Nuevo capítulo de “Adelaida recupera su peluche”: Una novela en cantos de Bruno Soreno

puta 2 1Pueden pasar por aquí para leer el nuevo capítulo de la serie de Bruno Soreno que estamos publicando todos los lunes y jueves (a las 9:59 am), hasta que se acabe el material. Le hemos hecho espacio aparte en el blog para que pueda ser leída cuando gusten de principio a fin: sólo tienen que buscar los capítulos en la columna de la derecha, debajo de las categorías “recurrencias” y “antes de cristo”, que son nuestros archivos. Verán la categoría “Adelaida recupera su peluche” seguida de los capítulos correspondientes. Que gocen (salta al ojo e hiere la retina) y a coger y a mamar que el mundo se va a acabar!

Foto de uBookworm (cc)

Embriología en la obra de Georgina Lázaro: Notas sobre lo último en la genética editorial dominicoboricua

38 malariaEscribe Pepe Liboy

La presentación de un libro de Georgina Lázaro el jueves pasado, en medio de un hermoso circo combinado con presentación y obra teatral, me ha llamado tanto la atención que he decidido escribir algo sobre el texto. Georgina nos cuenta la historia de una niña que sufre una hemorragia vaginal. Aunque la contraportada del otro libro que acompaña la colección anuncia que los editores buscaban escritos sobre el acoso sexual, lo cierto es que el cuento de la escritora trata sobre el paludismo. Como bien sabidas son las hemorragias que sufren los niños pequeños por efecto de la picadura del mosquito, y las confusiones posteriores a que conducen las obstrucciones que sufren las señoras por efecto del paludismo. Lo cierto es que si la obstrucción no se trata mediante un injerto de células humanas, la persona que la sufre no es capaz de tener hijos. Los dos cuentos de la colección publicados por SM Editores giran en torno a este espinoso tema del paludismo que tan bien estudiara Tomás Blanco.

El asunto del cuento de Juan Antonio Ramos también trata de la embriología, pero se puede hacer referencia a un poema de Lezama Lima, “Para llegar a Montego Bay”, donde se narra la historia de un hombre homosexual que es llevado a una piscina por sus amigos para que deje algunos espermatozoides en el agua. El personaje de Rita es una adolescente que se orina en una piscina, y quien su madre saca del agua por temor a adquirir células dispersas en el agua. Este método de inseminación por inmersión es común en Cuba, y tan accidental como las hemorragias palúdicas de que habla Lázaro, solo que Ramos bromea un poco con un tema que nuestra crítica literaria consideraba decididamente burgués.

La madre de Rita prefiere que su hija contraiga la célula a las buenas, y aunque parece no querer que su hija visite a un viejito que se la podría conseguir completa, lo cierto es que la manda a orinar al apartamento del anciano. Don Lucas, el anciano, sufre una trombosis. Es un maceta, pues no le da nada a la nena, sino unas galletitas. Es bien curioso que el cuento se venda como un ejemplo del abuso sexual de menores. Claro, el abuso es por parte de la madre de Rita.

