“Hardboiled se llama el género” Capítulo 2. Otra novela en cantos por Juan Carlos Quiñones

Flor por Aussiegal

Que no me vengan con paraísos, Lucyblell
Escribe: Juan Carlos Quiñones

Ten paz. Ya estás aquí. Este es tu lugar final. Yo puedo decir tus palabras, como una cotorra, o puedo hacerme cargo. De tus palabras. Observa: tú dices suéltame. Yo digo suéltame y adquiere un significado mayor. Tú quieres que yo te suelte de esas amarras y yo quiero que tú me sueltes de estas amarras de lenguaje y esto es enfermo. Tú no me ayudas y yo casi no te ayudo. Calla. Haz el silencio ahora. Luego llegará el héroe que te salve o no. Nuestra relación es desigual. Asimétrica, diríamos si fuéramos dos. Tú estás amarrada, a la vida por ahora y a esta cama por ahora. Yo te prometo una flor violeta y la muerte, que son lo mismo. Escucha, que para esto y tu flor estoy:

(lo que hace una mano, ayudada por otra)

Un cuerpo es el invento de una mano, y ya una mano es la metonimia de un cuerpo. Una mano se mueve y ¡zas! aparece una escritura, o un tajo o sí, también un cuerpo que tiene entre sus pertenencias naturales una mano. Una caricia es el recorrido de la piel que hace una mano por ese territorio incógnito que es un cuerpo, que lleva una mano a rastras como la cola de un animal terrestre dialogando con el mar. Esto es un mar.

Lo indistinto. Donde todo se mueve y todo es todo y no hay que ser ni x ni y. De ahí, de ese mar, hay que sacar por la cola al animal profundo, resistente, que se indigna contra la fuerza de la indisolución. Sí, es una lucha. A muerte a veces. Mi lucha.

La caricia es un modo de la cartografía. La caricia recorre un territorio Más allá, mucho más allá de la seducción y el deseo. Esta palabra última no se repetirá, debido a su indigna facilidad. Igual lo es el tajo, el beso, el lenguaje. ¡Qué ciencia es esta!

Ahí está. ¿Lo ves oculto detrás de la neblina del lenguaje? ¿Lo ubicas más apartado del mundanal ruido? ¿Lo percibes? Un animal profundo. Una fuga que se escapa zas, dejando atrás la huella de una mano. Una mano que se cierra. Siempre. Sobre algo. Siempre se cierra sobre algo. Feuerbach, opacado por los vendavales de una teoría que se inventó como se fabrica un cuchillo. Un cuchillo, una bomba atómica tiene un destino inicial, siempre inocente. Ese destino siempre es radicalmente aburrido. Luego se tuercen la película y el cuchillo, la bomba atómica entra en el cuerpo equivocado. Un peluche, un cuchillo, el cuello de un cisne. El aire.

Mueren mil japoneses. Hiroshima, mon amour.

Mueres tú.

Dos inventos.

Existe un pasaje en Marx (¡tantos pasajes, tantos pasadizos, cómo culpar al pobre Marx por hacer a regañadientes literatura!) en el que habla de un cuchillo. Él está hablando con Feuerbach, y lo sabe. Un cuchillo no es lenguaje, pero es un objeto nombrable. Una mano no es el lenguaje pero sin mano no hay lenguaje, sin lenguaje no hay mano para nombrarla.

Matar no requiere de lenguaje. Es un gesto justo, preciso, por más torpe que sea, como una violación que siempre lleva al fracaso pero se dice, uno dice, él, ella dice, ya. Ahí está. No hubo lenguaje de intermedio.

Sólo lo humano tiene la capacidad y la confusa disposición de asir el aire. O el agua. Sólo lo humano ase el agua, hace el agua en la hechura de una capacidad que tiene un nombre inútil, como todos los nombres. Ahí, entre las manos, escurriéndose, anda el lenguaje. Escribe, cabrón, escríbeme.

