Crónica de un recital poético boricua: La actividad de Kattia Chico en Caguas

WallPosterEscribe Pepe Liboy
Especial para Estruendomudo

*Nota de la Redacción: Este texto resume la tétrica situación de los recitales poéticos en el país (la palabra improvisación, la palabra cursilería, la palabra sin ton ni son) aunque no estamos seguros de que Pepe esté de acuerdo con ello.

Los albures de la actividad empiezan a verse el viernes. Mi antiguo editor de Filo de Juego, Rafael Acevedo, presenta un libro de poemas, Moneda de sal, que contiene una variedad de comentarios sobre el mundo de la economía, y en particular un comentario de finanzas, el poema “Objeto de Valor”, que se refiere específicamente a la maternidad subrogada. Por cierto, el poema es un comentario crítico a lo que el poeta considera una excesiva glorificación de la capacidad reproductiva. A esta actividad yo no fui invitado, pero compré el libro, y constaté al menos que el tema de la embriología empieza a ocupar un lugar de importancia en la obra de muchos escritores. Pero claro, lo que a mí me interesa comentar es la actividad en donde recitaron Hjalmar, Kattia, Yara y Provi Sein. Kattia Chico se ocupó de invitarme personalmente, y como la actividad estaba pautada para las siete de la noche, en Caguas, salí como una hora antes para llegar a tiempo, porque hay tapón hacia allá a esa hora. Lo interesante es que la escritora no sabía en dónde se celebraba la actividad, y cuando llegué al Centro de Bellas Artes, encontré las puertas cerradas. No obstante, a eso de las seis y media, apareció en la placita un muchacho con una sombrilla. Se llamaba Rafael, igual que mi antiguo editor, y nos dedicamos a buscar el sitio en donde se iba a celebrar el recital.

En un pub nos dijeron que la actividad se iba a celebrar en el teatro Arcelay, que estaba al otro lado del pueblo. Por poco nos vamos andando hasta allá, si no es porque pasó un automóvil de cuyo interior salió la voz de un hombre preguntando: “¿Dónde queda el Museo de Arte de Caguas?”. Entonces recordé que la escritora me había mencionado algo sobre un museo. Rafael y yo nos acercamos a la entrada del museo, pero no vi caras alegres cuando me asomé, por lo cual estaba a punto de irme, cuando mi amigo decidió preguntar si era allí donde iba a celebrarse el recital. La respuesta fue afirmativa, y como quince minutos después llegó la escritora y me dio un besito. Le presenté a mi nuevo amigo, y ella decidió llevarnos a todos al bar del Centro de Bellas Artes, que quedaba frente al Museo. Allí le pregunté sobre “El corazón de Voltaire”, ya que aunque Kattia casi no habla de escritores, esa obra me la ha mencionado. No sé si saben que “El Corazón de Voltaire” comenta la reescritura genética con la filosofía educativa latinoamericana. La incompatibilidad genética del corazón del héroe francés con la de sus descendientes se explica con la idea de la sustitución de un maestro por otro, y no por la reinscripción de una segunda madre. Rafael, que parecía estar sustituyendo a mi antiguo editor, estaba con nosotros y cuando llamaron a la poeta a recitar, me preguntó sobre la obra de López Nieves. Y yo le dije:

-Bueno, yo no sé si tú eres el Rafa para el que yo escribo. Yo solía escribir cuentos para un señor Rafael Acevedo, y el autor de “El Corazón de Voltaire” me bromeaba por eso y de hecho escribió un libro titulado “Escribir para Rafa”. Claro, la poeta no sabe si tú eres el Rafa para el que yo escribo, ya que el que pasa por mi editor escribió un libro de economía. O quizá eres tú y yo no lo sé.

La actividad empieza como a eso de las siete y cuarenta y cinco. La actriz Provi Sein comienza a leer un cuento, “Memoria de un Eclipse”, que trata sobre una mujer soltera. Parece un cuento denigrante de la esterilidad femenina, pero no es así, sino una especie de mundo alterno justamente al hecho de la crianza y la maternidad. La poeta Yara Liceaga siguió entonces, leyendo un texto sobre el hecho de que sus amigos de escuela la hayan olvidado. Kattia leyó “La Señora de los Gatos”, que es un poco el mismo tema de “Memoria de un Eclipse”, pero con un transfondo rural. Hjalmar Flax, entonces, leyó sus poemas de adolescencia, que contiene el libro “44 poemas”. Las otras intervenciones no las seguí en detalle.

