Soldado talismán escondido en algún túnel entre Gaza y Tel Aviv

GazaManuel Clavell Carrasquillo dixit:

Llevo días observando una cortina de humo sobre la más reciente invasión judía a Gaza. Los noticiarios sólo presentan las sombras de los soldados israelitas como al acecho de un panorama ennegrecido deliberadamente para que sólo se vean ellos.

A veces pienso que me divierte seguir esta noticia, que es una telenovela que sintonizo puntualmente creo que desde los 14 o 15 años. El más reciente capítulo envuelve otra historia de secuestro, túneles y derramamiento de sangre porque los islamistas de Hamas han cavado un túnel inmenso y se han infiltrado en el campamento del ejército invasor para sustraer y mantener en cautivero a uno de sus soldados más jóvenes: al talismán en forma de estrella de David ahora lo mantienen preso del otro lado del muro de las lamentaciones.

Vuelvo al televisor y a las secciones internacionales de los diarios, a Google News para buscar nuevas noticias sobre este caso. Ante la osadía de los colonizados palestinos, el ejército de los hijos más antiguos de Abraham ha decidido acabar con lo que queda de Gaza. Uno de los suyos basta para destruir el todo otro.

***

Lo mismo pasa al revés, sobre todo cuando los hombres bomba secuestran los demás barrios. El ejército de los colonizados en resistencia derrama la misma cantidad de sangre y me salpica toda me daña el día y me mantiene en reflexión permanente sobre el potencial del mal y mi buena suerte. No pertenezco a una cultura en la que sea casual el derramamiento de sangre y en ese sentido soy un enajenado de ese líquido pesado a la misma vez tan fascinante y espantoso.

Acabo de escoger unas flores del florero que tengo lleno sobre la mesa de comer y las puse sobre el escritorio desde el que escribo este post. Mi estudio está repleto de libros muertos de palabras y de fantasmas que entran a mi espacio privilegiado por la ventana desde la barriada Figueroa. Creo que eso no lo puede hacer sin pensar en sangre un palestino, sin ponerse en la mente una atricidad sangrienta un israelí.

España versus Francia

ZidaneManuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo

Aprovechó el juego de fútbol de España contra Francia para cometer la fechoría. Había anochecido, pero la capital estaba bajo fuego porque se había declarado de sopetón el verano.

Los madrileños estaban fuera de circulación, algunos en las casas, la mayoría en los bares.

Caminó por el paseo de La Castellana para matar el tiempo en lo que se cumplía el plazo. Cambió la música de su ipod. Se echó a un lado y se sentó en un banco con la intención de tener la paz necesaria para dedicarse a una buena esnifada.

Xavi era catalán, aborrecía el debate sobre el Estatut y el calor madrileño lo tenía mareado. La coca lo puso mejor, le agudizó el sentido sexto. Podía percibirlo todo desde otras perspectivas. Se acomodó las narices en su sitio –se sacudió la primera inhalando con fuerza, luego la otra– y pensó en más detalles para cuadrar el fraude. La Castellana vacía, no se movía ni una hoja, y él calibrando distancias versus tiempos, horarios de RENFE, acometidas, poses y movidas calculadas que lo salvarían del desastre en el momento en que las fuerzas del orden se dieran cuenta de su osadía.

Se deshizo del banco y en ese momento de desenganche se agarró los huevos. Sintió un corrientazo eléctrico que le acordó su última embestida salvaje contra la carne de Razi. Comenzó a caminar y, mientras se acomodaban sus pupilas superdilatadas a la nueva cantidad de luz que emitían los postes, tuvo un flashback que lo sembró en el pecho peludo de su francesito árabe. Maldijo para sí: “Carajo, tan bueno que está ese cabrón y yo sin tiempo para darle pa’bajo”.

No tan lejos de allí, divisó un letrero de cerveza Mahou que estaba desplegado frente a un kiosco cerrado. La ciudad exhalaba un vaho dominguero. Se arrimó al letrero y sacó de nuevo el estuchito de plata y nácar donde guardaba la coca. Esta vez utilizó la uña del meñique derecho para echarse grandes cantidades. Inhaló varias veces miles de cristalitos artificiales y se le hizo la boca agua de sabores farmacéuticos. Sintió otra punzada en los huevos y se los agarró sin pudor, con agresividad deliberada. Nada de eso fue suficiente para elevarlo como si allí, frente a él, en aquel bulevard de La Castellana desierto, estuviese también Razi.

Sonó el móvil varias veces. Contestó. Del otro lado le avisaban del retiro de Zidane después del Mundial, señal inequívoca de misión abortada.

-m.c.c.

Indocumentados

Por Héctor Rubén Cardona
Especial para Estruendomudo

En memoria de Carlos Gallisá

Jadeantes llegan
los indocumentados
mendigando
una parte del bizcocho
a cambio de su identidad,
suplicando un espacio
para adular, mendigar, trepar.
Aún llevan las marcas
de su patria en el costado
mas decidieron
dejarlo todo atrás,
renegar de lo que fueron
por lo que serán:
siervos de la colonia,
cargamaletas a cambio de propinas,
alcahuetes del Tío Sam.
No. No son los bravos hermanitos de Quisqueya
que arriesgan sus vidas en el mar.
Son los viejos socialistas de Borinquen
cansados de esperar
que perdieron toda fe y toda esperanza
y ahora son trepadores,
alcahuetes, mercenarios,
indocumentados del Partido Popular.

