Pornógrafa y premiada. La necesidad de criticar la critica literaria

No suelo reproducir en este chorro de tinta perdido en el espacio las criticas literarias que publico en el periodico El Nuevo Dia. Sin embargo, hago excepcion por ser esta la primera que publico en la nueva revista literaria de ese diario, LETRAS, que puede ser accesada a traves del Internet: www.endi.com

LETRAS se publicara cada quince dias -los domingos- y recibe criticas de los lectores a traves de la siguiente direccion cibernetica: revistas@elnuevodia.com

Haga que su voz cuente, no lo deje para magnana.

Pornografa y premiada: Comentario sobre " La pianista", de Elfriede Jelinek
Domingo, 12 de Junio de 2005
Revista LETRAS
El Nuevo Día
Por Manuel Clavell Carrarasquillo

La Academia Sueca le ha entregado a una pornógrafa el Premio Nobel de Literatura correspondiente al año 2004. Sin embargo, a pesar de que se podría pensar que una fanática del tema del exhibicionismo público y el sadomasoquismo privado es por naturaleza una persona desinhibida, Elfriede Jelinek (n. 1946), austríaca, ex militante del Partido Comunista y con una refinada formación universitaria en música clásica, ha recibido el galardón -dotado con una suma millonaria- en su casa, alegando que padece de fobia social.

La Academia justifica la más reciente elección de la decana de los escritores a través de un escueto comunicado de prensa que indica que ha sido escogida por "el flujo musical de voces y contravoces de sus novelas y piezas teatrales en las que, con un sello lingüístico extraordinario, revela el absurdo de los clichés sociales y su poder subyugante". Nada se sugiere en dicho laudo del carácter ácido y pornográfico de su literatura, tan alejada del "realismo social edificante" de José Saramago (Nobel 1998), el "preciosismo lírico" de Gao Xingiang (Nobel 2000), la "mezcolanza étnica" de V.S. Naipul (Nobel 2001) y el "rigor universitario" de J.M. Coetzee (Nobel 2003).

Han llegado la mujer y su serpiente al exclusivo club de las letras internacionales para sembrar la discordia y desestabilizar todos esos malentendidos, que en no pocas ocasiones se instalan en la mente de los lectores. El Premio Nobel de Literatura supone una marca de bien que distingue a los mejores escritores del mundo; un grupo de camaradas cultos que se especializan en retratar el comportamiento humano con el propósito de mejorarlo. La mayoría piensa que el Nobel es símbolo de la palabra escrita puesta al servicio de la redención -sin más- de todas las causas perdidas u olvidadas.

Lejos de todo este simplismo que enmarca las notas de prensa que se publican luego de la concesión del premio, los lectores tienen ante sí un universo literario mucho más complejo, en el que pueden explorar las fisuras de las intenciones "izquierdistas" de la Academia. Por ejemplo, la novela "La pianista", de Elfriede Jelinek, no puede ser encajonada en un plan político de la autora para que a los lectores se les revele -sin más- "el absurdo de los clichés sociales y su poder subyugante".

Este texto constituye un ejercicio de sadomasoquismo virtual. La narradora hace que los lectores observen el proceso de construcción de una madeja de crueles relaciones humanas entre tres personajes principales: una maestra de piano del Conservatorio de Viena, su madre despótica y su amante, que es -nada más y nada menos- uno de sus estudiantes. Como todo acto sadomasoquista, la lectura de esta historia escandalosa y maldita (homenaje feminista póstumo al Marqués de Sade y a Sacher-Masoch) reproduce la ambigüedad del deseo. De un lado, los lectores buscan un rato de ocio placentero tocando el libro con sus manos y, de otro, se verán tentados a lanzarlo por la ventana o destruirlo, debido a la rica repugnancia que provoca el avance de la mirada.