Era tinta o era sangre

dragon1Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Para Rita Indiana

Entre las obsesiones más recurrentes de los tatuados se puede comentar sobre la muestra y la comparación, el mirarse frente a los espejos. En realidad buscan arreglar colores, demostrar imperfecciones lineares. Me decían que el hombro es zona de dificultad, así que creo decidirme por el anverso de la palma de la mano. Me voy a tatuar un ojo que sobresalga o un animal mítico como la sirena o los tritones. Pueden ser dos leones de Judá en medio de una pradera urbanizada con casas prefabricadas a las que se les escapan niños que juegan con pirotecnia en las aceras. Un desbalance de tintas y pólvoras que causa náuseas, una sensación de hartazgo. Pero una cosa si es segura, el azul en tinta china me contaminaría la carne y determiné que los niños eran azules porque sus padres los desatendían al no enviarlos al colegio. Por las noches, se sentía el ulular del viento en la urbanización y se confundían los movimientos de la luna con el frío invisible que esparcían las ráfagas. Cuatro jinetes que eran motoristas mataron a uno de los niños porque competían por velocidad después de haber fumado opio. Ni se enteraron más allá de las verjas más acá de los pastizales porque no había periódicos. Sin embargo, el tatuador salió a la avenida y pegó un grito que no oyó nadie porque a pesar de la vigilancia controlada todavía se podían hacer muchas fechorías. Su madre fue avisada, pero pidió silencio y respeto por el culto. Tenía el pelo largo y cada genuflexión frente al altar de la virgen de Fátima le costaba nuevos cracks en el centro de sus huesos quebradizos. La matrona era tan frágil que oraba y oraba mientras la aguja se me metía en la carne -cualquiera diría que la sentía- y el artista tatuador diseñaba sus hipogrifos y sus gorgonas y sus diablos. Yo, honestamente, preferiría efebos, pero no podía ser indiscreto si quería el reconocimiento del gremio. Tenía que disimular gustos particulares por los músculos caídos y las miradas tiernas. Cubrí el hombro como mejor pude con la toga, amarré mis sandalias y me lancé a la calle de nuevo para seguir atravesando patios en medio de la tatuadera. Tropecé con cortadoras de grama, mangas para regar el césped, hormigueros y perritos falderos. Escuché de lejos el ronroneo de los rezos de la madre y quise meditar con ella hasta que el césped se cubriera de rocío. De inmediato me di cuenta de que pedir no me serviría de nada debido a que no había pagado todas las cuentas. El agente se encargó de reportarme a las autoridades por deudor y embustero, fui marcado con un nuevo tatuaje institucional en el otro brazo y me destrozaron el omoplato. Los muy cabrones disimularon la tortura lanzándome contra uno de los muros que los niños usaban para rebotar pelotas. Fui trasladado al anexo, que consistía en un local común, pero allí vedaban a los tatuadores, así que no pude completar el diseño del ave fénix que había empezado otro artista en mi hombro. Unas odaliscas con uniformes de papel de aluminio se encargaron de vaciarme las tripas con unas pastillas para el adelgazamiento y de untarme tempertina en los tatuajes. El olor del petóleo me llevó al piso. Soñé con las caricias de mi madre y sus sobos con alcohol cuando me picaban las hormigas. En medio de la escena, se presentó mi padre con olor a cigarrillos acariciándose el bigote y echándome la bendición con la voz ronca. Oscureció. Me hice pis encima y hubo que limpiarlo de inmediato. Para esas ocasiones existían el Windex, el Lestoil y los forros plásticos, el matress no se había dañado tanto. De repente, las odaliscas entonaron un cántico extraño que se me parecía al que entonan los derviches en el norte de Africa. Se ponían en círculo, encendían inciensos, y del humo surgia la sombra terrorífica de un leopardo con los ojos verdes y los bigotes llenos de sangre. La peste de los orines hizo que reaccionara con asco, primero, y luego, ante la visión del felino amenazante, fue que tuve el orgasmo.

Estruendomudo lanza en exclusiva “Adelaida recupera su peluche”: Una novela en cantos por Bruno Soreno

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COMUNICADO DE PRENSA

PARA PUBLICACIÓN INMEDIATA

Espere la primera entrega de la novela en cantos Adelaida recupera su peluche, de Bruno Soreno. Su lanzamiento será vía Estruendomudo a las nueve y cincuenta y nueve aeme del lunes, 5 de febrero de 2007.

“No quedarán putas vivas, ni adoquines, ni de las ciudades de Bruno Soreno piedra sobre piedra cuando la gente termine de leerla”, dijo Manuel Clavell Carrasquillo en referencia al texto que tiene bajo su cuidado.

La Redacción del blog se encuentra ultimando los detalles gráficos del “template” adecuado para que la novela pueda leerse (a pesar de las salpicaduras de sangre) de la forma más placentera.

Se advierte que las entregas no son aptas para pendejos ni para cardiacos.

