Matador II: 8vo Microrrelato Espiritista Allan Kardec 2005

Por Rey Emmanuel Andújar

"Have you read Chicken Soup for your Soul? Try Tomato Sauce up your Ass… It’s the Italian version".
-Tony Soprano

 

Seguí las instrucciones de la carta al pie de la letra. Con la recompensa pude viajar por segunda y última vez a Italia. En este viaje debería ignorar los templos; ni hablar del Vaticano: la abrumadora presencia de las imágenes católicas (llenas de tensión y aguda expresividad) podrían influir en la pobreza de mi espíritu. He preferido bordear Toscana, ignorando Siena y empezando por Arezzo. Es domingo en Cortona en una gran casa donde todo dice “The Shining”. Corro a tomarme un capucho y la gente rebosa las tratorias. Un tour operador es perseguido por un grupo de japoneses en atención murmurando asombro, el mismo violinista en la plaza y de frac. Asco súbito: un fuetazo de miedo. Bajo caminando a la estación muerta de Camucia, donde, mientras espero el próximo tren para Nápoles, cerveceo con una alemana que ha venido buscando un curso de cocina. El tren por fin. Vacilo y leo despacio: E VIETATO ATRAVESSARE IL BINARI. Golpe contundente. Cuando lo que ahora soy, libre de aquel estropajo de sangre, carne y pelos, se confunde con la mortecina luz de las cuatro, escucho a la alemana tratando de hacerse entender entre la gente del forense y los Carabinieri: Él me dijo, en perfecto italiano, que estaba muy triste, pero nunca imaginé que era un suicida.

Aleluya: Ha nacido un nuevo blog


Esta es la prosa queer que sale del blog Ñ:

La Fuente de las Cuatro Estaciones, que usualmente es una fuente de cucarachas, milagrosamente tenía agua, un agua que de seguro ahogó a esos pequeños insectos que besaban religiosamente los cuerpos tallados en mármol, que les gustaba lamer el lápiz labial de los labios de Verano, o la sangre de musgo que nacía en el ombligo de Primavera, la Primavera de los senos velludos. Entre los cuatro había un quinto…

 

-Angelantonio Ruiz-Laboy, San Juan, Puerto Rico

Nacionalistas contra los papeles del libro político supremo de España: Le arrancan las páginas a la Constitución

Por Adrián Ramos

Periodista Digital

Martes, 6 de diciembre 2005

José Bono ha afirmado, durante la solemne izada de la bandera española en Madrid, que "la Constitución goza de buena salud" y que hoy obtendría mayor respaldo que en 1978, ya que tendría "los 11 millones de votos del PSOE y los 10 millones del PP". No ha dicho nada el ministro de Defensa de otros grupos, porque mientras millones de españoles de todos los colores políticos celebran el Día de la Constitución , las juventudes de Esquerra Repúblicana de Catalunya -que es socio del Gobierno Zapatero y participa en el gobierno tripartito catalán presidido por Pasqual Maragall– lo festejan con una mezcla de rabia y rechifla, convocando a sus furibundos partidarios a que acudan al Prat de Llobregat y arranquen páginas de la Carta Magna.

"Venid y arrancad una página de la Constitución Española" es uno de los llamamientos que desde la página web de JERC se hacen a la ciudadanía para animar a "todos los jóvenes independentistas catalanes" a secundar la manifestación.

La protesta callejera se ilustra en la web de las JERC con una imagen en la que se incluyen, bajo la leyenda "Basta de españolismo, paremos el recorte", los rostros de personajes públicos como Mariano Rajoy, Eduardo Zapalana, el ministro José Bono y el Rey Juan Carlos. Todo ello junato al logo de la COPE.

ERC también celebró una manifestación "independentista" para reivindicar "el derecho de Cataluña a decidir su futuro".

La marcha de Esquerra, que partió de la Rambla de Barcelona a las 18.00 horas, abogó por "preservar el texto íntegro del Estatuto".

Cerca de 800 jóvenes, convocados por las juventudes de ERC (JERC), se manifestaron por las calles de Barcelona "contra la Constitución Española y a favor del derecho a la autodeterminación del pueblo catalán".