Ahí está míralo, ese cuerpo pidiendo cuchillo, pidiendo mano, pidiendo lenguaje. Me enloquece. ¿Eso es un objeto? Un objeto es una piedra rodeada de agua. Lo distinto nadando en lo indistinto. Hagamos.

Hazme, con tu muerte de lo distinto a lo indistinto, como un ritual.

Yo no te entiendo. No entiendo tu silencio. Otra vez.

Calla. Nadie aquí ni en ningún sitio sabe tu nombre. Amarrado él, amarrada tú.

¿Qué hago contigo?

Nota de la Redacción: El primer capítulo de “Hardboiled se llama el género”, una continuación de la novela “Adelaida recupera su peluche” se publicó en este blog bajo el título de “Dos pecados”. El lunes, 28 de julio de 2008, se publicará el tercero, que lleva por nombre “Tú me complicas la cosa”. Espérelo.

Foto por Aussiegal. Creative Commons, Atribution.

Zozobra Galliano en un mar de sargazos simulado

galliorgia 

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

(Segunda parte de una serie indefinida ahora titulada “La ponka asesina”. Espere la tercera el miercoles, 23 de julio.)

Las consecuencias de un caluroso viaje de negocios lleno de temblores y punzadas de las oficinas en Manila a las de los Emiratos Árabes Unidos, con la encomienda de tratar de enderezar los desastres del bufete, te pusieron a reptar en cuatro patas y a pedir auxilio como un desquiciado sobre el borde de la piscina de agua amarillenta y salada del hotel Palma Real Luxury Club. Tenías hang over, habías almorzado mal y te dio un calambre. Te estabas ahogando en un mar falsificado.

Tanto dolor sentías, Gallianito, en la base de los pulmones manchados con tabaco –y tanto líquido yodado tragaste– que tuviste que llamarme entre alaridos y perdones reiterados para que saliera del quinto infierno en el que vivo para ir a tu rescate, como ya es costumbre cuando pierdes el control que con tanto orgullo exhibes frente a tus terneritos pares.

Al llegar, me topé con otra de tus escenas tristes. Estabas pidiendo cacao bocabajo bajo el sol ardiente con olor a una mezcla de bronceador Hawaian Tropic Coco y Piña y te faltaba el aire. Qué remedio, me dije, y procedí a reconfigurar para mi archivo tu acto natatorio fallido e irresponsable del siguiente modo:

Primera metamorfosis

Convoqué a Yemayá, dueña de todas las aguas y el mar, para que manifestara en público, frente a cada uno de los musulmanes de gafas oscuras y tanga que te monitoreaban la respiración salvaje mientras por poco te nos ibas de este mundo, porque fue ella quien te devolvió a la zona llana, oxigenada por la leve brisa, luego de haberte succionado hacia lo hondo. ¡Muákata-Muákata!

Pensé que, de esa forma, al exprimir cierta comunicación celular o cibernética con un aparato eléctrico en forma de sopera o tinaja de loza con fusibles, según se analice el contacto esotérico con la Orisha del río Oggún de mis pesadillas afro, podría auscultar los motivos de la segunda oportunidad sobre la Tierra que te ofrecía oronda al salvarte de la más humedecida de las muertes humanas.

Antes de chascar los dedos de la mano derecha, engancharme una caracola gigante en el oído y pitar de forma parecida al sonido de las olas para completar el trance, el Gran Útero salino me contestó diciéndome a mí y a mi amigo agonizante:

“Ay, con que Virgen de la Caridad del Cobre ni que Virgen del Carmen o sea Virgen del Pilar (la-Negra-¿voy atrás yo?, ¿velas?, ¿flores?), patronas de los pescadores y los ahogados devueltos con sargazo y piras de sal en el estómago, así que rujo y soplo, shshshs, para escupir a Gallianito (ya otro) como Jonás; transformado en un manojo de conchitas duras unidas por un hilo de pescar verdoso para que se concretice más sólido su espíritu blandengue como lobo de mar y no se queje. Completamente seguro de sí mismo, menos los miedos del falso balance terráqueo, convencido de las propiedades sagradas del mareo y devaneo de las leyes y los reglamentos y las decisiones pre y postvértigos… Por mis siete remos, mis siete manillas, mi corona, mi timón, el sol, la luna llena, mi mano poderosa colmada de caracoles, mi sirenita rubia Clairol, mi plato, mi salvavidas, mi estrella, mi llave, mi maraca pintada de azul, mi pilón y mis hierros de plata… Shshshs, serás sano y salvo, Gallianito, en el valor y el sacrificio de los vivos, restándole la mortificación de los difuntos que asechan. Se te inflarán los pulmones adoloridos, porque eres criatura carnívora, devoradora de aires bucaneros, y en la frente llevas la marca de anticapitán sanpérfido. A remar por las carreteras de la palabra alzada, Gallianito, rema. No te toca todavía rendirme cuentas postfúnebres pero apunta, que ahora bastante que me debes. ¡A trepar de nuevo el peñón inmenso en el que me quiebro y me hago espuma!”.

Florecimiento de las agallas

Luego del accidente, en el lecho hospitalario de la Creciente Roja, exhibiendo dos agallas inservibles que te sobresalían de las sienes (ya sin ánimos de meterle más wasabi al sushi de tus esperanzas) me confesaste que fue mi voz grave lo que te mantuvo alerta en medio de la tempestad, porque el aumento de sueldo posible después del último triunfo legal te había llevado a una bacanal de tres días que culminó en naufragio.

Entre el humo de los tabaquitos negros que usabas para desplegar cierta elegancia al litigar las defensas internacionales de tus clientes en las afueras del Tribunal de Almirantazgo (y los alucinógenos que te zumbaste con alcohol en la barra en lo que confirmabas que la orden de embarque de las mercancías Dolce & Gabbana fue firmada), se te nubló todo en la alberca. La fina zambullida sirvió para que los ayudantes –que te acompañaban vistiendo escuetas trusas Givenchy– degustaran brevemente tus atributos de flaco en cueros con guille de mamito. Lástima que esa imagen pronto fue borrada y sustituida por la de los paramédicos en plena faena boca-a-boca.

De la Puebla vs. Buenaventura

Mucho antes del percance turístico, te vi de lejos parado frente al podio postulando contra la flota naval catalana en reivindicación de un contrato de transportación de siete tomos rubricado por Esteban Rui de la Puebla y Micheo Buenaventura, en representación de la compañía Sea-Landesa y Arponera Ballenera, S.A. Explicabas que las vistas judiciales fueron en los Emiratos porque la naviera demandada se sometió a dicha jurisdicción voluntariamente. Nada de nada (jurabas en vano por los mil nombres de Alá), vuestro honor, xuparon los árabes jurisconsultos excepto la buena tajada que le diste al honorable juez presente.

Para que te acredites, paga

Eso es lo importante, Diorcito; que tengo que pagarte a ti y a Yemayá –me decías en medio de tu delirium tremens por la asfixia–, no que los machazos albaneses de la tripulación del barco de tus clientes tuvieron una trifulca por los condimentos de las comidas y los turnos para la oración con los sucios serbios. Eso provocó la colisión entre los navíos y la pérdida de las cajas de los trajes (Dolce & Gabbana) que se chupó el Adriático. “¿Quién fuera albanés engañado y perdido en el gran templo de un serbio ortodoxo en plena promesa integracionista?”, repetías. “¿Quién fuera pez albanés escamado en manos de pescador serbio barbudo con botas plásticas, hundido por corrientes submarinas?”, balbuceabas, mientras un enfermero decidía cuál de tus venas pinchaba.

Cuando te vi tendido, dabas órdenes a los de bata blanca. Repasabas recitabas la agenda de la tarde y les indicabas a las sombras que veías –luego de que el sol te dejara una ceguera blanca– que tenías que presentar una demanda, que te prepararan el sello notarial, que llamaran a la parte contraria para cuadrar un interrogatorio. Terco, venido por segunda vez como Moisés, Lázaro y Cristo de entre las tinieblas, tu superyó dictatorial tomaba posesión de tus sentidos. Pedías orden para el espíritu que se te escurría: “Mi Dior”, decías. “Orden en la corte celestial, no hay túnel alguno”, blasfemabas. “Orden en la sala de los mártires inexistentes de Mohamed”, expresabas con rabia. “Sólo Yemayá, a quien le pago con promesa de erigirle una fuente de agua viva, reinará las escorrentías y los lagos”, murmurabas. “Mi Dior”, te amo.

