Carta pública a mi amado Juan o íntima celebración -en clave española- del matrimonio homosexual


“Cuánto daría por gritarles nuestro amor…”
-Amanda Miguel

“La memoria del mundo no la recordará”.
-Juan Carlos Quiñónez

Queridísimo amor amante; queridísimo Juan:

Pongo en el congelador un six-pack de Coronas, que nos vamos a tomar esta noche con limón, en ocasión de la celebración de la aprobación del matrimonio homosexual por parte del Congreso de los Diputados español, casa de las leyes que custodian dos leones, hasta ahora de espaldas al decadente barrio de Chueca en Madrid.

Voy a esperar que les salga escarcha a las botellas de cristal para quitarles las tapas de metal. Te advierto que hay que empinarlas bien frías, mira que hace calor. Además, hay que pisar con alcohol esta circunstancia que nos marca, porque sobrios, mi amor, sobrios como el Arzobispo, sobrios ni pa Dios.

Ahora resulta que tenemos tres destinos para ir a soñar: Dinamarca, Holanda y España. Pronto podremos comprar pasajes también para Canadá. Sin embargo, el motivo del brindis no tiene que ver con la huida de esta bendita islita de Puerto Rico. Tiene que ver con la posibilidad de querernos más.

Brindo por el desvanecimiento de la consistencia de tus labios cuando me besas. Brindo por la firmeza que asumen tus manos cuando me tocas. Brindo por nuestras mentes concentradas en el esfuerzo mutuo por darnos placer. Brindo por la lujuria y la solidaridad, por las caricias que ocurren en medio del silencio, la enfermedad y el bienestar. Brindo por cuatro años de compañía, de gritos e insultos, traiciones y pingas ajenas exploradas y por explorar. Brindo por la red de amistades que nos apoya. Brindo también por los hipócritas. Brindo por las familias que ayudamos a mantener y que nos mantienen en pie. Brindo por los deseos mutuos de que esto no termine -después de cuatro años de verte dormir a mi lado y escucharte roncar- como el periódico de ayer.

Recuerdo cuando enterramos a José, mi ex amante sidoso. Recuerdo cómo llovía en el cementerio. Recuerdo a su madre observándote, pidiéndome permiso para que lo enterráramos como le hubiese gustado a él. Recuerdo cómo me colocabas la sombrilla para evitar el desastre, cómo estuviste a mi lado a pesar que sabías cuánto significaba mi desprendimiento, mi espanto, porque ya no estaba él.

Repaso el momento en que me ofreciste una esquina de tu almohada en tu apartamento de soltero. Vuelvo al momento de nuestra primera mudanza, de la independencia como consumidores con dólares gay. Si estuviésemos en España ya tendríamos hipoteca consolidada, pero estamos aquí, a dos pasos del momento en que abuela aceptaba tus cuidos en el lecho de muerte, a tres horas de las visitas que le has hecho, tú solo, a mi madre en El Bronx. No hay forma sencilla de describir cuánto significado hay en el momento en que toman la cocina ustedes dos para ustedes, ella de pie, tú sentado en el desayunador, y conversan sobre no sé qué. Ustedes solos conspirando y construyendo, olvidándome a mí.

Amanezco borracho, y apareces tú con un vaso de agua en las manos más dos Tylenol. Me acuesto abrumado, y tú estás acostado también, arropado hasta el cuello, tratando de animarme para que esté mejor. Es la hora de sumar las cuentas, de ir al banco, de comprar la cena, de limpiar la bañera y tus ojos me guiñan: un momentito, por favor, dame par de minutos, ¿cómo sobrellevar a este tipo?, aquí estoy.

Me has escuchado cada palabra, me has leído cada ridiculez, me has corregido cada problema de acentuación. Me has escrito con tu semen la piel y yo, receptivo, jugando al qué dirán social, ofuscado por el quién es quién; quién da menos y quien mama más. Te he leído los suspiros, he escrito con saliva tu piel, y tú velándome, soportándome la cara inocente y el descaro del yo no fui. Hemos leído y escrito las vainas de los otros, públicamente, cuando salimos de casa a bregar con la mierda propia y la ajena, cuando nos vestimos de lo que sea para subir a la tarima del Gay Freak Fashion Show de nuestras consciencias adulteradas y de la homofobia de nuestro país.

Una institución civil entre un hombre y una mujer (dice el Código Civil), que no incluye nuestros sueños, y Zapatero que dice que Hoy, compatriotas, ciudadanos, hoy España pasa a ser un país mejor. Vergüenza me da nuestro tercermundismo cobarde, nuestra cobardía de tantos años de clóset y nuestra crisálida burguesa con techo de cristal. Cecilia La Luz pide cordura, que los travestís se cohíban de usar lentejuelas en la próxima parada de orgullo gay. Yo vuelvo y alzo mi copa de nuevo, brindo por el reggaetón del desorden de la cafrería maricona de los negros que van los miércoles a la discoteca Eros. Brindo por el manejo de pinga con pinga en plena pista de baile mientras mi tía se las arregla solita con la artritis en su casa de Río Grande. Brindo por ella, que te mima, te cocina, te quiere y siempre pregunta por ti cuando no puedes ir.

Brindo porque esos sueños de comunidad legalizada incluyan mayores grados de confianza y libertad. Que me puedas decir que me odias, cuando el odio nuble tu interpretación de la buena voluntad del ser. Brindo por la no certificación de nuestra unión ilegítima, por esta pega Yoohoo espiritual que nos mantiene a flote, frente a frente, culo con culo, con dos Coronas y dos limones por beber, exprimir y olvidar.

Quisiera que tu sobrina nos observe al crecer y nos juzgue, que mi sobrina nos vea crecer y nos juzgue también. Que los niños vengan a mí para que les hable de ti y tus detalles ochentosos, de las manías que aportas cuando tienes hambre y no hay forma de que en las próximas horas puedas comer. Les voy a explicar la procedencia de tu impaciencia y mi inseguridad. Les voy a hablar de la bola entre tres y la complicación de los celos. Les voy a plantear que en la vida que llevamos, o que nos lleva, el trabajo de cada cual es más importante que la ignorancia nacional; que la escritura al viento y a la nada es nuestra respiración mutua, nuestra pasión.

Saco más Coronas del congelador y lo pienso dos veces: Juan, yo no te amo como dice la postalita de Hallmark. Yo no te amo como indica nuestro Código Civil. Yo te amo según los preceptos que hemos discutido, las fronteras que nos hemos impuesto tú y yo. Allá los que crean en los amores de bolero latinoamericano. Nosotros nos amamos de acuerdo al mood y lo buena o lo mala que esté la conversación, la agenda del viernes que viene y la ternura de los abrazos que nos damos en la oscuridad.

Por último, quisiera entregarte esta sortija de compromiso, símbolo supremo de la cancelación y el maquillaje de la identidad. Te la ofrezco con el propósito de que muchos años nos queden de este baile de contradicción, de este mirarnos extrañados cada vez que nos cruzamos en el apartamento -yo con un mapo en la mano, tú con el jabón de lavar. Metal redondo y dorado para el dedo anular y más cerveza, para la cabeza, ahora que hemos convenido seguir jodiendo juntos hasta que nos cansemos de querernos. Todo ese rollo empalagoso, melodramático y tan serio a la misma vez mientras encerramos y dejamos libres los huevos para que transformen como les dé la gana una nueva extraña relación con el azar.

Besos negros hasta el amanecer. Queer power, Borinken. Long live the sacred matrimony between me and Juan.

Manuel

Directorio de la mínima presencia puertorriqueña en la blogsfera

Wiki, la red dinámica

Por José Hudo Castañer
PRIMERA HORA
sábado 25 de junio de 2005

¿Alguno de ustedes se ha imaginado una enciclopedia virtual donde uno puede añadir temas nuevos o, si encuentra alguno con errores, corregirlo o añadirle datos que usted entiende que faltan? O quizás un informativo comunitario donde todo el mundo puede contribuir. ¿Y que demonios es wiki? Según lo define Wikimedia, la más conocida de la páginas wiki, se trata de una aplicación en la Internet (en este caso un sitio) que permite a los usuarios añadir contenido, como en un foro, pero también le permite a cualquiera editarlo.

Tomemos el caso de Wikipedia, que por su nombre se entiende que se trata de una enciclopedia virtual cuyo contenido se nutre de aportaciones de sus usuarios. La cantidad de entradas es gigantesca e incluye temas generalmente ignorados por las enciclopedias tradicionales. Todo tema que esté incorrecto o incompleto puede ser corregido otro usuario que se de cuenta del error o desee mejorar la información. Es una enciclopedia cooperativa. Pueden ponerla a prueba en www.wikipedia.org, y si quiere contribuir, siéntase en la libertad de hacerlo. Allí también encontrará enlaces para otras páginas wiki como: wikitionary, wikinews, entre otros.

Un wiki boricua

Nosotros no nos quedamos atrás. Un grupo de estudiantes de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico (http://copu.rrp.upr.edu) han desarrollado lo que ellos mismos denominan un portal de periodismo colaborativo, donde cada visitante participa en la redacción de su contenido.

Wikeo posee varias secciones, entre estas un directorio de páginas blogs locales y una sección de artículos. Como toda página wiki, pueden ser editados por cualquier persona, aunque se supone que se respete el crédito al autor original. Un sitio muy interesante, lo pueden encontrar en www.wikeo.com. Visítelo y participen en él.

El periodismo puertorriqueño y el nacionalismo cultural

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Jorge Seijo y el traqueteo periodístico boricua con la cuestión nacional

Por Manuel Clavell Carrasquillo*

Ensayo sometido a la Asociación de Periodistas de Puerto Rico y al Overseas Press Club: Merecedor del Ier Premio otorgado en el renglón de periodismo de Internet del Overseas Press Club (2006)

“Otra vez el problema de la identidad puertorriqueña…”
-José Luis González en “Nueva visita al cuarto piso”, 1986, pág. 167.

“This sort of American nationalism would be comic if it were not actually so utterly devastating and even tragic in its consequences”.
-Edward Said en “Humanism and Democratic Criticism”, 2004, pág. 50-51.

“Esto es Puerto Rico”. “¿Qué nos pasa Puerto Rico?”.
-(Extractos de la propaganda oficial)

En pleno solsticio de verano, transitaba por la avenida Kennedy de mi apartamento en Santurce hacia el edificio que alberga el periódico Primera Hora, mientras escuchaba el programa radial “¡Hay que tener vergüenza!”, de Radio Isla, que modera el distinguido periodista puertorriqueño -de pura cepa, de eso no hay duda- Jorge Seijo.

