Quiero, no quiero

No quiero demostrar todo lo que sé, ni acostarme con una ideología particular.

Quiero asistir a una exposición de arte contemporáneo, de diez de la noche a una de la mañana, sin tener que hablar.

No quiero revisitar catedrales para prenderles velas a mis santos familiares.

Quiero olvidar la cotidianidad.

No quiero que me mimen en la plaza, no quiero que me paguen cervezas.

Quiero sexo profano con un desconocido hasta no poder más.

No quiero bellos ojos tienes, ni morir soñando.

Quiero un Martini con cranberry; un Cosmo-politan

La lectura más insoportable, la novela más antipática

Todo ese peso apabullante que el nacionalismo cultural le imprime a la literatura de don Enrique Laguerre, maestro puertorriqueño fallecido ayer en Isla Verde, la convierte en la lectura más insoportable y antipática de todas las obligatorias del sistema de educación nacional.

Por esa razón, nunca he leído una novela de Laguerre, todavía, a mis 29 años, persiste el rechazo. Mi profesora del curso de español avanzado del cuarto año del Colegio Espíritu Santo, en Hato Rey, sustituyó sus textos por los de René Marqués y Méndez Ballester, de ahí mi conocimiento del tema literario agrario y mi afición por el melodrama.

Sin embargo, recuerdo claramente el desprecio hacia la literatura que desarrollaron mis compañeros del curso de español regular a partir de la lectura de la novela “La resaca”. Lamentablemente, ese novelón histórico interminable había que leerlo para contestar varios exámenes de comprobación de lectura, con llena blancos y ejercicios para decir si las premisas eran ciertas o falsas.

No se trataba de un proceso de discusión grupal o individual a través de la redacción de ensayos, informes orales o representaciones teatrales. Tampoco de un esfuerzo de exégesis bíblica con el propósito de que los estudiantes se convirtieran en mejores ciudadanos cristianos. El acercamiento escolar de la obra del maestro don Enrique Laguerre ha sido y seguirá siendo el acercamiento del atragantamiento cultural de papilla con grandes dosis de aceite de ricino.

Si el aceite de ricino se utilizaba para purgar el cuerpo de alimañas parasitarias y virus desconocidos, “La resaca” se ha leído y seguirá leyéndose en Puerto Rico con el propósito de exorcizar a los estudiantes colonizados de las malas mañas de su conciencia asimilada por los programas del invasor: “No Te Duermas” y MTV.

De esta forma, la reacción mayoritaria ante “La resaca” es precisamente la de la diarrea cultural. Los muchachos y las muchachas criados con líricas de reggaetón se sentarán -obligados- en sus pupitres con el propósito de “vaciar” todo lo que saben de Laguerre en un examen de comprobación de lectura. Abajo el placer de leer. Espacio libre habrá, entonces, forjado a golpes de centella, para los valores de la patria secuestrada por la voluntad mercenaria de los Estados Unidos, amor hacia el terruño borincano, loas a la bandera monoestrellada. Heil Hitler, jalda arriba va la isla esclavizada y el sacrosanto Partido Popular.

De esta forma, el nacionalismo cultural que impera en las altas esferas del gobierno del Estado Libre Asociado y sus esbirros intelectuales fabrica en masa y al por mayor todo lo contrario de lo que predica: mentes anticríticas de los procesos históricos del país, abrumadas por un pasado cañero-cafetalero que es imposible de digerir de esta forma fascista-estalinista, como si se tratara de un catecismo que hay que memorizar y reverenciar para purgar culpas colectivas.

La lectura -obligada- de la obra de Enrique Laguerre es el triunfo de la mediocridad del ejercicio de la interpretación literaria en el contexto postcolonial.

Una acción tan antipática como la lectura de la novela de la tierra tiene que ser abordada de otra forma. Quizás es tiempo de aceptar que no tiene que ser abordada de ninguna forma y que sólo se justifica su lectura en términos complementarios. Una sociedad que todavía depende tanto de la transmisión oral de su pasado, donde tantos abuelos transmiten sus experiencias de la caña y el café, el hambre, la explotación y el desastre colonial no necesita que la obra de Enrique Laguerre hable por ellos. En todo caso, la obra de Laguerre los complementa a ellos, añade chispa a sus relatos inconexos, a la casualidá del cuento de caminos en medio de transportación pública, en referencias y abrazos que sellan historias de funeraria.

