Tú me complicas la cosa: “Hardboiled se llama el género” Cap. 3 Otra Novela en cantos por Juan Carlos Quiñones

wallenda
Escribe Juan Carlos Quiñones
Especial para Estruendomudo

Primer sobresalto

Tú me complicas la cosa. Yo no quería nada más que ser parte de lo indistinto. Ahora tú y yo buscamos a Galliano. Ahora yo y yo buscamos la muerte de Adelaida. ¡Qué cosa! Yo no quería buscar a nadie y ahora busco a dos y tú hablando y hablando. Escribiendo y escribiendo. Ahora yo no sé cómo moverme. A ver. Ahora yo recojo un papel del suelo, cualquier papel pero este, sólo este de entre cualquiera, y ya te amo y digo fuck, si ya la película estaba truqueada de antemano.

Yo soy un personaje.

Ese otro trama otra trama. El se inmiscuye, el escribe mejor que el que me escribe, y hasta habría un miedo de que su historia te atraiga, te seduzca a ti, y entonces yo tendría aquello que los mezquinos llaman la paz. Pero mira esto. Mira, lee, haz con tus ojos lo que haces con tus ojos si llegaste hasta aquí. Ahora Galliano. ¿De dónde carajo ha salido este personaje? Alguien lo busca, alguien lo llama desde el vacío de la página y ya se jodió, porque ya es un Karl Wallenda cualquiera, ya camina fino entre una historia y otra peor. Yo estoy buscando esto que busco. Es posible que ese que escribe a Galliano me ayude en mi búsqueda. Una voz, una persona de palabra lo busca a él. Yo estoy en la calle, salido de ese lugar que saben. Será un cuarto. Será una llamada telefónica. Será la vida. Voy. Yo soy un vulgar hijodelagranputa. Todo el mundo lo sabe. Voy.

En celebración del aniversario del Estado Libre Asociado de Puerto Rico

puerto rico 

 

¿Pero cómo yo pude vivir aquí? ¿Qué línea
sedentaria y monótona pudo tirar mi vida;
y cómo en esta aldea chata, feroz y esquiva,
pudo nacer la rosa triste de mi poesía?

-Luis Palés Matos, “Voz de lo sedentario y lo monótono”.

 

SEA LA MADRE DEL ELA, CON LA VENIA DE DONA INES.

Ultima hora: Publican cuento “La mara de los She-Males” en revista cibernética Derivas Edición Pulp

woodf
Por la Redacción de Estruendomudo

Al julepe literario de los pasados días, se suma un texto mío sometido hace unos meses a la convocatoria de literatura Pulp -editada por José Borges- de la revista cibernética Derivas.

Espero que lo disfruten y también pasen a leer los de los compañeros Luis Othoniel, Elidio La Torre Lagares y compañía. Besos negros hasta el amanecer frente a la playa estadolibreasociada que es el 25 de julio para cada puertorriqueño rampletero y panzón. Salud!

Pulse aquí para leer “La mara de los She-Males” en www.derivas.net

“La ponka asesina”. Capítulo 3: Primera mirada

japonesita de Galliano

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Se me ha ido
de las manos
algo trágico

e inocente

Nadie cubrió mis heridas
y lo mágico se convirtió en

vano

-La Ley, “Libertad”

Ojos serenos, mano reposada,
y jugando a ser triste sin tristeza.

-Luis Palés Matos, “Para lo eterno”

El animal no ama: no está en su diseño la cualidad del amor. El animal se esconde, atosiga, entrampa cuando puede, pero no puede amar. No es su cualidad amar; no es su designio.

-Juan Carlos Quiñones, “Dos pecados”

¿Cuánto espacio más quiero ocupar?
Dulce tentación de dejarlo todo…

-Café Tacvba

La depresión te cuarteaba los huesos en pequeñas láminas de plástico y te ungía los dientes con hiel maldita. Escuchabas un disco de Hendrix y otro de Beto Cuevas en replay permanente hace ya dos días, encerrado con ácido de batería en el estómago, callos jodones en los dedos gordos de los pies, musarañas en el cerebro y entonces qué, ¿qué de qué?, ¿qué carajos? No tenías más remedio que llamarme, Gallianito de mi corazón de embuste hologramático, para que viniera en tu auxilio (mutuo, según tú, seguro) y te hiciera compañía en la penumbra de tu lujuria trastornada en depre, porque no tenías “a nadie a quién culpar” por la derrota y las heridas del amor, ni mucho menos “a quiénes perdonarles las culpas”.

