Negros de mierda y jodidos chinos

jbrownass1Nota de la Redacción de Emudo: Este escrito, enviado por un lector de este blog, hace referencia a la columna de ayer de Marcos Pérez Ramírez, titulada “Patos”, publicada por El Nuevo Día en su sección Buscapié.

BUSCAPINGA

Escribe Mateo Padilla Rivera

Hora es ya de reivindicar las palabras “negros de mierda” y “jodíos chinos”. Con el permiso de Colibrí y Yao Ming, estos términos peyorativos deben convertirse en banderín de la lucha por los derechos de los afroantillanos y los asiáticos oriundos de la gran civilización china, en última instancia los derechos de todos.
Me explico.

Recuerdo como, desde que estudié en la escuela elemental, “negro de mierda” y “jodío chino” eran insultos. “Mateo Padilla Rivera es un negro de mierda y un jodío chino”, coreaban algunos niños crueles.

La solución al oprobio era responder con la frase “sí negro de mierda y jodío chino, jodíos chinos que te voy a dar hasta sacarte la mierda canto e hijueputa”. ¡Qué poca imaginación! ¡Cuánto revuelo por una jodía mierda!

¡Mamabichos – gracias pueblo de Puerto Rico – chúpense ésta! Mis tías maternas son negras de mierdas; un primo segundo fue un jodío chino; mi tío abuelo, gran compositor de música clásica y maestro de piano, era un negro de mierda, y mi abuela materna, oyeron bien, mi abuela era una jodía china. ¿Y por qué la defensa, por qué reivindicar a los “negros de mierda” y a los “jodíos chinos”? Sencillo, lejos de ser una burla es un halago. Negros de mierda y jodíos chinos han sido casi todos los genios de la humanidad, desde Confucio hasta Martín Luther King. Son ellos quienes rompen con prejuicios. Por enseñar en la universidad a escritores que son negros de mierda o jodíos chinos querían quemarme en la hoguera los carniceros de la pía vida.

¡Ah, pero es que “negros de mierda” y “jodíos chinos” son una burla, las comparaciones de los seres humanos con heces y adjetivos deplorables al lado del nombre! Tal vez, pero nadie ha notado que la mierda sale a flote, que es necesario joder. La mierda es parte esencial de la vida, al igual que joder. Nadie puede tener tanta mierda dentro por mucho tiempo. Se puede joder. La mierda sobrevive al frío, al calor, aguanta lo que sea. Siempre habrá mierda, o estaremos jodidos.

Cerca de mi casa hay mierdas en el piso – me refiero a heces fecales – que están por doquier y sirven de alimento a mis perras. Ellas lo persiguen, le ladran, lo acosan. Pero la mierda, tranquila. Espera en una esquina. Y es que con la mierda nadie quiere joder. Ni con las aves, ni con los varones. La historia, el presente y el futuro demuestran que siempre habrá negros de mierda y jodíos chinos.

El gran poeta, crítico y editor Che Melendes según Lilliana Ramos Collado

Joserramon Melendes

Aquí un ensayo buenísimo
publicado en el semanario Claridad
sobre la pertinencia del gran poeta,
crítico y editor Joserramón Melendes.

Ramos Collado dixit:

Bajo la pluma de Che la poesía se recupera, se solivianta, se asusta de sí misma, regresa y parte. Si, como dice Corretjer, en la vida todo es ir, y, como nos recuerda Lorca, no vayamos a llegar, distingue a la poesía de Che su naturaleza proyectual, su fundamental inestabilidad, su reconocerse como un eterno borrador.

Lunes al sol

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Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

La bruma mañanera
me nubla el pensamiento
y veo doble por encima de los espejuelos
después de recordar las escenas del fin de semana

no he dormido
he comido mal
abusé de las drogas legales
justifiqué todo lo que dije en aras de la comprensión
y la solidaridad de los seres humanos
incluyendo las crueldades
los desatinos
las mentiras y
las falsas alarmas para que vinieran mis amigos al rescate

“cada vez que llego a casa me siento menos hombre”
me dijo una hermana
de la duda
y olvidé las cuestiones de género
para sumarme a esa frase
que señala a toda la raza perdedora

“cada vez que salgo de casa me siento más hombre”
digo los lunes por la mañana
al sol
pero con gafas
cuestión de llegar al trabajo
con la misma bruma del weekend en la cabeza
pero al menos con algunas ganas
aunque sean chipi
aunque no sean mías sino prestadas
aunque sean igual de literarias.