Los independentistas partieron desde la Rambla de Canaletes con una pancarta que tenía como lema ‘¡Basta de españolismo! Frenemos el recorte’ (Prou d’espanyolisme! Aturem la retallada) y recorrieron la plaza Sant Jaume, hasta el paseo del Born.

Lanzaron consignas en contra de la COPE y el PP, también gritaron en contra de posibles recortes en el Estatut y en contra de la Constitución y la Monarquía.

La manifestación transcurrió sin incidentes, salvo cuando un grupo de jóvenes se subieron encima de un andamio para desplegar una pancarta a favor de la independencia y lanzar varias bengalas.

El portavoz de la JERC, Pere Aragonès, reclamó "respeto" para la "integridad" de la propuesta de nuevo Estatut aprobada en el Parlamento catalán durante su intervención que puso punto final a la manifestación.

 

Réquiem a la Sabiduría IV: “Todo lo que tenemos es pasado”

Por Francisco Javier Avilés / j.a. bonilla

 

Me miserable, which way shall I fly
Infinite wrath or infinite despair?
– J. Milton, Paradise Lost

 

Escribo con la garganta amordazada y con un temblor líquido en la mirada. Y si digo mirada lo digo pensando que lo miro a él, porque él me enseñó a mirar.

 

Me trasladé del recinto de Humacao al de Río Piedras luego de un año en el sistema, ya decidido a estudiar literatura. Eso fue en 1992. Tardé un año en conocer a Tollinchi. En agosto de 1993, como parte de los requisitos del Bachillerato en Literatura Comparada, tomé el curso de literatura medieval que daba un tal Esteban Tollinchi. Él no se encontraba en el programa original cuando me matriculé, le pidieron que diera el curso cuando surgió un problema con la profesora que lo iba a dar. Así que me sorprendió doblemente ver entrar al salón esa figura tan particular. Delgado y blanquísimo con unos ojos claros siempre semi aguados, parecía una figura de cera cremosa pero semi translúcida, como los rostros de los hombres en las pinturas de Vermeer, la piel parece que se evapora. Calzaba unos impecables zapatos beige y vestía un gabán verde muy oscuro.

 

Explicó por qué estaba frente a nosotros y comenzó su clase. Las notas que siempre traía eran un papel amarillo y añejo finísimo más pequeño que el tamaño carta en el que nosotros imprimimos nuestras cuestiones; éste estaba doblado verticalmente en tres o cuatro secciones de manera que se formaban pequeñas pero largas columnas. En esas columnas Tollinchi aglomeraba unos comentarios pequeñísimos escritos en tinta roja, que cubrían todo el papel. Las notas siempre estaban dobladas de tal forma que figuraban un acordeón (que mi imaginación convertía en música intelectual), de manera que Tollinchi siempre tenía frente a sus ojos una sola columna. No siempre la miraba, pero cuando lo hacía doblaba y redoblaba el pequeño acordeón en lo que pudo haber sido un extraño ritual de caricia mental que se llevaba a cabo entre sus dedos afilados y las palabras en reposo.

 

Lo más hermoso era su gaguera, esa especie de intermitencia erótica que había en su palabra. Yo no hablaba casi nunca, pero un día levanté la mano porque tenía una duda sobre el Beowolf. Él, que estaba envuelto en una explicación, se acercó un poco, di,di, dígame Avilés. (Siempre me llamó Avilés, me saludaba cada vez que se encontraba conmigo y me preguntaba qué estaba leyendo en ese momento). Hice una pregunta insignificante que no recuerdo y Tollinchi invirtió los últimos 10 o 15 minutos que le quedaban a la clase en contestarla, y al final no quedó satisfecho y me dijo, pe, pe, pensaré sobre su du, du, duda en el fin de semana. Esa era la última clase de la semana. Al regresar a la clase, Tollinchi entra al salón y lo primero que sale de su boca es en cu, cu, cuanto a su pre, pre, pregunta… y sigue hablando por los próximos 20 minutos contestando una pregunta que a mí se me había olvidado. Ese era el profesor Tollinchi, su compromiso con el pensamiento que era también una forma de estrategia ética, un respeto profundo por las inquietudes del estudiante y un afán por hacer del espacio académico un lugar para la estimulación.