Hice acto de presencia en tu cuarto de hotel arrastrado por las muelas de atrás, porque no me quedaba otra, y, enseguida, al verme vestido de marinerito sobre cubierta, con mi trajecito azul y blanco Gaulterio preferido, bien pegado al cuerpo de dragón de fuego a la Potter que me diste, dictaste el Reglamento:

Artículo uno

Dior Mío, amigo imaginario salido de mi pozo séptico titubioso (yo invertido, copia exacta de esa gran gota de lluvia psiquiátrica; por eso lapachero neurotransmisor en el mangle interno), vivirá por mí cada peso y cada arrastre. Cargará sobre sus viejos hombros lo peor de mis relaciones truncas y mis anhelos mohosos. Se hará cargo de errores. Vomitará cada cerveza que me beba al ritmo de lounge, sentado en butaquitas con esqueleto de cromio forrado con cuero marroquí frente a las barras, hasta vaciarme de recuerdos sucios tras reminiscencias etílicas en los urinales de los baños, en la parte densa de los pastizales recónditos, en los cuartos oscuros de las casas abandonadas a la oscuridad frente a la playa. Tendrá que hincarse.

Artículo dos

Manejará las crisis que yo no pueda. Todas, si es posible. Se vengará de las palabras que vengan como dardos, de los malos reflejos de los arquetipos, del absoluto desconocimiento de mi ser y el quién seré, será. Lema: “Esta vez vengo buscando el corazón / esta vez lo intentaré otra vez”. Objetivo: compensación y resarcimiento.

Artículo tres

Tendrá derecho a protestar, pero no voto.

Artículo cuatro

Se reportará únicamente a esta Fiscalía General de la Nación protegida con cámaras vigilantes las 24 horas que es mi consciencia de abogado nice and proper. Y eso es todo por ahora.

Análisis clínico, cabe:

Condenao, ¿conque no te acuerdas de lo que pasó?

Mucho antes de borrar la cinta, estuviste ocupado con el caso de las detenciones arbitrarias de barcos con mercancía original de Carolina Horrera (CH) en varias de las exclusas del tramo Río Negro-Danubio, la autopista “natural” que conecta los navíos que zarpan de América con la Europa del Este. La doña quería declarar la primavera en pleno invierno húngaro al inaugurar en Budapest la nueva boutique de su emporio fashion.

Tuviste que visitar oficinitas trepadas en zancos metálicos sobre los ríos y las rías para entrevistarte con oficiales de segunda que exigían un aumento en su comisión de los sobornos. Exacto, vestido como el más fino de los litigantes de la jurisdicción marítima en el orbe, ni siquiera intentaste razonar con los gendarmes portuarios. Los macharranes te ofrecían todo tipo de bebidas calientes para que se te escapara el frío por los poros, pero tú hacías gestos de negativa y no les reías las gracias. Inclusive, se escucharon en las villas obreras destartaladas de la ribera contigua par de insultos tuyos. Aunque no lo creas, eso me gustó, por un momento fuiste tú sin miedos, y aplaudí un poquito cuando lograste torcerles los brazos y salir con la ganancia: aceptarías el aumento tarifario a cambio de menos inspecciones sorpresa y menos incautaciones de cajas por los pejes sindicales que comandaban a los estibadores. Eximirían de los rayos X a la flotilla con bandera venezolana de CH.

Retazos de la orgía

1.
No fue hara-kiri.
A veces se interpone el corazón confuso
entre puño y cerebro. El agresor
se hiere y expone las entrañas.
La intención, sin embargo,
es homicida.

-Hjalmar Flax, “Serie necrófila”.