Llama mucho la atención que el programa de la actividad, que estaba contenido en un catálogo de pintura, tenía amplia información sobre todos los participantes, a excepción de Kattia. Al parecer, la propia poeta no deseaba dar un transfondo profesional muy grande, y sólo aparece en el programa como poeta. Y eso es muy creativo y llamativo. Mi amigo Rafa se fue cuando la actividad terminó y no se quedó para el ágape, en donde Hjalmar me habló de la edición de “44 poemas”. El vendió una primera edición de mil ejemplares, hecha como subconjunto de un libro más grande, “144 poemas”, que es un trabajo con su primer editor. El libro se vendió a $1.50 de 1969. El libro de mi antiguo editor cuesta $14.00. Kattia Chico no habló de planes sobre un segundo libro, aunque es grato verla en esos recitales. Yara Liceaga, que es quien más escribe sobre embriología en su época, no ha hablado sobre su libro de cuentos. Por cierto, en la actividad estaba presente el autor de “Fracturas del Devenir”, que reseñé hace poco en Noctámbulo.

Francotiradores

francotiradorEscribe Chloé Georas
Especial para Estruendomudo

a Emanuel en la 65 de Infantería

hay lugares donde la desolación decora los espacios
abulta túmulos de humedad en las paredes
helando vacíos con sus exhalaciones

esas paredes conocen la mecánica de las heridas
cuántas caricias suman a una traición
cuántas cicatrices suman a un cuerpo

nadie sanará la sal de esta estancia
nadie contabilizará el éter de este desastre
nadie compartirá este cielo de varillas explotadas

hay lugares donde cuchillos suspendidos conjuran sobre juegos distraídos
donde un francotirador espera horas por el arqueo de una espalda en plena carcajada

para disparar

y sólo pregunto

¿acaso no será la calma el mantel blanco que esparcimos sobre las masacres?

***

Chloe Georas

Chloé Georas dixit:

El sábado, 4 de noviembre de 2006, se presentará mi libro-objeto rediviva: lost in trance . lations (Isla Negra, 2006) en la Librería La Tertulia del Viejo San Juan a las 6:00 P.M (Calle O’Donnell 204, frente a la Plaza de Colón). Aunque es la segunda edición del libro, es la primera vez que sale como libro-objeto. Es una reinterpretación que hice a mano antes de la primera edición (Libros Nómadas, 2001). Exploro la figura de una migrante como habitando un estado alterado de conciencia que necesariamente antecede el acto mismo de toda escritura. Como objeto, trato de visibilizar las costuras de la forma y estructura de un libro bilingüe como acto cultural. La presentación del libro estará a cargo de Dorian Lugo Beltrán. A todos les extiendo una cordial invitación.

Urayoán Noel y la lógica kool del capitalismo tardío

kool logicEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Qué kool, vivimos en un vecindario global, con acceso a Internet y a E-Bay, música punk de los 80 más la de Pavarotti y Residente Calle 13. Nos tomamos un capuchino con canela y, para salir, nos vestimos sexy. Nos pueden enviar drogas de diseño por correo, comemos tofú en salsa de tamarindo, alcapurrias fritas en manteca y pagamos suscripciones de revistas de moda y clubes pornográficos con la American Express Blue: For Students.

Queremos tanto a Ricky Martin, bailar bomba, apoyar la causa de las ballenas en peligro de extinción y tener senos más grandes. En fin, cultivamos una “decadencia solemne”, según el escritor y performero Urayoán Noel (San Juan, 1976), autor de La lógica kool / Kool Logic, un poemario en dos idiomas, neón y mohoso a la misma vez, publicado –tres mil copias– por Bilingual Press, en Tempe, Arizona.

Vinculado a la Universidad de Puerto Rico desde su nacimiento, pues sus padres son profesores, Urayoán estudió inglés en la Facultad de Humanidades y pululó por los pasillos del cuadrángulo haciendo performance de la cultura del capitalismo tardío. (Whatever that means!). Unas veces aparecía entre los bancos de la placita Antonia Martínez con guayaberas gastadas o camisas playeras y gafas Ray Ban, recitando variaciones de los poemas de Darío y Palés Matos. Otras, irrumpía hambriento a las sesiones del Senado Académico con la intención de devorar los vegetales y saludar a los intelectuales. Cargaba discos de pasta negra de los trovadores Ramito y Chuíto el de Bayamón, al tiempo que aparecía por las ventanas en las fiestas de la gente progre de la escena del perreo-rocker en mahones bell-bottoms y camisas del Salvation Army.

