De la Redacción de Estruendomudo
La Redacción de Estruendomudo anuncia con sumo dolor en su alma cibernética la partida definitiva de nuestra primerísima diva y actriz puertorriqueña Johanna Rosaly de la revista cultural televisiva Cultura Viva, que se transmite todos los días en vivo por el canal 6, TUTV, Tu Universo Televisión, emisora de la Corporación Pública para la Difusión Pública del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.
Anoche, en un emotivo especial dedicado al Cuarto Aniversario del combativo programa, baluarte de la constipación antiextranjerizante que nos abruma en la televisión comercial y otros engendros publicitarios del capitalismo tardío, la diva se despidió de nosotros a lágrima viva, junto a su hija, la egregia cantante de zarzuelas Alfonsinita Molinari.
En su discurso de despedida, la gran matriarca de nuestras artes escénicas, decana de la floripondia alocución culta de las clases aristocráticas y media ilustrada, en igual dosis sentimental para ambas, hizo incapié en nuestro deber ciudadano para con la preservación de la cultura nacional.
Vestidita de hilo blanco importado de la república de Andorra, según fuentes periodísticas conocedoras de la moda internacional, nuestra Johanna afirmó entre sollozos su testamento intelectual para con el pueblo de Puerto Rico. "La vida se compone de muchos finales y muchos principios. Este es un final que me hace reafirmarme en mis principios", dicen que dijo.
Los principios de la Redacción de Estruendomudo son igualmente sólidos y, como prueba de ello, convocamos a un concurso literario que lo demuestre. Por este medio, exhortamos a nuestros lectores a que nos sometan una composición poética en honor de este final lleno de principios.
Las composiciones poéticas deben circunscribirse al género lírico de la ODA (Antiguamente, poema destinado a ser cantado. Actualmente, poesía destinada a celebrar los hazañas de personas o atributos de cosas como el vino, el amor, la música). Los interesados deben someter sus poemas antes del 5 de agosto de 2005 a la siguiente dirección: mclavell@gmail.com
¡Olvidemos los rencores, Honremos a nuestra Johanna!
Brava, Johanna, brava (Oda a los principios de Johanna Rosaly, nuestra primerísima diva cultural, ahora retirada)
Así tenía que ser, Johanna
un largo adiós televisado
de tus entrevistas culturales.
Mucha lágrima para mojar mejillas
y correr el rímel de tus ojos
"Yo vuelvo", dijiste desconsolada.
¡Oh nívea diva de mis tardes elevadas,
oh, primerísima actriz
de mi Puerto Rico inculto!
¡Cuánto extrañaré tu dicción perfecta,
tus agudas críticas sobre la música clásica,
tu obsesión ilimitada por vencer la cafrería!
Johanna de mis sueños mojados,
yo te despido con congoja en el alma,
todavía con fe en tus anhelos primermundistas.
Querida, ¡cuántas palabras de la academia
extrañaré porque ya
no las pronunciarán tus rojos labios!
Querida, ¡cuántos esfuerzos
por enderezar a la juventud
perdida entre insultos y violencias
rodarán al vertedero por tu ausencia!
¡Oh Cocó Chanel, oh lesbiana de Linda Sara,
prometo seguir fielmente tus enseñanzas.
Tú te vas de Cultura Viva, pero permanecerán
en nuestras almas sencillas tus bellas palabras!


Caminé hasta no poder más. Llegué al Starbucks de la avenida Ashford y comencé a ubicarme en tiempo y espacio. El aire acondicionado y las alfombras me ofuscaban, pero a través de los cristales ahumados en verde pude divisar al tecato. Más allá, comencé a imaginarme a la gente desbordada en la playa. Celebraban el aniversario de la invasión norteamericana de 1898 y el cumpleaños del Estado Libre Asociado. Vi las ruinas de la discoteca Mikonos: un adefesio en forma de concha arrugada. Comprendí que la Ventana al Mar es un fiasco. Sorbí un poco más de mi café mocha. El shot me mató par de neuronas y junto con ellas la escena en fast forward de tantos consumidores en la calle buscando dinero en efectivo y gasolina. Vociferaban. Parece que el empleado de mantenimiento se dio cuenta de mi pánico y me echó una guiñada. Estoy aquí, hermano, quiso decirme. Yo viré la cara. La solidaridad de los bugarrones que alquilan películas en el Condom World cercano se me hacía más genuina. Me dieron ganas de comprarme unas chancletas plásticas en Walgreens. Único requisito: tenían que ser color rosado fosforescente. Salí del Starbucks y me acomodé en la parada de autobuses que queda frente por frente al restaurante Cherry Blossom. Quise imaginarme a un camionero comiendo sushi, pero no pude. Los camioneros japoneses, ¿qué comen? Un americano de pelo largo me salió al paso. Comentaba con una mujer haitiana que un tal Michael se había suicidado. Inmediatamente me remonté a mis días de jangueo con Gollito Sabater, un traductor de décimas de Chuito el de Bayamón del español jíbaro al inglés que hablan en Winsconsin. Lloré mucho, Gollito se suicidó hace unos días y yo todavía ando buscándolo. El olor del mar se me metía por las narices y el autobús no llegaba. Me rendí a mi suerte peatonal y el tedio de mi condición fracasada me llevó a apostar unas pesetas en el casino del Hotel Marriot. Un filipino enano trató de convencerme para que le pidiera a mi hermana que se casara con él. $5,000 por un certificado que lo eximiría de tener que regresar a la cocina del crucero Princess Of The Seas, su prisión flotante. Le dije que no, que no inventara, que yo era aspirante al ejercicio de la abogacía y que ella era una muchacha decente, no una cualquiera como él pensaba. Por supuesto que no me entendió. Pronuncio un inglés de pacotilla. Salí con paso redoblado para el cyber café más cercano. Pagué la cuota tarifaria, me conecté y leí el mensaje más importante de la semana: Vero se casaba con un rockero de Boston en la catedral irlandesa de esa ciudad y en otro estado, que es el grávido. Cerré la cuenta Yahoo con un movimiento de Mouse fríamente calculado. Todo está bien, Manuel, aquí no ha pasado nada. Todo se puede solucionar con un frappé de mangó que me venden más abajo. Vuelvo a caminar. Los chamacos solteros me observan desde sus autos. Diviso a lo lejos el Seven Eleven, pero no estoy para encuentros con la travesti del vecindario: Cristina Hayworth, que desde ese punto estratégico vigila a los transeúntes y les pita a sus machazos. Sigo con fe de encontrar la puerta del Great Taste Of China, recientemente remodelado. Entro, me siento, no cruzo miradas con el mesero, sólo exijo una bandejita de pique rojo marca el gallo dorado y dos palitos. Me gusta comer pique rojo con palitos. Eso me calma. Al terminar, exigí una galletita de la fortuna. La partí en dos, quise salir antes de leer el mensaje que me enviaba desde Sechuán un monje descarriado. No pude aguantar. Lo hice antes. “La falta de gasolina y dinero en efectivo provocará que se cure tu alcoholismo”. Palabras con luz de un hombre vestido con telas color azafrán y para colmo calvo. –M.C.C. 