Amargo café y bagazo es lo que hay en la obra de Laguerre. Sudor, barro, traición, ultraje, asesinato. ¿Por qué esa y no otra? ¿Por qué ese centralismo democrático? Hay miles de vías para llegar a la discusión en las aulas de la misma encrucijada. En la escuela superior lo que nos estamos jugando no es el levantamiento de la conciencia nacional dormida a través de la obra de Laguerre. En la escuela superior lo que nos estamos jugando es que los chamacos lean. No en balde estamos jodidos: les hemos presentado la lectura más antipática como el mejor de los manjares. Les hemos entregado a Laguerre crudo, como un castigo, como un yugo, como un obstáculo, como un ladrillo, en vez de lo que podría ser y no es.

Descanse en paz don Enrique. No importan mis palabras, su obra seguirá siendo reina del canon puertorriqueño. Su sitial celestial está asegurado en el Parnaso. Sin embargo, algunos de nosotros -siguiendo sus prédicas independentistas- lo vamos a molestar un poco. Su obra la vamos a leer, si acaso, no como usted quiso, sino de manera tal que nos provoque más ganas de leer. Para eso, señor escritor, disculpe mi atrevimiento, va a haber que desmentir a unos cuantos aduladores y bajarlo por un ratito de su cómodo pedestal.

A las filas del Tío Sam a través del videojuego
PD / Agencias

Está orientado a jóvenes de 14 años, su objetivo es transmitir la esencia de lo que significa "ser soldado", es "realista" y, como en el ejército, fomenta el "trabajo en equipo". El coronel Casey Wardynski es la mente detrás de la última iniciativa del Ejército de Estados Unidos para reclutar jóvenes, America’s Army, un juego ’online’ lanzado en 2002 y que hoy cuenta con más de cinco millones de usuarios.

America’s Army está concebido como un verdadero campo de entrenamiento, con distintas fases de formación, castigos, promociones, misiones… Wardynski se enfrascó en este proyecto en 1999, buscaba una forma barata de reclutamiento y, según relata el coronel en The Washington Post, diseñó un juego serio y que reflejase la realidad del soldado. "Queremos que los jóvenes vean que pueden triunfar en el Ejército", cuenta Wardynski, con el juego, al que se accede en www.americasarmy.com, "no hace falta que se lo imaginen, pueden ver de lo que son capaces." ¿Funciona? Sí y no.

No hay cifras sobre los fichajes que han ido a parar al Ejército gracias al juego. Cuenta un sargento al diario estadounidense que de un encuentro reciente de jugadores salió un nuevo futuro soldado. Poco más. Lo que sí parece claro es que es, más allá de su función de captación, el juego se ha convertido en un relativo éxito comercial. Veinte actualizaciones, dos millones de copias en CD, veinte millones de descargas. Son algunas de las cifras que ofrece el padre del proyecto, unas cifras que seguro aumentarán: el Ejercito ya ha concedido licencias a las consolas Xbox de Microsoft y Playstation de Sony.

Ana María Fuster Lavín medita desde el Burger King

Oferta sin combo

Un chicken burguer transgenérico deseado a través de las vitrinas deslavadas en mistolín, una máquina indefinida nos quitó las plumas al pollo y a mí. Diez pesos pa´ la cura, jeringuilla sin papas fritas ni refresco, pero el pollo murió empanado y yo volando…

Ana María Fuster Lavín

Pornógrafa y premiada. La necesidad de criticar la critica literaria

No suelo reproducir en este chorro de tinta perdido en el espacio las criticas literarias que publico en el periodico El Nuevo Dia. Sin embargo, hago excepcion por ser esta la primera que publico en la nueva revista literaria de ese diario, LETRAS, que puede ser accesada a traves del Internet: www.endi.com

LETRAS se publicara cada quince dias -los domingos- y recibe criticas de los lectores a traves de la siguiente direccion cibernetica: revistas@elnuevodia.com

Haga que su voz cuente, no lo deje para magnana.

Pornografa y premiada: Comentario sobre " La pianista", de Elfriede Jelinek
Domingo, 12 de Junio de 2005
Revista LETRAS
El Nuevo Día
Por Manuel Clavell Carrarasquillo

La Academia Sueca le ha entregado a una pornógrafa el Premio Nobel de Literatura correspondiente al año 2004. Sin embargo, a pesar de que se podría pensar que una fanática del tema del exhibicionismo público y el sadomasoquismo privado es por naturaleza una persona desinhibida, Elfriede Jelinek (n. 1946), austríaca, ex militante del Partido Comunista y con una refinada formación universitaria en música clásica, ha recibido el galardón -dotado con una suma millonaria- en su casa, alegando que padece de fobia social.