Usaste el I-Phone por vez última en el taxi que te llevó del control del puerto de Rotterdam hasta el hotelito de diseño cuatro estrellas para comunicarte con las centrales del bufete y dar las buenas nuevas. Luz verde para la pautada llegada de “la mercancía” a su destino. Abriste la puerta de la habitación y colgaste el traje Tom Fordis en la percha mientras te desanudabas la corbata, los zapatos y así, inclinado de medio ganchete, le echabas desde aquella bajura media un vistazo a la decoración del sitio. Maldijiste la hora en que dijiste que sí a la Habitación Blanca Murakami, porque ahora te parecían espantosos los detalles de encaje en colores pastel con forma libre de telas de arañas peludas que hacían el contraste con el fondo perla pálido de las paredes empapeladas. Ya descalzo y desabrochado, caminaste hasta el mini-bar y te serviste un Cosmopolitan. Te sentaste en el sofacito de piel nívea, encendiste la pipa de agua paqueada con hachís y pensaste en el plan maestro para la tercera venida literaria de la noche celebratoria que, para ti, Gallianito estúpido, es sinónimo de depravada.

Te habías citado en el Gay Palace de la calle Schiedamsesingel 139 con tu colega traquetero, el flaco portugués que también te acompañó a jugar fútbol durante aquellos tres meses eternos en que fueron amantes a lo loco, y una de sus muchas conexiones transtráfalas. Invadiste sus cuatro pisos llenos de árabes, skinheads y ponkas con un guille cabrón, proporcional a tu victoria estilo serie de HBO Mandrake, y pediste de inmediato el segundo Cosmo de la noche. El líquido te ayudaría a marinar el taco pulverizado de crystal dust que se te alojó en la garganta y te haría el favor de borrar de la memoria la indomable pinga portuguesa.

Las lucecitas de tu infierno predilecto rebotaban contra tus retinas como rayos láser anunciantes de ceremonia tribal en pleno capitalismo tardío y el tecno te iba soltando los músculos hasta empujarte a la chicanimalidad ansiada provista por la danza colectiva en momentos de tribulación apocalíptica, tal y como lo viste en The Matrix Revolutions. En ese momento, decidiste exhibir en la pista tu cuerpazo de gimnasio ataviado con un mahón gris oscuro YSL que apretaba tus veintinueve de cintura hasta marcarte las nalgas y una camiseta Pradat negra, de cuello V, ceñida, que hacía que tus pectorales de modelo estándar resaltaran.

Brincaste hasta el techo sin tocarlo y te moviste como un mono prieto amenazado por los cazadores en la selva. Simulaste la configuración de formas geométricas en al aire con tus brazos y tus piernas, sudabas como salvaje fugado de la jaula, diste pasos largos de gimnasta frustrado, Gallianito, fuiste otro de los pendejos a la vela que bailotean la nota debajo de una bola de discoteca forrada con espejitos trili, reflectora de los despojos de los maricas extasiados con el último hit de house progressive.

Pero gustaste.

Justo al lado tuyo, en medio de aquella multitud de blanquitos holandeses arrebatados y moros expatriados borrachos que se pegaban los huevos peludos, apestosos a macho en celo, unos contra los otros debajo de la espesura espectral del humo del tabaco turco y los porros, viste al niño bello de tu ruina. “La Ponka” abría camino para ligarte entre la niebla tóxica con un gesto particular forjado con la combinación truculenta de “ojos delineados con MAC, pómulos altivos y labios prensados”, semiestático en su pose seductora, deseándote con una fuerza electromagnética que no habías sentido antes penetrarte el hígado. Allí mismito, en un nanosegundo que sólo conté yo (qué clase de cojones, este casito que me toca), quedaste petrificado como el David de Miguelángel por su enigmática mirada.

Dito, pa, qué lástima, ¡tú frente a Goliat en pleno campo de batalla y desprovisto de onda!

Los capítulos anteriores de “La ponka asesina” fueron publicados en el periódico Diálogo, de la Universidad de Puerto Rico: “Ciertas confesiones de Dior, amigo imaginario de Galliano” y “Zozobra Galliano en un mar de sargazos simulado”. Espere el próximo capítulo por el mismo canal y a la misma hora el próximo martes.