Tres

hielo derretido con salEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Rutas saladas (2070)

Aquellos caminos de la sal
-comerciales-
y los muertos que los atravesaron,
cumplen con la función de signos de advertencia:
Sydney será parte del desierto

en el veinte setenta.

De la importancia del juego

Me parecía ridículo el llamamiento
de ciertos sectores progre
al juego.

Trabajo y disciplina, pensaba,
nada de ese tipo de distracciones.

Luego leí
que allí es donde único
los que tienen esperanza en el espíritu
pueden aplastar a sus enemigos.

Grité e insulté a los demás hasta que pude.

Quedo liberado momentáneamente.

Carta al futuro

Hermanos:
están jodidos!
serán libres

-les dirán-
pero, a ver, ¿cuánto ha costado su libertad?

La artista Technicolor (Fragmento) Un saludo a la exposición retrospectiva de Marimater: “Del post al después”

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Escribe María de Mater O’Neill

Todos pasamos por la Milla de Oro, con sus “banners” épicos ofreciendo a lo “blue-green” dinero para esas vacaciones (velero, playa, cielo, montañas de rigor en el fondo) que nos saquen del trajín urbano pero cuando miramos, lo hacemos ruralmente dentro de ese espacio onírico puertorriqueño, ciegos a que estamos en un carro esperando que la luz cambie (que no comparto que sea un espacio negativo). O el anuncio de Harris Paint en el cine, que todo el mundo canta, ese “azul de adoquines” es realmente el azul de mi “lighter”. Yo no propongo que los pintores abandonen una paleta por otra, sería establecer otro mito, pero sí cuestiono la razón de esa ceguera tan particular. En estos tiempos que se habla en el velorio extendido de la “muerte de la pintura” (como si realmente se pudiera terminar una manifestación cultural, un final de la historia), propongo la reflexión sobre el color nuestro de cada día. No es cuestión de inventarse otro lenguaje (ser original), ya que todavía hay tela para cortar (no creo en el pintor autónomo), es que el problema no está en la pintura, está en cómo vemos la pintura y cómo el pintor se relaciona a ella.

En mi proceso, a mí me interesa el Technicolor, creado en los 30s para desarrollar películas con una paleta natural, que curiosamente lo que terminó creando con sus colores saturados fue una paleta hipernatural, que me trae a la memoria no lo que he vivido cada vez que salgo de mi casa sino lo que he vivido en lo fantástico de la cultura popular. Ojo, yo no estoy sustituyendo el paisaje rural por el urbano, no me interesa representar nada, sólo me interesa la pintura en sí. Yo no quiero que el lector se acuerde de mi pintura, sino que se acuerde de la experiencia cuando la vio. Aclarada mi intención, vuelvo a pensar en el verde de la coreógrafa. No sólo es el verde de un joven presidente sino también el de la realidad de su asesinato tres años después, y pertenece a la misma familia de los grises de la tela del chaquetón y pantalón de sastre que se puso Lucecita cuando cantó con sus pestañas postizas y afro de yo-soy-negra en el Show de Ed Sullivan. Es la paleta borrosa, interrumpida, sata, teaser, ambivalente y que proclama a lo Stonewall: “I’m here, get use to it”.

*El Museo de Arte de Puerto Rico inaugurará este próximo fin de semana una exposición retrospectiva de la obra de la artista María de Mater O’Neill en la sala Santander. La curadora de la exhibición, la Dra. Elaine King, ofrecerá una conferencia al respecto este sábado 3 de febrero a las 11:00 am en el Teatro Raúl Juliá del MAPR.

La perrita

  Ashes to ashes   by Samurai MasamiEscribe Pepe Liboy
Especial para Emudo

Estaba en la casa de Ivette, celebrando las Navidades, cuando una de sus invitadas, una abogada notario, recordó haber tomado unas clases de historia conmigo. El incidente de la clase en sí ya casi lo había olvidado, pero hablamos de ello porque estos y otros hechos la llevaron a hacer una copia de identidad de la que no se había olvidado.