La Academia justifica la más reciente elección de la decana de los escritores a través de un escueto comunicado de prensa que indica que ha sido escogida por "el flujo musical de voces y contravoces de sus novelas y piezas teatrales en las que, con un sello lingüístico extraordinario, revela el absurdo de los clichés sociales y su poder subyugante". Nada se sugiere en dicho laudo del carácter ácido y pornográfico de su literatura, tan alejada del "realismo social edificante" de José Saramago (Nobel 1998), el "preciosismo lírico" de Gao Xingiang (Nobel 2000), la "mezcolanza étnica" de V.S. Naipul (Nobel 2001) y el "rigor universitario" de J.M. Coetzee (Nobel 2003).

Han llegado la mujer y su serpiente al exclusivo club de las letras internacionales para sembrar la discordia y desestabilizar todos esos malentendidos, que en no pocas ocasiones se instalan en la mente de los lectores. El Premio Nobel de Literatura supone una marca de bien que distingue a los mejores escritores del mundo; un grupo de camaradas cultos que se especializan en retratar el comportamiento humano con el propósito de mejorarlo. La mayoría piensa que el Nobel es símbolo de la palabra escrita puesta al servicio de la redención -sin más- de todas las causas perdidas u olvidadas.

Lejos de todo este simplismo que enmarca las notas de prensa que se publican luego de la concesión del premio, los lectores tienen ante sí un universo literario mucho más complejo, en el que pueden explorar las fisuras de las intenciones "izquierdistas" de la Academia. Por ejemplo, la novela "La pianista", de Elfriede Jelinek, no puede ser encajonada en un plan político de la autora para que a los lectores se les revele -sin más- "el absurdo de los clichés sociales y su poder subyugante".

Este texto constituye un ejercicio de sadomasoquismo virtual. La narradora hace que los lectores observen el proceso de construcción de una madeja de crueles relaciones humanas entre tres personajes principales: una maestra de piano del Conservatorio de Viena, su madre despótica y su amante, que es -nada más y nada menos- uno de sus estudiantes. Como todo acto sadomasoquista, la lectura de esta historia escandalosa y maldita (homenaje feminista póstumo al Marqués de Sade y a Sacher-Masoch) reproduce la ambigüedad del deseo. De un lado, los lectores buscan un rato de ocio placentero tocando el libro con sus manos y, de otro, se verán tentados a lanzarlo por la ventana o destruirlo, debido a la rica repugnancia que provoca el avance de la mirada.

Erika Kohut y Walter Klemmer, la profesora y el alumno, quedan enfrascados en una furibunda lucha generacional (ella tiene treinta años y el dieciocho), sexual (ella quiere poseerlo primero y él también a ella), política (ella tiene que salvaguardar las apariencias y él quiere gritar su amor a los cuatro vientos) y estética (él siempre preocupado por la interpretación musical que conduzca a la emoción, ella obsesionada por la inteligencia, la disciplina y la técnica).

Estos enfrentamientos desatan una sucesión de actos muy violentos -en los que participa la madre-, a través de los cuales los lectores van descubriendo las perversiones que tienen que ver con el "ligue" en los parques de la ciudad, el desbordamiento de la sangre vaginal de la dama que se corta por odio y por placer, la masturbación a plena luz y el maltrato psicológico convertido en gozo durante sesiones de golpes y malas palabras. Todo ello constituye diversos traspasos de la línea fina entre el respeto, el abuso, la adoración y lo abominable.

Aunque esta novela ha llegado al cine, el séptimo arte no puede llevarles ciertos detalles a los espectadores. El cine sólo puede encargarse de una parte de la historia; la morbosa. En esa línea del cine, la narradora de la novela expone, como si fuera una guionista, que "ambos protagonistas iniciarán el montaje de una escena de amor, ellos dos solos, sin comparsa, únicamente los protagonistas, la protagonista resistiendo la pesada carga del protagonista". Sin embargo, lo que sucede después, que es la apertura de otra puerta a la imaginación, sólo puede ser percibido a través de la escritura. La narradora dice que "de acuerdo con las circunstancias, Erika se desprende de su calidad de persona. Como un artículo de regalo envuelto en un polvoriento papel de seda sobre un mantel blanco". Las dobles intenciones de la dominadora que propone "que la envuelvan" y el dominado que "recibe el paquete" y obedece, junto con sus dudas y sus poderes egoístas ejercidos o frustrados, sólo están impresas en la novela.