“Hardboiled se llama el género” Capítulo 2. Otra novela en cantos por Juan Carlos Quiñones

Flor por Aussiegal

Que no me vengan con paraísos, Lucyblell
Escribe: Juan Carlos Quiñones

Ten paz. Ya estás aquí. Este es tu lugar final. Yo puedo decir tus palabras, como una cotorra, o puedo hacerme cargo. De tus palabras. Observa: tú dices suéltame. Yo digo suéltame y adquiere un significado mayor. Tú quieres que yo te suelte de esas amarras y yo quiero que tú me sueltes de estas amarras de lenguaje y esto es enfermo. Tú no me ayudas y yo casi no te ayudo. Calla. Haz el silencio ahora. Luego llegará el héroe que te salve o no. Nuestra relación es desigual. Asimétrica, diríamos si fuéramos dos. Tú estás amarrada, a la vida por ahora y a esta cama por ahora. Yo te prometo una flor violeta y la muerte, que son lo mismo. Escucha, que para esto y tu flor estoy:

(lo que hace una mano, ayudada por otra)

Un cuerpo es el invento de una mano, y ya una mano es la metonimia de un cuerpo. Una mano se mueve y ¡zas! aparece una escritura, o un tajo o sí, también un cuerpo que tiene entre sus pertenencias naturales una mano. Una caricia es el recorrido de la piel que hace una mano por ese territorio incógnito que es un cuerpo, que lleva una mano a rastras como la cola de un animal terrestre dialogando con el mar. Esto es un mar.

Lo indistinto. Donde todo se mueve y todo es todo y no hay que ser ni x ni y. De ahí, de ese mar, hay que sacar por la cola al animal profundo, resistente, que se indigna contra la fuerza de la indisolución. Sí, es una lucha. A muerte a veces. Mi lucha.

La caricia es un modo de la cartografía. La caricia recorre un territorio Más allá, mucho más allá de la seducción y el deseo. Esta palabra última no se repetirá, debido a su indigna facilidad. Igual lo es el tajo, el beso, el lenguaje. ¡Qué ciencia es esta!

Ahí está. ¿Lo ves oculto detrás de la neblina del lenguaje? ¿Lo ubicas más apartado del mundanal ruido? ¿Lo percibes? Un animal profundo. Una fuga que se escapa zas, dejando atrás la huella de una mano. Una mano que se cierra. Siempre. Sobre algo. Siempre se cierra sobre algo. Feuerbach, opacado por los vendavales de una teoría que se inventó como se fabrica un cuchillo. Un cuchillo, una bomba atómica tiene un destino inicial, siempre inocente. Ese destino siempre es radicalmente aburrido. Luego se tuercen la película y el cuchillo, la bomba atómica entra en el cuerpo equivocado. Un peluche, un cuchillo, el cuello de un cisne. El aire.

Mueren mil japoneses. Hiroshima, mon amour.

Mueres tú.

Dos inventos.

Existe un pasaje en Marx (¡tantos pasajes, tantos pasadizos, cómo culpar al pobre Marx por hacer a regañadientes literatura!) en el que habla de un cuchillo. Él está hablando con Feuerbach, y lo sabe. Un cuchillo no es lenguaje, pero es un objeto nombrable. Una mano no es el lenguaje pero sin mano no hay lenguaje, sin lenguaje no hay mano para nombrarla.

Matar no requiere de lenguaje. Es un gesto justo, preciso, por más torpe que sea, como una violación que siempre lleva al fracaso pero se dice, uno dice, él, ella dice, ya. Ahí está. No hubo lenguaje de intermedio.

Sólo lo humano tiene la capacidad y la confusa disposición de asir el aire. O el agua. Sólo lo humano ase el agua, hace el agua en la hechura de una capacidad que tiene un nombre inútil, como todos los nombres. Ahí, entre las manos, escurriéndose, anda el lenguaje. Escribe, cabrón, escríbeme.

Ahí está míralo, ese cuerpo pidiendo cuchillo, pidiendo mano, pidiendo lenguaje. Me enloquece. ¿Eso es un objeto? Un objeto es una piedra rodeada de agua. Lo distinto nadando en lo indistinto. Hagamos.

Hazme, con tu muerte de lo distinto a lo indistinto, como un ritual.

Yo no te entiendo. No entiendo tu silencio. Otra vez.

