Lumens: 14to Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Jocelyn Pimentel
Especial para Estruendomudo

 

A él no le importó que sus piernas parecieran alambres de púa. El deseo era congénito al momento y su lengua, una caricia que se redescubría en la viscosidad fenestrada de cada empuje o cada beso. Fálico fue el estruendo de su mirada.

A ella no le importó consumirlo a sabiendas que todo eso tenía fecha de expiración. Aduló una sonrisa al saber que al menos en el espejo, sus cuerpos no mentían: se abrazaban, parpadeaban por instantes y justo cuando estaba por vencer algún temblor intermitente, retomaban el aire para prolongar sus estadías. Con luz o sin luz daba igual repetirlo. Sin embargo, ella se cuestionó que si la conjugación de los dos minimizaba el espacio de uso en la cama, cómo clasificarían los estudiosos la cantidad necesaria de lumens por pie cuadrado para una actividad como la de fundición de cuerpos.

No quiso volvérselo a cuestionar. Esa noche decidió que la próxima vez sería la última. Mas comenzó a dudar ante la duda: ahora cuestionaba cuántos lumens eran necesarios para cometer un crimen como ese y salir huyendo.

Jocelyn Pimentel, alias "Ojitos", puertorriqueña, se describe a sí misma: Futura arquitecta, capricorniana, bebedora de café con leche, aspirante a poeta, amante de la verdad, detallista, pintora "in the making"… // La revista Letras del periódico El Nuevo Día ha reconocido su obra poética al otorgarle en el 2005 una mención de honor en el Certamen de Poesía para Jóvenes Olga Nolla.

La flor del naranjo: 13er Mircrorrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Juan Dicent

Especial para Estruendomudo

Anoche, antes de la cena, vino tía Carmen y le pidió permiso a Mamatita para que me dejara ir con ella a La Vega. Mamatita no quería, no le gusta que su nietecito viaje por la autopista de noche, y menos con una mujer manejando. Tía Carmen la convenció enfermando a su madre, además le prometió que dormiríamos allá.

Tía Carmen es esposa de tío Rafael. Ella es de La Vega y todavía la familia la mira como a una extraña. Yo creo que eso es porque es muy bonita y no se enferma. Siempre viste a la moda, es la única con bikini en el río Yuna sin importarle las murmuraciones de las celulitis in law. Es un show verla caminando entre las piedras como si estuviera en la pasarela del club donde fue coronada Miss La Vega, diez años atrás. Tío Rafael está en Detroit, antes Pittsburgh. La Falconbridge lo trasladó para allá hace más de dos años. Esperábamos que pudiera venir para las vacaciones de navidad, pero no puede.

El carro huele como ella. Es como si el aire que entra a sus pulmones sale con olor a azahar. Muchas veces he llegado a la casa y me he dado cuenta de que me perdí su visita. Puedo desandar todos sus pasos, donde se sentó, los objetos que sus manos tocaron. Le gusta dormir siestas en mi cama.

—¿Y la novia? —me pregunta. Su mano aparta los cabellos de mis ojos. Aprieta mi nariz al mismo tiempo que toca la bocina, dos veces.

—No tengo —le digo. No hablo de Natalia, de las cabalgatas en la finca de su abuelo que invariablemente terminan en la profundidad del cacaotal con labios pegajosos de pulpa. Chulo me dijo que si algo no soportan las mujeres es un hombre tacaño e indiscreto.

—¿Que no tienes? Será que no tienes una sola, con esos ojos —me dice acariciando mis labios con sus dedos, entra un dedo en mi boca—. Yo supe que te gusta el cacao, no me muerdas duro, deja ver la lengua…

La autopista es una lengua de petróleo. Las luces del carro alumbran por segundos los kilómetros que faltan: La Vega 31 Km, La Vega 20 Km… Yo no quiero llegar, yo quiero seguir hasta Puerto Plata, hasta el mar. El carro sale de la autopista. Tía Carmen me pregunta si tengo hambre, no espera respuesta.