El artista se graduó y partió para Stanford, California, donde permaneció un tiempo antes de completar una maestría en Estudios Hispánicos y radicarse en Nueva York, donde ha ofrecido cursos de alfabetización para adultos, se juntó con una banda musical llamada “Petit Object A” y autogestionó su primer poemario, Las flores del mall (Ediciones Alamala, 2000), concebido como un objeto en forma de disco compacto hecho de cartón, tornillos y tapas de plástico con textura espinosa.

Sus palabras sorprenden por lo que significan y por las formas en que están organizadas. Por ejemplo, en el poema “The Wayside Story”, cultiva la décima jíbara para enmarcar en el idioma “difícil” y en el estilo cínico asuntos de inmigración y exilio a los Estados Unidos: “Didn’t need no gear for scuba/ I just swam like an amphibian/ All the way through Caribbean/ From Port-au-Prince to Aruba./ Gloria Estefan croons ‘Skip Cuba!’/ (Her chords crack at every octave),/ Yo, fish, watch me move groove rave/ I reach shores lined with debris…/ Hip-hip: the land of the free!/ Hoorray: the home of the brave!”.

Al igual que la agrupación musical Súperaquello y el pintor Rabindranat Díaz, entre otros, Urayoán maneja la estética “modernista pop”, según confiesa en la revista de literatura latinoamericana Katatay, distribuida en Puerto Rico. Estos jóvenes de la generación de los noventa agarran la tradición preciosista para acercarse al público a través de una “lógica kool”, que es la intención de crear a partir de la basura del glamour: con el encanto de las estrellas del espectáculo pero con el damage intelectual de los universitarios fabu. De esta forma, el título del poemario no sólo se refiere al contenido del libro –la relación entre el capitalismo y cultura– sino también al modo de pensar de varios exponentes del arte en el país.

No observa “desde afuera” el caos postindustrial y luego escribe sobre lo que ve como si tuviese que advertir sobre los “peligros” del momento. Todo lo contrario, el escritor se encuentra inmerso en las dinámicas que lleva al plano de la escritura y los escenarios, porque muchas de sus piezas se conciben también para recitarse. Ése es el caso del poema que le da título a la colección: “Cantémosle al día mítico/ de la identidad holograma,/ quince minutos de fama/ (veinte si eres político);/ ya salió el sol sifilítico/ de la era del vacío, lanza su luz desigual:/ la lógica cultural/ del capitalismo tardío”.

En esos versos queda resumida la propuesta: sustrae cientos de imágenes de sus experiencias y las condensa en proposiciones filosóficas. No hay crónica del “vecindario global” en general, o del barrio isleño-nuyorquino en particular, sino descripción del flujo o el pace de unos estilos de vida que se dan en el contexto posmoderno. Entre ellos, resaltan el del “burgués atorrante”, el del trabajador de cuello azul o el “empleado del mes” que no progresa a pesar de las promesas, amas de casa entregadas al “zapping” y habitantes de los “suburbios lejanos”, “chalets con detalles dóricos/ y sirvientes bolivianos”. Quiere que pensemos sobre las alturas del lujo, para que gocemos mientras nos deja caer en el vacío del espanto.

Como contraste, hay poemas que señalan un “escape” de la máquina de reproducción de los sentidos de la “lógica kool” asumida y desmontada. Somos “estrellas de mar fallecidas en un mar mohoso”, piensa el poeta, pero en textos más herméticos como “Lost and Found in Taksim Square”, “Next Exit” y “Greetings from the Upper East Side of My Brain” hay solución aparente. De la influencia de Pietri, Ginsberg y otros íconos esotéricos proviene el dictum profético reconstruido de un sueño en Turquía: “For I have seen the sunrise/ Over the empty square:/ Commodity culture with its/ Tacky makeup and its heels/ […] But I’m not impressed/ I have seen a better place: Our friends are waiting there with open arms/ In that railway/ Into the heart of the real”.

Complementa el libro con un DVD que incluye un performance en el que recita los poemas con su banda. También, una entrevista sobre sus orígenes, influencias, su preocupación por el ritmo y la forma. Este estímulo adicional, que –como el libro– sólo se consigue a través de Amazon, proyecta nuevas luces sobre un poemario brillante y provocador a pesar del mood sombrío de “cómica pesadumbre”. El poeta-performero intercambia pavas jíbaras con boinas, palabras en espanglish y sonidos extraños. Hay una gesticulación que le da “materialidad” a lo que dice, una concreción que atrae a los espectadores en el mismo segundo en que los desencaja.