Calla. Nadie aquí ni en ningún sitio sabe tu nombre. Amarrado él, amarrada tú.

¿Qué hago contigo?

Nota de la Redacción: El primer capítulo de “Hardboiled se llama el género”, una continuación de la novela “Adelaida recupera su peluche” se publicó en este blog bajo el título de “Dos pecados”. El lunes, 28 de julio de 2008, se publicará el tercero, que lleva por nombre “Tú me complicas la cosa”. Espérelo.

Foto por Aussiegal. Creative Commons, Atribution.

Zozobra Galliano en un mar de sargazos simulado

galliorgia 

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

(Segunda parte de una serie indefinida ahora titulada “La ponka asesina”. Espere la tercera el miercoles, 23 de julio.)

Las consecuencias de un caluroso viaje de negocios lleno de temblores y punzadas de las oficinas en Manila a las de los Emiratos Árabes Unidos, con la encomienda de tratar de enderezar los desastres del bufete, te pusieron a reptar en cuatro patas y a pedir auxilio como un desquiciado sobre el borde de la piscina de agua amarillenta y salada del hotel Palma Real Luxury Club. Tenías hang over, habías almorzado mal y te dio un calambre. Te estabas ahogando en un mar falsificado.

Tanto dolor sentías, Gallianito, en la base de los pulmones manchados con tabaco –y tanto líquido yodado tragaste– que tuviste que llamarme entre alaridos y perdones reiterados para que saliera del quinto infierno en el que vivo para ir a tu rescate, como ya es costumbre cuando pierdes el control que con tanto orgullo exhibes frente a tus terneritos pares.

Al llegar, me topé con otra de tus escenas tristes. Estabas pidiendo cacao bocabajo bajo el sol ardiente con olor a una mezcla de bronceador Hawaian Tropic Coco y Piña y te faltaba el aire. Qué remedio, me dije, y procedí a reconfigurar para mi archivo tu acto natatorio fallido e irresponsable del siguiente modo:

Primera metamorfosis

Convoqué a Yemayá, dueña de todas las aguas y el mar, para que manifestara en público, frente a cada uno de los musulmanes de gafas oscuras y tanga que te monitoreaban la respiración salvaje mientras por poco te nos ibas de este mundo, porque fue ella quien te devolvió a la zona llana, oxigenada por la leve brisa, luego de haberte succionado hacia lo hondo. ¡Muákata-Muákata!

Pensé que, de esa forma, al exprimir cierta comunicación celular o cibernética con un aparato eléctrico en forma de sopera o tinaja de loza con fusibles, según se analice el contacto esotérico con la Orisha del río Oggún de mis pesadillas afro, podría auscultar los motivos de la segunda oportunidad sobre la Tierra que te ofrecía oronda al salvarte de la más humedecida de las muertes humanas.

Antes de chascar los dedos de la mano derecha, engancharme una caracola gigante en el oído y pitar de forma parecida al sonido de las olas para completar el trance, el Gran Útero salino me contestó diciéndome a mí y a mi amigo agonizante:

“Ay, con que Virgen de la Caridad del Cobre ni que Virgen del Carmen o sea Virgen del Pilar (la-Negra-¿voy atrás yo?, ¿velas?, ¿flores?), patronas de los pescadores y los ahogados devueltos con sargazo y piras de sal en el estómago, así que rujo y soplo, shshshs, para escupir a Gallianito (ya otro) como Jonás; transformado en un manojo de conchitas duras unidas por un hilo de pescar verdoso para que se concretice más sólido su espíritu blandengue como lobo de mar y no se queje. Completamente seguro de sí mismo, menos los miedos del falso balance terráqueo, convencido de las propiedades sagradas del mareo y devaneo de las leyes y los reglamentos y las decisiones pre y postvértigos… Por mis siete remos, mis siete manillas, mi corona, mi timón, el sol, la luna llena, mi mano poderosa colmada de caracoles, mi sirenita rubia Clairol, mi plato, mi salvavidas, mi estrella, mi llave, mi maraca pintada de azul, mi pilón y mis hierros de plata… Shshshs, serás sano y salvo, Gallianito, en el valor y el sacrificio de los vivos, restándole la mortificación de los difuntos que asechan. Se te inflarán los pulmones adoloridos, porque eres criatura carnívora, devoradora de aires bucaneros, y en la frente llevas la marca de anticapitán sanpérfido. A remar por las carreteras de la palabra alzada, Gallianito, rema. No te toca todavía rendirme cuentas postfúnebres pero apunta, que ahora bastante que me debes. ¡A trepar de nuevo el peñón inmenso en el que me quiebro y me hago espuma!”.

