07.07.07

tajmahal 170Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Hermanos: paz a vosotros. He recibido una revelación apocalíptica mientras navegaba por la Red que procedo a comunicarles de inmediato. Amanecerá el día séptimo del séptimo mes del séptimo año del segundo milenio d.C. y se romperán los siete sellos de la ignorancia mientras los siete ángeles de la sabiduría tocarán las siete trompetas de la democracia virtual en un estadio de la ciudad de Lisboa. Entonces, el profeta suizo Bernard Weber, presidente de la New Open World Foundation, anunciará las nuevas Siete Maravillas del Mundo que escogerán (de 21 lugares finalistas) millones de personas por Internet o vía telefónica.

Arrepentíos de la duda y la indiferencia, conectaos a la página www.new7wonders.com y abandonad las absurdas prácticas políticas de la Bestia Ninguna de las Anteriores, Inc., también conocida como la Gran Ramera, antes de que llegue el día del “jackpot” del cosmopolitismo. Los convido a comprometerse con el simulacro de poder que supone la sustitución de aquellas maravillas del mundo antiguo –de las que ya nadie se acuerda– por los nuevos íconos de nuestra absurda residencia en la Tierra.

Procedo a hacer público mi voto como acto de fe en la salvación universal ante la inminente catástrofe provocada por nuestro comportamiento hereje. Aunque ganas no me faltaron de escoger las favelas de Río de Janeiro, el condominio Millenium y los restos de la estatua de Colón de Cataño, me decidí por el Acrópolis (“hybris” y “paideia”), el Coliseo (sangre, pan y circo), la Alhambra (harem), Machu Picchu (futurología “new age”), el Taj Majal (vanidad de vanidades), Tombuctú (sudor y hambre) y la Muralla China (el terror del “homo sapiens sapiens” visto como enorme cementerio desde la Luna).

Hermanos: ¡por cada pecado capital cometido (oh lujuria, oh envidia, oh gula), erigid un edificio de esperanza! ¡Abrazad la simulación de este referéndum que sí vale la pena: votad y celebrad conmigo la belleza de las ruinas!

Este artículo fue publicado ayer en la sección de opinión del periódico El Nuevo Día.

Al fin, el capítulo 15: “Adelaida recupera su peluche [gracias a la escritura de Bruno Soreno]”

putaBut, sorry, I digress. Nuestro asunto es que algo así le ha pasado a Adelaida. Nunca encontró su espejo, pero al final es probable que ya no le hiciera falta. Es muy probable que no le hubiera hecho falta desde un principio Yo no sé. Sí sé con certeza que al final encontró una cosa, y sospecho que es posible que hasta haya encontrado dos. Pero esto último no lo puedo jurar, pasmado lector. En cuanto a esto estoy tan atónito como tú. Ayúdame, lector, decide tú. Tus sospechas han de ser probablemente tan falsas como las mía, pero una falsedad acompañada es menos falsa que una sola. Y falsa será, a fin de cuentas, cualquier cosa que Adelaida pueda encontrar dentro de ese lugar al que se fue, esa región nada transparente en que se ha metido. Dentro de mí, que no es lo mismo pero es igual. Yo no sé lo que tú pienses pero, al menos, eso es lo que pienso yo.

Cosas vinieron. Cosas vinieron, o tú fuiste hacía las cosas, Adelaida. Ninguna encajaba del todo, ninguna satisfacía a cabalidad, pero la plenitud, sentías, no era requisito en esta búsqueda, en este palpar de cosas que venían, que habían estado, que se habían ido hace mucho. Ya Adelaida no estaba, o tú no estabas. Exeunt.

Afuera el cuello dolía, se ponía rojo y el aire ya no tenía cabida en los pulmones. La lluvia se acumulaba en tu boca, en tus ojos, formando una lámina transparente. Sus ojos.

Puta, te decían. Puta, te repetían, y apretaban. Y apretaban. Pero adentro, antes que afuera, ya tú te despedías.

