Sally estaba sola en la oscura sala de su enorme casa. Hablaba por teléfono con un amigo que de pronto le preguntó: “¿De qué se rÃe tu hermana?”. Sally comenzó a temblar. Le explicó que su hermana no estaba con ella. Su amigo le dijo: “Acabo de oÃr una risa en tu casa”. En ese momento se cortó la llamada. De pronto, Sally sintió una brisa muy frÃa que le rozaba el cuello. Al mirar lentamente hacia atrás, la vio, era una criatura espantosa, tenÃa garras largas y era muy peluda. Sally miró hacia atrás de nuevo y no habÃa nada. Todo fue producto de su imaginación.
Month: October 2006
Mendicante (XXXIII Microrrelato Paranoico)
El plan secreto (XXXII Microrrelato Paranoico)
Grito en la nieve (XXXI Microrrelato Paranoico)
Nieve. Gente en la nieve. Dos mujeres y un adolescente haciéndose pasar por ángeles en la nieve. Más nieve. Dos mujeres posan con un gato sobre la nieve. Una señora con abrigo, sombrero de lana, botas y guantes le echa gasolina a una camioneta. El cielo es gris. Nieve. Más nieve. Más nieve. Ahà está –la puedo ver; también en la esquina. Hay un poco sobre la mesa. Cada vez se acerca más. Salgo a la calle para que el sol tropical me reconforte; para que la aleje. Miro hacia la casa, de reojo, y veo como una bola de nieve viene tras de mÃ. Grito.
Espiado (XXX Microrrelato Paranoico)
Cada vez que uso la tarjeta de crédito, les digo dónde he estado (uso efectivo en El Boricua; no quiero ser terrorista). Saco dinero de la ATH y me ven el rostro (lejos de Lares el 23; no quiero ser radical). Compro por Amazon y les digo mis gustos literarios (nada radical; no quiero ser insurgente). Alquilo por Netflix y saben qué veo (sólo las de Hollywood; no quiero ser liberal). Uso la Pueblo Card y les informo mis hábitos nutricionales (papitas, Coca-Cola; no quiero nadar contra la corriente). Con la tarjeta de las farmacias El Amal pueden saber de qué padezco (nada de condones, ni lubricantes; no quiero ser aberrante sexual). Uso gorra, gafas y abrigo; para que no me reconozca el que vea el filme de las cámaras. No saludo a los vecinos; no quiero que sepan quién soy. Me comporto en mi habitación; no sé quién pueda observar, escuchar… averiguar. Me acuesto y, en la oscuridad, me voy al único lugar donde nadie me puede espiar; mi mente, mi imaginación. Al menos, por ahora.
Sueño marroquà a colores blanco y negro (XXIX Microrrelato Paranoico)
Escribe el Ciudadanoem
despierto a media noche y noto la cremallera rozándome lo que se supone encierre. la bebida marroquà destronó mi vida, mis sueños. siento en la cama a un ser a quien no conozco. pienso en que no tengo plan médico para curar la pena que me da la oportunidad de sufrir esa enfermedad a la que todos temen. marruecos sólo me ha traÃdo tristeza. marruecos ha destrozado mi vida. ¿qué le diré a mis hijos? ¡hay san goytisolo! mejor me acabo sin que ellos sepan.