 

En el que posiblemente fue el mejor curso que he tomado en mi vida “Romanticismo y modernidad”, Tollinchi concluye el curso comentando incisivamente sobre Marcel Proust, sólo el primer tomo de ese monstruo que es En busca del tiempo perdido, porque desafortunadamente no había tiempo para más. Ese día llegó al salón y lo primero que dijo fue: “Todo lo que tenemos es pasado” y prosiguió su análisis. Yo, hasta la fecha no sé porqué, me quedé estático, no podía seguir tomando notas y estaba experimentando un genuino placer estético que no tiene palabras. Perfectamente localizado en la boca del estómago sentía que me nacía una enajenación, una separación poética que paradójicamente me regresaba a las cosas, a la mirada de las cosas, la mirada que te dan las cosas y la mirada que tú le das a las cosas. Fueron tres o cuatro segundos, como un orgasmo, pero fue de una intensidad increíble. Y pensé de esto debe tratarse la literatura. No lo sé, tal vez haya una síntesis perfecta encerrada en esas palabras, el asunto fue que en un momento el profesor me miró y se sonrió, yo regresé y me limpié las lágrimas que me bajaban por la cara.

 

"En la imagen, detalle de La Escuela de Atenas (1510-1511), uno de los más famosos frescos que Rafael pintó para decorar las estancias del Vaticano. Presiden el inmenso fresco Platón y Aristóteles, dialogando y sosteniendo cada uno de ellos una de sus obras (El Timeo y la Ética); en el conjunto del fresco están representados otros filósofos y eruditos griegos. El gesto de Platón, señalando hacia el cielo (el idealismo platónico) parece ser contradicho por el de Aristóteles. Es, naturalmente, una recreación fantasiosa de lo que pudo haber sido la Academia de Platón".

Réquiem a la Sabiduría III (Profesor Esteban Tollinchi 1932-2005)