-¿Todavía tu mujer te manda perritas?- me preguntó.

-¿Usted se refiere a aquel incidente de la clase de historia en el que el profesor trató de sacar a una perrita sata que entró al salón?-

-Sí.

-Lo recuerdo perfectamente. La perrita entró al salón y el profesor dijo: “¿Qué es esto? El subdesarrollo”. Y enseguida pidió que se nos trasladara a otro salón.

-Claro. Pero la perrita nos siguió al segundo salón también y ya el profesor pensó que estaba adiestrada. Usted se puso de pie, la llamó y la perrita se fue detrás de usted. Luego no he vuelto a saber qué pasó, hasta que me pidieron que transcribiera una copia de identidad de una novia suya.

-Pues lo que pasó fue lo siguiente. Me llevé a la perrita al pasillo y una muchacha vino a buscarme. Me dijo que me fuera de la casa de mis padres, con la amenaza de que me iba a robar el carro si no lo hacía. Me alquiló una habitación y me dijo: “Soy tu esposa, pero no voy a estar contigo toda la vida”. Entonces se fue unos días y otra muchacha trajo a la perrita. Entonces llegó al apartamento una tercera muchacha para llevarse a la perrita al campo conmigo, donde la criamos hasta que tuvo hijos. Los perros fueron creciendo hasta que los repartí por Caimito, entonces la perrita ya madre se fue a ratonear y la muchacha y yo nos volvimos a Río Piedras, donde nos separamos.

-¿Quién te manda esos animales?-me preguntó la abogada.

-Otras personas me mandan muchachas, pero ella me manda perras. Aparentemente no quiere tener hijos.

-Yo te vi de nuevo en la Editorial Santillana. Trabajabas allí con mi esposo. En aquel entonces, yo todavía no tenía niños. Pero ahora tengo una hija.

-Obviamente no eres tú quien me las manda, aunque te interesa conocer mi vida y mi destino. Estas navidades llegó otra perrita a mi cuarto. Lo mismo, aparentemente extraviada, pero no la llevé al campo. Le dije a mi hermano que la sacara de mi cuarto.

En la misma fiesta me despedí de la abogada, y poco antes de irme hablé con Miguel, que es tío de un profesor de literatura que todavía no ha aprobado mi tesis de maestría. Miguel administra una discoteca en San Juan, según el profesor mismo me lo dijo hace años. Esta vez, como no llevé la perrita al campo, su posible dueña se molestó y cuando se nos dañó la batería (esto pasa con frecuencia), le pedí al tío de mi profesor que le sacara el alternador a la guagua para que la dueña de la nueva perrita no se robara la guagua. Claro, Miguel lo hizo, y la dueña de la perrita nueva se ensañó con la guagua y raspó la pintura. Pero esta vez no voy a irme con otra muchacha a criar unos perros, ya que como la propia notario ha visto, eso me trae problemas con mi novia.

Algo nervioso por la muerte de un pariente, de quien se han dicho mil cosas falsas, Miguel dejó la chivería que tenía en la casa del dueño de la discoteca y empezó a trabajar en mi casa. Mi lucha de todos los días es con el polvo que viene de la autopista, que me ha dado un cardo de asma dura otra vez, y en esta ocasión, además de tener que fumar con filtro, hemos tenido que limpiar la ceniza del techo. Miguel me ayudó en este asunto. “Tu tío Gilberto”, dice mi mamá, “se pasa la vida en el techo de su casa limpiando la ceniza”. Acompañé a Miguel a una ferretería que nos alquiló una máquina bastante pesada que no pudimos subir al techo. En el camino me contó que él había sido el tratante principal de muebles de rattan en Puerto Rico, con viajes constantes a República Dominicana y Méjico, donde vendía los materiales traídos de Indonesia. Miguel se casó dos veces y tiene un nieto de 30 años. Además de esto, vive con sus padres en una casa de dos pisos. Su exmujer vive en el segundo piso de su casa con sus dos hijos. Me ha dicho que le compró un teléfono celular con Internet a su hija.