Lección geográfica finisecular para gringos monolingues

guillermo

Escribe Guillermo Gómez-Peña

ESTIMADO lector/radioescucha/miembro del público presente, repita conmigo en voz alta:

MEXICO es California
Marruecos es Madrid
Pakistán es Londres
Argelia es París
Camboya es San Francisco
Turquía es Frankfurt
Puerto Rico es Nueva York
Centroamérica es Los Angeles
Honduras es New Orleans
Argentina es París
Beijing es San Francisco
Haití es Nueva York
Nicaragua es Miami
Quebec es Euskadi
Chiapas es Irlanda
your house is also mine
your language mine as well
and your heart will be ours
one of this nights

es la fuerza del sur…
el sur en el norte
el norte se desangra, se evapora
por los siglos de los siglos
and suddenly you’re homeless
you’ve lost your land again
estimado anti-paisano
your present dilemma is to wander
in a transient geography de locos
without a flashlight, without a clue
sin visa, ni flota, joder

Tomado de Bitácora del cruce, Fondo de Cultura Económica, DF, 2006. En la foto, GGP.

07.07.07

tajmahal 170Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Hermanos: paz a vosotros. He recibido una revelación apocalíptica mientras navegaba por la Red que procedo a comunicarles de inmediato. Amanecerá el día séptimo del séptimo mes del séptimo año del segundo milenio d.C. y se romperán los siete sellos de la ignorancia mientras los siete ángeles de la sabiduría tocarán las siete trompetas de la democracia virtual en un estadio de la ciudad de Lisboa. Entonces, el profeta suizo Bernard Weber, presidente de la New Open World Foundation, anunciará las nuevas Siete Maravillas del Mundo que escogerán (de 21 lugares finalistas) millones de personas por Internet o vía telefónica.

Arrepentíos de la duda y la indiferencia, conectaos a la página www.new7wonders.com y abandonad las absurdas prácticas políticas de la Bestia Ninguna de las Anteriores, Inc., también conocida como la Gran Ramera, antes de que llegue el día del “jackpot” del cosmopolitismo. Los convido a comprometerse con el simulacro de poder que supone la sustitución de aquellas maravillas del mundo antiguo –de las que ya nadie se acuerda– por los nuevos íconos de nuestra absurda residencia en la Tierra.

Procedo a hacer público mi voto como acto de fe en la salvación universal ante la inminente catástrofe provocada por nuestro comportamiento hereje. Aunque ganas no me faltaron de escoger las favelas de Río de Janeiro, el condominio Millenium y los restos de la estatua de Colón de Cataño, me decidí por el Acrópolis (“hybris” y “paideia”), el Coliseo (sangre, pan y circo), la Alhambra (harem), Machu Picchu (futurología “new age”), el Taj Majal (vanidad de vanidades), Tombuctú (sudor y hambre) y la Muralla China (el terror del “homo sapiens sapiens” visto como enorme cementerio desde la Luna).

Hermanos: ¡por cada pecado capital cometido (oh lujuria, oh envidia, oh gula), erigid un edificio de esperanza! ¡Abrazad la simulación de este referéndum que sí vale la pena: votad y celebrad conmigo la belleza de las ruinas!

Este artículo fue publicado ayer en la sección de opinión del periódico El Nuevo Día.