Qué kool, Urayoán escarba en el terruño y saca un subway, rebusca en las identidades y encuentra ambigüedad, viaja en clase económica con I-pod y aterriza en Wal-Mart, estudia literatura hispanoamericana y da lecciones Zen, enarbola el “¡Yo acuso!” y termina postrado en una montaña rusa de parque temático. No en balde reestructura desde “fuera” la inamovible tradición literaria boricua al plantear que: “If it’s true that the masses are asses/ then the poet is their wipe”. Habría, para adentrarse hasta el límite del tedio y reaccionar a esta propuesta artístico-política, que leer con fruición esa función poética y seguir experimentando con las posibilidades del “modernismo pop”.

UrayoanNoel2

En la foto, Urayoán Noel. Esta reseña fue publicada originalmente en el número de noviembre de 2006 del periódico Diálogo, de la Universidad de Puerto Rico.

Pronto nuestro correo llegará dos calles más abajo del apartamento de Miramar

cartaEscribe manuel clavell carrasquillo

A juan

yo me enamoro de la salida de casa, de la forma en que se ve la bahía desde allí, piso alto y claro, horizonte despejado para que se note la calma del apartamento sin nosotros en la despedida de una particular apreciación de la presencia del mar.

anoche encontré la primera cucaracha por allí, como si luego de dos años de mirarnos y tocarnos en cada espacio del hogar hubiese sido transformado por la sombra de un insecto que llega justo cuando ya nos vamos a mudar.

decidí que no proceden malagueros (malditas diéresis), cábalas o cartas por echar.

al carajo con lo que se supone que digan los mapas, los cambios de hora obligatorios de acuerdo con la reglamentación del imperio, el imperio en sí y todos sus detractores, la lógica binominal.

eran los lugares asignados en el futón para cada uno -esos van a ser nuevos- y también cada ceremonia para entrar y salir del baño azul y el baño rosa. ¿no te parece?, qué división arquitectónica genial!

Bloody Mary

Ana MendiettaEscribe Rodrigo Köstner
Especial para Estruendomudo
Imagen de Ana Mendieta

“Esta noche escribo mi nombre en las paredes
con la sangre de mi chocha
”.
-Nemir Matos

Sosiega un poco,
Nemir.

Y siéntate.

Descansa un momento aquí
y ofrece
el duro pestorejo

a la serenidad de la tarde,

al recogimiento íntimo
de las emociones delicadas.

Sosiega un poco,
Nemir.

Y cálmate.

Que al cabo soy yo,
solamente yo,

quien tiene luego
que limpiar
cuidadosamente

las gradas del humilladero

y estas paredes
tan encarnadas e intensas

como el rojo crudo de las encías,
la precipitación del colorete
o el alambrado de los braseros.

Víctima de rúbrica rojeante
-rojura en mí mismo-,
no tendré ya por manos y lengua
más que un mísero trapo menstrual
roído por el vano esfuerzo de un hombre
explotado en su restregadura.

Sosiega un poco,
Nemir.

Y aguántate…

Pero no.

El reposo no es para ti.
Tú necesitas la animación, el ruido, el tumulto.

Tú necesitas ir a las ferias.

Portal astral para salir del Estado Libre y Asociado (Crónica del día de antes)