Por otro lado, Yara Liceaga ha vuelto a mandarme sus cuentos de embriología forense. Nívea Silva Cabrera, que trabaja en el Fondo del Seguro del Estado, me dijo que había trabajado como agente de la policía en mi escuela superior, para asegurarse de que yo me pudiera graduar. Aunque se graduó de la Universidad en 1975, usaba el uniforme de la escuela y parecía una estudiante más que estaba conmigo, pero fue ella quien me habló del problema de la selección natural por primera vez. La selección natural es problemática por el hecho de que implique la participación de varias hembras en el alumbramiento de un ser humano. Hay problemas de identificación, por ejemplo, cuando en la reinseminación el código genético del recién nacido se altera. Si se trata de una mujer que ha muerto en una reyerta política, o como en el caso de Rusia, en una purga, no es fácil identificar a su hijo si la forense lo reinsemina. Pero afortunadamente, por otro lado, esto es lo que la naturaleza ha ideado para que no se tomen represalias con los retoños. La hija de mi amiga va a estudiar medicina forense en una situación algo incómoda, pero hay el alivio de los cuentos de la Yarita y el hecho de que la hija de Nívea tenga talento para la música, como la mayoría de los embriólogos. Yo seguí un programa especial de estudios que me sustituía la música por la embriología.

*Pepe ha publicado el libro de relatos “Cada vez te despides mejor”.

Dragas update

cuban drag queenEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Estoy metido en la locura de escribir un libro titulado Dragas: Performeros de género en Puerto Rico, que incluye entrevistas a los principales travestis que se dedican al espectáculo en la isla.

El proyecto nació hace exactamente un año, en enero de 2006, con la intención de que fuesen las dragas las que hablasen de su trabajo y de sus vidas.

Cada entrevista está acompañada de fotografías tiradas por la cámara de David Villafañe, un fotoperiodista excelente que se ha encargado de retratar a cada una de las dragas en situaciones inesperadas para el público y apropiadas de acuerdo con sus señas de identidad.

Las entrevistas están ready y me encuentro en la etapa de las transcripciones. Debo confesar que mi promedio, hasta el momento, son cinco páginas en un periodo de dos horas. Cada casette tiene dos horas de duración, así que la tarea es ardua.

Publicar un libro en Puerto Rico de este tipo requiere la visión correspondiente de un artista gráfico. Me ayuda en esta tarea la diseñadora de revistas de periódicos y artista digital Claudia Robiou, quien ya tiene una idea clara de lo que debemos hacer para que el libro sea legible y atractivo.

Mi investigación incluye visitas constantes a los centros de interpretación, bares y discotecas, en altas horas de la madrugada. Me encanta la noche y sus misterios, así que no representa problema. En el proceso, le he tomado el pulso a la muchedumbre y sus (des)amores con las dragas. Además, he podido observar con detenimiento el abanico de estilos, personalidades, preparaciones y obsesiones del trabajo de cada una y las compañeras suyas que no entrevisto.

Es curioso que, a través de los concursos de belleza, en los que se escogen las nuevas candidatas a las pocas plazas disponibles, haya podido observar los detalles del nacimiento y los primeros pasos de una draga, al tiempo que profundizo en las historias de las mayores y experimentadas.

Pretendo incluir por lo menos una representante de cada escuela de las más reconocidas en la isla, incluyendo a ex-dragas, transexuales-travestí y prostitutas. Aunque se trata de un libro de espectáculos, me parece que estas categorías constituyen los márgenes de la norma y que no incluirlos constituiría una falla ética desde el punto de vista periodístico y académico.

En Dragas, el glamour tiene que ver con el profesionalismo, la competencia, la palabra, el arte cabaretero, las identidades, el género, las calles de la urbe boricua, la costura, la música, la comunidad homosexual, su cultura, las drogas, el periodismo, la historia oral, el maquillaje, la violencia, el dinero, el proceso editorial y publicitario de un objeto bibliográfico, el sexo, mi marido Juan Soto Meléndez, mis amigos y mi familia, tanta gente que me ha ayudado a echar para adelante este proyecto utópico, pero realizable. Contradictorio, por supuesto. Como todo.