Una vez encontré su libro "Arte y sensualidad" en especial de liquidación sobre una de las mesas de baratillos que ponían en las aceras las librerías de Río Piedras. Ese era el libro del profesor que llegaba con puntualidad, todos los sábados a las 11:00 a.m. a leer el New York Times a la Sala de Revistas de la Universidad de Puerto Rico. Aquel señor de ojos claros y chaqueta beige era un asiduo lector del suplemento cultural de ese diario de récord estadounidense. Más tarde me enteré que todos los años Esteban Tollinchi viajaba a la Babel de Hierro a mediados de noviembre para inaugurar la temporada de teatro y música clásica de esa gran capital cultural. Me matriculé en uno de sus cursos a sabiendas de todo lo que se decía de él. Ese hombre es gago, se le entiende a duras penas. Es bien difícil también. Nada más lejos de la verdad. A Tollinchi se le entendía todito, sobre todo cuando leía el texto literario que se discutía en su idioma original. Era políglota, dominaba más de 7 idiomas, según cuentan en la universidad. El curso comprendía un panorama de la épica, empezando con Homero, parando en Virgilio, leyendo a Dante y echándole un vistazo rápido a Joyce. Eramos cinco estudiantes y Tollinchi nos guió por los infiernos clásicos con destreza de gran capitán. Leía en griego, en latín, en italiano antiguo y en inglés. Gran parte del curso se concentró en escuchar esos textos en idioma original. De allí partía para resumir características, explorar comparaciones, motivarnos a entrar en esos mundos lejanos y supuestamente aburridos. Yo llegaba en guagua hasta su salón, desde Santurce, desde la depravación bachatera santurcina a escuchar la Eneida en latín. Un verano caliente me lo encontré frente a la Biblioteca José M. Lázaro, ya sabía que este profesor viejo, el príncipe de los eruditos que forjaron mi educación, no tuvo remilgos en publicar junto a las irreverencias de Manuel Ramos Otero, Rosario Ferré y Olga Nolla un texto sobre el romanticismo en la revista literaria más escandalosa que haya tenido la isla: Zona de carga y descarga. Ya sabía de la legendaria polémica entre Tollinchi y el profesor Carlos Pabón por la prominencia o insignificancia de las doctrinas posmodernas en el plano de la historia de las ideas de la cultura occidental. Pabón insistía en que lo posmoderno llegaba para quedarse, en la utilidad de esa herramienta teórica para romper esquemas. Tollinchi entendía que no, que la ideología posmoderna era sólo una moda pasajera, una chapucería intelectual. De ahí su interés en publicar "Los trabajos de la belleza modernista", antes de su muerte: con ese libro probaría que eso de la posmodernidad ya es copia de la copia de la copia de una degeneración de muchas filosofías que habían planteado el desgaste apocalíptico ya. Sus libros los escribía a máquina, en papel legal. Durante sus cursos entregaba fotocopias de varios capítulos para que nosotros, unos imberbes wanna be, los escudriñáramos y le señaláramos nuestra opinión. Contaba que como ciudadano de Hato Rey llegaba en taxi, a pie o en pon hasta el cine de la urbanización Roosevelt. Le encantaba el cine y, en clase, los comentarios cinéfilos eran los únicos que se permitía fuera de la línea del material. Cierto día transcurrió entre lo sublime y lo profano porque no sé qué pasaje de Dante le recordó al Hamlet de Shakespeare. Eso lo llevó a burlarse del tinte rubio que le pusieron a Kenneth Branagh en la versión modernista del filme. "Branagh será un gran actor, pero ese rubio le queda espantoso", dijo, e inmediatamente sonrío. Detalles que humanizaban al doctor emeritus per exelance, junto a su presencia constante como profesor orientador de los estudiantes de filosofía en el proceso de hacer matrícula.
Ceci quiso que al final del semestre los estudiantes fuésemos a su casa a celebrar. Vivía en un apartamento de los edificios que colindan con la Milla de Oro. El apartamento era el colmo de la austeridad. Tenía una biblioteca prominente. Todos los tomos estaban encuadernados. Había varias mesitas de lectura, cada una con su lamparita de buena luz. Nos invitó a que ojeáramos los libros que quiséramos. Allí sólo había dos imágenes, según mi recuerdo: una del poeta granadino Federico García Lorca y otra del novelista alemán Thomas Mann. Tollinchi estuvo toda la noche bailando polca con Ceci en la sala. La polca provenía de una victrola y de cientos de discos de pasta. Era un gran bailarín. Nosostros hablábamos en el balcón y de vez en cuando la lumbrera se acercaba para conversar. Con una normalidad que pasmaba. ¿No era ése el mismo individuo que hace unas horas estaba dictando un curso sobre Thomas Mann?, ¿que citaba el texto directamente del alemán? Muchas veces lo vi junto a sus amigos caminando por el Viejo San Juan. Caminando por el recinto, como si estuviera en París o en Frankfurt, vestido con traje gris o beige, con sus zapatos italianos de piel de gamuza, con esa prisa citadina que nunca perdió. Cuando se supo de su cáncer, algunos profesores comenzaron a visitarlo al salón. Tomaban sus cursos como si fueran estudiantes de la eminencia otra vez. A un amigo muy cercano y muy querido le comentó: "Vienen porque saben que me voy a morir". No era cinismo, era su forma directa de filosofar. Se quejaba de la mediocridad y la chapucería todo el tiempo, con una postura que ni hería ni era condescendiente; con una postura de lucidez. A mi amigo, que es bailarín de música autóctona, le repetía que cómo era posible que con tan buena cabeza él fuese a profesionalizar el talento que tenía en los pies. Así de tajante y conservador era. Y sus palabras dolían pero hacían al alumno crecer. Crecer al parase uno un segundo frente a la Biblioteca Lázaro y, en un acto nerdo-irracional, saludarlo sólo para compartir con él lo que suponía en esos momentos de decadencia juvenil una transgresión: Profesor, me estoy leyendo este verano "Absalom, Absalom!", de Faulkner. Sólo por placer. Muy bien, muy, bien, me contestó. ¿Y usted entiende lo que está leyendo, Clavell? Bueno, profesor algo. Recuerde consultar siempre el diccionario Clavell, con Faulkner no se deje llevar nunca por la intuición.