Florecimiento de las agallas

Luego del accidente, en el lecho hospitalario de la Creciente Roja, exhibiendo dos agallas inservibles que te sobresalían de las sienes (ya sin ánimos de meterle más wasabi al sushi de tus esperanzas) me confesaste que fue mi voz grave lo que te mantuvo alerta en medio de la tempestad, porque el aumento de sueldo posible después del último triunfo legal te había llevado a una bacanal de tres días que culminó en naufragio.

Entre el humo de los tabaquitos negros que usabas para desplegar cierta elegancia al litigar las defensas internacionales de tus clientes en las afueras del Tribunal de Almirantazgo (y los alucinógenos que te zumbaste con alcohol en la barra en lo que confirmabas que la orden de embarque de las mercancías Dolce & Gabbana fue firmada), se te nubló todo en la alberca. La fina zambullida sirvió para que los ayudantes –que te acompañaban vistiendo escuetas trusas Givenchy– degustaran brevemente tus atributos de flaco en cueros con guille de mamito. Lástima que esa imagen pronto fue borrada y sustituida por la de los paramédicos en plena faena boca-a-boca.

De la Puebla vs. Buenaventura

Mucho antes del percance turístico, te vi de lejos parado frente al podio postulando contra la flota naval catalana en reivindicación de un contrato de transportación de siete tomos rubricado por Esteban Rui de la Puebla y Micheo Buenaventura, en representación de la compañía Sea-Landesa y Arponera Ballenera, S.A. Explicabas que las vistas judiciales fueron en los Emiratos porque la naviera demandada se sometió a dicha jurisdicción voluntariamente. Nada de nada (jurabas en vano por los mil nombres de Alá), vuestro honor, xuparon los árabes jurisconsultos excepto la buena tajada que le diste al honorable juez presente.

Para que te acredites, paga

Eso es lo importante, Diorcito; que tengo que pagarte a ti y a Yemayá –me decías en medio de tu delirium tremens por la asfixia–, no que los machazos albaneses de la tripulación del barco de tus clientes tuvieron una trifulca por los condimentos de las comidas y los turnos para la oración con los sucios serbios. Eso provocó la colisión entre los navíos y la pérdida de las cajas de los trajes (Dolce & Gabbana) que se chupó el Adriático. “¿Quién fuera albanés engañado y perdido en el gran templo de un serbio ortodoxo en plena promesa integracionista?”, repetías. “¿Quién fuera pez albanés escamado en manos de pescador serbio barbudo con botas plásticas, hundido por corrientes submarinas?”, balbuceabas, mientras un enfermero decidía cuál de tus venas pinchaba.

Cuando te vi tendido, dabas órdenes a los de bata blanca. Repasabas recitabas la agenda de la tarde y les indicabas a las sombras que veías –luego de que el sol te dejara una ceguera blanca– que tenías que presentar una demanda, que te prepararan el sello notarial, que llamaran a la parte contraria para cuadrar un interrogatorio. Terco, venido por segunda vez como Moisés, Lázaro y Cristo de entre las tinieblas, tu superyó dictatorial tomaba posesión de tus sentidos. Pedías orden para el espíritu que se te escurría: “Mi Dior”, decías. “Orden en la corte celestial, no hay túnel alguno”, blasfemabas. “Orden en la sala de los mártires inexistentes de Mohamed”, expresabas con rabia. “Sólo Yemayá, a quien le pago con promesa de erigirle una fuente de agua viva, reinará las escorrentías y los lagos”, murmurabas. “Mi Dior”, te amo.