knifelicka smallEscribe Manuel Clavell Carrasquillo
Ilustración de Ethanbeeart

me puse a leer la biblia en el Parque Central, atravesé los charcos de fango de las veredas lapachando, como si quisiera marcar las páginas finas con marrón oscuro. cuando me dispuse a beber agua, recordé mi nombre y me dio asco, vi a las niñas cruzar la calle hacia los brazos de su madre y me di cuenta de que tenían las bocas llenas de galletas. los párpados se me cerraban al unísono (creo) y voltié la vista hacia la derecha. enfoqué el punto luminoso del portal astral que me transportó fuera del Estado Libre Asociado. Bye, Kansas, ese cliché de Dorotea wanna-be dije. terminé la tarea hidratante y hacia allá dirigí mis pasos. atrás dejaba el asunto de las certificaciones de puertorriqueñidad que estaba expidiendo el Departamento de Estado, proyectos de mudanza, estadistas corruptos, ilusiones. en ese instante, se sucedió una serie de imágenes nefastas en mi mente. me vi leyendo un mamotreto inacabable en la biblioteca de la escuela de Derecho, cortándome las uñas, vomitando 14 cervezas, viajando por periodos breves a la isla vecina de Culebra, eructando. acto seguido, llegaron las siluetas de par de frustraciones, unos osos polares en peligro de extinción y la familia de William Elías Amigo, que es postpentecostal y vegetariana. Mari Bras no dejaba de acosarme a pasar de que estaba decidida la salida abrupta: puño alzado, vestido de guayabera blanca y pantalón negro, el viejo líder del partido socialista me convidaba a afirmar mi sentimiento patrio exigiendo la certificación de la ciudadanía puertorriqueña. la boca se me llenó de un sabor agrio. escupí. quise desaparecer, pero no lo hice porque el propósito de la pasión es que lo oculto se vea (Cerati). otra niña llegó a la memoria, de pelo afro, gritona. era una prima lejana. la saludé, no le pregunté por la resolución del pleito de la herencia. eso me acordó que quise pagar mis cuentas por la vía electrónica antes de que las culpas se convirtieran en recargos. quise bailar un poco de reggaetón de Wisín y Yandel antes de que en el canal 2 saliera a predecir el estado del tiempo el reportero meteorólogo y tuviese que cancelar el viaje. quise que me quisiera un amante nuevo, distinto, feo. una vez maté a un puerco y usamos la sangre para rellenarle las tripas con arroz, eso -más el sofrito necesario- se me atravesó en la molleja. una vez comí mierda para complacer a un jefecito que pasaba lista, a los colegas, a las amigas de la infancia. después, justo luego de pasar la página, envié un mensaje de texto y lo contestó Mayra Montero, que tanto los odia, sobre todo aquéllos que desembocan en actos pedófilos. ¿yo sería pedófilo cuando siendo niño tenía relaciones con otros pequeños? creo que no, que eso no me hace pedófilo. quizás embustero, de profesión, de cariño, pero al fin y al cabo, antes o después del umbral astral que tenía de frente, falsetto.

No será la Tierra, no será

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Lenin ca  doAl terminar la nueva novela de Jorge Volpi, licenciado en Derecho de la UNAM y doctorado en letras de la Universidad de Salamanca, (una copia clandestina que circula como plutonio entre la élite letrada de San Juan, donde aún no está disponible para el público) siento una sensación de tragedia ante el peso de la herencia del siglo XX que heredé. Entre el desastre nuclear de Chernobil y la víspera del recibimiento del año 2000 con su virus Y2K, atravesando la caída del muro de Berlín y la constitución del mapa del genoma humano, los personajes femeninos, grandes esbozos de tesón y crueldad, como lector me desintegro en las luchas corporativas de los Estados Unidos y la gran cruzada de la privatización de las empresas estatales ex soviéticas. Me corto la piel con las navajas de Oksana, poeta lesbiana heredera de Ajmatova, desquiciada en el fin del mundo, helada y prostituida frente a las costas del mar de Japón. Los negros de Zaire burlan las reglamentaciones del Fondo Monetario internacional dirigido por Jenniffer Moore, y los niños van a Disney World para que sus padres se despejen del tedio de la vida profesional. Con este texto que ficcionaliza el Almanaque Mundial, Jorge Volpi culmina su gran trilogía novelesca del siglo de las dos equis, que comenzó con “En busca de Klingsor” y medió con “El fin de la locura”. volpiUnos científicos mal atinados desatan un accidente nefasto con polvo de Antrax, los palestinos se entregan al terror, las acciones suben y bajan en Wall Street y en México el PRI desangra el presupuesto gubernamental. Hay un periodista, luego asesino, que descubre los secretos más despreciables de los últimos cien años, muere Stalin y todos, junto a su cadáver lleno de gusanos, y la remoción de las estatuas pétreas de Lenin en las plazas públicas de Europa Oriental, nos vamos pudriendo con él. Sadomasoquismo puro, el gran espejo de Stendhal echo añicos por Carlos Fuentes en “El espejo enterrado”, las partículas de la soledad, el engaño y la devastación. Jorge Volpi, ¿qué has echo conmigo? A pesar de tus palabras, del repaso que me has hecho hacer de la decadencia de la que soy hijo y que promuevo (tanto te extraño Gorbachov), debo continuar. Esa vocación ilusa del deber, unas protestas antiglobalización en Seattle (lacrimógeno termino, sin gas), el hundimiento del Raimbow Warrior en el puerto de Nueva Zelanda, la alegría de haber derrumbado la cabeza de Lenin con mi imaginación y pintarle los labios de rojo con un pote de esprey, ¿qué sigue? Tú lo has dicho: nada puedo hacer, aunque tengo dudas, y la Tierra, pues esa utopía estúpida, definitivamente, no será.

Volpi, Jorge. “No será la Tierra”. Alfaguara: 2006, México, D.F., 517 pp.