 

Más post blogueros sobre Tollinchi:

Réquiem a la Sabiduría

Réquiem a la Sabiduría II

Héctor Lavoe no hace coro: 7mo Microrrelato Espiritista Allan Kardec 2005

Por Juan Carlos Quintero Herencia

El desarrollo de esa flexibilidad se halla
en la capacidad de la coyuntura para sostener cierto peso.
Así como también la voz, que sin el cuerpo no accede al espíritu.

-Áurea María Sotomayor, “Lección de estética: el salto”

A I. por mostrarme lo que no debía

Novás ya había tomado la decisión. Acababa de llamar. Había aceptado sin muchas ganas pero la precariedad le mordía las horas de sueño. La mezquindad del entorno ayudó su poco. El nuevo trabajo era eso, la posibilidad de otro día, otro libro y otros rostros. La noche anterior había ayudado a su Madrina durante una fiesta para los muertos de la casa. Allí le dijeron que empaquetara, que no había de otra. Novás tiene un muerto que no da la cara, con pluma y traje de época. Se iría de la isla el mismo día que su padre fuera internado en un Hogar de ancianos. Por qué llegó a la Colección Puertorriqueña se lo atribuye hoy al amago de lluvia de entonces, cierta despedida que ensayaba sin saber y, por supuesto, a una causalidad oscura que ahora no lo sorprende. Lo irremediable y lo penoso del destino de sus pasos aquel día le confirmaban además algunos de los motivos de su escape. Para colmo llevaba consigo, a medio leer, Extrañamiento del mundo de Peter Sloterdijk. Pidió la colección completa de la revista de poesía que editara con sus panas allí mismo en la Universidad durante los años ochenta. Notó que en uno de los números, debajo de un poema lunar de Israel Ruiz Cumba, alguien había escrito: “está cabrón”. Mientras leía le tocó el hombro una pariente que no lo dejó hablar: “Yo sé quién tú eres, somos primos y también para dónde vas”. La prima, Leonor, se había criado en Arecibo y hoy es curadora del Museo Smithsonian. (Recién inauguró una exposición sobre Celia Cruz en pleno Washington D.C.) Llevaba prisa y le puso en el bulto un video. En la cubierta había escrita una dirección. “Te vas a volver loco cuando lo veas. Leí lo que escribiste sobre la salsa y lo de Babalú Ayé. Te doy esto porque en una mesa blanca presidida por mi mejor amigo (un cura gay con una vida de farándula que ni te cuento…) salió un muerto mentándote con pelos, señas, nombre y apellido. Vamos a trabajar juntos. Llámame cuando tengas casa.” Se fue como llegó.
Indestructible.\r\nLogró identificar: “El hijo de Obatalá” y “El diablo”. Lavoe está en\r\nel coro. Se oye la orquesta asordinada pero el coro no tiene pérdida. \r\nEn una de las pausas, una voz a través de un micrófono, tal vez el\r\ningeniero de grabación, grita en el mejor de los idiomas, que dejen la\r\njodedera, que alguien está impostando la voz, que hay un eco extraño. \r\nLavoe dice que no es él. Rumoreo, risas y un “clase_pendejo”. Se\r\nsuceden los números. En medio de “Llanto de cocodrilo”, de repente, la\r\ncámara cae. Luego de ese sacudimiento propio de un cuerpo que ha\r\nrecibido un azote (cimbronazo diría Palés), queda en un ángulo que sólo\r\npermite ver las espaldas de los músicos arremolinados en torno a un\r\ncuerpo del cual apenas se distinguen sus zapatos. Charol blanco papá,\r\nzapatacones, polyester everywhere. Se oye alguien desesperado: \r\n“Búscate a Yayo, llamen a Yayo que él sabe cómo bregar. Yayo vuela,\r\nYayo se transporta”. [Nota: recordar la conversación sobre Yayo el\r\nindio con la madre de Roberto Roena.]
\r\n El día de su salida de la isla fue a despedirse de su padre. Los\r\nderrames lo han convertido en una sombra, apenas habla. Sonríe y\r\naunque todavía lo reconoce, en la lejanía de sus ojos hay una tristeza\r\nsin contestación. El primer mensaje en su nuevo número telefónico era\r\nde Leonor. Le prometía una entrevista inédita con la que fuera esposa\r\nde Lavoe, (muerta en circunstancias misteriosas o estúpidas) donde\r\nnarra detalles de la caída del Cantante de los cantantes desde un alto\r\nbalcón en un Hotel del Condado. “Mira Novás, paquegoces, no fue garata,\r\nni suicido, ni arrebato. Hablamos.”
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\r\nTe escribo ahora sobre los otros asuntos que tengo que alimentar a la\r\nprole.
\r\nun abrazo,
\r\njuan carlos
\r\n\r\n\r\n\r\n\r\n",0] ); //–>
El video, filmado por Leon Gast, podría ser un ensayo de la orquesta de Ray Barreto en los estudios de la Fania. Lo más seguro es que se trate de una sesión de grabaciones para el disco Indestructible. Logró identificar: “El hijo de Obatalá” y “El diablo”. Lavoe está en el coro. Se oye la orquesta asordinada pero el coro no tiene pérdida. En una de las pausas, una voz a través de un micrófono, tal vez el ingeniero de grabación, grita en el mejor de los idiomas, que dejen la jodedera, que alguien está impostando la voz, que hay un eco extraño. Lavoe dice que no es él. Rumoreo, risas y un “clase_pendejo”. Se suceden los números. En medio de “Llanto de cocodrilo”, de repente, la cámara cae. Luego de ese sacudimiento propio de un cuerpo que ha recibido un azote (cimbronazo diría Palés), queda en un ángulo que sólo permite ver las espaldas de los músicos arremolinados en torno a un cuerpo del cual apenas se distinguen sus zapatos. Charol blanco papá, zapatacones, polyester everywhere. Se oye alguien desesperado: “Búscate a Yayo, llamen a Yayo que él sabe cómo bregar. Yayo vuela, Yayo se transporta”. [Nota: recordar la conversación sobre Yayo el indio con la madre de Roberto Roena.]