Esa tarde, Jorge Seijo comentaba una serie de reportajes sobre la Dra. Teresa Tió, el fallecimiento del escritor oficial del Estado Libre Asociado, Don Enrique Laguerre y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, firmados por el distinguido periodista Mario Alegre Barrios, que fueron publicados la semana pasada en el periódico El Nuevo Día.

Jorge Seijo, en función periodística “prime time” vociferaba contra las cucarachas, las alimañas, los “revuelcacatres” y el distinguido compañero Mario Alegre Barrios, que tuvo la dicha de nacer, no aquí, sino en la república mexicana. Nótese que la enumeración anterior se refiere a una degradación muy consciente y muy perversa, de parte de Jorge Seijo, que coloca a Mario Alegre Barrios al nivel de las bestias rastreras sólo por haber publicado -sin ser “de aquí”- una serie de artículos relacionados con la noticia cultural más importante que se ha suscitado en el país durante este año: Don Enrique Laguerre muere en la celebración del 50 aniversario del ICP y se niega a ser velado en la institución pública que dirigió, desde su junta de gobierno, durante, precisamente, 50 años.

La diatriba de Jorge Seijo apuntaba a que el compañero Alegre Barrios no tiene derecho a opinar sobre las cuestiones nacionales por ser extranjero. La diatriba de Jorge Seijo descalifica al baluarte cultural de la revista Por Dentro, de El Nuevo Día, para laborar en un medio de comunicación puertorriqueño y hacer su trabajo. La diatriba de Jorge Seijo apunta hacia una manifestación, hacia una rabieta racista imperdonable.

La Asociación de Periodistas de Puerto Rico, es el foro pertinente para discutir estas cuestiones, que ocurren muy a menudo en el seno de nuestro gremio profesional y que muy pocas veces son discutidas en los foros en que laboramos.

En mi opinión, el nacionalismo cultural domina los espacios del debate periodístico tanto como los espacios de la política puertorriqueña y la oficialidad del Estado Libre Asociado. Por lo tanto, es necesario que los periodistas entendamos las consecuencias de esta ideología que, a diferencia de lo que muchos piensan, no es revolucionaria, sino oficialista.

El nacionalismo cultural es el cúmulo de ideas, atacuñadas en las mentes de no pocos intelectuales de la llamada izquierda liberal y democrática, que han fabricado la noción de que la cultura de la patria aún está en peligro de muerte. Por lo tanto, el rol del nacionalismo cultural es evitar a toda costa -precisamente a través de una sobredosis de su pequeñita versión de lo que es cultura- que Puerto Rico se quede sin su preciada identidad; sin la esencia que nos hace ser puertorriqueños.

Acto seguido, el nacionalismo cultural, puesto en práctica por todo tipo de intelectuales, incluyendo a periodistas como el compañero Jorge Seijo, es el vehículo que los autoriza a despotricar contra todo aquello que parezca “amenazante”. En este caso que nos ocupa, el nacionalismo cultural, como ideología dominante, permite que el distinguido compañero Jorge Seijo utilice los micrófonos de Radio Isla para desacreditar el trabajo de otro compañero periodista sólo porque no es “de aquí como el coquí”. Uno puede estar en contra de lo que dice y hace Mario, pero vamos, no en contra de Mario porque “es mexicano”. Además, el nacionalismo cultural permite que dicho acto xenófobo permanezca impune en términos periodísticos pues pocos serán los periodistas que utilizarán sus espacios laborales para evitar que cosas como esta pasen desapercibidas.

Lejos de ser una ideología inofensiva o defensiva contra los poderes anexionistas o yankófilos, el nacionalismo cultural es una ideología fundamentalista que puede degenerar en graves desórdenes violentos. Hay que recordar que fueron los periodistas, a través de las ondas radiales de un pueblo tan o más “civilizado” que el nuestro, los que no hace mucho (1996-2000 y contando) incitaron la matanza de millones de tutsis en Ruanda y Burundi (hutus contra tutsis), precisamente amparados en el lema sanguinario del nacionalismo cultural: “Dentro de la nación todo, fuera de la nación nada”. El periodismo, como profesión, y los periodistas, como gremio, también son brazos políticos enriquecidos y pervertidos por el proyecto totalizante de la modernidad.

No hay misterios ni cuestiones esotéricas en la frase “proyecto totalizante de la modernidad”. No se asusten. Me explico: El Estado Libre Asociado de Puerto Rico es producto de una versión de los sueños liberales de la modernidad, donde todos los ciudadanos gozarían de iguales derechos ante la ley y las naciones se constituirían en entidades fuertes y autónomas, como estados soberanos, en la comunidad internacional. Sin embargo, ese mismo proyecto, debido a sus fracasos y excesos, ha perpetuado -en regímenes capitalistas y socialistas por igual- la persecución de las diferencias y la represión de todo aquel elemento foráneo que no cuadre con la política estatal. De ahí, los lastres posmodernos del machismo, la destrucción ecológica, la homofobia, la intolerancia religiosa, la corrupción gubernamental y el racismo, tema que particularmente nos interesa hoy.

Todas estas cuestiones han sido ampliamente estudiadas en este país por una corriente ideológica que se aleja del la celebración patriotera y la cultura del aplauso (“¡Tito, Tito, Tito!”) que promueven intelectuales como Jorge Seijo con el propósito de investigar con otras intenciones la “realidad social” contemporánea. Hay que aceptarlo ya, estamos en el 2005 y hay que ponerse al día. Lo contrario es abrazar la mediocridad.

Se trata de la “temida” corriente llamada “posmoderna” porque hace una crítica de ese legado desastroso que hemos heredado de la modernidad. Esta corriente -que no es homogénea, no es un Club 4 Haches, ni una asociación militar, por su puesto- ha aportado nuevas avenidas en esta discusión con un sinnúmero de artículos universitarios y libros -incluyendo los que se estudian en los currículos de las flamantes escuelas de Comunicación de la Universidad del Estado y la del Sagrado Corazón- en los que se comentan estos fenómenos, no desde París y Nueva York, sino desde SAN JUAN. No es allá lejos donde ocurre el debate, es aquí. Aquí es la cosa y ahora.

A pesar de ello, el nacionalismo cultural se aprovecha de las instancias de poder que domina cómodamente a base de censuras previas y posteriores para que muchísimos intelectuales del patio se nieguen a pensar estas preocupaciones más allá del respeto que merecen sus respectivas convicciones; sean de derecha, de izquierda o defiendan el “center field”. El argumento que han logrado proponer en muchas mentes estos nacionalistas culturales es que “el posmodernismo no se entiende”. Vaya pase por bola. Vaya desvío por la marginal. Vaya avance intelectual. Vaya actitud democrática.

Opino que precisamente porque se ha logrado lanzar una cortina de humo sumamente antiintelectual sobre la contraideología posmoderna es que los periodistas no entendemos o no podemos contextualizar en toda su profundidad política e ideológica lo que ha sucedido en esta coyuntura con los distinguidos periodistas Jorge Seijo y Mario Alegre. La teorización posmoderna, en el sentido en que es crítica del proceso moderno que desemboca en el nacionalismo cultural es indispensable para que el periodismo puertorriqueño se pueda repensar. Como apunta Luis Alberto Ferré Rangel en el ensayo “Liderato editorial del siglo XXI”, los periodistas somos reacios a la autocrítica “en parte porque CARECEMOS DE LAS DESTREZAS para realizar ese análisis y, en parte, porque somos los primeros a quienes NOS DESAGRADA que nos critiquen el trabajo”. (Énfasis mío)

Lo que ha sucedido -a mi juicio- es que el paladín de la nacionalidad puertorriqueña, el furibundo periodista radial, crítico acérrimo de la penetración anexionista o rossellista, escoja usted, Jorge Seijo, ha utilizado un arma simbólica para herir las credenciales y la integridad profesional de otro compañero periodista, Mario Alegre. Entonces, ¿cuál es el show de fingir que se es tan puertorriqueñista a boca de jarro en pleno verano tropical, con este calor insoportable, si en el fondo del armario de la puertorriqueñidad lo que se esconde es un esqueleto racista? Lo que ha sucedido es que este acto, a todas luces invisible para la mayoría silente, representa la degeneración del nacionalismo cultural al nivel más bajo de su potencialidad represiva y peligrosa.

No por casualidad, inadvertencia de los “vagos” legisladores o por cosas de la vida, como canta Ramazzoti, el Código Penal del 2004 incluye los delitos de genocidio (en su articulo 305) y crímenes de lesa humanidad (artículo 306, cuya sección [h] prohíbe “la persecución de un grupo o colectividad con identidad propia fundada en motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos, culturales, religiosos, de género, u otros motivos universalmente reconocidos como inaceptables con arreglo al derecho internacional”). Aquí, en la Isla del Encanto -quién lo diría, con tantos lectores de Coelho por milla cuadrada, con tantos muñequitos de SER vendidos en negocios de comida rápida- hay suficiente caldo de cultivo para la barbaridad.

Los periodistas no son mejores o peores por ser de aquí o ser de allá, por ser homosexuales o heterosexuales, por ser hombres o mujeres, por tener diploma o no, por escoger helado de fresa o de chocolate. Los periodistas son buenos o malos por la calidad de su trabajo y por su formación y creatividad intelectual. Los periodistas son excelentes o pésimos de acuerdo a si son fotutos, independientes, racionales, injustos, analistas de la “crisis de gobernabilidad” o representantes del “patrioterismo trucutú”.

Jorge Seijo ha demostrado que el fanatismo puede más que el análisis cultural decente y balanceado. Jorge Seijo, en vez de comentar la serie de artículos de Mario Alegre en un tono profesional, proveyendo sus críticas, sí, pero sin recurrir al fascismo, optó por la vía más fácil, pero más incomoda para la honestidad intelectual: la vía de la monstruosidad nacional. Visto así, el nacionalismo cultural despierta lo peor de los ciudadanos de la nación exacerbada por la propaganda barata.

Del calor de la frase fatídica “Puerto Rico lo hace mejor”, surge la bestia. Gracias a Dios que anda suelta, pero sin machete. Jorge Seijo ha demostrado que el nacionalismo cultural nubla el entendimiento y se va por la tangente de la violencia étnica, que no puede ser tolerada ni siquiera a nivel simbólico, precisamente porque a nivel simbólico es que se convierte en semilla del odio más primitivo e irracional: “Los que dicen Tapatío, esos no son de aquí. Los que dicen Ay bendito, esos sí son de aquí”, ¡qué lindo! Todo está bien, no hay por qué alarmarse, ya lo anuncia la Harris Paint: estos “son los colores de mi tierra”.