El Viejo Madrid


Hotel Restaurant

Tía Carmen saca el dedo de mi boca y estaciona lejos de la puerta.

Camarones a la mariposa. Vino. Una copa roja hasta el borde, me acerco para no derramarla sobre el mantel rojo. El mozo no tiene cara. En la mesa de la esquina un hombre con sombrero y tres mujeres son voces y risas bajo una luz roja. La silueta viene a mí, toma mi mano, me guía por unos escalones de alfombra roja, paredes de arabescos rojos. La silueta abre la puerta 222.

Una mujer desnuda entre dos leopardos frente a la cama se duplica en el espejo del espaldar. Sábanas y almohadas en terciopelo rojo. El zumbido del aire acondicionado apenas deja espacio para Julio Iglesias. La flor del naranjo es el olor del fin de la pubertad, y el olor, que no supe hasta que leí a Salinger, de la sordidez.

Tía Carmen me llevó de regreso a Mamatita con el sol allá arriba. Me regala cien pesos, no entiendo lo que veo en sus ojos.

—Pórtate bien para que te dejen los reyes.

Entro a la casa sin mirar a nadie, directo para el baño. Me miro en el espejo mucho tiempo. Podría jurar que los bigotes me crecieron de la noche a la mañana.


Juan Dicent escribe desde la República Dominicana para el mundo a través de su bitácora, Blogworkorange. Además, ha sido publicado en en Letras Salvajes, de Puerto Rico. Su cuento "Happy New Year to you" está antologado en "Pequeñas Resistencias 4. Antología del Nuevo Cuento Norteamericano y Caribeño", Editora Páginas de Espuma en España. Fue finalista del "Concurso Hispanoamericano de Poesía" en Argentina. El poemario "Poeta en Animal Planet" será publicado este año por Editorial VOX de Argentina. ¿Qué más? Ah, el libro de cuentos "Summertime" saldrá a finales de este mes. Ya tendré que molestarlo de nuevo para que nos diga dónde.

Para comerte mejor haz silencio: 12mo Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Antonio Salas
Especial para Estruendomudo

 

I

– Te voy a comer el culo
– ¿En un sentido translaticio?
– No, en un sentido con aceite de almendras.
– ¿Puedo opinar?
– Claro.
– ¿Puede ser con KY y aceite de coco?
– Me gusta cuando KY porque estás como aceite.
– Calla… alguien está abriendo la puerta.
– ¿Tu marido?
– ¿Cómo voy a saberlo?
– ¿Quién más puede estar abriendo la puerta?
– Un ladrón.
– El ladrón eres tú.

II

¿Quién carajo es usted?, pregunta el marido, que ha desenfundado su arma de reglamento. Es un ladrón, dice la esposa. ¿Un ladrón desnudo?, exclama incrédulo. Por eso robo, dice el encuerado, no tengo nada. El marido policía lo patea en las bolas. No, no peleen, solicita solícita la mujer. El hombre de azul la mira con odio. Te voy a comer el culo, le grita a la asustada. ¿En un sentido translaticio?, interroga el supuesto ladrón balbuceante.

III

-¿Puedo opinar?
– Cállate, cabrón.

Antonio Salas es cocinero. Estudió en la Liga de Arte. Actualmente busca editor para su primer libro de cuentos: "Yo quiero ser Tarrantino". Foto: "Giant Anus", de Mark Burrows.