 

El día de su salida de la isla fue a despedirse de su padre. Los derrames lo han convertido en una sombra, apenas habla. Sonríe y aunque todavía lo reconoce, en la lejanía de sus ojos hay una tristeza sin contestación. El primer mensaje en su nuevo número telefónico era de Leonor. Le prometía una entrevista inédita con la que fuera esposa de Lavoe, (muerta en circunstancias misteriosas o estúpidas) donde narra detalles de la caída del Cantante de los cantantes desde un alto balcón en un Hotel del Condado. “Mira Novás, paquegoces, no fue garata, ni suicido, ni arrebato. Hablamos.”

El colapso de las instituciones

Queridos:

El libro ha colapsado y prefiero la segunda entrada del la RAE sobre la palabra colapso para enfrentar el asunto apocalíptico: Paralización a que pueden llegar el tráfico y otras actividades. También la cuarta, Estado de postración extrema y baja tensión sanguínea, con insuficiencia circulatoria.

 

Allí estaré ofreciendo una conferencia titulada Los blogs y el descalabro del libro, donde hablaré sobre estas vainas el sábado 10 de diciembre en el Museo de Historia de Caguas, invitado por el Taller del Discurso Analítico y el Foro del Campo Lacaniano. Aquí está el programa y algunos detalles.

Dulce oficio de cadáveres (¡Diles que sí me maten. Anda, vete a decirles eso!) 5to Microrrelato Espiritista Allan Kardec 2005


Por Rodrigo Köstner

"Rabioso, transformado en la tribulación de Nosferatu momentos antes de volverse polvo, el espectro de Cupido –sin carcaj, sin flechas y sin alas- es el único que obliga a besar así", pensó Pedro Páramo –todavía duro- mientras miraba el rostro extasiado de una Susana a punto de romper el féretro. "A esta tumba se entra con antorcha en mano, Pedrito. No para alumbrar, sino para quemarlo todo", irrumpioó, anticlimática y vengativa, la voz de Florencio ante el inminente ablandamiento del cacique.

