de mi papá a cuestas, y los artículos promocionales en el baúl del vehículo, me dio con pensar en las muchachas de izquierda que patrocinaban el arte en San Juan. Cojí el celular y llamé a Aravind.

-Aravind. ¿No sabes quién en la Universidad me podría yompear?- le pregunté.

-Bueno. Si estás en el parking de la Universidad, los guardias tienen boosters. -Me dijo.

-Es que estoy un poco lejos. No de mi madre. Pero no puedo llamarla.

-Debieras escribir un cuento con un párrafo que diga lo siguiente: “Las cuestiones técnicas nos comprometen. Cuando mueren nuestros padres, y no damos clases, y se ha acabado el polvo de oro en la hacienda, empiezas a notar que todos esos detalles como las baterías y los cables, nos agotan y no nos permiten disfrutar de los pocos segundos de alegría que nos trae una emergencia”.

-Yo voy a esperar a llegar a casa. Entonces sí, seguramente empiece un cuento con ese párrafo. No obstante, tiene que llegar alguien.

-Hoy, cuando vas por la avenida, y ves tantos carros, y ya nada queda cerca de tu casa, ni la muerte. Y todo es una lentitud, a pesar de que hay tantas máquinas, te preguntas si es que somos de otra raza y no podemos bregar con esta vida.

-No. En general sí. Lo único que tengo de negro es que se me parten en dos las relaciones. Un poco así como la corriente alterna y directa. Es como si en Europa no hubiera corriente.

-No sé lo que hay.

-Chévere, Aravind. Voy a llamar a mami.

Llamé por teléfono a mi mamá y no la encontré. Volví al carro y le dije a mi novia que la podía acompañar hasta la parada.

-Yo no sé que tipo de persona eres tú, ni qué corriente es la tuya. Menos mal que no llegamos a averiguarlo. A veces es bueno que se dañen las cosas.

-Es que no tienes nada que valga la pena, si lo piensas bien. Ni el carro, ni la computadora, ni los teléfonos celulares. Todo es de segunda categoría. Sin pensar que estás siempre enfermo, con tu carga de tarugos.

-Pero al menos no llegamos a ninguna parte.

-Yo soy buena, no obstante. Sólo que el mantenimiento del vehículo cuesta un poco.

-Por eso te voy a devolver a tus padres. Y a devolverme a mí mismo. Ni expresándome correctamente, alcanzo bregar bien con todas estas máquinas.

*Pepe Liboy, narrador preocupado por la ciencia ficción y la embriología, publicó hace unos años la antología de cuentos más fértiles de la segunda mitad del siglo XX en la isla de Puerto Rico: “Cada vez te despides mejor”. Estruendomudo reproduce con su permiso uno de los cuentos nuevos en que trabaja, parte de la serie sobre los escarabajos mecánicos o los populares autos Volkswagen. Para efectos del Registro Demográfico Pepe es José Liboy Erba, también para la Biblioteca del Congreso, que -a pesar de las resistencias- ya lo clasificó.