Al fin, el capítulo 15: “Adelaida recupera su peluche [gracias a la escritura de Bruno Soreno]”

putaBut, sorry, I digress. Nuestro asunto es que algo así le ha pasado a Adelaida. Nunca encontró su espejo, pero al final es probable que ya no le hiciera falta. Es muy probable que no le hubiera hecho falta desde un principio Yo no sé. Sí sé con certeza que al final encontró una cosa, y sospecho que es posible que hasta haya encontrado dos. Pero esto último no lo puedo jurar, pasmado lector. En cuanto a esto estoy tan atónito como tú. Ayúdame, lector, decide tú. Tus sospechas han de ser probablemente tan falsas como las mía, pero una falsedad acompañada es menos falsa que una sola. Y falsa será, a fin de cuentas, cualquier cosa que Adelaida pueda encontrar dentro de ese lugar al que se fue, esa región nada transparente en que se ha metido. Dentro de mí, que no es lo mismo pero es igual. Yo no sé lo que tú pienses pero, al menos, eso es lo que pienso yo.

Cosas vinieron. Cosas vinieron, o tú fuiste hacía las cosas, Adelaida. Ninguna encajaba del todo, ninguna satisfacía a cabalidad, pero la plenitud, sentías, no era requisito en esta búsqueda, en este palpar de cosas que venían, que habían estado, que se habían ido hace mucho. Ya Adelaida no estaba, o tú no estabas. Exeunt.

Afuera el cuello dolía, se ponía rojo y el aire ya no tenía cabida en los pulmones. La lluvia se acumulaba en tu boca, en tus ojos, formando una lámina transparente. Sus ojos.

Puta, te decían. Puta, te repetían, y apretaban. Y apretaban. Pero adentro, antes que afuera, ya tú te despedías.

No, les respondiste. No. Yo no soy ninguna puta. Yo soy Adelaida. Solo yo. Sola yo. Solamente yo

-Pu/

Pero se añubló la transparencia de aquellos ojos. Se le rompió la palabra a aquella boca a media lengua. Se le rajó aquel nombre por la mitad a aquella lengua en medio de la voz. Porque te miró entre las piernas con aquellos ojos de vidrio que se le hicieron agua cuando encontraron algo allí donde no debía haber nada. Cuando encontraron en el lugar de la falta lo que debía faltar, lo que de ningún modo debía haber estado allí. Lo desquiciaste, Adelaida. Lo desquiciaste.

Y sonreíste.

Adelaida. Coño. Yo me llamo Adelaida.

Y, atravesada por una descomunal carcajada, te sumergiste en aquellos ojos, te anegaste en la inquietud de aquellos ojos recién nublados por la niebla del terror y allí, digo yo, encontraste aquel peluche que se te había perdido.

Bruno Soreno

San Juan, 1999 / Nueva York, 2000

Amores que no caben en el Código Civil

lemebel2Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

El indecoroso escritor chileno, marxista y homosexual, Pedro Lemebel, sale a la calle regio y en tacones para saciar la lujuria de la noche. Tropieza con los “bajos fondos” y allí se enamora perdidamente de hombres más jóvenes que él. Casi siempre los recoge sucios en las esquinas, hambrientos y necesitados de pesos para comprarse un nuevo par de tenis Puma o un CD de hip-hop. Los lleva a su casa en el “gay town” de Santiago, beben y fuman marihuana hasta reventar y, al final de la juerga, paga por sus servicios de compañía con techo, calor y comida.

Esas sesiones impúdicas y otros viajes eróticos e intelectuales de Lemebel por las geografías que no aparecen en las guías turísticas, quedan evidenciadas en su nuevo libro Adiós mariquita linda, que contiene 30 crónicas que se publicaron sin censura y sin remilgos de “buen gusto” en “The Clinic”. Allí se despide de la concepción burguesa de lo que debe ser un homosexual recatado. Lemebel deja atrás las marionetas “chic” de las señoronas docilidad y continencia que atentan contra el “loco afán” que impulsa a la exageración “boquisucia” y los aspavientos too much del gran varón estimulado por el éxtasis femenino.

El cronista reproduce el habla callejera de su ciudad y otras áreas lejanas del país sin temor de incurrir en neologismos y avivar la jerga impía de buscones, obreros, prostitutos, drogadictos, políticos secundarios de derecha y de izquierda, rateros y funcionarios culturales patéticos. Lemebel escribe sobre lo que ha dicho a boca de jarro y lo que le han dicho a él en contextos embarazosos, caracterizados por borracheras, encontronazos violentos con la autoridad y la negación de los preceptos morales que dictan la fama, las letras y las artes.