No, les respondiste. No. Yo no soy ninguna puta. Yo soy Adelaida. Solo yo. Sola yo. Solamente yo

-Pu/

Pero se añubló la transparencia de aquellos ojos. Se le rompió la palabra a aquella boca a media lengua. Se le rajó aquel nombre por la mitad a aquella lengua en medio de la voz. Porque te miró entre las piernas con aquellos ojos de vidrio que se le hicieron agua cuando encontraron algo allí donde no debía haber nada. Cuando encontraron en el lugar de la falta lo que debía faltar, lo que de ningún modo debía haber estado allí. Lo desquiciaste, Adelaida. Lo desquiciaste.

Y sonreíste.

Adelaida. Coño. Yo me llamo Adelaida.

Y, atravesada por una descomunal carcajada, te sumergiste en aquellos ojos, te anegaste en la inquietud de aquellos ojos recién nublados por la niebla del terror y allí, digo yo, encontraste aquel peluche que se te había perdido.

Bruno Soreno

San Juan, 1999 / Nueva York, 2000

Amores que no caben en el Código Civil

lemebel2Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

El indecoroso escritor chileno, marxista y homosexual, Pedro Lemebel, sale a la calle regio y en tacones para saciar la lujuria de la noche. Tropieza con los “bajos fondos” y allí se enamora perdidamente de hombres más jóvenes que él. Casi siempre los recoge sucios en las esquinas, hambrientos y necesitados de pesos para comprarse un nuevo par de tenis Puma o un CD de hip-hop. Los lleva a su casa en el “gay town” de Santiago, beben y fuman marihuana hasta reventar y, al final de la juerga, paga por sus servicios de compañía con techo, calor y comida.

Esas sesiones impúdicas y otros viajes eróticos e intelectuales de Lemebel por las geografías que no aparecen en las guías turísticas, quedan evidenciadas en su nuevo libro Adiós mariquita linda, que contiene 30 crónicas que se publicaron sin censura y sin remilgos de “buen gusto” en “The Clinic”. Allí se despide de la concepción burguesa de lo que debe ser un homosexual recatado. Lemebel deja atrás las marionetas “chic” de las señoronas docilidad y continencia que atentan contra el “loco afán” que impulsa a la exageración “boquisucia” y los aspavientos too much del gran varón estimulado por el éxtasis femenino.

El cronista reproduce el habla callejera de su ciudad y otras áreas lejanas del país sin temor de incurrir en neologismos y avivar la jerga impía de buscones, obreros, prostitutos, drogadictos, políticos secundarios de derecha y de izquierda, rateros y funcionarios culturales patéticos. Lemebel escribe sobre lo que ha dicho a boca de jarro y lo que le han dicho a él en contextos embarazosos, caracterizados por borracheras, encontronazos violentos con la autoridad y la negación de los preceptos morales que dictan la fama, las letras y las artes.

Además del vocabulario arrabalero, que en sus “crónicas de sidario” de los años noventa sirvieron de único mapa de la comunidad “ve y hache positiva” de Santiago ante la desidia gubernamental hacia lo que todavía se estigmatiza como lacra, Lemebel retrata modas y da opiniones, reflexiona y nombra, pone en circulación ideas sobre temas que otros académicos “correctos” prefieren no considerar. Nótese cómo elabora su teoría sobre el rap chileno: “La onda hiphopera prendió en la pendejada nacional hace un tiempo, a medida que la película musicada del chicanismo de color joven llegó en el ahora retro video clip. Y se vio reproducida acá, cuando los púberes chilensis se sintieron identificados por el descuido vestimentario y esa arrogancia de ser, ese descaro vital que ostenta la pendejada negra y anarca del yanquiparadise”.

Sin bordes entre su pose autobiográfica intimista y su función de intelectual mediático bien cotizado en toda Latinoamérica, ha asumido su oficio como el manipulador del “filo de una navaja que separa al talento de la vulgaridad”, señala el periódico El Mercurio. Para él, no existen desfases entre oponerse a la dictadura fascia militando en organizaciones clandestinas, travestirse y maquillarse para dar una conferencia en la universidad, publicar crónicas sobre indagaciones indigenistas, fumar cannabis y beber pisco sour hasta el delirio, hacer teatro pobre, performance y cine al aire libre o pintar. “Por eso escribo de mi pueblo con este desenfado, porque conozco y bebo gota a gota la emoción pelleja de su sexo roto”, explica Lemebel.