Vestido de sombras (boceto para una promesa líquida): 11mo Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades


Por Ana María Fuster Lavín
Especial para Estruendomudo

No, yo no ligo a ninguna jeva que pasa, menos a mi secretaria, la de las caderas redondas, esa siempre está en celo, entre sus nalgas cabría una caravana de simios. No mi muñeca, tu cuerpito es perfecto. Mamita nos vemos a la noche y prepárate que te voy a dar pa´bajo y bien duro y sabrosito, prepárate para tu macho, que sabes que soy tuyito todito y de nadie más… Siento náuseas, promesas fieles, promesas de pendejo enamorado. Sólo deseo morir o desear que muero o morir deseando que me desee y que ella no me desee. Miro el reloj frente al escritorio, los minutos son torturas que me aguijonean a través de los pantalones, y es que esta mañana los suyos sí que estaban pegaítos, no pude evitar observar cómo se le marcaba el misterio de mis secretos. Los milagros pueden ser reales. Este se reveló en mi computadora, acepto tu invitación, estaré en tu oficina a las doce, esperaba tu llamado. Faltan diez minutos, los que necesito para renacer o para liberarme de palabras ajenas, de las mías y del espejo, del monstruo entre sus piernas, del mío, de masturbaciones mientras lo fantaseo. Quizá me equivoque, quizás como de costumbre no me atreva, o me acuse de mil vergüenzas. El tiempo maulló y su presencia también.

El golpe de la puerta rompió mi engabanada cadena hacia la cautiva desnudez, el arcoiris me llevó su tesoro a mi torre de marfil, o hacia las minas de cobre. Bajo su cuerpo me pude transformar en serpiente emplumada, húmeda, así como sobre su cuerpo lloviznar el polvo eterno, polvo somos y en polvo nos convertimos… Fui tormenta, catarata, sobre un espeso aroma de salitre y especias. Los ojos del gato acompasan el tictac de su rabo marcando el tiempo, treinta y cinco minutos es el tiempo máximo para penetrarlo en su oscuro mundo con fuerza, para abrirme a sus dedos mágicos a su calidez sobre mi cuello y entre sudores venirnos sobre un escritorio empapelado de otredades que lactarán otras mareas, pero eso será otro día, se nos acaba el almuerzo. No quiero vestirme de sombras un día tras otro, amado, no aguanto más, no volveré con ella, seré libre junto a ti, mis palabras cerraron la puerta. Cinco horas para abrirme al otro portal, sí mami, te prometí que estaría pensando en ti, yo nunca te abandonaría, tienes grave a tu macho. Te deseo tanto. Así me gustan las mujeres… Qué buena estás, perra, prepárate que me doy un baño y te haré el amor

Ana María Fuster Lavín es escritora y traductora puertorriqueña. Realiza una labor consecuente de difusión cultural a través del grupo cibernético Borinquenliterario. Ha publicado la colección de relatos "Réquiem" con Isla Negra Editores y tiene gran cantidad de escritos poéticos inéditos.

 

Infidelidades de una geisha (haiku): 10mo Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades


Por Amed Irizarry Quintero
Especial para Estruendomudo

Polvo en proceso
par de tiros al aire
muerte erecta

Amed Irizarry Quintero es dramaturgo, músico y matemático. Rinde homenaje al esfuerzo del taller de haikus de la Universidad del Sagrado Corazón ("Haiku para el camino", Colectivo Haiku Puertorriqueño, 2006), con esta pieza, que también se lanza al ciberespacio con motivo de celebración del cumpleaños de Tarantino.

Grillos: 9no Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Yolanda Arroyo Pizarro
Especial para Estruendomudo

 

Un grillo entra a la casa, mueve las patas, hace su ruidito y Raquel me llama justo en ese momento. Es de noche y en el departamento hace frío. Contesto el auricular todavía situada a horcajadas sobre Armando, la blusa abierta y la falda subida hasta la cintura. Él aún se mueve debajo y parece disfrutarlo. Yo me aburro desmesuradamente contando las embestidas y esperando la conclusión. Hablo un buen rato con Raquel mientras Armando se menea. Le pido que no joda más. Cabrona Raquel. Si de verdad eres mi hermana mayor, compórtate a la altura y con madurez.