Además del vocabulario arrabalero, que en sus “crónicas de sidario” de los años noventa sirvieron de único mapa de la comunidad “ve y hache positiva” de Santiago ante la desidia gubernamental hacia lo que todavía se estigmatiza como lacra, Lemebel retrata modas y da opiniones, reflexiona y nombra, pone en circulación ideas sobre temas que otros académicos “correctos” prefieren no considerar. Nótese cómo elabora su teoría sobre el rap chileno: “La onda hiphopera prendió en la pendejada nacional hace un tiempo, a medida que la película musicada del chicanismo de color joven llegó en el ahora retro video clip. Y se vio reproducida acá, cuando los púberes chilensis se sintieron identificados por el descuido vestimentario y esa arrogancia de ser, ese descaro vital que ostenta la pendejada negra y anarca del yanquiparadise”.

Sin bordes entre su pose autobiográfica intimista y su función de intelectual mediático bien cotizado en toda Latinoamérica, ha asumido su oficio como el manipulador del “filo de una navaja que separa al talento de la vulgaridad”, señala el periódico El Mercurio. Para él, no existen desfases entre oponerse a la dictadura fascia militando en organizaciones clandestinas, travestirse y maquillarse para dar una conferencia en la universidad, publicar crónicas sobre indagaciones indigenistas, fumar cannabis y beber pisco sour hasta el delirio, hacer teatro pobre, performance y cine al aire libre o pintar. “Por eso escribo de mi pueblo con este desenfado, porque conozco y bebo gota a gota la emoción pelleja de su sexo roto”, explica Lemebel.

Lejos de su teclado han quedado la condescendencia con los escrúpulos de los lectores, la conmiseración de los pecados propios o ajenos y la urgencia de “edificar” la recta vía. Las relaciones de los amantes se detallan melodramáticas e imposibles según los libretos de Televisa o Univisión. Pero, el despecho y las traiciones, los discursos empalagosos y las promesas imposibles de cumplir ceden ante el terrible encanto del goce, inevitablemente cercado por las barricadas del látex, la edad y la posición social. Lemebel se confiesa cero positivo, ultrasensible y al mismo tiempo cruel. A un amante “furtivo” le regala una carta de amor: “Y en ese vértigo te escribo, en ese vértigo imagino tus ojos recorriéndome en la escritura. Y, tal vez, ese momento, donde la lectura y letra, ojo y corazón, voz y silencio, agua y aire, recuperen el horizonte impreciso de aquella tarde porteña, frente al gran anfiteatro de Valparaíso, donde tuve un sueño de embriagado trapecista, sin red… porque tú eras el mar”.

Las crónicas también se encargan de documentar huidas de la “loca perdida” por los polos paupérrimos del norte y el sur de la capital más escapadas de las tiranías pinochetista y mainstream hacia Bolivia, Perú, Argentina y La Habana. En cada puerto deja un amor y un rastro de ilusiones tronchadas porque su excéntrico comportamiento levanta sospechas en las consciencias de sus supuestos fanáticos literarios. Entre encuentro y compromiso pone a sus interlocutores “en su sitio”, denunciando las prisiones cubanas para sidosos que el régimen disimula detrás de una fachada terapéutica, enfrentando la pose bisexual de un “personality” como Miguel Bosé, criticando el aburguesamiento de su barrio y burlándose de la muerte que tiene atravesada en su destino.

En Latinoamérica hay una resistencia visceral a los patrones de conducta estilizados de los guetos homosexuales desde los que se lanza una campaña política y comercial para reivindicar los derechos de los sujetos queer que deciden asentarse. Sin embargo, Lemebel no escribe sobre los ciudadanos a los que les aplican las disposiciones sobre los asuntos domésticos de los códigos civiles de la región: hombres y mujeres que han construido lazos de vida juntos y que luchan para que el Estado los asegure. El escritor revuelca el conglomerado de “mariquitas lindas” para que sus exclusiones y discrímenes queden tan al descubierto como las perpetradas por los homofóbicos. En ese sentido, el terremoto Lemebel derrumba todas las certezas de las calles bonitas en las que se asientan los edificios de ambos bandos de la frontera de las identidades gay y deja al descubierto sus ruinas.