Lejos de su teclado han quedado la condescendencia con los escrúpulos de los lectores, la conmiseración de los pecados propios o ajenos y la urgencia de “edificar” la recta vía. Las relaciones de los amantes se detallan melodramáticas e imposibles según los libretos de Televisa o Univisión. Pero, el despecho y las traiciones, los discursos empalagosos y las promesas imposibles de cumplir ceden ante el terrible encanto del goce, inevitablemente cercado por las barricadas del látex, la edad y la posición social. Lemebel se confiesa cero positivo, ultrasensible y al mismo tiempo cruel. A un amante “furtivo” le regala una carta de amor: “Y en ese vértigo te escribo, en ese vértigo imagino tus ojos recorriéndome en la escritura. Y, tal vez, ese momento, donde la lectura y letra, ojo y corazón, voz y silencio, agua y aire, recuperen el horizonte impreciso de aquella tarde porteña, frente al gran anfiteatro de Valparaíso, donde tuve un sueño de embriagado trapecista, sin red… porque tú eras el mar”.

Las crónicas también se encargan de documentar huidas de la “loca perdida” por los polos paupérrimos del norte y el sur de la capital más escapadas de las tiranías pinochetista y mainstream hacia Bolivia, Perú, Argentina y La Habana. En cada puerto deja un amor y un rastro de ilusiones tronchadas porque su excéntrico comportamiento levanta sospechas en las consciencias de sus supuestos fanáticos literarios. Entre encuentro y compromiso pone a sus interlocutores “en su sitio”, denunciando las prisiones cubanas para sidosos que el régimen disimula detrás de una fachada terapéutica, enfrentando la pose bisexual de un “personality” como Miguel Bosé, criticando el aburguesamiento de su barrio y burlándose de la muerte que tiene atravesada en su destino.

En Latinoamérica hay una resistencia visceral a los patrones de conducta estilizados de los guetos homosexuales desde los que se lanza una campaña política y comercial para reivindicar los derechos de los sujetos queer que deciden asentarse. Sin embargo, Lemebel no escribe sobre los ciudadanos a los que les aplican las disposiciones sobre los asuntos domésticos de los códigos civiles de la región: hombres y mujeres que han construido lazos de vida juntos y que luchan para que el Estado los asegure. El escritor revuelca el conglomerado de “mariquitas lindas” para que sus exclusiones y discrímenes queden tan al descubierto como las perpetradas por los homofóbicos. En ese sentido, el terremoto Lemebel derrumba todas las certezas de las calles bonitas en las que se asientan los edificios de ambos bandos de la frontera de las identidades gay y deja al descubierto sus ruinas.

Antipático e inflamatorio, este libro molestará a los conservadores de todo tipo, incluyendo a los más liberales. Homos y heteros levantarán objeciones, habrá advertencias contra el libertinaje. También, reproches contra la apología travesti y el atrevimiento de este intelectual tan bravo. No habrá, sin embargo, excusas para seguir en el debate sobre la ciudad y el género como hasta ahora: con tanta hipocresía al momento de decirles adiós a las cerraduras del amor.

Esta reseña se publicó en la edición de abril 2007 del periódico Diálogo, órgano de la Universidad de Puerto Rico.

San se acabó: Penúltimo capítulo de ‘Adelaida recupera su peluche: Una novela en cantos’ por Bruno Soreno

La Puta 1Léalo aquí.

Aviso: El último capítulo de Adelaida recupera su peluche: Una novela en cantos por Bruno Soreno se publicará CON TODAS SUS SORPRESAS POST-PROSTIBULARIAS este jueves, 29 de marzo, sólo en Estruendomudo (Blog anti-all).

Allí quedará para siempre disponible para los lectores, que podrán acceder a su desórdenes de personalidad buscándola en la columna derecha (links for dummys) de esa bitácora disfuncional.

Besos negros hasta que vuelva a amanecer

de

La Redacción de Embuste o
PERDIDA EN EL ESPACIO, Ltd.