José Pagán de EL NUEVO DIA entrevista al transformista GIA

Las dragas llegan a las primeras páginas del periódico de récord de la Isla del Encanto, esta vez desde la perspectiva de la indagación sobre la moda y la belleza. Pulse aquí para leer la entrevista a Gia, Miss Puerto Rico Intercontinental, hecha por el colega José Pagán.

Jorge Rodríguez de EL VOCERO DE PUERTO RICO me cuestiona sobre el libro “Dragas”

Pulse aquí para leer la entrevista: El transformismo: ¿Glamour o cultura underground?

En la foto, el performero Freddie Mercado de gira en Perú con Ivette Román.

Anuncio: Esta tarde, el periodista Leonardo Aldridge me somete a una inquisición sobre el mismo tema en el programa radial de la Asociación de Periodistas de Puerto Rico que se transmite a las 3:00 p.m. por WKAQ Radio, AM.

Estruendomudo nominado a premio del Overseas Press Club por periodismo cibernético de análisis y crítica cultural

A lo mejor es un buen comienzoooooo…, canta Superaquello.

El periodismo independiente, quiero decir, más allá de la presencia sempiterna del ornitorrinco: A las nueve y cincuenta y nueve, a eme.

En la foto, Wayne Rooney, del equipo inglés en la Copa de Fútbol 2006. Si volviera a nacer, en vez de periodista sería hooligan.

4,855 (fragmento)

Por Yara Liceaga
Especial para Estruendomudo

Foto por Mariela Fullana, CIRCA 2006

Maru, Maru: […]

Ignoro si la noche del sábado me cogió despierta, o si el amanecer dominical me trajo al recuerdo la palabra dormir, lo cierto es que el lunes ya la jaqueca había tomado un rumbo desagradable para mi cerebro. Ese mismo lunes corrió la cortina y se hizo la noche.

En un abrir y cerrar de ojos ya estaba en la calle, rumbo a El Boricua, aunque en aquel momento desconocía los motivos que me habían llevado a salir sin darme cuenta, sin echarle comida a Vampireso, sin regodearme entre las matas mientras les leo a José María. No había cenado….

Filosófica

para estar en todas partes habría que cancelar posibilidades
particulares,
véanse las consecuencias:
olvidar la pasta de dientes
saltarse un número en la cuenta
perder los trenes, algunos aviones.

-mcc

Necrológica: Barbara Epstein, 1928–2006

New York City, June 16, 2006—Barbara Epstein, co-editor and founder of the biweekly magazine The New York Review of Books, died the morning of June 16. The cause of death was lung cancer. She was 77.

Ms. Epstein, along with Jason Epstein, Robert Silvers, Robert Lowell, and Elizabeth Hardwick, founded The New York Review of Books during the long news blackout of the New York publishing strike in 1963. With Ms. Epstein and Mr. Silvers as editors, this small group of friends created a new kind of magazine—one in which the most brilliant minds they could find would discuss current politics, books, art, and culture in depth. The first issue included pieces by Elizabeth Hardwick; Mary McCarthy; W.H. Auden; Robert Penn Warren; Norman Mailer; and Gore Vidal. The new magazine was immediately hailed as “of more cultural import than the opening of Lincoln Center” (The New Statesman). Since 1963 Barbara Epstein co-edited the magazine with Robert Silvers, who will continue as the magazine’s editor.

Since then, The New York Review has continued to be the magazine where the most important issues in American life are discussed by writers who are themselves major forces in world literature and thought. “The secret of its success,” The New York Times wrote, “is this: Its editors’ ability to get remarkable writers and thinkers, many of them specialists in their fields, to write lucidly for lay readers on an enormous range of complex, scholarly and newly emerging subjects, issues and ideas.”

Robert Silvers, Ms. Epstein’s co-editor at The New York Review remarked: “Barbara Epstein was not only one of the founders of The New York Review and co-editor for forty-three years, she was a guiding spirit of the paper. She brought to bear on all the work of the Review a superb intelligence, an exquisite sense of language, and a strong moral and political concern to expose and remedy injustice. Of the thousands of articles published by the Review over the years she contributed something to every one and was entirely responsible for many. Gallant, imaginative, original, affectionate, she edited and published the work of many of the most talented writers and scholars of our time, many of whom became her close friends. She largely created The New York Review of Books and what it stands for.”

Rea Hederman, publisher of The New York Review of Books, noted, “Barbara Epstein, as co-editor of The New York Review, was equally fierce as a protector of those rights and causes in which she believed as she was a champion and mentor for younger writers. She worked long and tirelessly on articles intended to expose various injustices and on articles meant to present new talent to readers. She had a particular love for the arts and that love was infused in articles published by the Review. In the end, her work and that of her co-editor Robert Silvers—the only editors the Review has ever had—established a publication of lasting importance.”

Foto de Dominique Nabokov