Vestido de sombras (boceto para una promesa líquida): 11mo Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades


Por Ana María Fuster Lavín
Especial para Estruendomudo

No, yo no ligo a ninguna jeva que pasa, menos a mi secretaria, la de las caderas redondas, esa siempre está en celo, entre sus nalgas cabría una caravana de simios. No mi muñeca, tu cuerpito es perfecto. Mamita nos vemos a la noche y prepárate que te voy a dar pa´bajo y bien duro y sabrosito, prepárate para tu macho, que sabes que soy tuyito todito y de nadie más… Siento náuseas, promesas fieles, promesas de pendejo enamorado. Sólo deseo morir o desear que muero o morir deseando que me desee y que ella no me desee. Miro el reloj frente al escritorio, los minutos son torturas que me aguijonean a través de los pantalones, y es que esta mañana los suyos sí que estaban pegaítos, no pude evitar observar cómo se le marcaba el misterio de mis secretos. Los milagros pueden ser reales. Este se reveló en mi computadora, acepto tu invitación, estaré en tu oficina a las doce, esperaba tu llamado. Faltan diez minutos, los que necesito para renacer o para liberarme de palabras ajenas, de las mías y del espejo, del monstruo entre sus piernas, del mío, de masturbaciones mientras lo fantaseo. Quizá me equivoque, quizás como de costumbre no me atreva, o me acuse de mil vergüenzas. El tiempo maulló y su presencia también.

El golpe de la puerta rompió mi engabanada cadena hacia la cautiva desnudez, el arcoiris me llevó su tesoro a mi torre de marfil, o hacia las minas de cobre. Bajo su cuerpo me pude transformar en serpiente emplumada, húmeda, así como sobre su cuerpo lloviznar el polvo eterno, polvo somos y en polvo nos convertimos… Fui tormenta, catarata, sobre un espeso aroma de salitre y especias. Los ojos del gato acompasan el tictac de su rabo marcando el tiempo, treinta y cinco minutos es el tiempo máximo para penetrarlo en su oscuro mundo con fuerza, para abrirme a sus dedos mágicos a su calidez sobre mi cuello y entre sudores venirnos sobre un escritorio empapelado de otredades que lactarán otras mareas, pero eso será otro día, se nos acaba el almuerzo. No quiero vestirme de sombras un día tras otro, amado, no aguanto más, no volveré con ella, seré libre junto a ti, mis palabras cerraron la puerta. Cinco horas para abrirme al otro portal, sí mami, te prometí que estaría pensando en ti, yo nunca te abandonaría, tienes grave a tu macho. Te deseo tanto. Así me gustan las mujeres… Qué buena estás, perra, prepárate que me doy un baño y te haré el amor

Ana María Fuster Lavín es escritora y traductora puertorriqueña. Realiza una labor consecuente de difusión cultural a través del grupo cibernético Borinquenliterario. Ha publicado la colección de relatos "Réquiem" con Isla Negra Editores y tiene gran cantidad de escritos poéticos inéditos.

 

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