De esta forma, la tesis que sustenta que se trata de un trabajo pornográfico -sin más- va cediendo también a las presiones de la ambigüedad ya que, lejos de la presencia de un pedazo de piel erotizado en una repetición digital hasta la náusea, el texto escrito alude a un erotismo intenso y con varios desenlaces. Es un erotismo desbaratado en secuencias híbridas, adornadas con el esperado y repudiado juego de pudores y descubrimientos, "átame y desátame", al tiempo que la narradora "reflexiona" sobre la psiquis de los personajes, dominados por los "imperativos irracionales y malvados" de la seducción y los impulsos más bajos.

El término reflexión no es del todo adecuado para señalar la intervención de la narradora en los momentos de más crudeza que, como en la obra de Coetzee, llegan a la violación sexual. Más bien se trata de imposiciones suyas sobre las patéticas marionetas que maneja; que son los personajes y también son los lectores. Una declaración como ésta: "El amor es en esencia aniquilación", puesta en un mar de párrafos en los que Jelinek ensaya el terrible desenlace del estudiante y la pianista, es más bien un dictamen de "racionalidad salvaje" lanzado en medio de la jungla. Erika hace trizas la masculinidad de Walter y viceversa. Si amar al otro -inevitablemente- es "acabar con él", ¿entonces dónde están las capacidades revolucionarias del amor? ¿Qué se puede hacer para salvarse después que se descubre la impotencia?

La literatura, para Jelinek, no es un catálogo de respuestas como las que se encuentran en los manuales de teología y autoayuda. Para ella, la escritura es una forma de lanzar sal sobre las heridas. La vida desdichada de Erika Kohut -una heroína que también es villana- sirve para plantear varias claves generales: la pornografía difícil es una opción literaria que puede ser premiada, la pasión puede ser hermana gemela de la posesión destructiva, la represión puede ser una trampa de la mente muy erótica (forzada desde "afuera", sostenida desde "adentro") y la transformación del ser tiene un precio alto; los golpes y la incomprensión de uno mismo contra sí y los demás seres humanos.

200 años de literatura y periodismo en Puerto Rico

Convertido en una "selva" el Cuartel General
Por: Tomás De Jesús Mangual
Redactor EL VOCERO
Publicado el 11 de junio de 2005 (www.vocero.com)

Las inmediaciones del Cuartel General en Hato Rey prácticamente han quedado convertidas en una “jungla” de animales salvajes desde que en el estacionamiento conocido como “Los 40”, donde gran parte de los empleados civiles y policías estacionan sus vehículos, una jauría de perros salvajes se ha ‘adueñado” del lugar atacándolos cuando se disponen a abordar sus automóviles e incluso corriéndolos a mordiscazos con los colmillos por fuera por todo el sector. Esto sumado a que gigantescos lagartos verdes de más de 6 pies de largo que con sus excrementos dañan los autos de los empleados civiles y policías del Cuartel General, así como una manada de cabros que entra a las facilidades de esta dependencia policiaca a comer pasto, deja ver un parecido claro de que allí se está en una “jungla”. Renato Cano Rodríguez, director de la Oficina de Información Pública de la Policía, dijo ayer viernes a EL VOCERO que inclusive él fotografió recientemente a tres cabros salvajes “pastando” en el interior de las facilidades del Cuartel General que dan a la Avenida Roosevelt de Hato Rey. También Cano Rodríguez dijo que ayer viernes mismo vio tres gigantescos lagartos de más de 4 pies de largo caminando por las aceras dentro del Cuartel General, lo que provoca pánico entre sus empleados.A esta “selva” se suman los perros realengos que parecen “lobos” y que mantienen bajo terror a los policías y empleados civiles en el llamado estacionamiento “Los 40” ubicado al lado de las facilidades del mismo Cuartel General. Policías y empleados civiles que se acercaron ayer a EL VOCERO a manifestar su preocupación por estos perros satos realengos que los aterrorizan, aseguraron que se han comunicado a través del 9-1-1, para que envíen personal del Municipio de San Juan a recogerlos y llevarlos hasta albergues de animales capitalinos, pero no se ha tomado acción alguna hasta el momento.“Si me trata de morder uno de esos perros salvajes, y yo lo mato con mi arma de reglamento a quien me botan de la Policía es a mí” sostuvo una agente policiaca que no quiso identificarse a EL VOCERO en medio de esta dramática denuncia.