Al final de la odisea, cuando te dejé solo en la sala de cuidados intensivos, molesto por tu miseria autoinfligida, aún respirabas como un acordeón enloquecido y decretabas que te trajeran hielos con syrop de frambuesa. Ay, pichón de divo, que con algún dulce fantástico te hicieran hinchar aquellas semibembitas gibralteñas ardientes y saladas para que se te calmara de una vez y para siempre (por secula seculorum) aquella espantosa sed de tu existencia zozobrada.

Este texto fue publicado en el periodico Dialogo de la Universidad de Puerto Rico.

Comunicado de Prensa: Estruendomudo publicará dupleta sangrienta: “La ponka asesina” y “Hardboiled se llama el género”

Por la Redacción de Estruendomudo

Hermanos: En verdad de verdad os digo que este blog se complace en presentar la segunda novela por entregas del escritor Juan Carlos Quiñones. La primera, titulada “Adelaida recupera su peluche” está disponible en la columna derecha de esta página para su deleite y fue publicada aquí en 15 cantos hace varios años, traduciéndose en un éxito under de la blogalaxia.

El experimento actual consistirá en ir publicando capítulo tras capítulo de “Hardboiled se llama el género”, texto que a su vez complementa el de “Adelaida”, tal y como el escritor los vaya produciendo y entregando.

La primera salida de “Hardboiled”, luego del adelanto del capítulo 0, titulado “Dos pecados”, está pautada para el martes, 22 de julio de 2008, antes de las doce del mediodía. Sed pacientes, aguantad el fin de semana, que no los defraudaremos tan pronto.

De otra parte, los capítulos de la novelita comercial e inédita “La ponka asesina”, de Manuel Clavell Carrasquillo, serán publicados en serie un día después del capítulo de “Hardboiled” porque el autor no pudo resistir la charritentación de copiarse de su amigo Quiñones.

Hasta entonces tengan todos besos negros hasta los futuros amaneceres frente al mar o en las orillas de los ríos Y CUIDENSE DE LA PONKA!!!!

Virgen del Carmen, estrella del mar

mar virgen carmen1

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Cumplo promesa luego del ahogamiento que libré ya? hoy es el día de la Virgen del Carmen Estrella del Mar Patrona de pescadores y pescados como yo-jodido por los marullos terribles enemigos gigantes con armadura de aguas que aplacó en milagrosa hazaña junto con su hermana Yemayá y su padre Poseidón me hinco me encuclillo saco un minuto antirracional para rendir respetos supersticiosos a la mujer maravilla masco sal de mar en grano para reconvocar la presencia fem la cosa esa divina vestida de judía brown del más allá el golpe de suerte la casualidad la velaera desde arriba desde el lao la guardia de mi carne descompuesta en medio del mar mi cuerpo seaweed wounded la tipaza madre del salvador reina y madre que me brindó de salvavidas en el momento de la asfixia en el justo momento de la ceguera en el momento de los dolores abdominales del desgaste físico de la kavrona sed que me provocó el exceso de sol de fast food de cancerígenos y estimulantes el achicharramiento de la piel la inconciencia repentina crack el respirador la bomba de resucitación artificial en plena playa del Condado un domingo de Pascuas en Atlantic Beach Hotel junto al Gringo más hermoso del mundo y los surfers más diligentes del universo en wetsuitstights un triduo pascual invertido decorado con tangas de maricones con olor a Coppertone de Walgreens la brigada de salvamento que me socorrió en plena deriva en medio del vendaval de lo absurdo de la irresponsabilidad del conteo de los minutos bebiendo Coronas con limón hasta que pase la muerte en forma de ola y arena de caracola soplada con ánimos de asesinar ay loas menciones rezos públicos y privados murmullos en inglés en honor a la virgen la patrona del municipio de Río Grande de mi infancia campestre catequista en las pocitas de playa Las Picúas de mis raíces ancestrales remontantes a la que allí me tomó en sus brazos enormes y suaves con olor a cold cream de Ponds y me arrulló desde una lejanía inmensa al oído “Manuel no vas no vienes quédate ven al decenso tuyo en el nombre del padre pulmones y del hijo riñones y del espíritu santo de la hiel de tu guille de cangrejo azul a este decenso que no va a ser no todo le doy shut down