Casi me tienen (XXVIII Microrrelato Paranoico)
Al fin puedo sentarme a escribirlo ahora que el televisor se burla de mà igual que los periódicos en el supermercado, ahora que el televisor tiene camisa nueva. Las señoras se persignan al verme pasar. Y las mas jóvenes bailan con la música de sus clÃtoris eternos sintiendo mi recuerdo entre sus piernas. Definitivamente me persiguen, ya no sé dónde meterme. Si salgo me siguen, si no salgo me vigilan. Me cuentan los pasos, me huelen las toallas, secuestran mis navajas ya usadas, aparecen limpios los cristales de mi auto y de mis espejuelos. He decidido no usarlos. Me obligan a ver nublado como si el azul del cielo se hubiese apoderado del dÃa, como si el mar me comiera la vista. Se ven reflejados en mis zapatos y cuando miro desaparecen como moscas sicodélicas. Me hacen muecas en los ascensores, le rozan las nalgas a mi esposa, desaparecen misteriosamente mi estetoscopio y mis bolÃgrafos. Me persiguen, los veo en los escaparates y en las botellas de vino. Mis ojos claros están más oscuros cada dÃa, me odian los abogados y los jueces y los atardeceres rojos de esta isla. Me persiguen en los aeropuertos los metales y las luces, me retratan desde los semáforos, me quisieran ver convertido en un renegado, pero la historia baja y sube como la bolsa de valores, los veo noche a noche en los espejos de mi existencia. Quisieran dinamitar mi consciencia, por eso tengo que recordar mis mentiras con más fuerza para no despeinarme. Los tribunales nunca callan y tampoco descansan, como los tiburones. Quisieran verme encadenado como a Colón, me quieren destruir desde sus cámaras secretas, desde sus apetitosas frutas, tomo y suelto la mano de mi esposa como se toma una cruz o un préstamo. Me rompen la rutina, sigo perdiendo contra la música del tiempo y los helicópteros vistos desde abajo. Me quieren duplicar en una celda, me quieren clonar y que al irme otro igual venga otro a sustituirme, pero yo me niego a entregarles mi esqueleto, mi polvo, mi reloj y mi retiro. Usan rayos ultravioleta para volverme antimateria. Oigo sus pasos, están cerca, el talentoso fiscal con sus fieras, casi me tienen, casi me tienen… no saben que tengo un microrrelato entre las piernas.
Paisaje absorbente (XXVII Microrrelato Paranoico)
Y el domingo después de todo, se encontró parado en la plaza de Barranquitas a las 11 de la mañana. Cuando se dió cuenta de que lo habÃa borrado todo, no prestó atención a ese detalle. Detenido y completamente sobrio, comenzó lo que pensó serÃa el viaje hacia el resto de su vida. Horas después, cuando no reconoció el sitio en que caminaba y pensó de que ya no era su realidad ni ninguna otra que pudiese comprender, entonces se activaron en automático sus pánicos preparándose para algo que sólo tendrÃa como fin herir a su persona. Desde que supo que tenÃa que caminar para no quedarse en el mismo sitio decidió seguir caminando pero esta vez cargando en la espalda todos sus pesados terrores.
-“Pude caminar hasta el cansancio, pero antes del cansancio ya no me veÃa. Luché tanto, pero sin saberlo ya el paisaje me habÃa absorbidoâ€.
Foto del Municipio de Barranquitas, 1941.
Fragmento del libro de mi abuela (XXVI Microrrelato Paranoico)
Escribe Isabel Batteria
Terminada la sesión, regresan por el pasillo oscuro. Pérez llama a un ayudante y le ordena con tono serio y autoritario: “Tráeme la sogaâ€. Luego te pregunta:
–¿A ti te han dicho que nosotros colgamos a la gente desde la azotea?
–No, nunca oà nada de eso.
–Vamos a la azotea.
Cuando empieza a subir, aparece el otro con una soguita de dos pies de largo. Pérez se pone a jugar con ella. Le dice al otro “Llévatela a su celdaâ€.
Ilustración JJFEZ.
Miedo (XXV Microrrelato Paranoico)
Escribe Gabriela González Izquierdo
Comenzó mordiéndose la uña del dedo pulgar izquierdo. Poco a poco y a paso seguido llegó al Ãndice, al corazón, al anular y al meñique: Mano izquierda primero; derecha después. Era inevitable que al final, y sobre todo en esta oscuridad, se confundieran las uñas con dedos y los dedos con brazos, más que nada por el miedo, mayormente por el miedo, solamente por el miedo que al fin y al cabo duele más que el dolor.