Carlos Fuentes ofrece primeros auxilios

Deja que tu nostalgia emigre, todos tus cabos sueltos; comienza, todo los días, en el parto. Y recobra la llama en el momento del rasgueo contenido, imperceptible, en el momento del organillo callejero, cuando parecería que todas tus memorias se hicieran más claras, se ciñeran. Recóbrala solo. Tus héroes no regresarán a ayudarte. Has venido a dar conmigo, sin saberlo, a esta meseta de joyas fúnebres. Aquí vivimos, en las calles se cruzan nuestros olores, de sudor y páchuli, de ladrillo nuevo y gas subterráneo, nuestras carnes ociosas y tensas, jamás nuestras miradas. Jamás nos hemos hincado juntos, tú y yo, a recibir la hostia; desgarrados juntos, creados juntos, sólo morimos para nosotros, aislados. Aquí caímos, qué le vamos a hacer. Aguantarnos, mano. A ver si algún día mis dedos tocan los tuyos.

-Carlos Fuentes. Fragmento sanador de "La región más transparente".

Si tenés algo que decir, decílo con fotocopias

La ficción está muerta: ¡Vivan las noticias!
Por José Bellas, Sí (Clarín)

Durante tres años, Juan Terranova se dedicó a recortar de los diarios las historias más inverosímiles. Con ese material, tardó menos de tres meses en escribir su primera novela, El Caníbal, un debut que le valió los pulgares en alto del maestro Juan José Saer y tiene una tesis de lo más provocativa: la ficción está muerta. Entre el sampler y el discurso televisivo, Juan sostiene que "no se puede escribir hoy sin ignorar MTV ni dar como un hecho que el Family Game no es un disparador de emociones del calibre de La Divina Comedia".

Vecino de Almagro, a Terranova le interesa que su literatura suene como el "Hello Nasty" de los Beastie Boys. Ser un DJ de las Letras. "En mi vida, Kurt Cobain es tan importante como Nietzsche o Montaigne. Cuando Nirvana tocó en Vélez salí pensando que había estado malísimo. Pero al mismo tiempo estaba eufórico: ¡Es mejor que los Sex Pistols! ¡Es mío, no de un viejo de 50 años!".

Ex boxeador aficionado, colabora con la revista Tres Galgos y tiene una pre-novela llamada El Coleccionista compuesta por fotocopias de collages de historietas y textos críticos. O sea, el do it yourself del punk aplicado a la literatura. "No es excusa que las editoriales no publiquen autores jóvenes. Si tenés algo que decir, decílo con fotocopias. Como están las cosas, el libro es un lujo…"

Cuatro imágenes de la UPR retratadas ayer

Una chica material, peliteñida, que cruza la plaza central de la Facultad de Humanidades cargando en brazos un libro color plateado cuyo título lee, simplemente, "The Cell".

 

Un grafitti espantoso, frente al Teatro, clausurado hace más de diez años por mal manejo de fondos públicos y pésima administración de las artes, que dice, en letras negras: "Arte en la calle. Que nunca suba el telón".

Un ex-alumno que mira a las chicas pasar comiendo frutas frescas con granola, miel y yogurt en un envase de plástico envuelto en papel de aluminio, en la misma plaza, que estaba hermosa, repleta de árboles verdes, destellos candentes de sol y caras despreocupadas del cansancio del día de ayer.

Un grupo de estudiantes del Comité Unido Contra el Alza de la matrícula (CUCA), sentados como niños de bien, reunidos, frente al patético Museo de Arte, Historia y Antropología, escuchando atontados a su líder vociferante, planificando la próxima "huelga preventiva", como si las tres imágenes anteriores no fueran suficientes para convencerse de la estupidez de cerrar nuevamente, en agosto que viene, lo poco que nos queda campante -más allá de la bancarrota- de la universidá del himno a la vida y el placer de aprender.

Estupidez e hiperviolencia: La política de las pequeñas diferencias

Dos sucesos que ocurren hoy en el contexto de las letras puertorriqueñas me hacen regresar al último libro del profesor de sociología, Arturo Torrecilla, doctor de la Universidad de París y catedrático en el Recinto de Río Piedras de la universidad del Estado.
I.