Antipático e inflamatorio, este libro molestará a los conservadores de todo tipo, incluyendo a los más liberales. Homos y heteros levantarán objeciones, habrá advertencias contra el libertinaje. También, reproches contra la apología travesti y el atrevimiento de este intelectual tan bravo. No habrá, sin embargo, excusas para seguir en el debate sobre la ciudad y el género como hasta ahora: con tanta hipocresía al momento de decirles adiós a las cerraduras del amor.

Esta reseña se publicó en la edición de abril 2007 del periódico Diálogo, órgano de la Universidad de Puerto Rico.

San se acabó: Penúltimo capítulo de ‘Adelaida recupera su peluche: Una novela en cantos’ por Bruno Soreno

La Puta 1Léalo aquí.

Aviso: El último capítulo de Adelaida recupera su peluche: Una novela en cantos por Bruno Soreno se publicará CON TODAS SUS SORPRESAS POST-PROSTIBULARIAS este jueves, 29 de marzo, sólo en Estruendomudo (Blog anti-all).

Allí quedará para siempre disponible para los lectores, que podrán acceder a su desórdenes de personalidad buscándola en la columna derecha (links for dummys) de esa bitácora disfuncional.

Besos negros hasta que vuelva a amanecer

de

La Redacción de Embuste o
PERDIDA EN EL ESPACIO, Ltd.

[Hay un ángel en tu mirada, inquitante tabú] o Miguel Bosé para que fluya la escritura automática

cain

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Para Benchi y Rodolfo [que no se conocen], con todo mi corazón. Lo de Andy es ya parte de.

I.

Cuatro rayas

¿serán de coca? ¿o es cliché?

las dos que bajan entre medio del labio superior

de Andy

recordado como el resultado del óleo de un amor de brocha gorda

y unas crisis

que se ventilaron por las calles de Santurce y la universidad

pero [los chicos no lloran], [sólo pueden soñar]

en construcciones y martillazos

techitos

protecciones del futuro estable

junto a los siete San Bernardos

y los relojes suizos de la alborada de un pistacho desnudo

que posa allí

verdoso dulce

para dejarse lamer.

II.

Al principio pensé que sería chijá

una maravilla de colores pastel

unos recorridos por los Boscos los Velázquez los Murillos los Dalís

una españolada con semen y mafú

[voy y me enredo con mi elegancia neo-diplomática]

[y mientras ella plancha el corazón yo le doy bambú]

entre palabras bellas de nenes humanistas

unas carreritas por la isla

durmiendo a la intemperie

buscando caracolas y lapachando entre los brazos fríos de la mar

yo te contestaba con un latigazo de placer

requisito: resolver mi bellaquera: esquivar tu paranoia.

III.

Nos recogieron hechos cantos dos budistas buenagente

nos llevaron frente al eterno Om de la existencia vegetal

[si tú no vuelves, no quedarán más que desiertos]

[y cada noche vendrá una estrella a hacerme commpañía]

[que te cuente cómo estoy y sepas lo que hay]

y allí encendimos los inciencios de la entrega

de la soltura de los pesos innecesarios

y el arrebato de las cosas materiales

incluyendo tu boca hermosa

y tus bellos rubios

y el sabor amargo de lo que me dabas a beber

[morena mía, bien bien bien bien bien]

[morena mía, siete son los pecados cometidos, ocho conmigo].

IV.

Se interpusieron los complejos de superhómbres

[con la rabia cansada de andar]

[nada particular]

con acento

las lecturas existencialistas

Andy

el pigmento nicotina de tus dedos fuertes

y la nube eterna de mi insatisfacción.

V.

Pero a Bosé no hay quién se le resista

no por lo menos yo

que te abrí hasta que que dejé afuera

[lo que ves es lo que hay lo que hay es lo que ves]

[será, seré, verás, veré, aquí estoy y aquí estaré]

[vendrás, vendré, de tu mano comeré]

VI.

Un exorcismo de tu piel

abjuración esotérica de tus hincadas

escupir en tu primera y tu segunda y tu tercera

pero refugiarme cada cinco años en tu primera: la primera vez.