El crítico cultural palestino, Edward Said, nótese las condiciones políticas similares de Puerto Rico y Palestina, entiende que los humanistas (los periodistas son humanistas, aunque tantos pretendan negarlo) tienen un rol fundamental en la sociedad a la hora de combatir el lado oscuro que hemos derivado de la modernidad. Dice que “en las sociedades multiculturales, como la nuestra, hay, es verdad, todo tipo de inigualdades y disparidades, pero cada identidad nacional es perfectamente capaz de aceptar y bregar con estos problemas si existen suficientes modelos de coexistencia, en contraposición a las vallas de separación, provistos por los humanistas; cuya misión es precisamente proveer esos modelos.” (Traducción mía)

La Asociación de Periodistas de Puerto Rico, como foro gremial dedicado a la discusión de los problemas que surgen en el seno de la profesión no puede permanecer como si nada hubiese pasado. Los desórdenes del nacionalismo cultural tocan a nuestras puertas, ¿estamos preparados para enfrentarlos? Ante la ceguera y la negación que nos caracteriza a la hora de encontrarnos cara a cara en medio de la noche con los fantasmas que hemos ayudado a alimentar con nuestras palabras, repito: que hemos ayudado a sacar de las tumbas con NUESTRAS PALABRAS, me temo que no. Ojalá me equivoque.

*El autor publica su trabajo periodístico de análisis literario en la revista Letras, de El Nuevo Día, y aspira a hacer periodismo independiente de “blogsfera” y análisis cultural a través de su blog: http://www.estruendomudo.blogspot.com/

Referencias consultadas:

Bernabe, Rafael. “La maldición de Pedreira: Aspectos de la crítica romántico-cultural de la modernidad en Puerto Rico”. Ediciones Huracán, 2002.

“Código Penal del Estado Libre Asociado de Puerto Rico”. Ediciones Situm, 2004.

Cólon, Eliseo. “Medios mixtos: ensayos sobre comunicación y cultura”. Editorial Plaza Mayor, 2003.

Coss, Luis Fernando. “La nación en la orilla: Respuesta a los posmodernos pesimistas” (1997) y “El periodismo de hoy: Notas para pensar en la crisis de su sentido” en “200 años de literatura y periodismo puertorriqueño” (2004).

Dávila Colón, Luis. “La dictadura de la prensa”. Editorial El Mundo, 1999.

Duchesne, Juan. “Ciudadano insano: Ensayos bestiales sobre cultura y literatura”, Ediciones Callejón, 2001 y “Fugas incomunistas: Ensayos”, Ediciones Vértigo, 2005.

Feliú Matilla, Fernando. “200 años de literatura y periodismo puertorriqueño (1803-2003)”. Ediciones Huracán, 2004.

Ferré Rangel, Luis Alberto. “Liderato editorial en el siglo XXI” en “200 años de literatura y periodismo puertorriqueño (1803-2003)”. Ediciones Huracán, 2004.

García Cuevas, Eugenio. “La palabra sin territorio: Hablar en la postguerra fría”. Editorial Alfaguara, 2004.

Gil, Carlos. “El orden del tiempo: Ensayos sobre el robo del presente en la utopía puertorriqueña”, Editorial Postdata, 1994 y “El cerco de la metáfora: Poéticas jurídico-políticas puertorriqueñas”, Editorial Postdata, 2001.

González, José Luis. “Nueva subida al cuarto piso”. Libros del Flamboyán, 1986.

Jiménez, Félix. “Vieques y la prensa: El idilio fragmentado”, Editorial Plaza Mayor, 2001 y “Las prácticas de la carne: Construcción y REPRESENTACIONES de las masculinidades puertorriqueñas”, Ediciones Vértigo, 2004.

Negrón Muntaner, Frances. “Puerto Ricans And The Latinization of American Culture”, New York University Press, 2004.

Pabón, Carlos. “De Albizu a Madonna: para armar y desarmar la nacionalidad” Revista Bordes, 1996, “Nación postmortem: Ensayos sobre los tiempos de insoportable ambigüedad”, Ediciones Callejón 2002 y “El pasado ya no es lo que era: Debates historiográficos contemporáneos”, Ediciones Vértigo, 2005.

Said, Edward. “Humanism and Democratic Criticsm”. Columbia University Press, 2004.

San Miguel, Pedro. “Los desvaríos de Ti Noel: Ensayos sobre la producción del saber en el Caribe”. Ediciones Vértigo, 2004.

Sepúlveda, Héctor. “Suaves dominaciones”. Editorial Plaza Mayor 2005.

Torrecilla, Arturo. “El espectro posmoderno”, Publicaciones Puertorriqueñas, 1995 y “La ansiedad de ser puertorriqueño: Etnoespectáculo e hiperviolencia en la modernidad líquida”. Ediciones Vértigo, 2004.

Volpi, Jorge. “La guerra y las palabras: Una historia intelectual de 1994”. Ediciones Era, 2004.

Ruralías: Homenaje póstumo de la nueva generación a Don Enrique Laguerre

En ocasión de la celebración del legado literario de Don Enrique Laguerre, la Redacción de Estruendomudo convoca a los interesados a la exhibición de una muestra de microrrelatos rurales (una página a doble espacio) en honor a la memoria del Maestro.

Los microrrelatos rurales deben atender la temática de la explotación del jíbaro puertorriqueño por los intereses imperial-capitalistas de los Estados Unidos de América y la condición colonial de nuestra patria en los tiempos del monocultivo.

Se aceptan exploraciones sobre la caña, el café, la vilarcia, la libreta de jornada, el machete afilao, el jacho de lumbre, la tuberculosis, el café puya, las lavanderas del río, el bautismo católico de los niños ilegítimos, la niguas, el funche, la plena, el bacalao, la pelea de gallos, el olor del algarrobo y las compresas de llantén. El cielo es el límite. No se olvide de la belleza de los flamboyanes y la folcloría de las cruces de caminos.

La Redacción de Estruendomudo se compromete a publicar en este espacio los microrrelatos rurales que así lo ameriten. Favor de remitirlos antes del 30 de junio a la siguiente dirección: mclavell@gmail.com

Se aceptan colaboraciones extranjeras. Nuestra experiencia telúrica traumática es también su experiencia. Todos somos bagazo.

Rafael Acevedo en homenaje a Don Enrique Laguerre: Ier Microrrelato:

El dulce sabor del saber
Por Rafael Acevedo / Poeta, profesor universitario, editor, crítico cultural

El algarrobo apesta a mierda, dijo el joven, secándose el sudor de la frente.

Pero sabe dulce, dijo el viejo sabio, casi zen, bajo la sombra de un flamboyán.

Mara Pastor en homenaje a Don Enrique Laguerre: 2ndo Microrrelato

PUYA
Por Mara Pastor / Poeta, acróbata, cuentista, correctora de pruebas

¿Tiene que ver con el café puya? No entiendo ¿Que si tiene que ver con el café puya? ¿Qué cosa? La banda ésa que escucha tu hermano ¿Cuál banda, abuela? Puya, esa que tenía el concierto en no sé cuál discoteca a la que tu hermano iba a ir anoche en Santurce. No creo, abuela. ¿Son populares? ¿Quiénes? Los músicos. Sí, son bastante populares entre los hardrockeros. No, que si son militantes del partido. Nada que ver, abu, son medio gringos; cantan en inglés, pero usan tambores y eso. Quizás, el abuelo de alguno de ellos es de Frontón. Pues, fíjate, el guitarrista es colorao como la gente de Ciales. ¿Cuál es su apellido? No me lo sé. Tú sabes que tu abuelo iba al campo a enlistar gente para el partido junto a Muñoz Marín, ¿verdad? Sí, me habías contado. Iban por ahí tomándose cafés puyas por los balcones. ¿Siempre lo pedían puya? Sí. Pues iban bien hyper entonces. Otra vez, ¿qué es lo que tocan esos muchachos?

Elías Galarza Espinosa en homenaje a Don Enrique Laguerre: 3er Microrrelato

Grito de un jíbaro capao
Por Elías Galarza-Espinosa
/ Procedencia desconocida

Santiaguito Palmares era lo que se dice un jíbaro bragao. Bebía en coco, comía en dita y, noche tras noche, echaba su sueño en la jamaca. Además, podía distinguir con los ojos cerrados el cantío de un gallo rubio del cantío de un gallo bolo. Y sabía que los gandules se siembran en menguante y las malangas en creciente.

Eso sí, no era perfecto. La Tunila lo tenía desacreditado porque decía que su marido prefería el aguardiente al ardiente manjar que ella ocultaba entre sus piernas. Por eso la jincha cogió la verdolaga una noche de la Candelaria y –como un churrí- voló a matar de placer a un viejo, pero no pellejo, que sí supo aprovechar sus encantos.

Poco le importó a Santiaguito Palmares la partida de su mujer.

La noche del extraño suceso, Santiaguito había llegado del cañaveral con un galón de maribrás que le vendió el negro Yacalaca por sólo seis reales. Llenó el coco del prohibido líquido una y otra vez y, entre bostezos y libaciones, se entregó en brazos de Morfeo o quién sabe de qué oscura divinidad taína de los sueños. Desde la profundidad del sueño, creyó oír un ruido en el batey y le pareció que veía luces multicolores a través del seto de yaguas.

Tres hombrecitos verdes descendieron de una nave circular y, acercándose a la hamaca, le hablaron en un idioma extraño que, sin embargo, él entendía.

-¿Es cierto lo que hemos leído sobre la docilidad de los puertorriqueños?
-¿Es verdad que recibieron con flores primero a los españoles y después a los americanos?
-Por qué el Josco le cedió su espacio al toro americano de los Velilla?
-¿Es usted partidario de don Pedro Albizu Campos?

Santiaguito quedó de una pieza. Intentó contestar cada una de las preguntas pero no pudo. Sería inútil jalar por el perillo para enfrentar él solito a aquel trío de seres que parecían venir de otro mundo donde no existían ni los cañaverales, ni los lechones de a peso ni las gallinas pescuecipelás.