 

De un lado, un grupo de poetas y escritores, presididos por Reynolds Emmanuel Andujar, joven dominicano de visita en la isla en estos días, decidimos acudir al recital de poesía, denominado de “micrófono abierto”, que se da todos los domingos por la noche en el Nuyorrican Café del Viejo San Juan.

Dicho ritual recital tiene lugar en un espacio de culto etílico-macharrán, donde suenan los cueros de nuestros ancestros negros y donde los danzantes recurren al arrebato del éxtasis cocolo a la hora de soltar sus frustraciones laborales, familiares y patrióticas buscando la diversión, desquite y relajamiento que promueve el juego.

Por esta razón, principalmente, la "poesía urbana" hace su agosto y el público pide líricas políticas, de contenido social y relajón del desastre comunitario que nos rodea como sociedad en plena crisis postindustrial, para resumirla en una sola palabra táctica.

Así, se canta a la mujer deseante en cuanto agente de la “lucha” y al hombre enamorado en cuanto artífice de “cambios”. De ahí que la poesía romanticona de Andújar fuera recibida con agrado por la inmensa mayoría de los presentes, quienes lo aplaudieron con sinceridá. No así la delegación boricua de poetas urbanos, que lo aceptaron con recelo, debido, quizás, a que su postura estrictamente “corporal” les plantea competencia: Las jevas universitarias lo adoran. Es un negro que habla lindo y para colmo es bello.

De esa primera mueca del rechazo se desprende la segunda. Nos acompañaba el poeta lírico-hermético Marioantonio Rosa, quien pidió un turno ante el micrófono y el público. Su petición no fue denegada por los organizadores, amigotes "cheerleaders" de la facción “urbana”, sino que fue pospuesta, es decir, dejada sobre la mesa para que el tiempo se encargara de matarla.

El resultado de la “dejadez” oficialista, en ese antro “revolucionario” ha sido la imposibilidad de que la palabra distinta, la delicadeza femenina de la poesía de Marionatonio y su torpeza antirrealista, y por ello antipática, pueda ser escuchada en el Nuyorrican Café, reino de los contra-gente-aburrida-con-palabras-bonitas.

No me fui del sitio sin preguntar las razones de la exclusión a los rectores del orden. Recibí un “no hubo tiempo en esta ocasión, será en la próxima”. Nada más lejos de la verdá, muchos de los poetas de metralla tuvieron dos oportunidades al bate y leyeron o recitaron de memoria varios poemas. La excusa es monga. La intención de la censura, muy obvia.

II.

Un grupo de profesores de la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Estudios Generales, agredidos por su postura antihuelgaria en la reciente huelga universitaria, donde un ínfimo grupúsculo de estudiantes cerró los portones de la institución postsecundaria en protesta a un aumento en las cuotas de matrícula, declara una conferencia de prensa en el Recinto de Río Piedras.

Allí reunidos frente a las cámaras del noticiario de la televisora del Estado, los profesores fueron interrumpidos por un grupo de estudiantes de la minoritaria facción huelguista con gritos y cuestionamientos.

A pesar de ello, los profesores, entre los que se encontraban la profesora Madeline Román, Jaime Benson, Ricardo Cobián Figueroux y Arturo Torrecilla, entre otros, pudieron integrar la discusión de los actos interruptores del diálogo a sus reclamos de invasión de los intolerantes a la tarea docente. La turba les sirvió de ejemplo y las cámaras retrataron a los violentos.

Fueron amenazados allí mismo, frente a los ojos del pueblo, tal y como han sido amedrentados durante estos días posthuelgarios en sus salones de clases, en los pasillos y los espacios públicos de la universidá. Los huelguistas “los están velando”. Los están intimidando, sólo por "estar" en contra de la huelga.

III.

Procedo a citar dos párrafos del libro de Torrecilla, La ansiedad de ser puertorriqueño: Etnoespectáculo e hiperviolencia en la modernidad líquida (Ediciones Vértigo, 2004), que pueden se útiles para abordar estas manifestaciones:

“Perdida la épica que vanagloriaba al metasujeto del soberanismo, cada sujeto étnico se convierte, por así decirlo, en su propio Estado. Nivelado, igualado el individuo en el hecho de participar de la muerte extrema, la limpieza étnica se despide del héroe, se economiza la figura ejemplar premoderna que éste emulaba. Ni mártires ni santos, la tendencia es a la equivalencia de la pequeña diferencia. La pequeña diferencia es sobre todo insignificante y, por ello, compartida de modo semejante. Interpela en un arco de una media, de un promedio. No busca realizar un arquetipo, un adalid, reanudando en una figura ejemplar para imitar a distancia, sino que ésta reactiva una uniformidad pretendidamente compartida, que es exacerbada en la virulencia hacia aquello que no contenga la marca de la apropiada identidad.