Torremolinos

Dos pecados

naranja sangrienta naranja sangrienta 1

Escribe Juan Carlos Quiñones

Para A. y para T., mis dos pecados capitales. No me arrepiento.

Algo relacionado con el amor. No exacto: lo exacto aparece con la forma de lo terrible casi siempre. O siempre. El modo exacto tiene esas implicaciones que no son las más interesantes. Tiene, de hecho, el modo terrible de la atrocidad. Uno diría: algo es atroz porque implica una muerte, y nadie en el mundo quiere una muerte. Uno diría, sin embargo, una historia fatal: lo claro que implica la muerte de alguien, y lo terrible que implica contar dicha muerte. Eso es una historia fatídica, y sin embargo contable. Alguien murió: eso pasa. Alguien cuenta que alguien murió. Eso no es tan común. Digamos algo así, por decir algo: alguien murió. No es lo mismo decir alguien murió que decir, escribió que alguien murió. No es lo mismo que alguien se muera a que alguien cuente que alguien se muera. No es lo mismo.

Otro es el amor: algo no exacto, pero similar. Así, alguien se muere y ya tenemos una historia. Esta: el animal amado descubre su animalidad. Ya no hay humanos pero hay una historia. Y algo relacionado con el amor. Y con un animal: digamos.

Otro es el animal: un rinoceronte, un ratón, digamos un ratón por decir alguien. Un ratón. La vida de un animal es indescifrable: la vida de un humano no lo es tanto. El animal no ama: no está en su diseño la cualidad del amor. El animal se esconde, atosiga, entrampa cuando puede, pero no puede amar. No es su cualidad amar; no es su designio. El transigió intransitable de habitar el espacio del amor es totalmente humano. Es castigo del amor amar para los humanos, tan seguro como lo que sea seguro para los humanos. Eso es terrible.

Esta es la historia de un amor.

¿Cuál? Toda la historia de un amor es la historia de un humano, y las historias humanas son extremadamente aburridas. Cada humano es una habitación poblada por la plaga del aburrimiento. Todo humano es aburrido. Toda la vida de todo ser humano es aburrida. Las tristezas, los mínimos momentos de excitación, de tragedia, de amor, es extremadamente aburrida.

Entonces, esta es la historia terrible de un aburrimiento.

Sea.

Ahora me llamo “yo”. Ese es un nombre tan habitable como cualquier otro. Como cualquiera. La muerte de un ser humano es insignificante. Es terrible. Es insignificante. Un amor.

*       *       *

Sea.

Una muerte. Cómo cualquiera. Puedes ser tú, cómo tú moriste ayer, sin chiste y sin causa. Yo amé a alguien y maté a alguien. También escribí.

Sea.

*       *       *

La historia de un amor. Era así: una historia de amor es una historia cualquiera. Cualquier persona muere de amor. Cualquier persona muere. Cualquiera es matado. Pum. Así, uno podría escribir tres historias: la historia de la imagen, cómo una imagen para una historia, para ilustrar una historia; la historia de un amor porque de amor se trata; la historia de una muerte porque de muerte se trata siempre, siempre. Empecemos:

El amor: Yo amo a alguien, y ya eso es una historia. Así: ya amo a alguien. Y mato. Lo último lo paga el diablo. Algo mal: la imposibilidad de amar desde la palabra.

Puedo matar.