El topos de la siesta

Raquel g

Escribe Juan Carlos Quintero Herencia
Especial para Estruendomudo

La autopista límpida

nunca cimentada

nuca virreinal sementada diríase,

la autopista del marfil lumínica hasta la novedad,

liada al horizonte por escasamente treinta minutos,

teñía de blanco el cielo.

*

La autopista de mi sueño

sin referentes,

ni una trinitaria dejada a la soledad de su espina

ni un caobo sobre su gruta de moñas,

ni el llano ni la ubre que pasta,

nunca el templo ni sus banderas.

*

La autopista entre el mármol y la cal, perfecta,

discurro allí sobre mis nalgas

sin auto ni panteras

como en la patineta infantil pero inaudible,

entro en un carril

procedo a pagar el peaje y

descubro —imposible colcha—

que el receptor #3 no recibe monedas.

*

Avergonzado me retiro

sobre mis nalgas —claro está— bonito día

sin auto ni panteras

como en nueva patineta siempre inaudible,

preocupado por no alterar al sensor,

al ojo computadorizado

que ha medido presto el tamaño de mi deuda,

dejo mis sandalias sobre la pista,

a mi lado an overworked mother is in the process of losing all her money,

el terminal inaugura la eterna espera junto a las autoridades

y el receptor #3 no recibe monedas.

*

Me deslizo al carril de la derecha

sobre mis nalgas

sin auto (si hubiese escuchado un anfibio despertaría sobresaltado por su eco)

cuento mis monedas

son 30 rublos,

260 pesos brasileros 3 pesetas

pero ahora esta sección no es autopista

es parada de Metro pues veo los tornos de la entrada.

*

El terminal límpido esplendente

acuarela de leche

blanco sobre blanco

espada borrada,

me pongo de pie —erguirse es un anacronismo—,

al otro lado de este Nilo de hielo

asciende desde el fondo de un espejo

una familia tibetana,

el padre lleva su mano al oído —tan largo deambular—

simulando el gesto de un lakota antes de la estampida,

el tren no se gotea,

no sé por qué espero.

*

Miro mis pies desnudos —no me he cortado las uñas—

sigue el tintineo del carril opuesto intervenido por mis sandalias,

el aire que no estuvo flotando

ya se acercan las palabras de mi madre en torno a la necesidad insular

de ir al baño antes de recorrer la vereda-bonita palabra-

atadas a un globo que se extiende en el horizonte

se lee en la bóveda celeste: “Estado del Tiempo para hoy”.

*

Recuerdo mi promesa de grabar la especificidad de ese instante,

sin auto ni panteras.

12 y 14 de octubre de 1994, 20 de abril de 2003 y 25 de diciembre de 2005, Río Piedras y Silver Spring. (Del poemario inédito “El libro del sigiloso”.

Imagen: “Area Metroplatinada” (2004), Raquel Quijano, colección del Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico.

La Trinidad

Graeme Harris Threesome 205327Escribe Lorimar del Río
Especial para Estruendomudo

¿Qué es la Trinidad? El Padre, el Hijo y el Fantasma Santo.
¿Cuál es más importante de los tres? El Padre, el Hijo y el Fantasma Santo.
¿Cuál es tu favorito? El Padre, el Hijo y el Fantasma Santo.
¿Cuál es el mejor? El Padre lo creó todo, el Hijo lo sacrificó todo y el Fantasma está siempre conmigo y me extasía.
Yo tengo mi propia Trinidad. Es mía y soy de ninguno.
“I’d sell my soul
My self-esteem a dollar at the time
For one touch, one kiss from you
My black madonna”.
(A Perfect Circle)

Nelson era quien me esperaba al final de la escalera. Yo sabía que estaría allí siempre. Veía su Bronco negra vieja rota llena fangosa sucia negra y malvada en la entrada, donde un guardia le daba un boleto por dejarla allí plantada e irme a esperar al final de la escalera con su guitarra negra en sus negros brazos. Sus ojos negros me miraban felices pero malvados hirientes y traicioneros obsesivos cantantes y poetas con alegría. Su pelo marrón -pero prefería verlo negro- como su alma y su amor y su oscuridad y su corazón. Su sonrisa daba miedo, yo le tenía miedo a los payasos y su sonrisa pertenecía al circo como un fenómeno que me volvía loca irracional feliz excitada y sonriente. El ambiente lo veía como si fuera blanco y negro y una película silenciosa muda sin sonido su única música la música de su negra guitarra que tocaban sus manos dedos y uñas pintadas de negro. Las flores moribundas y los mangos tirados putrefactos en el suelo que daban un olor dulce pero amargo que detestábamos tanto él como yo.