La última voluntad de Roberto Bolaño

bolano bigEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Roberto Bolaño (1953-2003) fumó hasta la muerte pero, antes de quedarse sin aire, le entregó su última novela, 2666, a su editor Jorge Herralde; encargado en Barcelona de la empresa Anagrama. Se trata de un testamento literario duro y monumental (mil páginas) en el que el chileno desarrolla cientos de historias enlazadas por varios misterios y múltiples desgracias, que comienza con la de un reguero erótico entre profesores europeos expertos en literatura alemana y termina con el recuento detectivesco y detallado de más de doscientos asesinatos espeluznantes de mujeres en la ciudad de Santa Teresa (“trasunto” de la verdadera Ciudad Juárez), en la frontera entre México y Estados Unidos.

El autor está interesado en describir los más mínimos incidentes de las vidas de sus personajes, mundos enormes hechos de personalidades complejas dentro de otros mundos inmensos que incluyen planicies desérticas imaginadas a través de pesadillas, cárceles con sus presos y manicomios esterilizados con sus terapias para los locos. Además, esos mundos inconmensurables tienen que ver con los basureros municipales y clandestinos, los cementerios y las universidades de Mondragón, en el País Vasco, Madrid, Boloña, Londres, Nueva York, Barcelona, el Distrito Federal y California.

La comunicación ocurre en persona y, sobre todo, por medio de llamadas telefónicas e emails, vehículos de las palabras que los unen y los espantan en cada conversación inútil y los atraen hacia el oscuro centro de los márgenes de las fábricas maquiladoras de la ciudad de Santa Teresa, donde trabajan las mujeres que van a desaparecer, primero, y luego a ser examinadas por los forenses en la morgue.

Hay intelectuales en busca de teorías para llevar a un autor sin rostro que desertó del ejército nazi a la candidatura del Nobel, más policías analfabetos en medio del camino de narcotraficantes poderosos y las redes corruptas de las autoridades.

Hay periodistas en busca de la “verdad” y amantes confundidos observando el vaivénciudad juarez de los colores espectaculares de los amaneceres y los atardeceres mientras beben para olvidar y se cuentan chistes. Hay frases que terminan en punzadas cínicas que señalan la ineficacia de la vida pero que comienzan llenas de optimismo, como si la gente inventada por Bolaño flotara en una sustancia hecha de mentiras solapadas y arregladas para las escenas de amor y la esperanza cotidianas pero que, al final, son incapaces de hallar la salida de sus respectivos laberintos.

Una psiquiatra unida a un funcionario judicial, un preso experto en computadoras vinculado a una abogada, un catedrático francés obsesionado con una artesana india, un poeta internado haciendo de las suyas a pesar de haber sido separado de la comuna que lo aplaudía, una vidente rural adoptada por un presentador de televisión, un negro de Brooklyn que participó en las revueltas de los Panteras Negras y una congresista del Partido Revolucionario Institucional que lucha por preservar su estatus aristócrata en un manto izquierdoso narran sus tropiezos con los libros, la música, el prójimo, sus destinos y el horror de ser partícipes “pasivos” en un esquema de trampas y traiciones que no parecen tener conclusión lógica.

Alguien en el texto argumenta que los lectores casi siempre prefieren libros consagrados, apuestas seguras a la creación literaria requeteprobada y, gracias a la perfección, decididamente cómodos para matar el tiempo con actividades edificantes. Extiende la reflexión, y piensa que sólo algunos se deciden por los libros gordos, “imperfectos, torrenciales” y problemáticos, como este de Bolaño, quizás porque es más fácil no querer enfrentarse a la incertidumbre de lo desconocido.