-Por favor, conteste.
-Miren, misters, yo no sé qué es eso de docilidá pero les puedo dicir que los puertorros semos buena gente. En política, yo no me meto… aunque me gusta Muñú. Al tal Alvicio, ni lo conozco, y en cuanto al Josco, yo se lo había advirtío al jincho Marcelo…
-Entonces, compañeros, vale la pena hacer el experimento, a ver si la flojera de los puertorriqueños está en los güevos.

Sintió como que le quitaron los pantalones, no los calzoncillos porque no los usaba. Con bisturí en mano, uno de aquellos hombrecitos, a sangre fría, procedió a cercenarle los testículos y el pene que luego depositó en un frasco que contenía una sustancia acuosa. Ante dolor tan doliente y doloroso, Santiaguito Palmares, más que un grito, lanzó un fuerte alarido.

Despertó azorado. Sin duda, había tenido una horrible pesadilla. Una pesadilla de múcaro en la jorqueta. Un mal sueño de cañaveral. Entonces, soltó la carcajada. Y creer que me habían cortado los güe…

Aún riéndose, jaló por la escupidera porque sintió grandes deseos de orinar. La acomodó junto a la rendija de la salita, se abrió la bragueta con la calma del jíbaro que pela un martinete y cuando metió la mano…

-¡Nooooo!

Un grito de angustia apagó todas las luces de los cucubanos y reinó la negrura en el cañaveral.

*Nota del editor: El autor de este cuento agrario magistral acompaña su escrito con un glosario para el lector del 2005.

Bragao: De clase, dícese del jíbaro por antonomasia.
Gallo rubio: Gallo de pelea de color tabaco oscuro.
Gallo bolo: Gallo que no tiene rabo pero suele ser bueno para la pelea.
Jincho(a): Descolorido, dícese del color pálido de los jíbaros anémicos.
Pellejo: Eufemismo por pendejo.
Maribrás: Uno de los nombres del ron clandestino o caña en Puerto Rico. También trepaseto o lágrimas de mangle.
Real(es): Moneda española equivalente a 12.5 centavos.
Batey: Patio grande con árboles y jardín característico de las residencias jíbaras.
Yagua: Tejido fibrosos que envuelve la parte más tierna de la palma real.
Perrillo: Machete largo y fino.
Jorqueta: Voz jíbara por horqueta. Bifurcación de las ramas de un árbol que vorman una v.

Amed Irizarry Quintero en homenaje a Don Enrique Laguerre: 4to Microrrelato

Morovis, 6 de enero: Egypereces (microrrelato en húngaro)
Por Amed Irizarry Quintero / Dramaturgo, músico y matemático

Juan Carlos trae salsa nueva.

A nosotros nos parece una mierda.

Hay un esqueleto de vaca encima de una mierda de caballo.

Las gallinas cacarean.

Las tías quieren tirar a la nueva novia de tío Juan por el balcón.

Tío Milo lleva a los de la tercera generación a ordeñar vacas.

Ivancito canta "La pipa es lo de menos, si el gordo baila bueno".

Los primos Arce huyen de Chuco, que grita: ¡¡Músicos!!

Titi Carmen grita que el chocho ya nadie lo llena, tío Iván se ríe en la tumba.

El lechón está picado y hay que avanzar porque el cuero se ablanda.

Papa ya comió de todo y está en el segundo round.

La vieja casa de los Quintero se la quedó Charín y dice que es de ella.

En el cuarto, abuela Paca hace apariciones que sólo Titi Fanny ve.

Amed persige a Titi Betty, que está a cargo de las bolitas de queso y las morcillas.

Iluminado toca el cuatro, Rafo lo chequea.

Johnny busca pájaros para su site de internet.

Papa persigue a Amed, que sigue persiguiendo las bolitas; ahora a cargo de Silvita.

Silvita grita que Ana Helvia tiene un vibrador nuevo, Silvita es la prima vulgar.

Titi Silvia comenta que la novias de sus nietos son feas, del negro ni habla.

Los primos pequeños quieren volver a caminar por la finca, se me quedaron los tenis.

Juaquinito quiere sembrar productos orgánicos.

La finca tenía 100 cuerdas y nunca se cultivó mucho que digamos.

Ana María Fuster Lavín en homenaje a Don Enrique Laguerre: 5to Microrrelato.

La llamarada
Por Ana María Fuster Lavín / Poeta, traductora, intelectual rockera

¡Lee, lee! Una gota de sudor copula un moco sangriento sobre las bembas de Toño, que se mira sus manos, mira la hacienda, calor y muerte, bueyes y caña. No piensa, corre. Fucking lazy portorricans, desde el balcón de la hacienda una cerveza fría bautizaba los finos labios de William, que mira al negro caerse, y espetarse el filo del machete en el pecho. ¡Fuego, fuego! Los piojos no discriminan cuando hace calor. La sangre mana hasta del cuerpo más miserable. Toño llora un vómito de sangre. Una viga del techo de la hacienda cae perforando de la clavícula al cóccix de William. Ambos pudieron comprender el fin de la zafra. ¡Corre, corre! Bill suda frente a la barra entre la Ponce de León esquina Berga, salada excreción baja por su espalda chichando con el orín reseco de su entrepierna. Se mira las manos, el sol quema, la brea quema, la colilla quema, perros y hambre. La caña tarda en crecer lo mismo que su tecata vida en gastar el premio millonario de la loto. Puñetero gringo vago, desde la entrada de Los Pinos piensa mientras del humo de su cigarrillo baila una bachata frente a Toño, que mira al cano anglosajón cruzando la avenida mientras pasa la AMA. ¡Sangra, sangra! Otro escritor sin historias se reinventa en la cuneta. La sangre huye hasta del más ingenuo. Los huesos de Bill crugieron bajo las gomas de la guagua. Una navaja afilada penetra suavemente una y otra vez desde el pecho hasta los genitales de Antonio. La página de un libro cayó desde el tren urbano y una llamarada no hace primavera cuando la historia se repite. Esta vez, ambos se quedaron sin comprender.

Madeline Millán en homenaje a Don Enrique Laguerre: 6to Microrrelato

Ventanas con puertos
Por Madeline Millán
/ Poeta, profesora universitaria, nuyorrican

Nadie como la abuela para pelar papas.

A nadie en la familia le gustaba pelar papas, mucho menos ninguno de los deliciosos tubérculos que tanpródigamente ofrecía el trópico. Para compensar, la abuela adoraba pelar papas, yucas, ñames, batatas, malangas y yautías. El problema, sin embargo, era cómo pararla. Quedaba en un estado de trance, con los ojos abiertos, y hablaba algo así como cuando se hace un rosario calladito. Aprovechando la coyuntura familiar, se decidió un día que sólo se recurriría a ella en ocasiones especiales y en celebraciones de barrio.

––Abuela, mañana es mi cumpleaños––alcanzó a decirPolita, cuando ya la abuela se iba derechita a la cocina y traía ella misma los sacos hasta la mesa del jardín. Pasaba horas y si antes no hablaba sino en monosílabos, entonces menos cuando pelaba. Así cada año transcurría, resolviéndose el menú de los aniversarios, bautismos y bodas con la abuela. El menú consistía en preparar platos de diversa naturaleza a base de tubérculos. Rellenos con carne, sazonados con raspadura de coco, combinados con plátanos envueltos en hojas de plátano o de naranja.

––¡Qué bárbara, ¿Y no se cansa?– preguntaban maravillados.
La abuela duró muchos años con salud y buena disposición hasta aquel fatídico día del 4 de julio después de que la isla fuera invadida por unos soldados. Eran rubios, venían a poner orden, a sembrar bienestar y progreso. Una verdad contundente en muchos aspectos. Cuando llegaron los televisores, la abuela se sentaba largas horas a mirar telenovelas, hasta se reía más. Iba al mercado y compraba todos los enlatados que se anunciaban por la televisión: sopas Campbells, Quick de chocolate y de fresa, leche Carnation, entre otros.

Los soldados se quedaron 40 años con todas nuestras puestas de sol, sumadas 350 al día daban un total 4.900,000 en las 4 décadas que nos tuvieron sitiados. En ese entonces se daba el toque de queda a las siete de la noche, pero nadie se quejaba porque a esas horas la programación de entretenimiento ocupaba nuestrasvidas. Con el tiempo, cuando hicieron toda la obra de caridad que les vino en gana, nacieron muchos michaels, jackelines, madelines, johnys, charlies yjoes, dándonos la misma ciudadanía que ellos por derecho adquirían al nacer. Nuestros padres y nuestros hijos y nuestros tataranietos fueron a las guerras desde la Primera hasta la Segunda, luego a la mentada qinútil guerra de Vietnam, porque para que fuéramos ciudadanos respetuosos de ese país ––sin poder hablar su lengua, ni votar por el señor Presidente–– el servicio militar se había institucionalizado como obligatorio. Nuestros soldados regresaban vivos y mal del coco, algunos adquirieron complejos de heroicidad y proclamaban ser héroes de guerras que no sabían ni por qué habían sucedido. Y aquí termina la digresión para volver a nuestra abuela.

El día fatídico fue el 4 de julio, cuando nos dijeron que celebrarían la independencia de su tierra en la nuestra y que nosotros teníamos que cocinar para ellos, eso sí nada de tubérculos, sólo papas para French Fries, nos advirtieron. Como vivíamos en el campo, y no había adónde quejarse, comenzamos a pelar papas durante meses para alimentar a los rubios.

Nos cansábamos después de las ocho horas y allí la abuela, impertérrita, como una mula, en trance como siempre. Pero aquel día fatídico cortó muchas más papas, más de las que había cortado en toda su vida porque nos habían amenazado con encarcelación si protestábamos. Cuando los gringos llegaron a nuestra puerta a buscarlos sacos, la abuela se levantó de la mesa. Inició el camino hacia ellos, les entregó las papas cortaditas, largas y blancas listas para freir.

La oímos sorprendidos hablarles, ella que nunca hablaba:

“Cojan sus papitas y que les aprovechen”.

Allí como en bandeja de plata, como la bandeja de Salomé con la cabeza de Juan el Bautista, estaban sus dedos blancos en orden y confundidos con las papas. Luego encaminándose a nosotros con la mano que le quedó libre, nos pasó el cuchillo.

j. a. bonilla en homenaje a Don Enrique Laguerre: 7mo Microrrelato.