[Hay un ángel en tu mirada, inquitante tabú] o Miguel Bosé para que fluya la escritura automática

cain

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Para Benchi y Rodolfo [que no se conocen], con todo mi corazón. Lo de Andy es ya parte de.

I.

Cuatro rayas

¿serán de coca? ¿o es cliché?

las dos que bajan entre medio del labio superior

de Andy

recordado como el resultado del óleo de un amor de brocha gorda

y unas crisis

que se ventilaron por las calles de Santurce y la universidad

pero [los chicos no lloran], [sólo pueden soñar]

en construcciones y martillazos

techitos

protecciones del futuro estable

junto a los siete San Bernardos

y los relojes suizos de la alborada de un pistacho desnudo

que posa allí

verdoso dulce

para dejarse lamer.

II.

Al principio pensé que sería chijá

una maravilla de colores pastel

unos recorridos por los Boscos los Velázquez los Murillos los Dalís

una españolada con semen y mafú

[voy y me enredo con mi elegancia neo-diplomática]

[y mientras ella plancha el corazón yo le doy bambú]

entre palabras bellas de nenes humanistas

unas carreritas por la isla

durmiendo a la intemperie

buscando caracolas y lapachando entre los brazos fríos de la mar

yo te contestaba con un latigazo de placer

requisito: resolver mi bellaquera: esquivar tu paranoia.

III.

Nos recogieron hechos cantos dos budistas buenagente

nos llevaron frente al eterno Om de la existencia vegetal

[si tú no vuelves, no quedarán más que desiertos]

[y cada noche vendrá una estrella a hacerme commpañía]

[que te cuente cómo estoy y sepas lo que hay]

y allí encendimos los inciencios de la entrega

de la soltura de los pesos innecesarios

y el arrebato de las cosas materiales

incluyendo tu boca hermosa

y tus bellos rubios

y el sabor amargo de lo que me dabas a beber

[morena mía, bien bien bien bien bien]

[morena mía, siete son los pecados cometidos, ocho conmigo].

IV.

Se interpusieron los complejos de superhómbres

[con la rabia cansada de andar]

[nada particular]

con acento

las lecturas existencialistas

Andy

el pigmento nicotina de tus dedos fuertes

y la nube eterna de mi insatisfacción.

V.

Pero a Bosé no hay quién se le resista

no por lo menos yo

que te abrí hasta que que dejé afuera

[lo que ves es lo que hay lo que hay es lo que ves]

[será, seré, verás, veré, aquí estoy y aquí estaré]

[vendrás, vendré, de tu mano comeré]

VI.

Un exorcismo de tu piel

abjuración esotérica de tus hincadas

escupir en tu primera y tu segunda y tu tercera

pero refugiarme cada cinco años en tu primera: la primera vez.

Por qué esta vaina se llama Estruendomudo o la respuesta es Trilce #13

cvallejo2

Escribe César Vallejo

XIII

Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.

Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.

Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.

Odumodneurtse!

Adelaida recupera su peluche: Una novela en cantos por Bruno Soreno (Capítulo XIII)

rain 1Llegaron a su casa y ni tú ni yo sabíamos dónde quedaba eso, porque a ti no te importaba ni a mí tampoco. A ti, porque sólo te importaban sus ojos libres de niebla; a mí porque no viene al caso. Estaba lloviendo. Corrieron con las manos entrelazadas hasta la puerta y él, always the gentleman, la abrío de prisa y te dejó pasar. Mojaste el piso con agua de lluvia. Esto lo recordaste después, por asociación de agua (agua+agua=agua). Una salita atestada de libros. Me dijo que era escritor, recordaste. Cuidado, los escritores y poetas y ese tipo de gente están todos locos, te susurró Adelaida al oído. Tú la ignoraste. Descubriste que, cerca de él, se te hacía cada vez más facil ignorar la voz de Adelaida. Cuadros hermosos y terribles en las paredes. Tiene buen gusto para el arte, pensaste. Adelaida: esos cuadros son caros. Buena señal. Significa que tiene dinero. ¿Y ahora quién es la puta, Adelaida? ¿Tú o yo? Ahora resulta que tú eres la puta que busca venderse al mejor postor. Como decía mami: al que le caiga el sayo… Magistral touché de Adelaida para Adelaida, para que no joda más, sonreíste. ¿Pero no me habías dicho que nunca usas tu nombre? Le preguntaste, mientras hojeabas el libro que estaba abierto sobre la mesita de centro. Todos los nombres el nombre, por Bruno Soreno, decía la portada. Es cierto, yo nunca uso mi nombre. Por favor, no leas la página en la que estaba abierto. Es un libro que escribí hace mucho tiempo. Aún estoy trabajando en él. Pero/

