El topos de la siesta

Raquel g

Escribe Juan Carlos Quintero Herencia
Especial para Estruendomudo

La autopista límpida

nunca cimentada

nuca virreinal sementada diríase,

la autopista del marfil lumínica hasta la novedad,

liada al horizonte por escasamente treinta minutos,

teñía de blanco el cielo.

*

La autopista de mi sueño

sin referentes,

ni una trinitaria dejada a la soledad de su espina

ni un caobo sobre su gruta de moñas,

ni el llano ni la ubre que pasta,

nunca el templo ni sus banderas.

*

La autopista entre el mármol y la cal, perfecta,

discurro allí sobre mis nalgas

sin auto ni panteras

como en la patineta infantil pero inaudible,

entro en un carril

procedo a pagar el peaje y

descubro —imposible colcha—

que el receptor #3 no recibe monedas.

*

Avergonzado me retiro

sobre mis nalgas —claro está— bonito día

sin auto ni panteras

como en nueva patineta siempre inaudible,

preocupado por no alterar al sensor,

al ojo computadorizado

que ha medido presto el tamaño de mi deuda,

dejo mis sandalias sobre la pista,

a mi lado an overworked mother is in the process of losing all her money,

el terminal inaugura la eterna espera junto a las autoridades

y el receptor #3 no recibe monedas.

*

Me deslizo al carril de la derecha

sobre mis nalgas

sin auto (si hubiese escuchado un anfibio despertaría sobresaltado por su eco)

cuento mis monedas

son 30 rublos,

260 pesos brasileros 3 pesetas

pero ahora esta sección no es autopista

es parada de Metro pues veo los tornos de la entrada.

*

El terminal límpido esplendente

acuarela de leche

blanco sobre blanco

espada borrada,

me pongo de pie —erguirse es un anacronismo—,

al otro lado de este Nilo de hielo

asciende desde el fondo de un espejo

una familia tibetana,

el padre lleva su mano al oído —tan largo deambular—

simulando el gesto de un lakota antes de la estampida,

el tren no se gotea,

no sé por qué espero.

*

Miro mis pies desnudos —no me he cortado las uñas—

sigue el tintineo del carril opuesto intervenido por mis sandalias,

el aire que no estuvo flotando

ya se acercan las palabras de mi madre en torno a la necesidad insular

de ir al baño antes de recorrer la vereda-bonita palabra-

atadas a un globo que se extiende en el horizonte

se lee en la bóveda celeste: “Estado del Tiempo para hoy”.

*

Recuerdo mi promesa de grabar la especificidad de ese instante,

sin auto ni panteras.

12 y 14 de octubre de 1994, 20 de abril de 2003 y 25 de diciembre de 2005, Río Piedras y Silver Spring. (Del poemario inédito “El libro del sigiloso”.

Imagen: “Area Metroplatinada” (2004), Raquel Quijano, colección del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico.

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