*       *       *

Esta es la historia de un amor, que nunca empieza. Alguien mata a alguien en cierta historia. ¿Cómo matar? Algo sencillo: alguien mata a alguien. Un gesto. El amor. ¿Cómo hacer, escribir esta historia de amor? Fácil: como una muerte. ¿Cómo escribir una muerte?

Gran problema.

*       *       *

El problema grande no es matar a alguien. El problema grande es escribirlo. Esta es la historia de un amor. Igualito a la historia de un muerto. ¿esto es un muerto? Todo muerto reclama su historia. Todo amor, igual, la reclama. Entonces amar y matar se igualan, qué vaina. Algo se destruye en el acto de amar. El otro es obvio.

Si yo tuviera un muerto entre los hombros menos tendría que escribir. La muerte real ahorra las palabras. Yo no he matado a nadie, y por eso tengo todo lo que se dice la muerte entre los hombros. Tengo muertes. Muertos. ¿Amor? Un amor. Todo el amor del mundo.

Sea.

Esta es la historia de un amor, y lleva tu nombre, como alguien lleva algo entre los hombros. Un beso, acaso. La  muerte la llevamos a cuestas y no nos quejamos. De la vida tampoco. El amor tiene el nombre del disparate. ¡Qué mal! El terror está en otro sitio. ¡Qué mal!

Yo quisiera un alivio y un mal que alivie los males. Yo quisiera matar a alguien, para que la muerte adquiera algún sentido. Yo quisiera que alguien me convenciera de que la literatura es la estupidez que yo sospecho. Si alguien me pudiera convencer de que el amor es un acto mismo, idéntico a lo literario, igual de ridículo, yo podría compararlo, y morir en paz. El aburrimiento es el peor de lo malo: es lo inhumano. Yo no estoy seguro de lo bueno: ¿Quién podrá estarlo? El intento es suficiente.

Esta es la historia triste de un amor, y así habrán otras. Tú estabas elucubrada en esta. Es cierto, no es imprescindible. Yo quiero averiguar la muerte de alguien, como un experimento y una obscenidad. Vale. tengo el atrevimiento del amor. Fuck me. Sé algo grande: así se escribe. Así se mata. Y sé más: así se ama.

XVII.

Saco la cabeza del agua

con guille de periscopio ultratecnológico

observo las ruinas del amor después del amor

-fin de la chulería-

mientras chorreo

a la deriva entre mareas flojas

Veo un sargazo fuscia por ahí

con un letrero enredado que dice en letras a magic marker indeleble wuákatela fo

dos caracolas que envían señales de nácareco opaco a la nada

y hablo solo en lengua lunfarda trunca por el alemán:

-Like a Prayer Mood-

“Espérenme postderrotado

en la quilla del pasme de mi propia maldad

vulnerable por la automatización de los cariños

bip bip

roto por maltratante violento

absolutamente cedido esplayao maltratado en el renglón banalcarnal…

Orilla de los orilleros perdidos esperadme

arrecife peñón del Gibraltar Descompostura Nocturna átame a ti

Luna nueva que no me puedes guiar = negra ausente de mi vida

al menos

amárrame la lengua los ojos mutilados del corazón el roto pelú ventricular

cóseme los labios del bicho con hilo de pesca y aguja de huesos rotos

tras la conversación del tránsito transicional

del cambio de rumbo transaccional con interferencia de anuncios en el web

Lanzad cabrones otra ola que se me tire en contra

que yo cacheo

Programen maricas otra ola que me escupa contra el cielo azul manchado de espuma rabiosa

Esperadme en la bajadita charra de la poza con erizos en lo que me calmo

flotaamores míos re con re fi re du remix

enciendan y pasen el jacho entre los carnosos

lamparitas faritos lucesitas en fuga

Voy por ahí”

mcc

XV.

Resulta que se aflojan los principios básicos

durante el interinato del camaleón

en el centro del pecho

Enter the ancient little dragon to destroy the ribs:

Par de columnas morales en mármol que se ablandan

tras cada improvisación

mcc