Manuel Clavell Carrasquillo dixit:
Llevo dÃas observando una cortina de humo sobre la más reciente invasión judÃa a Gaza. Los noticiarios sólo presentan las sombras de los soldados israelitas como al acecho de un panorama ennegrecido deliberadamente para que sólo se vean ellos.
A veces pienso que me divierte seguir esta noticia, que es una telenovela que sintonizo puntualmente creo que desde los 14 o 15 años. El más reciente capÃtulo envuelve otra historia de secuestro, túneles y derramamiento de sangre porque los islamistas de Hamas han cavado un túnel inmenso y se han infiltrado en el campamento del ejército invasor para sustraer y mantener en cautivero a uno de sus soldados más jóvenes: al talismán en forma de estrella de David ahora lo mantienen preso del otro lado del muro de las lamentaciones.
Vuelvo al televisor y a las secciones internacionales de los diarios, a Google News para buscar nuevas noticias sobre este caso. Ante la osadÃa de los colonizados palestinos, el ejército de los hijos más antiguos de Abraham ha decidido acabar con lo que queda de Gaza. Uno de los suyos basta para destruir el todo otro.
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Lo mismo pasa al revés, sobre todo cuando los hombres bomba secuestran los demás barrios. El ejército de los colonizados en resistencia derrama la misma cantidad de sangre y me salpica toda me daña el dÃa y me mantiene en reflexión permanente sobre el potencial del mal y mi buena suerte. No pertenezco a una cultura en la que sea casual el derramamiento de sangre y en ese sentido soy un enajenado de ese lÃquido pesado a la misma vez tan fascinante y espantoso.
Acabo de escoger unas flores del florero que tengo lleno sobre la mesa de comer y las puse sobre el escritorio desde el que escribo este post. Mi estudio está repleto de libros muertos de palabras y de fantasmas que entran a mi espacio privilegiado por la ventana desde la barriada Figueroa. Creo que eso no lo puede hacer sin pensar en sangre un palestino, sin ponerse en la mente una atricidad sangrienta un israelÃ.