Llámeseme entonces por otro nombre. Llámeseme por el nombre de Todos los nombres el nombre.

Y yo te comprendo, Adelaida. Yo comprendo que quisieras contrarestar el frío de la noche y de la lluvia, con el calor transparente de aquellos ojos, borrar la rudeza y la violencia de aquellas otras manos bruscas y anónimas que intentaron mancillarte bajo la lluvia aquella noche con estas manos ya y ahora sí deseadas y con nombre. Pero aún no ha parado de llover, Adelaida. Pero/

Estás toda mojada, y tu blusa está hecha trizas, Adelaida, te dijo. ¿Te gustaría cambiarte? Te preguntó Bruno. Un baño caliente tampoco sería algo demasiado terrible, le respondiste, recurriendo a su suave ironía. Bueno, en noches como ésta, nunca se sabe, te dijo, y te guiñó un ojo deliciosamente, ocultando su transparencia. Nunca se sabe lo que puede ser terrible en una noche cualquiera. Voy a buscarte una toalla.

Nelson Rivera presenta piezas de “Sucio difícil” este fin de semana en el teatro-estudio Yerbabruja

romeroEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Se presume que la antología de escritos dramáticos Sucio difícil, de Nelson Rivera, dramaturgo y profesor del Recinto de Humacao de la Universidad de Puerto Rico, está diseñada para un lector ideal: aquél que no ha visto las obras representadas.

Se trata de piezas de teatro abstracto y de “performance” que cubren como una mancha (por eso “sucio difícil”) un periodo amplio y problemático en la Isla. Abarca un fin de siglo recargado de consignas como “Queremos a Carlos Romero Barceló”, imágenes surrealistas como la que apunta a que “la señora Elena Velasco ha muerto al comer un arroz con langosta”, la escena casual de una “explosión de Tampax mientras entra un grupo de 66 cubanas exiliadas con poesía coreada de José De Diego”, órdenes universitarias de que usted “tiene que creer porque es arte y el arte es la inspiración”, diálogos telenoveleros en que el galán dice “quizás tienes miedo de decirme la verdad” y el “revival” de un prócer nacionalista que denuncia “toda esta persecución, el cuerpo de detectives que anda detrás… Albizu Campos no necesita detectives que anden por las calles de Puerto Rico”.

Este libro, con el que se inaugura la colección de teatro de Isla Negra Editores, titulada Los pies de Edipo, encierra las palabras con que Nelson Rivera les ha dado forma a sus piezas emblemáticas. Numerosos señalamientos del autor explican a los valientes cada detalle importante que “debe” considerarse a la hora de volverlas a interpretar.

Por esta razón, quien no tenga idea de quién es Nelson Rivera comenzará a darse cuenta de que es un artista comprometido con transmitir imágenes, conceptos, ideas, movimientos y palabras ya manipuladas por otros, digeridas y reproyectadas por diversos medios de la cultura como la televisión, la radio, el vídeo, la voz de los cantantes, la conversación pública y la publicidad. De ahí que las piezas contengan más y más frases en un espacio, tal y como se hace en el “collage” y el pastiche, para unir capas de materiales diversos. Rivera no tiene intenciones de que el espectador pueda verlo todo, más bien de que se pierda entre cortinas con titulares, efectos de luces y sonidos, ceremonias absurdas, rutinas costumbristas, movimientos automáticos del cuerpo, poses ensayadas y transmisiones simultáneas del choque de elementos e ideologías.