Bajé las escaleras asustada. Nelson era fuerte, tenía tanto poder sobre mí como Lucifer y el Cuco. Él era esa droga que me llevaba a la recaída, estaba adicta a su piel y a sus golpes, a sus caricias y sus canciones y a esa insistencia que veía al sentirlo al final de la escalera. Me llamaba Lisa, Lisa escúchame, somos iguales tú y yo. Tú eres luz y yo oscuridad, tú eres el vacío que yo quiero llenar, tuyo es el culo que quiero chichar. Me cantaba su canción y yo pretendía que no lo veía, quizás era una ilusión del calor y los mangos y el poco desayuno de la mañana.

Él era el castigo que tenía que recordar por serle infiel aunque no lo veía hace siglos, serle infiel aunque no estaba con él, no era su amiga hermana mujer esposa esclava novia ya hace mucho. Serle infiel por enamorarme de otro y darle mi cuerpo, lo único que pensaba que Nelson pensaba que tenía, darle mi culo porque ya no me pertenecía. Él se reía al ver que yo no podía dejar de mirarlo, era como un desastre en el Medio Oriente, como un terremoto en Indonesia, como un accidente fatal en Guajataca y yo reducía la velocidad para observa y preguntarme quién había muerto en el lugar de los hechos: ¿El o yo? Era lo que había deseado, ama de casa joven y soltera estudiando sin llegar a ser.

Nelson me decía que cantaría mis canciones en sus conciertos y gritaría que compraran mi novela poemario antología en la mesita de la entrada. Después decía que nos iríamos a nuestro apartamento que solo tendría un mattres tres mil libros 150 libretas una cantidad inmoral de bolígrafos su guitarra y la droga. Me perseguía y yo me sonrojaba por lo que decían sus letras. Me tomó por el brazo como Mil hace cuando me quiere besar y viré la cara pero me tomó fuertemente y, en un rincón que intentaba reprimir de mi cerebro, deseé que lo hiciera más fuerte y que me dejara marcas, que su mano quedara tatuada en mis nalgas, sus labios en mi pecho y el cuchillo en mi muslo. Sentí su mano entre mis piernas y su voz airada en mi oído. Repetía y repetía que había escapado sólo para verme una vez más. Ya no se enmudecía por sus drogas pastillas y le cantaría al mundo sobre cómo fue que le dije no.

Me tuviste una vez, quise sacrificarlo todo por esa y tú destruiste traicionaste heriste rompiste el corazón. Los escuchastes a todos menos a mí, no me besaste. Al final me ofendiste me ignoraste me golpeaste donde más me dolía, todo aquella vez.

“You’re strange and you’re beautiful…
I’ll put a spell on you, you’ll fall asleep
And when I wake you, I’ll be the first thing you see
And you’ll realize that you love me”
(Aqualung)

Estoy recordando la primera, que en realidad fue la tercera, porque la primera no teníamos condón y no quería la sangre. La segunda, no soportaba el dolor. Él se estaba mudando de apartamento y habíamos pintado su cuarto de azul y azul su techo y azul su cama y azul la ventana por la que se veía el cielo azul del resto. Fuimos en su auto azul porque no quería usar el mío porque su carro es mucho más nuevo y lindo y mucho más azul. Mil tiene un tatuaje azul en su espalda y quisiera que se tatuara bien grande Lisa para así estar segura que nunca me olvidará y que siempre recordará el vencimiento de mi virgo.

Cuando llega de trabajar huele a cigarrillos y a perfume barato de mujer con una mezcla de gomas y gasolina y ese olor me da sueño me da deseos, deseos de soñar su leche dentro y de crear un nuevo sapiens que será su última prueba de amor y la seguridad de la relación eterna con él. Su cuello es ancho al igual que su espalda y sus brazos grandes musculosos atléticos que podrían soportar mi peso en una mano y sus quizás –si necesita ayuda– en sus manos grandes frágiles delicadas artísticas. Cosa aparte: sus pies son más grandes que los míos y sus labios también.

Me siento feliz y me despido de las pastillas y de las sombrillas mentales para evitar la lluvia de la depresión cada vez que pienso en Nelson. Él me hace cosquillas y yo me río enloquecida y feliz porque él me ama y yo lo amo y nada me separara de él. Cuando me deje, lloraré y me humillaré porque sólo quiero ser el asiento para sus pies y la que está siempre ahí, de nuevo virgen, para que tome a una siempre en mí por el resto de su vida soy yo. Y me gusta enredar mis dedos en su pelo y en su pubis y sonrío. Lo tomo de la mano y nos vamos juntos a comer y él me llama Lisa, Lisa, bésame. Yo lo beso y vuelvo a retomar la novela pues tengo que salir bien en las clases si quiero poder seguir estudiando por el resto de mi vida y él me dice de nuevo, Lisa, deja de leer.