Erika Kohut y Walter Klemmer, la profesora y el alumno, quedan enfrascados en una furibunda lucha generacional (ella tiene treinta años y el dieciocho), sexual (ella quiere poseerlo primero y él también a ella), política (ella tiene que salvaguardar las apariencias y él quiere gritar su amor a los cuatro vientos) y estética (él siempre preocupado por la interpretación musical que conduzca a la emoción, ella obsesionada por la inteligencia, la disciplina y la técnica).

Estos enfrentamientos desatan una sucesión de actos muy violentos -en los que participa la madre-, a través de los cuales los lectores van descubriendo las perversiones que tienen que ver con el "ligue" en los parques de la ciudad, el desbordamiento de la sangre vaginal de la dama que se corta por odio y por placer, la masturbación a plena luz y el maltrato psicológico convertido en gozo durante sesiones de golpes y malas palabras. Todo ello constituye diversos traspasos de la línea fina entre el respeto, el abuso, la adoración y lo abominable.

Aunque esta novela ha llegado al cine, el séptimo arte no puede llevarles ciertos detalles a los espectadores. El cine sólo puede encargarse de una parte de la historia; la morbosa. En esa línea del cine, la narradora de la novela expone, como si fuera una guionista, que "ambos protagonistas iniciarán el montaje de una escena de amor, ellos dos solos, sin comparsa, únicamente los protagonistas, la protagonista resistiendo la pesada carga del protagonista". Sin embargo, lo que sucede después, que es la apertura de otra puerta a la imaginación, sólo puede ser percibido a través de la escritura. La narradora dice que "de acuerdo con las circunstancias, Erika se desprende de su calidad de persona. Como un artículo de regalo envuelto en un polvoriento papel de seda sobre un mantel blanco". Las dobles intenciones de la dominadora que propone "que la envuelvan" y el dominado que "recibe el paquete" y obedece, junto con sus dudas y sus poderes egoístas ejercidos o frustrados, sólo están impresas en la novela.

De esta forma, la tesis que sustenta que se trata de un trabajo pornográfico -sin más- va cediendo también a las presiones de la ambigüedad ya que, lejos de la presencia de un pedazo de piel erotizado en una repetición digital hasta la náusea, el texto escrito alude a un erotismo intenso y con varios desenlaces. Es un erotismo desbaratado en secuencias híbridas, adornadas con el esperado y repudiado juego de pudores y descubrimientos, "átame y desátame", al tiempo que la narradora "reflexiona" sobre la psiquis de los personajes, dominados por los "imperativos irracionales y malvados" de la seducción y los impulsos más bajos.

El término reflexión no es del todo adecuado para señalar la intervención de la narradora en los momentos de más crudeza que, como en la obra de Coetzee, llegan a la violación sexual. Más bien se trata de imposiciones suyas sobre las patéticas marionetas que maneja; que son los personajes y también son los lectores. Una declaración como ésta: "El amor es en esencia aniquilación", puesta en un mar de párrafos en los que Jelinek ensaya el terrible desenlace del estudiante y la pianista, es más bien un dictamen de "racionalidad salvaje" lanzado en medio de la jungla. Erika hace trizas la masculinidad de Walter y viceversa. Si amar al otro -inevitablemente- es "acabar con él", ¿entonces dónde están las capacidades revolucionarias del amor? ¿Qué se puede hacer para salvarse después que se descubre la impotencia?

La literatura, para Jelinek, no es un catálogo de respuestas como las que se encuentran en los manuales de teología y autoayuda. Para ella, la escritura es una forma de lanzar sal sobre las heridas. La vida desdichada de Erika Kohut -una heroína que también es villana- sirve para plantear varias claves generales: la pornografía difícil es una opción literaria que puede ser premiada, la pasión puede ser hermana gemela de la posesión destructiva, la represión puede ser una trampa de la mente muy erótica (forzada desde "afuera", sostenida desde "adentro") y la transformación del ser tiene un precio alto; los golpes y la incomprensión de uno mismo contra sí y los demás seres humanos.

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