“La violencia étnica llenaría de este modo una temporalidad en cuyo paroxismo se economiza la sujeción cronológica y lineal del tiempo historicista de la modernidad. La hiperviolencia etnonacionalista acelera así una diferenciación de identidades que, siendo a veces tan tenue y, ante el lazo que las unía, sobresale en su ejemplaridad a fin de inflar en un sobresalto histérico, saturándolo, ‘el narcisismo de las pequeñas diferencias’ freudiano, entre el grupo étnico liquidacionista. Su cualidad de violencia extrema no significa que se trata meramente de un exceso. Es su prodigalidad misma la manera de llenar el vacío excediéndolo. Aparentemente, convertido en residuo dejado atrás con el contractualismo, la violencia ocupa el lugar de lo que no puede ser significado ante un desacoplamiento. Esta logra saturar en una lógica impecable e implacable la diferenciación de identidades cuando hay crisis, larvada en la capacidad misma de significación, de asignación de posiciones de sujeto en una estructura en proceso de dislocación".

IV.

De estos hechos y de esta teorización se desprenden las siguientes conclusiones:

1. El etnoespectáculo de la boricuada charra ha penetrado -hace tiempo- al interior de la academia y el arte puertorriqueños.

2. La hiperviolencia étnica, lejos de manifestarse en tierras lejanas de la fría Alemania nazi y los partidos de fútbol de la liga española, donde le gritan gorila al mítico jugador brasileño Ronaldo, ocurre en nuestra isla borincana con la misma sutileza, digamos micropolítica, con perdón de los estreñidos de vocabulario, con la que los intelectuales arios sancionaban la entrada de los judíos al horno con música clásica de fondo.

3. Los intelectuales del patio, en este caso los poetas “urbano-revolucionarios”, y los estudiantes, son los protagonistas de actividades excluyentes a todo lo que no concuerde con su rabieta de imponer la “uniformidad pretendidamente compartida”.

4. No existe diferencia, más allá de la semántica, entre el lema “Muerte a los dominicanos” y los lemas “Muerte a los profesores posmodernos” y “Muerte a los poetas líricos”.

5. En el contexto postcolonial del Estado Libre y Asociado de Puerto Rico, el entendido nacionalistoide es el que echa a rodar el andamiaje de la exclusión intelectual que estamos presenciando, que “sobresale en su ejemplaridad a fin de inflar en un sobresalto histérico, saturándolo, el narcisismo de las pequeñas diferencias”.

6. Contra la hiperviolencia étnica aquí reinterpretada no hay remedio fácil ni jurídico. El Nuevo Código Penal condena la xenofobia y los crímenes de odio, pero, a pesar de este “avance” de la letra, para las situaciones descritas aquí -por constituir excepciones a la regla- no existe causa procesable en nuestro ordenamiento.

7. Sólo resta la denuncia, a través de la palabra y la diseminación del discurso. La objeción de conciencia, la oposición creativa, la defensa de la libertad de expresión, la pérdida de toda esperanza de mejora ante el avance de las hordas que buscan “asignación de posiciones de sujeto en una estructura en proceso de dislocación”.

8. La tarea de la crítica, entonces, apunta hacia la identificación de dichas posiciones, de un constante análisis de a dónde es que trepan estos trepadores. Si no los podemos bajar, entonces habrá que deconstruir sus escaleras.

9. Los huelguistas universitarios van derecho hacia el “prime time” de los noticiarios y los puestos gubernamentales del ELA, incluyendo las divisiones legales de las uniones obreras. Los poetas “urbano-revolucionarios” quieren seguir bebiendo y quieren más aplausos. Señalemos lo siniestro de su patético abrazo solidario.

10. Nuyorrican Café, Facultad de Ciencias Sociales, Facultad de Estudios Generales son los criaderos de los pichones fascistas, cosas veredes, Sancho, los izquierdosos de a pie y boca de jarro ahora recurren en esta isla a las tácticas de Franco.