De vez en cuando la muy pendanga llama para reclamar y decirme puta al teléfono. No hablamos de nada más. Me entretengo exageradamente escuchándola. A principio le colgaba. Luego, a medida que ha pasado el tiempo, un deseo morboso me exige quedarme a escucharla llorar mientras me dice que no tendré perdón de Dios ni de mi madre. No le tiro el teléfono hoy como otras veces. Le digo suavemente que tendré que dejarla, que me estoy chingando al marido de otra mujer. Me encanta tirarme al cuerpo hombres casados, lo sabes muy bien, Raquel santurrona. Me fascinan sobremanera los que aman a sus esposas más que a la vida misma. Se vuelven irresistibles.

Se queda muda, y después de un rato me pregunta a quién. Que soy una enferma y que necesito un psiquiatra, vocifera por la bocina. ¿Cómo te has atrevido a hacerle esto a mamá y a otras mujeres? Ojalá te pudras en el infierno. ¿Que cómo me he atrevido? Fácil, Raquel. A voluntad, Raquel. Cuando quiero y como quiero, bicha Raquel. Me río y según anunciado, cuelgo.

El orgasmo llega de inmediato, sin intervención de Armando. Él mira, fuera ya de mi entrepierna. Yo me retuerzo. Mis manos entre los muslos bailan siguiendo el ritmo del volumen bajo de regaeetón en la emisora radial, a lo lejos. En mi cabeza no encuentro a Armando. En mi cabeza me besa mi padrastro.

Otro grillo entra a la casa.

Yolanda Arroyo Pizarro es Instructora Educativa de Tecnología en varias universidades de Puerto Rico. Ha escrito ensayos para la página de literatura ciudadseva.com, columnas para las revistas virtuales Derivas.net, Letras Salvajes, Letralia Tierra de Letras y Narrativa Puertorriqueña; también para los periódicos El Vocero de Puerto Rico y La Expresión. Sus cuentos confluyen en las páginas de las revistas culturales Preámbulos y Tonguas. Es autora de un libro de cuentos, Origami de letras(2004), y una novela, Los documentados(2005). Participa a menudo en la lectura mensual de cuentos en el Café Berlín del Viejo San Juan.

Oaktown’s Greatest Dive: Segundo Microrelato del Certamen (perdonen los problemas técnicos)


Por Tomás Redd™
Especial para Estruendomudo

Dwight nunca hubiese estado de acuerdo con que veinte mujeres del vecindario se treparan en sus sillas lounge de vinil rojo y vitorearan desenfrenadamente a un hombre. Tampoco hubiese pensado que su establecimiento, una barra black power de vecindario que sirvió de guarida para los fanáticos más acérrimos de los Oakland Raiders de los setentas, se convertiría en un antro de perdición donde igual se organizaban torneos de spades que reuniones comunitarias y hip-hop nights con bouncers engabanados, velvet ropes y algún show en vivo con un rapero de tercera.

El día en que decidimos ir acompañados por primera vez al Bird Cage no nos recibieron los usuales pimps añejados con sus ya deshilachados trajes de satín y sombreros Fedora. Ese día la gerencia había alquilado la pista de baile para que Shaniqua, una prieta preciosa con unas carnes duras y mirada bellaca que nos servía los tragos todos los jueves, celebrara lo que supuestamente sería su última noche de soltería con un séquito de amigas que iban a todas. Con su usual picardía, nuestra mesera predilecta nos invitó a que la acompañásemos y -antes de que pudiésemos rehusar y salir del local sin tener que dar explicaciones- ya tenía a nuestras parejas sentadas en el front row de un one-man-show featuring Tyrone and his sidekick: un prieto tosco y barbú que, dada su genética afro-anything, podía fácilmente contonearse y flagelar con la verga a cualquiera que estuviese a un metro de distancia. A pesar de que tenía una pipa cervecera y le faltaba un diente frontal, aquel macho tenía a todos a sus pies. Manuel, Grady y yo nos miramos algo frustrados y bastante intimidados pues había quedado claro quién era el Bravo de la Llanura. Esa noche nuestras jevas, si es que se animaban a meter mano con nosotros, de seguro iban a mirar nuestros miembros con algún desdén y quizás hasta con pena.