El flamboyán, la abuela y el funche
Por j. a. bonilla
/ crítico cultural, poeta clandestino

A la memoria de Vicente Huidobro

1935
El funche sale con las habichuelas semiduras. El sol golpea el cinc con implacable ferocidad. Las trenzas de la hija del agregado, retrasada, cuelgan sobre la ventana, mugrientas, como las tripas secas de un cerdo. La madre intenta sacar a su hija del letargo inducido por el sol mientras sigue moviendo el funche. El niño se arrastra en el piso de la casucha entre las hormigas y las cáscaras de guineo. El agregado, que acaba de llegar, intenta leer, con su español rudimentario, una novela que le había robado al capataz: La llamarada. La abuela, absorta, contempla las ondas que forma una piedra al caer en un balde de agua inmunda. En el fondo del balde tiembla un espectro, un recuerdo, el rostro de su esposo asesinado por el agregado y el capataz por un lío de tierras. Recuerda el primer poema. Busca unas tijeras. Da la vuelta a la casa hasta que llega a la ventana donde pende la cabeza de su nieta. Se trepa en un banco. La degolla, le corta el cabello, se lleva el banco, llega hasta el flamboyán y se ahorca con una de las trenzas.

Juan Carlos Quintero Herencia en homenaje a Don Enrique Laguerre: 8vo Microrrelato.

Estampa de la niñez
Por Juan Carlos Quintero Herencia / poeta, crítico cultural, profesor universitario

El sopor es insoportable. Bajo el techo de madera y las polillas la Pareja duerme la depresión y el tedio que les une, como el amor. En el oído un mosquito inventa la pesadilla. La campiña es verde, tan verde que no hay manera de escapar. No aparece la mar. Las ventanas ya no se cierran y los avisperos repiten la imagen. No hay cable. La quebrada huele a aceite y cloaca. ¿Cuántas veces se puede perseguir una gallina y que ésta se dé cuenta? Uno mira el becerrito, otro cómo al cabro se le sale la leche, aquella se eñangota bajo el meaito. Tentar a las gallinas te caga los dedos. El silencio es atroz y los tecatos, que no son fantasmas, se llevan los plátanos al punto. La conversación en el mercadito de la esquina es la definición misma de la estupidez. Al terminar un juguito de uva Welch una nata violeta recama la expiracióndel producto. En el cielo, la combustión muda de un avión deja una línea que se abojota. Las orugas son más locuaces. La fiesta de Reyes ha devenido el mejor simulacro de una alegría que ambiciona la gloria municipal. Algunos hasta se postulan o creen hacer música. No hay mejor momento, no se diga feliz, cuando el desasosiego parece alejarse en la entrada de Río Piedras. Ahora se escucha el rugido magnífico del avión pero las nubes lo dejan ver.

Nelson del Castillo en homenaje a Don Enrique Laguerre: 9no Microrrelato

Atascados
Por Nelson del Castillo / Periodista, poeta

Ardía el sol en el verano finisecular. Agotadas las posibilidades, el arado se atascó. Los bueyes no lograban avanzar.
–¡Maldita sea, seguimos atrapados!–, dijo el campesino.

David Caleb Acevedo en homenaje a Don Enrique Laguerre: 10mo Microrrelato

El judío errante
Por David Caleb Acevedo / Cuentista, novelista, bloggero

El judio errante, cansado de vagar por las páginas de La Resaca, fue a parar a El Yunque un día de esos de calor infernal, aquellos días que vienen el mes justo antes de la cosecha de bellotas de café. Cuentan los vecinos del área que lo vieron por última vez, que en la noche del 4 de abril del 19?? se escucharon unos gritos de hombre torturado por el área del Ahorcado, unos gritos de gallina a la que se le ha cortado el pescuezo, y que, sin embargo, continúa aleteando, chorreando a su destajador con su sangre desvergonzada. Ciencuenta años después, se vieron unas luces en el cielo. Los vecinos del área, que ahora tenían biznietos, lo vieron regresar por el camino por donde había ido, sin haber envejecido ni un solo día, y desapareció entre la niebla del amanecer de El Yunque. Algunos juran que se afeitó sus barbas y se cambió el nombre, y que entró en la política, haciéndose llamar el Mesías…

Gloria Carrasquillo Padró en homenaje a Don Enrique Laguerre: 11mo Microrrelato

Una historia de amor
Por Gloria Carrasquillo Padró / Orientadora, nuyorrican, madre querida del editor

Sólo quería que me regalara el vestido colorado como el color de las amapolas que crecían en el jardín de mi madrina.

Resulta que tenía quince años, mi madre acababa de morir de tisis y me había tocado la mala suerte de tener que quedarme a vivir con mi papá. Hacía como cinco años que no lo veía y, para colmo de males, había una madrastra.

Ella era como la de los cuentos, con dos nenas insoportables, y tenía a papá embrujado con unos trabajitos de esos que sólo se consiguen en las botánicas. Yo sólo quería quedarme en mi montaña verde y llena de luz, pero, desgraciadamente, papá vivía en la playa de Daguao, muy cerca del mar, una presencia para mí desconocida. La arena era como amarillita, con pintitas negras y brown. En la orilla había una peña inmensa, también negra. Allá en las alturas, a ese tipo de piedras las mientan peñón.

Una de esas tardes en las que entran unos majes que parecen pequeñas dagas, como las que trajo la dueña de la Mansión de los Fantasmas de Toledo, dizque un arte que mientan damasqui -algo que no pude entender muy bien y que aprendieron de los árabes hace un montón de tiempo-, esas daguitas se usaban para los entremeses que se servían cuando llegaban invitados de la capital de los vecindarios pintorescos del Condado, los mismos que Rosarito Ferré tan bien sabe describir.

Pues, como les decía antes de la explicación, una tarde de esas me encontré con un viejo de los que dicen que son “come nenas” o “viejos verde-luz”, pero no del Topo. Ese Matusalén, me miró con ojos como de vidrio, con todo y haberse operado de las cataratas, pero no del Niágara, sino como las que tenemos acá en los niuyores.

Así como lo oyen, a ese espantapájaros que ya ni se le paraba un dedo de la mano derecha, se puso a decirme que yo sí que era buena hembra y que me iba a dar unos pesitos si le dejaba que le limpiara el cuarto: ese mismo cuarto cuatro por cuatro que tenía a la orilla, cerca del viejo muelle. Ah… y también se atrevió a guiñarme el ojo de vidrio. Aunque no lo crean, trató -sólo trató- de agarrarme una de mis tetitas. Yo lo empujé, suavecito, como si me estuviera poniendo repelente de mosquitos Off del frasco pequeño, no del espray, que es más fuerte, pero que daña dizque la capa de ozono.

Pues sí, señores y señoras, el viejo que compra las Viagras con el Medicare se atrevió a tirarme ese lance como de caballero andante del siglo XX, de esos que andaban buscando aventuras con las nenas "hippietonas" de las "flower girls" que formaron una comuna como de colmenas de abejas jinchas y bellacas allá en Punta Santiago. El Viejo Dañao se las jugó todas frías en ese primer lance y ahí mismo se me ocurrió que quizá debería sacarle partido al vejete de mala muerte, pero con el libido en "high".

Al otro día, cuando me lo encontré en la parada de la carretera de asfalto negro como la noche, bajo el candente sol del mediodía caribeño, y luego se montó en el carro público con "chauffeur" de pasurín pegado y que tenía el radio sintonizado en "La última copa" a todo volumen (no el CD de Juan Luis Guerra con la avispas cristianas, como ahora), me aproveché de esta única oportunidad y me le pegué al cuerpo más de la cuenta, como si el espacio del segundo asiento de la pisicorre fuera muy estrechito.

Sentí que al viejo se le pararon hasta los pelos canosos de los bigotes, tipo Jorge Negrete, el de las películas mexicanas que veía mi abuela Saro, ¡que en la gloria esté! Por supuesto que yo me hice la inocente paloma y, además, me salvó del mal rato que tenía mi libro de La llamarada de Enrique Laguerre entre mis cosas de la escuela.

Como no llevaba mochila, la novela esa que parece que era el "best seller" boricua -y que el Viejo conocía- estaba encima de los demás libros. Le capturó el ojo bueno, de águila coja en celo, y me dijo: -"Nena, pero tú estás leyéndote La llamarada?". Yo avancé y le dije que sí, quitándome los audífonos y dejando a un lado mi radito de GE color gris, de esos aplastaitos que son los que a mí me encantan, y le dije: -¡Claro, si a mí me ha impresionado Laguerre, especialmente el capítulo donde pelenan los capataces a puro machetazo!

El Viejo no volvió a ser el mismo, quedó como en un limbo macabro y sólo lo vi que empezó a sudar como becerro a mediodía y sin sombra. Me le acerqué un poco más y le hice como más fuerza por el lado del muslo derecho, junto al izquierdo mío. Les digo que el Viejo se puso más jincho que el "Jincho Marcelo" de Abelardo Díaz Alfaro y me dijo: -"Mija, me sorprendes!”. ¿Por qué, le respondí. –“¡Porque yo no pensaba que una nena como tú leía La llamarada!”. Pues es así, le dije. Me encanta, y el año que viene voy a meterle el ojo a la que se titula La resaca.

¡Oh Dios mío de mi alma!, les digo que el Viejo empezó a temblar y me comentó que, si yo quería, que podíamos hablar un poquito más a la sombra del flamboyán de la casa, digo, castillo abandonado; el que queda frente a los friquitines destartalados en Daguao. Yo le dije que sí. Esa fue mi buena suerte, mejor que si me hubiese puesto a planificar pegarme en la lotería extraordinaria.

Esa tarde, el Viejo Dañao pudo acariciar mis lindas tetita de bellos y pequeños pezones castaño obscuros, como pepitas de panas, y yo, como la que no quería la cosa, me gané el traje colorado y un ticket de avión a New York City con todo y Viejo Dañao. Claro, sin tener que barrer el cuartito aquel.

Karla Román en homenaje a Don Enrique Laguerre: 12mo Microrrelato

Relato moroveño de novenarios y rosarios
Por Karla Román / Sicóloga clínica exiliada en una comuna chicana de la provincia de Californikation

Cuando abuelo Pedro murió en el 86, mi madre tuvo la nada envidiable tarea de suavizarnos el golpe, dorarnos la píldora a mi hermano y a mí para prepararnos a la maratónica jornada del velorio, el entierro y los rosarios. Mi padre, por su parte, estaba demasiado aturdido y abrumado como para ponerse a explicar todo ese rollo existencial a los dos mocosos engreídos y preguntones de sus hijos. Mi madre, como mujer moderna de la capital, nos leyó el libro de: "El otoño de Freddy la hoja" de Leo Buscaglia por aquello de que la muerte es una cosa suave; como una siesta debajo de un flamboyán.