Nos detenemos por un helado y él pide de maíz. Yo de parcha. En el carro azul volvemos a su casa y allí sonrío de nuevo. Tiene en su cuarto una pintura azul y allí me veo más hermosa de lo que soy, estoy sentada en ropa interior y él esta allí, pero detrás. También hay una botella vacía de Gatorade condones usados cepillos navajas pinturas y su computadora. Me cuenta de cómo los dos somos más parecidos de lo que parecemos, yo con mi pantalla en la ceja y cabeza afeitada y él con pelo largo y azul y el tatuaje en la espalda.

Me pregunta por la cicatriz del muslo pero le digo que fueron locuras de juventud, locuras de amor, locuras que repetiría por él. Me besa la cicatriz y me zumbo de espalda hacia la cama azul y siento que su boca es como un niño mío recién nacido que llora y llora y mama de mi interior. Cuando está adentro, me abofetea y se disculpa pero aun así continúa más rápido y más rápido y me grita Te amo y yo sonrío sin llegar al orgasmo porque no necesito decirlo. Yo sé que lo amo. Entonces me dice Ahí se fueron mis bolas azules y, aunque él intenta, no llego al orgasmo y lo beso diciendo que está bien y me duermo en su cama azul temiendo serle infiel a él también.

“I am the most beautiful Boogie man
The most beautiful Boogie man
Let me be your favorite nightmare
Close your eyes and I’ll be right there”
(Mos Def)

Y empezará casualmente. Tendré la sortija de compromiso que me dará Mil en mi mano derecha pero a él no le importará. Él me verá con mi iPod Nano y me enseñará la suya. Como somos almas o cuerpos gemelos por tener la misma iPod el mismo deseo la misma canción y la misma clase. Me dirá que le gusta mi pelo que, afeitado, está pintado de rojo; como el suyo. Tendrá una pantalla en su labio, en la ceja y un tatuaje en el cuello, tendrá un bulto de cuero lleno de libros de música de calculadoras que no sirven y de lápices mecánicos sin punta. Después vendrán las miradas sospechosas en clase y después las excusas de grupos de estudio en su casa pero los únicos participantes seremos él y yo.

Bart entonces me hará sus chistes de superioridad intelectual ante todos y me enseñará sus dientes blancos y sus encías rojas: carne viva. Entonces, con su bolígrafo rojo me escribirá en el cuerpo su poesía y me tomará fotos que jurará nunca enseñar, luego irá a su cuarto con la bombilla roja y las revelará y las pegará en sus paredes junto a las noticias trágicas del mundo. Yo seré parte del mundo algún día, sí, pero después de estar en sus brazos.

Luego le diré que me voy a casar y él sonreirá y Bart me dirá que en el siglo once un monje llamado Andrés de Capellanus escribió que el matrimonio no es excusa para no amar. Entonces buscaré excusas para comprar ropa interior roja e iremos al motel, donde diremos nuestras excusas para no hacer nada pero yo no podré resistir el deseo de bañarlo en mi sudor y limpiar su testa con la lengua. Él me halará el pelo que no tendré y me ahogará, cansado, en su pasión. Luego me susurrará al oído cosas que nunca volveré a escuchar y le recitará poesía directamente a mi ombligo mi pierna mi pie mi labio y mis ojos.

Le dejaré una marca roja en la espalda donde mi uña le dirá que será mío y sus dedos en mi boca me dirán que yo era mía y lo mío volvía a mí. Entonces, cuando me vaya a besar, al final, lo abofetearé y volveremos a la cama, donde de nuevo violará mi garganta boca labios y yo lo obligaré a ser de nuevo mi hijo: tendrá, que salir de entre mis piernas. Su puño será lo único que entre junto a su lengua y luego suspirará porque deseará que yo sea suya. Al irme me pintaré los labios de rojo y le besaré todo lo que mis labios besaron anteriormente y le haré jurar que no se quitará la marca del lápiz labial Nunca te lo quites, Bart. Entonces me dirá Lisa, Lisa yo volveré a besarte y yo sonrío porque no tengo planeado que suceda de nuevo. Nunca más. Me pondré su camisa roja, que combina con mi pelo y volveré a casa, donde me espera Mil.