Luego de haberse paseado por todo el dance floor dejando que le chuparan, mordiesen y frotasen la verga, el performero anunció que tenía una sorpresa “for all the bitches in da house”. Acto seguido, sacó una manta de plástico translúcido y encendió un strobe light que emitía una luz blanca intermitente a todo tren. El black stallion sacó a Shaniqua de su trono improvisado, tiró el toldo encima de ambos y empezó a desnudar a la homenajeada. El efecto de luz nos dejaba ver fragmentos, lo suficiente para darnos cuenta de que estábamos a punto de presenciar a dos bestias sexuales en acción. En cuestión de segundos ambos estaban fusionados. Ella se metió la manguera de incendios en la boca como queriendo redefinir el término deep throat. Toda la barra, incluyendo a los tecatos que se metían a jugar en las niqueleras electrónicas, estaba enchufada a aquel evento y en silencio, salvo una amiga de la novia, que gritaba cosas como: "Suck that big old dong, girl”. Al ratito estaban chichando full, de pie y en el medio de la pista, justo debajo del disco ball. Ella se enganchó y amarró a aquel hombre con sus piernas gruesas y musculosas mientras subía y bajaba al ritmo de las líricas de Biggie: “To all the ladies in the place with style and grace / allow me to lace these lyrical douches in your bushes / Who rock grooves and make moves with all the mommies / The back of the club, sippin’ Moet is where you’ll find me”. Nadie se miraba, pues ya en ese punto la bellaquera era tanta que al menos yo sentía los botones de la cremallera a presión y era evidente que la caseta estaba montada. Pasó un corto tiempo y tumbaron las luces del negocio. Alguien prendió una bombilla en el baño y logramos ver a Tyrone recogiendo sus cosas y salir por la puerta de atrás. Cuando volvió la luz, me paré cerca del baño de empleados y vi que Shaniqua estaba bañada en sudor, media desorbitada, con el maquillaje regado por todas partes y con sus pezones grandes y negros bien endurecidos.

Un cáncer en la próstata se había llevado a quien en vida fue uno de los peores administradores de barras que jamás se ha conocido: Dwight Johnson y con él se fue el poco black pride feeling que alguna vez habitó el recinto. Al otro día, la policía de Oakland se encargó de llevarse lo que quedaba del Bird Cage. La despedida fue por partida doble. No volvimos a salir con las jevitas de esa noche. A veces sueño con volver a aquel gran tugurio en el ghetto.

>>Tomás Redd™ es asiduo colaborador de Estruendomudo, donde se puede leer más de su escritura, que él describe vía cibernética con un solo adjetivo: "Detestable". El último rumor sobre su identidad tachada lo ubica con una jeva que está que estilla en las entrañas de la barra sanjuanera llamada El Batey.

Derroteros: Del 5to al 8vo Microrrelatos Eróticos Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Rolando Revagliatti
Especial para Estruendomudo

Me cuenta mi señora

A mediodía los obreros y los jubilados arrasaban con el menú fijo en el ya derruido barsucho donde él hacía de mozo. Yo iba con frecuencia por mi trabajo, para rellenar planillas, y leer el diario. Ahora es el repartidor de una tintorería. Ayer, casi de noche, fue a mi departamento en misión repartidora. A mi regreso, hoy, después de una gira que me mantuvo alejado por esos caminos polvorientos, me cuenta mi señora, esa falsa e indómita pelirroja suculenta y estéril, que me extrañaba terriblemente, y que el jovencito irrumpió en su anhelo de mí con nuestra colcha lila, y que lo condujo al dormitorio para constatar sobre nuestra cama con baldaquín la correcta limpieza de la colcha, y que una vez situado el pichón de playboy, y asaltado, se entregó a la bacanal que desde mi señora, mi esposa, me estuviera —irremediable, inconteniblemente— dedicada. Se portó bien, muy bien, aseguró; fantasioso e incansable; remató relajada: excelente.