Cuando al fin llegamos a la funeraria, después de un tortuoso viaje por la número 2 (en ese tiempo, el expreso llegaba hasta Dorado) me encuentro con mis primas Karem y Giselle. Giselle y yo miramos al abuelo en la tumba. "Se ve tranquilito", dice ella con los ojos llorosos. "Parece dormido" le respondo, hasta que no nos aguantamos y nos abrazamos llorando. Ambas sabíamos que era mentira. Abuelo Pedro estaba muerto, MUERTO. Y muerto no es lo mismo que dormido. Ahí me di cuenta que todos los esfuerzos de mi madre habían sido inútiles. La muerte no es suave na, es muy dura cuando caes en cuenta de lo que significa. A mis 11 años significaba que nunca más oiría su voz y su risa contándome las historias de la vaca Pinta. Lo peor de los 11 años, además de los cambios del cuerpo, es darte cuenta que hay golpes que no se curan con un besito de mamá o una caricia de abuela.

Después del entierro, vinieron los rosarios. Mi madre trató de sugerir las tres misas, en vez de los nueve rosarios. Mi padre sentenció que de ninguna manera, que en el campo se rezan los nueve rosarios, punto y se acabó. Recuerdo que mientras algunos rezaban otros miraban "Tanairí", el culebrón del momento en un viejo televisor General Electric. Mis padres tenían la engorrosa tarea de velar que hubiese suficiente queso de bola y chocolate para los devotos. Gisselle y yo tratábamos de que el tedio y el hastío combinados con el calor no nos desquiciara. Nos pusimos a observar a las señoras devotas que rezaban con mi abuela, algunas con mantilla y otras con promesa a la Virgen del Carmen (patrona del pueblo). Giselle decía con el ceño fruncido: "Míralas, son todas unas hipócritas, ninguna quiere a abuela. Sólo vinieron por el chocolate y el quesito"

Tomás Redd en homenaje a Don Enrique Laguerre: 13er Microrrelato

My grandfather left school at an early age (Nunca leyó a Laguerre)
Por Tomás Redd / Picapleitos profesional, ex propietario del Molokai e integrante de la tríada (des)estable.

Tuvo que salir de “la loza” en busca de clientes. Sacar a un jíbaro de aprietos vale más que comprar chalinas y sortijas de corozo pa’ revender al turista de paso. Según me cuenta, no fue fácil pasar las noches en una casa de varones en la calle San Sebastián compartiendo un catrecito con las pulgas y los chinches. “Se sufrió mucho” solía decir. “Al menos en la casa de mi madre teníamos un aljibe y se sembraba tabaco y alguno que otro tubérculo.”

El día que fueron a vaciar el pozomuro me explicó cómo se maneja a un deudor en atrasos. “Tienes que ir a hablarles a los viejos, a los mayores. Esa gente es gente buena, sanos. Se apenan mucho si tú te apareces en la casa a darle quejas de sus hijos o de un pariente. Los chavos aparecen.”

Antes de irme de su casa me llenaba las manos de mangotines, panas y un corazón (el único que daba el palo carcomido por el comején). “Ese es para tu papá. Ustedes nunca aprendieron a comer de eso.” Sin que mi madre se diera cuenta me pasaba un billetito. En voz baja me decía: “toma, pa’ que manejes.” Sus besos siempre pican.

A mover la colita: J. A. Bonilla responde escribiendo como pianista tecnosexual y como perro

Respuesta tardía del amante pianista sadotecnosexual
(o manual de macharranerías contemporáneas)

 

Un hombre sin una mujer es un desastre total.
-Pedro Juan Gutiérrez, Trilogía sucia de La Habana

I realized in that moment that mastery of the past, even when drug-induced, was as sexy as the vanquishing of loneliness, which really is what men in the city fuck against.
-Rick Moody, The Albertine Notes

(Favor de consultar el post sobre La pianista y sobre Gaika antes de leer esta vaina)

Muy querido:

Ya que el Bacardí te causó retortijones estomacales incontrolables, en una próxima ocasión te ofreceré el pitorro curao que guardo escondido detrás del cuadro bendito del Sagrado Corazón de Jesús y protegido por atrás por el cuadro de Nuestra Señora de las Siete Dagas, también bendito por el espíritu de mi santa madre. Lo guardo para situaciones de extremo peligro cuando un envenenamiento fulminante sea oportuno. Ya tengo llagas en los dedos de tanto castigar las teclas del piano y tú te empeñas en no escuchar mi música. ¿Cuántas veces te tengo que decir que tú y yo hemos coincidido en esta ciudad atroz porque nos hemos dejado seducir por las vibraciones del lenguaje? ¿Cuántas veces tendremos que darle vuelta a la misma noria, que lo único que nos podremos meter mutuamente será la palabra? [La mujer que a veces me acompaña sabe de arqueología, sabe de rebuscar en el pasado, sabe que la ciudad esconde yacimientos, capas de ruinas por donde han deambulado las mujeres y los hombres. Sabe que el amor es una cosa enterrada que se va destapando y reconstruyendo, como los fragmentos de un hacha de piedra en algún templo azteca.] Sado por el placer de castigarnos, tecno por la digitalidad de estas caricias y sexual por el deseo de que las palabras te cubran como esos hilos finísimos con que las orugas lamen sus cuerpos antes de ser mariposas. Capullo virtual flotando en medio de las intervenciones, clavo de seda para tu pupila. Aquí, componiendo desde las fisuras de la heterosexualidad bajo fuego, en la última trinchera macharrana del amor, te digo que no hay nada más delicioso que teclear sobre el cuerpo de una mujer, que componerle a su vacío que se parece al mío, que extraerle notas al silencio (o estruendo) de su piel. [La mujer con la que a veces me encuentro en la ciudad camina dando brinquitos, como no queriendo tropezar con los trozos de mierda en las aceras. Ella y el mar se hablan con frecuencia y parecen decirme que la vida política de la isla mejoraría con un poco de océano en la imaginación.] Lo nuestro es nada en comparación a esos jugos musicales, mi amor, es un cucubano cibernético divagando en la negritud del sexo oscuro, de la sangre espesa goteando encima de mí, una lucecita –muy apreciada pero pequeña al fin- que va y viene viene y va y que a veces vibra musicalmente y me enternece. Pero la chocha es otra cosa, querido, es la baba del lenguaje de la que habla Cortázar en “El perseguidor”; es algo que uno se unta para tirarse por la chorrera del mundo y resbalar mejor; es un triángulo de sombra lúdica (las chochas lampiñas me parecen un desabrido error, un desvío epistemológico, una confusión cultural) a donde uno va para aprender a nadar en el sargazo lingüístico de la telaraña sociocultural. Sólo hay que llevar el oído allá para escuchar lo que esos labios tienen que decirte, o gritarte. Supurantes, marca de alguna herida atávica que las signa, los labios húmedos figuran el mar, la muerte salada de los que sabemos que vamos al hueco para no tener que justificarnos frente a la cerveza de los panas. Y, sí, valdría la pena preguntarse, compañero, precisamente en este blog gay, precisamente aquí donde se esgrime la palabra maricona, si todo ese mar de letras que te inunda y te penetra, todo ese FLUIDO lingüístico que tan genialmente te (sobre)coge, no será otra manera de hablarle a la mujer, no a la que te habita, sino a la que está afuera, la que te acecha y la que buscas, si no estarás deseando ser un straight de closet, si no quisieras también penetrarla, beber de ella, odiar lo que no te dice, desearla cuando no te busca, incorporar tus palabras a las de ella para que estén más sucias, más ensangrentadas para que los silencios griten. Al fin y al cabo una chocha es un estruendo mudo. [La mujer que a veces escucha mis composiciones dice que yo debería chichar más y escribir menos, que las palabras son una trampa más –la trampa más seductora- y que el mundo hay que vivirlo con las cicatrices no con las intenciones. Yo le reconozco que tengo demasiadas intenciones, pero le propongo que se venga conmigo para inventarnos algunas cicatrices. Ella me mira desde no sé qué lúgubre recoveco, desde no sé qué ancestral duda, desde no sé qué ofrenda a dioses, y sugiere que mejor me embarre con su soledad y deje de rasparme pajas en su nombre.]

[Intervención de Sofo, que al contrario de lo que muchos piensan no significa South fortaleza, sino Sonqui el fornicador]
Muy querida Gaika:
Lamento mucho que tu amo sea histérico y mi amo sea neurótico, los pobres aún no se han dado cuenta que nosotros nos chichamos con frecuencia cuando nos escurrimos a los cuartos oscuros de sus respectivas residencias mientras ellos debaten sobre la ausencia de debate del debate. Esta cuestión es mala y pico, Gaika, estos hombres se creen que nos entienden mientras discurren sobre el circo que habitamos, pero del que son los mejores actores. Tanto ruido y nada, tantas palabras y nada, tanta vuelta de lo mismo. Al final, no sé, por supuesto que Almodóvar es importante, pero quizá no hubiese sido posible sin Franco, tú sabes, eso de que la histeria es la estridencia de tiranos wanabe mal follados. Por supuesto que Edipo sigue deambulando por las páginas de los periódicos, que el hombre se empeña en ver oráculo donde sólo hay culo, que la mujer sigue siendo una especie de cántaro a donde van los macharranes a echar sus agüitas, sus mierdas, sus inseguridades. Qué fue lo que dijo Lacan, aquel sato francés, ahh, que la mujer no existe, que se la inventaron los hombres para que sus mitos encontraran tierra y florecieran; pues hay que escuchar a ese güey, belleza, el hijo de la chingada le estaba tirando piedras a la base de todo nuestro querido estercolero, a todo el caldo de cultivo donde crecen nuestras misis universos. Estos amos nuestros están bien jodidos, tú no crees; el mío, bendito, cree que a las jebas las rodea una especie de bruma misteriosa que hay que descifrar, el lenguaje lo llama él, qué mamao, de Juana la virgen, fakes Louis Vuitton y extensiones de acrílico es de lo que están rodeadas ellas, preciosa, pura langue, ¿tú no crees?; el tuyo, pues padece de un síndrome homogenizador tremendo, si abre una gaveta encuentra un pato, si el libro no es maricón por alguna esquina pues es defectuoso o incompleto, el mundo será Tlon cueste lo que cueste… Pero, Gaika, nada, tranquila que lo nuestro es huelernos el culito, perseverar en los márgenes de la filosofía de estos güeyes mal chingados y peor paridos, seguir en esta extraña forma de clandestinidad y verás que al final nos olvidan y nos dejan solos para poder vivir nuestros amores. Al fin y al cabo no somos ni mujer ni hombre, deberíamos agradecer que sólo somos perros.