11. Puertorriqueños primero, idiotas después, éste es el dilema.

12. La expresión artística y la expresión pedagógica han sido secuestradas en esta tierra del Caribe por la "profilaxis del menor riesgo". Gritar y dejar fuera, las dos caras de la vagancia intelectual y política más extrema.

Manuel Clavell Carrasquillo
Escritor, estudiante

“Si cada inteligencia tiene su estupidez… la mediocridad difumina la frontera entre la inteligencia y la estupidez en el presente. Es la mediocridad, si se prefiere, el actual dispositivo condensador del populismo espectacularizado, del antintelectualismo cínico y de la puertorriqueñidad políticamente correcta… Perdidas las grandes certezas y seguridades del mundo, la mediocridad se constituye en la política intelectual del mínimo esfuerzo, en la profilaxis del menor riesgo”. (A.T.)

Resignación

El patrón de las manchas solares cambia cada once años, y eso nos afecta acá, en la playa de El Condado, a donde llegamos con nuestras camisillas y nuestras cremas bronceadoras para evitar la quemazón. Las gafas oscuras procuran que los ultravioletas no nos lastimen las retinas, mientras miramos hacia el horizonte perdido entre el cielo y el agua del mar.

Después de la resaca, lo mejor es huir hacia la orilla, descamisarse y lucir los músculos pectorales para que el salitre los acomode en justa perspectiva: el ocio y la tranquilidad oceánica provocan su relajamiento; la toalla sobre la arena que extiende la vecina y su guiño cómplice son una buena señal.

Noto que le falta un anillo a Neptuno, quizás el meteorito que lo impactó anoche lo dejó sin tracto sucesivo en medio de la obligación de circunvalar al gigante de la galaxia, gaseoso y gélido, todo lo contrario a nuestra envidiable posición estratégica como Isla Feliz del Gran Caimán.

La gran cocoroca dice cro, cro, cro y mi pensamiento playero desemboca en tantas cosas lindas: tengo una relación concubinaria estable, que se da el lujo de pasearse a las dos de la mañana de un miércoles cualquiera por el supermercado Pueblo De Diego. Además, mi familia me quiere: el otro día supe que mi hermana me puso como beneficiario de su seguro de vida laboral. Estoy saludable, mido seis pies con dos pulgadas, me fugo los domingos por la tarde a jugar fútbol en la cancha de la avenida Doménech y les doy palmaditas en las nalgas a los muchachos luego de que uno de ellos, cualquiera, anota un gol.

Leo la última novela de Zoé Valdez mientras el calor va apretando y el mesero del guest house me ofrece una Corona más. El noticiero de la madrugada anunciaba lluvia, pero fue falsa alarma, acá las olas están serenas, el agua está tibia y a los bípedos barbudos del exterior los invitamos a turistear.

La calma y la paciencia no son virtudes que me caractericen, por eso se me hace tan difícil reconocer la belleza de un pistilo que se desgrana de polen al viento, o de una caracola con interiores de nácar que se reflejan sobre mis gafas de astronauta vacacional. Tampoco suelo ser listo a la hora de decirle a mi marido que la resolana me mata, pero me gusta, porque tiñe las nubes con un anaranjado rojizo muy especial.

La naturaleza de mi trabajo me convierte en un ser desagradable, a veces, sobre todo cuando me toca repasar el inventario antes de cuadrar. Soy contador de tiendas por departamentos. Mi primera experiencia tuvo lugar en el Centro Comercial De Diego, en el pueblo de Río Piedras, qué recurrente ese prócer, donde ayudaba a Mamushka a contar pinchecitos de pelo, lacitos, peinillitas, corazoncitos de quincalla dominicana en gracia con la oficina de impuestos y patentes municipal.

Ahora me he promovido yo solo, porque mi profesión es independiente, y sirvo de contador en un banco de reconocido caudal. A pesar de todo, no he olvidado mis orígenes y, a cada rato, como hoy, cuando vengo a la playa para disfrutar de las bellezas de mi isla, repaso los tonos grises de mi pasado para compararlos con la bonanza de hoy.

Estoy satisfecho. Me ha tocado ser prisionero de mí mismo, lo sé, pero al menos puedo tomarme esta Corona al limón casi escarcha, relax, y mirar sin espanto, de frente, el lado más arcano del sol.

Ahorro para poder ver, el verano que viene, lo mismo, pero en la aurora boreal.