Sé absorber los más impresionantes uppercuts del destino. Pocos, sí, pocos como yo. Este servidor. Estoy hecho de una extraña pasta.

 

Señorita

Sí que tuvo novios la señorita Calistri: cuantiosas simpatías. Pero, a menudo, cuando le atraía el fondo humanitario del candidato, no se sentía conmovida por lo físico o lo facial. Y, si llegado el caso, el pretendiente respondía a mis cánones de presencia varonil, aparecíanle desdibujadas las facetas espirituales. Enamoradísima de Juan Mateo Ovalle, resistía sus ímpetus pasionales, el vigor de sus instintos. La señorita Calistri valoriza sin énfasis: Nadie obtuvo lo que tantos ansiaban. Ella es hoy la fraseología con la que rememora: Yo no carecía de una límpida mirada; Mis atributos no pasaban inadvertidos; Papá vaticinó mi futuro; Me consagré a mis arraigadas convicciones; Destilé coraje en los tiempos duros, en la tiranía; Nunca estimé en Nené sus propensiones afectivas; Es que todo ha sido tan fugaz…

Algún día, próxima a expirar, quizá consigne: En aquella desfloración infausta de mil novecientos cincuenta y uno, otoño, creí morir: repugnante, bajo, indigno: única vez, última vez.

Confieso

En marzo evalué el veraneo de febrero. En junio, en el mismo junio, el crimen. En septiembre me torné sombrío. Y en pleno diciembre treinta y uno, intento recapacitar. En abril le di forma al plan que ejecuté en junio. En septiembre encontraron el cadáver. Que no me agredas, me desconcierta: ella no te era indiferente. Además, te amaba. No toleré que no se quedase conmigo quedándose a mi lado. Se reía. Todos sabían en el barrio. De mí, de mi inocuidad. Habrá un feliz año nuevo. Porque confieso: la estrangulé. Le pegué después de muerta, lo hice. La desnudé y le pegué. Se termina, viejo. Hoy, por fin, me siento equidistante, sincero.

Derroteros

La fresca y pimpante criatura unióse en matrimonio a Feliciatti tres largos años antes de prendarse de Valentina. Con él tuvo gemelos robustos. Dejóse destinar para Feliciatti por su padre, a quien también su esposa había sido destinada por el suegro. De blanco frente al altar, con todos los permisos y plácemes familiares recibidos, sociales y religiosos otorgados, regodeóse por vez primera imaginándose a solas con Feliciatti. Feliciatti, de exactamente el doble de su edad.

Espléndida ella por simple existencia, sin artificios, casi sin poses. Feliciatti, barnizado comerciante en comestibles, en cambio, ampuloso y plagado de latiguillos. Amante ponderable después de todo, lograba estremecerla. Los gemelos, como dije, robustos, nacieron sin dificultad.

El flechazo entre Valentina y la fresca y pimpante criatura prodújose en la fiesta donde descubrieron que la progenitora de Valentina, en su condición de obstétrica, había asistido a la progenitora de la progenitora de los gemelos en el parto en el que vio la luz.

Cuando la obstétrica enviudó, Feliciatti, por despecho, enterado de la incidencia de Valentina en su cónyuge, decide seducir a la obstétrica. Empieza la noche misma del velatorio del marido, y redondea la entusiasmante tarea, semanas después. Valentina y la destinada a Feliciatti festejaron el salpimentado romance.