Lo desconocido, aquí, precisamente, es el experimento con el puro riesgo de las descripciones crudas de instintos crueles y reflejos lujuriosos llenos de sangre mezclada con tequila y semen en medio de acantilados y farallones plenos de minerales preciosos, semipreciosos y enormes rocas prehistóricas. El absurdo de cada capricho y cada paso de un playboy que vive entre burdeles, niñas escolares que pronto morirán después del ultraje, deponentes, guardaespaldas, investigadores, meseras, boxeadores y migrantes sale a la superficie y no se explica, simplemente ocurre y sigue siendo absurdo hasta el final.

juarez protestaLa filosofía occidental, la historia del arte, el derecho aplicado a la criminología, la literatura comparada y la política –junto a los rumores, las conclusiones y las suposiciones aparentemente pedestres– parecen ser consuelo y entretenimiento. Se intenta enarbolar preguntas y respuestas sobre la estética de dos hombres pegándose en un ring hasta que uno caiga, un libro de geometría a la intemperie (enganchado en un tenderete según los postulados de la instalación contemporánea dictados por Marcel Duchamp) y el acto desesperado de un pintor al cortarse un brazo para colocarlo en medio de la sala de exposiciones de sus cuadros.

A pesar de los sonidos polifónicos, Bolaño no se siente; todo el alboroto sale de las bocas de los personajes. No conocemos su opinión ni sus prejuicios, sólo tenemos los chorros profusos de su ficción y acercamientos torrenciales a las consciencias de sus criaturas, abiertas hasta la profundidad de sus pasados y abiertas también hacia la extensión desértica de sus futuros.

En los bares, en los restaurantes y en los hoteles, los lugares de tránsito, se comentan los asesinatos en serie ocurridos entre 1993 y 1998, coartadas, tesis que tienen que ver con estas ideas “o estas sensaciones o estos desvaríos que, por una parte, tenían su lado satisfactorio. Convertía el dolor de los otros en la memoria de uno. Convertía el dolor, que es largo y natural y que siempre vence, en memoria particular, que es humana y breve y que siempre se escabulle. Convertía un relato bárbaro de injusticias y abusos, un ulular incoherente sin principio ni fin, en una historia bien estructurada en donde siempre cabía la posibilidad de suicidarse. Convertía la fuga en libertad, incluso si la libertad sólo servía para seguir huyendo. Convertía el caos en orden, aunque fuera al precio de lo que comúnmente se conocía como cordura”. Tremendo autoanálisis narrativo de la tarea del escritor, pero aún insuficiente para abarcar las razones del texto, desde la cifra inescrutable del título hasta el último punto que lo cierra.

Un íntimo amigo del autor, Rodrigo Fresán, que aparece en la novela situado en unasesinato en la maquiladora parque de Londres junto a una estatua de Peter Pan mientras piensa en el título de su obra Jardines de Kensington, escribió en el diario Página 12 que: “En 2666, la prosa de Bolaño cautiva más que en ninguno de sus otros libros porque de lo que aquí se trata es de conseguir una suerte de summa artística, de todo armónico y al mismo tiempo disfuncional donde –por medio de epifanías de larga distancia suspendidas en el espacio o abruptas aceleraciones en el tempo enmarcadas en el formato de novela abierta, de novela exterior e interior al mismo tiempo–, lo que se persigue y se alcanza no es otra cosa que una teoría del mundo, de todo el mundo”.

Añadiría que Bolaño andaba tras la teoría del mundo, sí, pero más bien la que se refiere a los abismales mundos infinitos dentro del mundo; las sombras de aquel todo imposible de abarcar tal y como se manifiesta azul y resplandeciente desde la imagen de un satélite espacial en órbita. Tal vez, por ello, al terminar 2666 uno queda sumido en un estado de tristeza, como si también fuera o quisiera ser por un instante un sonámbulo en busca del humo que finalmente lo venció justo después de escribir esta portentosa novela póstuma.

Esta reseña se publicó en el número enero-febrero 2007 de “Diálogo”, periódico de la Universidad de Puerto Rico.

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