En Tiburón de agua dulce, el escritor invade las letras de una canción de Marvin Santiago mientras da indicaciones para que se proyecten cuadros de mujeres desnudas de Goya y Tiziano, se destape un galón de aceite Mazola y una virgen de plástico, se tome una foto con una cámara que bota un chorro de agua, se saque una carterita que guarda un centavo, se rieguen chicharrones y, así sucesivamente, otras acciones programadas hasta que el ejecutante le pide al público que aplauda, si quiere.

Esta última actitud de Rivera -apreciado con mucho cariño por sus estudiantes del curso Arte Político del Siglo XX- queda explicada en una acotación importante: Rivera dice que “estas piezas son producto de mi desinterés por ser observado por un público, pero a la misma vez de hacer mi presencia obvia y, de nuevo, prescindible. Para acabar con la seducción y la manipulación. Por ello, son piezas ejecutadas en compañía de otros artistas (haciendo otras cosas sin relación con las mías) o en lugares públicos, sin previo aviso. En celebración disciplinada de la marginalidad”.

El de Rivera es un “desinterés” que ahora se vuelve objeto de lectura y de consulta. Sus obras escénicas y el libro son intentos de fijar en un instante lo efímero; una acción artística y política “trivial” que busca en la contingencia de su contradicción algún impacto que “trascienda”. Lo mismo puede decirse al revés. Sucio difícil no es tan sólo el seudónimo del autor, es -desde Teatro pobre, de Pedro Santaliz, y Saqueos, de Dorian Lugo Beltrán-, la mejor compilación teatral que se ha publicado en este país.

Esta reseña se publicó el 26 de junio de 2005 en el periódico El Nuevo Día. Este servidor también seleccionó para dicho periódico Sucio difícil como uno de los mejores libros publicados en Puerto Rico durante ese mismo año.

Las piezas subirán a escena este próximo fin de semana 23-25, viernes, sábado y domingo a las 8pm.

Nelson Rivera presenta:

“Los 70” piezas cortas de teatro retro experimental.

Con la participación de Yamil Collazo, Quintín Rivera
Toro y Rey Andújar.

Homenaje póstumo al estilo y la forma de Jean Baudrillard

paranoiacvisageEscribe Benchi
Especial para Estruendomudo

“El simulacro no es lo que oculta la verdad. Es la verdad la que oculta que no hay verdad. El simulacro es verdadero.”

– Jean Baudrillard

Cuando menciono la frase: las cosas que nos rodean, no hago alusión ninguna a las cosas que nos rodean en su esencia más dura e impenetrable, sino a cierto tipo de otras cosas colocadas en ese plano en que se colocan éstas, con capacidad de ser percibidas y a las cuales atañe mejor el concepto entorno cósico vivible merodeante. Las cosas que tenemos a nuestro alrededor se posicionan por así decirlo en un sistema virtual de percepción en donde más que una mera cosa, se convierten en un entorno vivo en cuanto es vivible y vivido, es acción, movimiento y parte de un todo que es centro y no centro en el momento en que se da el instante. El instante es por su parte la unidad de tiempo en la que se da a lugar el entorno cósico en acción y movimiento y reúne a la misma vez al tiempo pasado, que no es pasado en cuanto es tanto entendido como recordado en y desde el presente, y al tiempo futuro, que no es futuro en cuanto es también entendido y pensado, al igual que su contrario tiempo pasado, desde la unidad de tiempo presente. Visto desde este punto la unidad presente no es entonces sino un entero de tiempo cuya existencia constante deja que confluyan y entren en su existencia ciertas nociones de lo que fue el pasado y lo que será el futuro. Ésta es entonces una aparente ruptura de unidad que sólo es entendida como proceso de transición que apela al recuerdo, pero es una ruptura ficticia en cuanto que su existencia como unidad de tiempo es sólo entendida desde otra unidad de tiempo, llamada instante, que imposibilita y contradice su existencia real… (Extracto de una obra completa inexistente).

Jean Baudrillard murió el pasado martes, 6 de marzo de 2007, a los 77 años. Fue autor de muchos libros y propulsor de la erudición artificial y la retórica literaria. Maestro de las excursiones líricas y los excursos pseudopoéticos a los que algunos académicos han llamado teoría o filosofía.