Te lambo el toto en celo,
Sofo

j.a. bonilla

En la Cafetería Yahaira: La poesía de Mara Pastor y Yara Liceaga

Por Manuel Clavell Carrasquillo

De la Redacción de Estruendomudo

A Mari Mari, en solidaridad periodística, para que se ilumine la ignorancia populachera.

Es imposible hablar de la profundidad de una obra literaria en la cafetería Jahaira. Ello, si se quiere pormenorizar en ciertos detalles que no interrumpan el flujo de la vellonera, equipada con lo mejor del reggaetón y la bachata, ritmos que a esta hora de la madrugada invaden los cuerpos de las locas santurcinas.

Sin embargo, allí nos encontramos los escritores realengos de la ciudad, dale que es tarde, nosotros queriendo hacer ciudad en las ruinas del desastre, con el propósito de vernos las caras como si fuera la primera vez que las observamos en pleno disimulo. En esa cafetería no hay posibilidades para la poesía, allí reinan las cucarachas.

Pero, aún así, en el territorio más bajo del intercambio etílico que se cruza con la inmundicia del limosnero y la desfachatez de la travesti, ¿cómo reaccionan los poetas de la Universidad de Puerto Rico a la divina presencia de un bugarrón en traje y corbata que corteja a un chamaquito desviado? ¿Cómo meter la poesía en un antro que se cae de falta de vergüenza y decrepitud no vigilada?

Las otras noches, Mara Pastor (la Diva Estructuralista) y Yara Liceaga (la Diva Sandunguera), unieron sus vasos de cerveza al de mi marido y al mío allí, para brindar por el futuro de la literatura puertorriqueña.

No estaba con nosotros su editora, la periodista Mari Mari, quien garantiza la puesta en circulación de sus escritos una vez a la semana en el “En Rojo”, sección cultural del semanario de corte neo-nacionalista Claridad: “El Periódico de la Nación Puertorriqueña”. No estaba. No porque ella no pudiese encontrase con nosotros allí, en ese hoyo negro de la Parada 18, sino porque la reunión, casual e insignificante, no estaba diseñada para ello. Sin embargo, la sentida no-presencia de Mari Mari trajo consigo la ausencia inconsciente de la discusión del estreno de Las Divas (El Dúo Dinámico) en la sección “De Trasmano”, contraportada literaria del suplemento del referido semanario, honor periodístico que también comparten ellas con dos literatos machos.

Esta intervención propone una mirada qué-se-yo a dicho encuentro, y a dos de los trabajos literarios publicados recientemente por las Divas en “De Trasmano”. O sea, es el recuento de lo que nosotros no hablamos. En cuanto a los caballeros, este servidor procederá a opinar después, cuando encuentre valor suficiente para salir del rouge y la mascara, y enfrentarse al Bacardi de la testosterona encuadernada.

Pudimos haber convocado a la editora en cuestión para discutir el paso de la Diva Sandunguera de secretaria glorificada a escritora minimalista. Pudimos, pero no lo hicimos. A ver, pudimos haber comentado los cinco sobre su cuento “La mariposa, el cuerpo en la laguna, la huida”, que es un homenaje feminista post al encharcamiento del cuerpo de la dama que soporta el sudor que le provoca el bulto del marido, cuando este la roba la sábana para acomodarse mejor en la cama.

De mañanita, el personaje femenino despierta, porque una gota de sudor la llama: “El líquido se desparrama por las sábanas. Abre el ojo. Shock. El ojo abre. El otro. Shock. Se le enfrenta a la mirada el mismo hotelucho de mierda”, escribe la Yara, esforzándose porque el lector tenga “todos” los elementos de juicio que lo lleven hacia la pintura que se descascara en el techo y, de paso, directito a las lagañas.

Más adelante, la narración se quiebra, como quiebran las pedradas el lento flujo del agua en los estanques. Como se quiebran las escenas con el corte. Quizás, la quiebra tenga que ver con la necesidad de enumerar un proceso de ruptura con la capacidad narrativa hiperrealista que la antecede, “No More Drama”:

“Unas gentes con medias al otro
lado pegándoles sonrisas a
los postes de carne acabada de
abrir.
Una sangrecita que sale a decir qué
tal todos y después: me
llamaron,
Como cuestionando su verdadera
función
porque

colmillos”

Ya ven, la Diva Sandunguera, que cursa estudios de maestría en Escritura Creativa en la Universidad del Sagrado Corazón, comienza a sandunguear con el surrealismo paranoico, con la dislocación de los nervios conectores y su detonación de visiones, y sigue aportando imágenes, muy de poquito a poco, de los salideros sin tapar, de los desbordes de sangre, flujo vaginal y semen que se le antojan a la hora del desayuno cada vez que tiene que despedirse del sueño del “necesario” reposo que ha aplazado. Todo chorrea y eso lava con fluoruro los colmillos de ella, pero el sucio -cuando es difícil- siempre regresa a lo manchado. “Algo se desprende y se alborota”, dice la Diva para concluir su boceto de las cositas que le preocupan mientras organiza documentos de oficina, coge el break reglamentario y poncha.

La Cafetería Yahaira va poblándose de letras de menú y números de paga a medida que se desarrolla esta conversación imaginaria. Hígado -remojado en leche para suavizar los ácidos- $5.50. Mangú -solo- $4.00. Heineken $3.75.

Procedemos entonces al segundo brindis, entonado por la Diva Estructuralista, dedicado a la paz mundial y al respeto de las diferencias.

La Estructuralista escribe un “De Trasmano” titulado “A 20 años de una ventana: Homenaje a Ana Mendieta”. Tal y como la Sandunguera iba derecho al precipicio por literaturizar el destino de una gota, esta chamaca polifacética, candidata al grado de maestría en Estudios Hispánicos, cae por el desbarrancadero del desquicio obsesionada con un pelo que guinda más allá de la ventana.

Las barbas de la performera cubana Ana Mendieta y un poema chino del siglo octavo de nuestra era judeocristiana, la llevan a escribir cosas como esta:

“Piensa en cómo los poetas se dejan las barbas canosas, y concluye que cada cana es una imagen nueva para la poesía. Entonces, ella piensa en Ana Mendieta y en haber visto esas fotos del hombre que se quita mechón a mechón la barba mientras poco a poco esa mujer se la trasplanta”.

Palabras con luz por las que se cuela un pensamiento feminista post sobre el maridaje de las chicas con los chicos, específicamente en el contexto del Parnaso nacional, donde ellos juran que acaban mientras las educan a fuego lento con sus babas, babas de las que ellas renacen de la ignorancia para entonces, sólo entonces, poder hacer lo que hacen en medio del escante.

Pero la Diva estructuralista, no conforme con la advertencia velada: “Nosotras vamos a ponernos sus barbas y vamos a hacer de ellas lo que nos plazca”, termina la diatriba-homenaje-reciclobiografía de la Mendieta con un poema muy suyo, titulado “Iconoclach (epitafio)”.

Allí mismo, en la Cafetería Yahaira, mientras todo esto sucedía, se murmuraban otras tumbas. El chiquitito dominicano planificaba la perfecta clavada: esta noche no dormiría solo, al blanquito de la esquina, a ese lo raptaba. Sin que él se diera cuenta, La Pastor, alias La Estructuralista Barbuda en Proceso de Salir de la Crisálida (nótese que ha puesto su foto en el periódico, con sus rizos y su cara), pensaba en voz baja:

“Lo hallado nunca
será el ruido de una máquina,
El libro alimentará la nada
como el pájaro escoge al frío
No osará nadie
Usurparle al viento los cuatro vacíos”

Esa es la lápida de la Mendieta, reivindicada aquí, y asesinada en el proyecto reivindicativo, por otra caribeña iconoclasta. Sin embargo, Mara Pastor, Diva Estructuralista Ahora Caníbal, nunca está conforme con el primer número, con la primera versión de su primera síntesis estructural, con su primer ensayo poético. Goza destruyendo las maquetas. Por eso, la tipa -con complejo de arquitecta hippie- se dedica a repasar trocaicos y vainas lingüísticas ya en desuso, en un ejercicio fonético-autocrítico MP3, devaneando con el CD Burner en el escogido de sonidos que le parezcan perfectos. Estamos ante una freak del HI-Fi.

Luego de la purga, escupe el segundo intento:

“Y me reconstruyo:

Hallo en el frío
Los ruidos de nadie
Soy atónita
quien alimenta el vacío
Oso para usurparle
el cuerpo a la máquina de nada

Nunca escoges”

Lo ven, se los dije: He aquí, en su máximo esplendor bioluminiscente, a la Diva Estructuralista. Ha invertido la estrofa anterior, la ha reconvenido de acuerdo a sus caprichos. La estructura original sobrevive, sí, pero jodida, tal y como sobreviven las paredes del museo Guggenheim de Bilbao, una de sus catedrales favoritas.

Mi marido me mira atónito: Manuel, ¿y estas dos, de qué planeta habrán salido? Una hora más tarde, en medio de la pista de la discoteca vecina, en pleno Madonna Mandness, cae en cuenta. Su conversación ociosa comienza a hacer sentido, ya entiende por qué son el Dúo Dinámico, el dínamo de la Sandunguera de la Gota y la Estructuralista de los Pelos Rizos.

El semanario Claridad ha convocado a un ciclo de conferencias en la Casa Aboy, no de Valdelluli, donde distinguidos intelectuales comprometidos con la causa de la independencia de Puerto Rico de las garras afiladas de la Potencia del Norte comentarán el presente y el porvenir de ese medio, baluarte de la “izquierda” puertorriqueña.Por supuesto que no he sido invitado. Estas conclusiones que enumero a continuación son un intento de sumarme -como quien no quiere la cosa- a dichas actividades lastimeras. Humilde aportación a la causa de los utopistas lúdicos, destructores de yugos coloniales, todos somos héroes charros de nuestros tiempos:

1. La sección literaria “De Trasmano” (que puede ser leída a través de la versión de Internet del semanario Claridad) ha agrupado a cuatro de los mejores escritores jóvenes del patio.

2. El ala femenina del contingente looser, que se da los palos de vez en cuando en la Cafetería Yahaira de Santurce, está lista para la lucha campal y viene blindada.