Cristalizadas perduran más o menos así las cosas. Socios y barnizados comerciantes, habiendo adoptado con naturalidad los latiguillos alocutivos de su padre, los gemelos, hombres de bien, se mantienen indeclinablemente robustos y ampulosos.

Rolando Revagliatti es un escritor argentino experto en micronarrativa y micropoesía. Para (des)conocerlo mejor se puede visitar su espacio en la cibergalaxia.

 

Repeticiones: 4to Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Rey Emmanuel Andújar
Especial para Estruendomudo

 

>>No alteza serenísima, no es para ti la dicha de esta carne
que te pareció tener ya entre tus brazos.
Encontrarla mirando fijamente el televisor apagado no es una buena señal, así que me preparo para lo peor: El hecho de haber visto toda la pornografía en mi computadora no era lo más chocante. Según ella lo era: a) La cantidad b) todas las fotos mostraban un plano que favorecía más a los portentosos morenos de Bangbross c) en una gran cantidad de fotos había sustituido la cara del protagonista por la de mi cuñado. Esa noche, contrario a mi costumbre, tuve un sueño: Una bestia con el falo de plata penetraba a una muchacha flaca en un parque nublado y colonial, mientras el novio lloraba de felicidad. Deseé ser penetrado por esa fuerza terrenal. Eyaculé masivamente. Las cosas se decidieron inmediatamente y opté por mudarme a la Isla, no lo pensé dos veces. Allí unos amigos me consiguieron trabajo como profesor y con el tiempo tuve relaciones con varios estudiantes. Una tarde una muchacha me esperaba afuera del departamento, la invité a un café y me confesó que estaba embarazada: acababa de abortar. No encontró consuelo en mí… quizás en otros tiempos. Ya yo no era aquél. Esa tarde me la pasé en el sauna del gimnasio. Otro hombre me dedicó una tremenda mirada, si así se le puede llamar a la llamarada floja de sus ojos. Me invitó a unos tragos más tarde. Un garabato de alegría se apoderó de mi estómago: confieso que cuando se tienen 33 años y uno no ha decidido si morir o matar, el hecho de que un instructor del gimnasio te invite a salir es una buena señal.

Rey Emmanuel Andújar es un escritor y performero dominicano que sobrevive en California. Ha publicado dos libros en Puerto Rico: la novela "El hombre triángulo" y la colección de relatos "El factor carne", ambos con Isla Negra Editores. Ahora mismo reescribe su próxima novela, un maratón erótico para echar chispas titulado "Candela".

El cuento de Calita: 3er Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Pepe Liboy
Especial para Estruendomudo

 

Estaba con una amiga en su apartamento, buscando a mi exmujer, a quien quería perdirle un hijo para mi amiga, cuando me encontré en un bar a Calita. No pasaron tres días cuando aterrizó en la cama de mi amiga. Yo apenas me di cuenta de que estaba con ella porque era de noche y la vi de espaldas. Noté que tenía arañazos en los muslos y leves moretones de mordidas, pero no le dije nada. No le dije: “Calita, estás mordisqueada, debieras curarte antes de aterrizar en la cama de mi amiga”. No vino de nuevo. Durante seis meses, mi amiga me golpeó con rudeza. Y me dijo: “Estuviste con otra en mi cama”. Me encontré a una americana que me dijo: “Da la impresión de que estás trabajando. ¿Por qué no me dejas hablar con ella?” Y a la semana de hablar con la americana, mi amiga llegó a la cama algo molesta y me dijo: “Estoy en cinta”.

José Manuel Liboy Erba, mejor conocido como "Pepe", ha publicado en San Juan de Puerto Rico el libro de relatos "Cada vez te despides mejor" (Isla Negra Editores). Su escritura experimenta con la despedida de los significados, la ciencia ficción, la manipulación genética y los bordes de la sanidad y la cordura. La extrañeza radical de los sujetos de la ciudad de Río Piedras y la desolación de los pueblos costeros del sur de la isla son sólo algunos de sus pies forzados.