Al final de la odisea, cuando te dejé solo en la sala de cuidados intensivos, molesto por tu miseria autoinfligida, aún respirabas como un acordeón enloquecido y decretabas que te trajeran hielos con syrop de frambuesa. Ay, pichón de divo, que con algún dulce fantástico te hicieran hinchar aquellas semibembitas gibralteñas ardientes y saladas para que se te calmara de una vez y para siempre (por secula seculorum) aquella espantosa sed de tu existencia zozobrada.

Este texto fue publicado en el periodico Dialogo de la Universidad de Puerto Rico.

Comunicado de Prensa: Estruendomudo publicará dupleta sangrienta: “La ponka asesina” y “Hardboiled se llama el género”

Por la Redacción de Estruendomudo

Hermanos: En verdad de verdad os digo que este blog se complace en presentar la segunda novela por entregas del escritor Juan Carlos Quiñones. La primera, titulada “Adelaida recupera su peluche” está disponible en la columna derecha de esta página para su deleite y fue publicada aquí en 15 cantos hace varios años, traduciéndose en un éxito under de la blogalaxia.

El experimento actual consistirá en ir publicando capítulo tras capítulo de “Hardboiled se llama el género”, texto que a su vez complementa el de “Adelaida”, tal y como el escritor los vaya produciendo y entregando.

La primera salida de “Hardboiled”, luego del adelanto del capítulo 0, titulado “Dos pecados”, está pautada para el martes, 22 de julio de 2008, antes de las doce del mediodía. Sed pacientes, aguantad el fin de semana, que no los defraudaremos tan pronto.

De otra parte, los capítulos de la novelita comercial e inédita “La ponka asesina”, de Manuel Clavell Carrasquillo, serán publicados en serie un día después del capítulo de “Hardboiled” porque el autor no pudo resistir la charritentación de copiarse de su amigo Quiñones.

Hasta entonces tengan todos besos negros hasta los futuros amaneceres frente al mar o en las orillas de los ríos Y CUIDENSE DE LA PONKA!!!!

Virgen del Carmen, estrella del mar

mar virgen carmen1

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Cumplo promesa luego del ahogamiento que libré ya? hoy es el día de la Virgen del Carmen Estrella del Mar Patrona de pescadores y pescados como yo-jodido por los marullos terribles enemigos gigantes con armadura de aguas que aplacó en milagrosa hazaña junto con su hermana Yemayá y su padre Poseidón me hinco me encuclillo saco un minuto antirracional para rendir respetos supersticiosos a la mujer maravilla masco sal de mar en grano para reconvocar la presencia fem la cosa esa divina vestida de judía brown del más allá el golpe de suerte la casualidad la velaera desde arriba desde el lao la guardia de mi carne descompuesta en medio del mar mi cuerpo seaweed wounded la tipaza madre del salvador reina y madre que me brindó de salvavidas en el momento de la asfixia en el justo momento de la ceguera en el momento de los dolores abdominales del desgaste físico de la kavrona sed que me provocó el exceso de sol de fast food de cancerígenos y estimulantes el achicharramiento de la piel la inconciencia repentina crack el respirador la bomba de resucitación artificial en plena playa del Condado un domingo de Pascuas en Atlantic Beach Hotel junto al Gringo más hermoso del mundo y los surfers más diligentes del universo en wetsuitstights un triduo pascual invertido decorado con tangas de maricones con olor a Coppertone de Walgreens la brigada de salvamento que me socorrió en plena deriva en medio del vendaval de lo absurdo de la irresponsabilidad del conteo de los minutos bebiendo Coronas con limón hasta que pase la muerte en forma de ola y arena de caracola soplada con ánimos de asesinar ay loas menciones rezos públicos y privados murmullos en inglés en honor a la virgen la patrona del municipio de Río Grande de mi infancia campestre catequista en las pocitas de playa Las Picúas de mis raíces ancestrales remontantes a la que allí me tomó en sus brazos enormes y suaves con olor a cold cream de Ponds y me arrulló desde una lejanía inmensa al oído “Manuel no vas no vienes quédate ven al decenso tuyo en el nombre del padre pulmones y del hijo riñones y del espíritu santo de la hiel de tu guille de cangrejo azul a este decenso que no va a ser no todo le doy shut down

Torremolinos