3. La Diva Sandunguera, alias Yara Liceaga, entrega textos juguetones con la lengua (“Uno, Dos, Tree, For, Five, S x, Siete”), minimalistas, hiperrealistas, luego surrealistas, discontinuos. Tienen la (in)consistencia de los líquidos.

4. La Diva Estructuralista, alias Mara Pastor, entrega textos juguetones con la lingüística y la gramática (“Se articula el zigzag de las / posibilidades: / lo el el no al), difíciles de digerir para los lectores descuidados, que no se fijan en el ritmo, en la consecución de las sílabas, ni en la métrica tan odiosa y tan odiada.

5. El Dúo Dinámico coloca la literatura femenina puertorriqueña -una vez más, sin que muchos se enteren- fuera de las coordenadas de la literatura pedagógico-menstrual, de la tradición Mayra Montero-Rosario Ferré-Esmeralda Santiago.

6. El Dúo Dinámico se forja un nicho más allá del izquierdoso, apostando a la política de la caricia y el malabar, que no es lo mismo que el malhablar. Apuestan al reguero mental de primero el orden y después el desorden rompecabezas de las palabras que contrasten con las del editorial, las palabras antipanfletarias de las bestias amaestradas para montar numeritos complejos, acrobacias, estulticias inco-modaticias. Son las palabras de Ecuba, striptease, pero escritas, cómodamente, en la lap-top.

7. El Dúo Dinámico viene a decirle adiós a los muchachos. A sus jerarquías macharranas de huevo marcado que sobresale el mahón, a las cartillas fonéticas de sus estilos de maletín, fotuto y corbata.

8. El Dúo Dinámico presenta un nacionalismo reprimido, de fondo, subsumido en el ser-ellas-como-son- porque la experiencia de ser puertorriqueñas no las llama a reivindicar la patria desde el articulito de inventario de las fuerzas vivas enfrentadas al imperio y a la CIA. Más bien, ofuscadas por las presencias de las muertas, van hacia la aurora del experimento transgénico, a la cuestión trans que plantea la chamaca cibernética, culta, emperifollada los jueves para asistir a la misa del happy hour armadas con Maze a-mí-plin y par de tacas.

9. El Dúo Dinámico es consciente de la herencia que arrebatan a los escritores mayores y no la destruyen (Aurea María Sotomayor, José María Lima, Rafael Acevedo, Che Melendes, José Liboy Erba, etc.) La integran a sus pipas virtuales y la fuman. El humo, en este caso, no es de donde parten sino lo que escriben. A tragar cenizas.

10. El Dúo Dinámico, también conocido como Las Gemelas de la Nueva Literatura Puertorriqueña, está aquí para quedarse. Paren las prensas. Yara Liceaga y Mara Pastor van a tumbar la casa de la forma y de las baratijas de “autoayuda” que no se ocupan de explotar la técnica.

Quiero, no quiero

No quiero demostrar todo lo que sé, ni acostarme con una ideología particular.

Quiero asistir a una exposición de arte contemporáneo, de diez de la noche a una de la mañana, sin tener que hablar.

No quiero revisitar catedrales para prenderles velas a mis santos familiares.

Quiero olvidar la cotidianidad.

No quiero que me mimen en la plaza, no quiero que me paguen cervezas.

Quiero sexo profano con un desconocido hasta no poder más.

No quiero bellos ojos tienes, ni morir soñando.

Quiero un Martini con cranberry; un Cosmo-politan

La lectura más insoportable, la novela más antipática

Todo ese peso apabullante que el nacionalismo cultural le imprime a la literatura de don Enrique Laguerre, maestro puertorriqueño fallecido ayer en Isla Verde, la convierte en la lectura más insoportable y antipática de todas las obligatorias del sistema de educación nacional.

Por esa razón, nunca he leído una novela de Laguerre, todavía, a mis 29 años, persiste el rechazo. Mi profesora del curso de español avanzado del cuarto año del Colegio Espíritu Santo, en Hato Rey, sustituyó sus textos por los de René Marqués y Méndez Ballester, de ahí mi conocimiento del tema literario agrario y mi afición por el melodrama.

Sin embargo, recuerdo claramente el desprecio hacia la literatura que desarrollaron mis compañeros del curso de español regular a partir de la lectura de la novela “La resaca”. Lamentablemente, ese novelón histórico interminable había que leerlo para contestar varios exámenes de comprobación de lectura, con llena blancos y ejercicios para decir si las premisas eran ciertas o falsas.

No se trataba de un proceso de discusión grupal o individual a través de la redacción de ensayos, informes orales o representaciones teatrales. Tampoco de un esfuerzo de exégesis bíblica con el propósito de que los estudiantes se convirtieran en mejores ciudadanos cristianos. El acercamiento escolar de la obra del maestro don Enrique Laguerre ha sido y seguirá siendo el acercamiento del atragantamiento cultural de papilla con grandes dosis de aceite de ricino.

Si el aceite de ricino se utilizaba para purgar el cuerpo de alimañas parasitarias y virus desconocidos, “La resaca” se ha leído y seguirá leyéndose en Puerto Rico con el propósito de exorcizar a los estudiantes colonizados de las malas mañas de su conciencia asimilada por los programas del invasor: “No Te Duermas” y MTV.

De esta forma, la reacción mayoritaria ante “La resaca” es precisamente la de la diarrea cultural. Los muchachos y las muchachas criados con líricas de reggaetón se sentarán -obligados- en sus pupitres con el propósito de “vaciar” todo lo que saben de Laguerre en un examen de comprobación de lectura. Abajo el placer de leer. Espacio libre habrá, entonces, forjado a golpes de centella, para los valores de la patria secuestrada por la voluntad mercenaria de los Estados Unidos, amor hacia el terruño borincano, loas a la bandera monoestrellada. Heil Hitler, jalda arriba va la isla esclavizada y el sacrosanto Partido Popular.

De esta forma, el nacionalismo cultural que impera en las altas esferas del gobierno del Estado Libre Asociado y sus esbirros intelectuales fabrica en masa y al por mayor todo lo contrario de lo que predica: mentes anticríticas de los procesos históricos del país, abrumadas por un pasado cañero-cafetalero que es imposible de digerir de esta forma fascista-estalinista, como si se tratara de un catecismo que hay que memorizar y reverenciar para purgar culpas colectivas.

La lectura -obligada- de la obra de Enrique Laguerre es el triunfo de la mediocridad del ejercicio de la interpretación literaria en el contexto postcolonial.

Una acción tan antipática como la lectura de la novela de la tierra tiene que ser abordada de otra forma. Quizás es tiempo de aceptar que no tiene que ser abordada de ninguna forma y que sólo se justifica su lectura en términos complementarios. Una sociedad que todavía depende tanto de la transmisión oral de su pasado, donde tantos abuelos transmiten sus experiencias de la caña y el café, el hambre, la explotación y el desastre colonial no necesita que la obra de Enrique Laguerre hable por ellos. En todo caso, la obra de Laguerre los complementa a ellos, añade chispa a sus relatos inconexos, a la casualidá del cuento de caminos en medio de transportación pública, en referencias y abrazos que sellan historias de funeraria.

Amargo café y bagazo es lo que hay en la obra de Laguerre. Sudor, barro, traición, ultraje, asesinato. ¿Por qué esa y no otra? ¿Por qué ese centralismo democrático? Hay miles de vías para llegar a la discusión en las aulas de la misma encrucijada. En la escuela superior lo que nos estamos jugando no es el levantamiento de la conciencia nacional dormida a través de la obra de Laguerre. En la escuela superior lo que nos estamos jugando es que los chamacos lean. No en balde estamos jodidos: les hemos presentado la lectura más antipática como el mejor de los manjares. Les hemos entregado a Laguerre crudo, como un castigo, como un yugo, como un obstáculo, como un ladrillo, en vez de lo que podría ser y no es.

Descanse en paz don Enrique. No importan mis palabras, su obra seguirá siendo reina del canon puertorriqueño. Su sitial celestial está asegurado en el Parnaso. Sin embargo, algunos de nosotros -siguiendo sus prédicas independentistas- lo vamos a molestar un poco. Su obra la vamos a leer, si acaso, no como usted quiso, sino de manera tal que nos provoque más ganas de leer. Para eso, señor escritor, disculpe mi atrevimiento, va a haber que desmentir a unos cuantos aduladores y bajarlo por un ratito de su cómodo pedestal.

A las filas del Tío Sam a través del videojuego
PD / Agencias

Está orientado a jóvenes de 14 años, su objetivo es transmitir la esencia de lo que significa "ser soldado", es "realista" y, como en el ejército, fomenta el "trabajo en equipo". El coronel Casey Wardynski es la mente detrás de la última iniciativa del Ejército de Estados Unidos para reclutar jóvenes, America’s Army, un juego ’online’ lanzado en 2002 y que hoy cuenta con más de cinco millones de usuarios.

America’s Army está concebido como un verdadero campo de entrenamiento, con distintas fases de formación, castigos, promociones, misiones… Wardynski se enfrascó en este proyecto en 1999, buscaba una forma barata de reclutamiento y, según relata el coronel en The Washington Post, diseñó un juego serio y que reflejase la realidad del soldado. "Queremos que los jóvenes vean que pueden triunfar en el Ejército", cuenta Wardynski, con el juego, al que se accede en www.americasarmy.com, "no hace falta que se lo imaginen, pueden ver de lo que son capaces." ¿Funciona? Sí y no.

No hay cifras sobre los fichajes que han ido a parar al Ejército gracias al juego. Cuenta un sargento al diario estadounidense que de un encuentro reciente de jugadores salió un nuevo futuro soldado. Poco más. Lo que sí parece claro es que es, más allá de su función de captación, el juego se ha convertido en un relativo éxito comercial. Veinte actualizaciones, dos millones de copias en CD, veinte millones de descargas. Son algunas de las cifras que ofrece el padre del proyecto, unas cifras que seguro aumentarán: el Ejercito ya ha concedido licencias a las consolas Xbox de Microsoft y Playstation de Sony.

Ana María Fuster Lavín medita desde el Burger King

Oferta sin combo

Un chicken burguer transgenérico deseado a través de las vitrinas deslavadas en mistolín, una máquina indefinida nos quitó las plumas al pollo y a mí. Diez pesos pa´ la cura, jeringuilla sin papas fritas ni refresco, pero el pollo murió empanado y yo volando…

Ana María Fuster Lavín