La letra del difunto: 4to Microrrelato Espiritista Allan Kardec 2005


Por Mara Pastor

Valdomero Crescioni no aceptaba clientes sin la prueba del difunto. De todos los pueblos llegaban los vivos con las listas de compra, los diarios, las recetas de cocina, las cartas de amor, las notas de despedida del muerto. Yo no como cuentos, decía, no quiero que el diablo me coja de pendejo. Lo importante era la letra, el espejo espiritual decía Valdomero a veces, aunque en ocasiones se tratase de un mero grafema. Cuando se le preguntaba cómo había aprendido la psicografía, Valdomero contestaba que los espíritus se le metían desde chiquito y que fue así que aprendió a leer, mirando fijamente lo que escribía por las noches debajo del zaguán con una vela, para que no le pegaran fuete. Mi abuela era muy católica, explicaba, y esas cosas le olían a azufre. Un día Valdomero se levantó de la cama mientras los demás dormían. Tenía siete años. La abuela se levantaba con el alba para darse baños de agua tibia en la palangana sin que nadie la molestase. Valdomero, mijo, qué tú haces a estas horas por ahí, mira, nene, acuéstate que ni siquiera han puesto huevos las gallinas. Estará sonámbulo este chamaco, pensó, mientras Valdomero abrió el escrín de la puerta que daba al balcón de la casita, se sentó en el piso, cogió un pedazo de carbón de los que estaban en la tina para purificar el agua y empezó a gravar con el trozo de piedra negra oraciones que de lejos se le hacían ilegibles a la abuela. Ella fue dando pasitos cortos desde el pasillo de la casa hasta el comedor. Podía escuchar la respiración tupida y pronunciada de Valdomero. A decir verdad parecía la de un hombre con malos pulmones y no la de un niño. Lo llamó de nuevo pero esta vez con autoridad. Mira, muchacho, deja la majadería, coño, y vente pa’ dentro. Valdomero no hacía caso. Abuela llegó a la puerta, abrió lentamente el escrín de la puerta que daba al balcón. Ya se escuchaban los gallos y los muebles de mimbre estaban llenos de luz púrpura rosa. Valdomero, como si saliera de algún trance, suelta el trozo de carbón y se mira la mano. Tenía todas las grietas de la piel tiznadas como las corrientes de un río en un mapa viejo. El nieto estaba rodeado de carácteres que trazaban un círculo perfecto alrededor de su cuerpo con una sola oración. No tuvo que entender nada, con leer la frase supo que no era Valdomero quien originó la idea. Alma, deja al nene quieto y mete el culo en la palangana. Era la letra de su difunto marido.

Ring: 3er Microrrelato Espiritista Allan Kardec 2005


Por Sam Merissan, traducción de Rafah Acevedo
Ilustración: "The Nightmare", John Henry Fuseli (1741)

Soñó que el timbre del teléfono la despertaba y despertó con el timbre del teléfono. Contestó.

Hola.

Muchacha. No me vas a creer, estaba soñando que me despertaba el timbre del teléfono y sonó el timbre.

Carajo, a mí me pasó lo mismo.

Pero si tú no tienes teléfono.

Ay, pues llama, a ver si me despierto.

Bueno, acuéstate.

Se acostó y volvió a soñar. Soñó que no sonaba el timbre del teléfono. Los golpes en la puerta la despertaron. ¿Quién es? Nadie contestó. Abrió la puerta. Nadie. Se volvió a acomodar en la cama. Se durmió.

Soñó que el timbre del teléfono la despertaba pero siguió durmiendo porque no tiene teléfono.

Entonces oyó que la llamaban por su nombre y despertó.

Dime.

Muchacha, tienes llamada.

Di que no estoy.

Tú estás, quien no está soy yo, dijo la voz.