Dos pecados

naranja sangrienta naranja sangrienta 1

Escribe Juan Carlos Quiñones

Para A. y para T., mis dos pecados capitales. No me arrepiento.

Algo relacionado con el amor. No exacto: lo exacto aparece con la forma de lo terrible casi siempre. O siempre. El modo exacto tiene esas implicaciones que no son las más interesantes. Tiene, de hecho, el modo terrible de la atrocidad. Uno diría: algo es atroz porque implica una muerte, y nadie en el mundo quiere una muerte. Uno diría, sin embargo, una historia fatal: lo claro que implica la muerte de alguien, y lo terrible que implica contar dicha muerte. Eso es una historia fatídica, y sin embargo contable. Alguien murió: eso pasa. Alguien cuenta que alguien murió. Eso no es tan común. Digamos algo así, por decir algo: alguien murió. No es lo mismo decir alguien murió que decir, escribió que alguien murió. No es lo mismo que alguien se muera a que alguien cuente que alguien se muera. No es lo mismo.

Otro es el amor: algo no exacto, pero similar. Así, alguien se muere y ya tenemos una historia. Esta: el animal amado descubre su animalidad. Ya no hay humanos pero hay una historia. Y algo relacionado con el amor. Y con un animal: digamos.

Otro es el animal: un rinoceronte, un ratón, digamos un ratón por decir alguien. Un ratón. La vida de un animal es indescifrable: la vida de un humano no lo es tanto. El animal no ama: no está en su diseño la cualidad del amor. El animal se esconde, atosiga, entrampa cuando puede, pero no puede amar. No es su cualidad amar; no es su designio. El transigió intransitable de habitar el espacio del amor es totalmente humano. Es castigo del amor amar para los humanos, tan seguro como lo que sea seguro para los humanos. Eso es terrible.

Esta es la historia de un amor.

¿Cuál? Toda la historia de un amor es la historia de un humano, y las historias humanas son extremadamente aburridas. Cada humano es una habitación poblada por la plaga del aburrimiento. Todo humano es aburrido. Toda la vida de todo ser humano es aburrida. Las tristezas, los mínimos momentos de excitación, de tragedia, de amor, es extremadamente aburrida.

Entonces, esta es la historia terrible de un aburrimiento.

Sea.

Ahora me llamo “yo”. Ese es un nombre tan habitable como cualquier otro. Como cualquiera. La muerte de un ser humano es insignificante. Es terrible. Es insignificante. Un amor.

*       *       *

Sea.

Una muerte. Cómo cualquiera. Puedes ser tú, cómo tú moriste ayer, sin chiste y sin causa. Yo amé a alguien y maté a alguien. También escribí.

Sea.

*       *       *

La historia de un amor. Era así: una historia de amor es una historia cualquiera. Cualquier persona muere de amor. Cualquier persona muere. Cualquiera es matado. Pum. Así, uno podría escribir tres historias: la historia de la imagen, cómo una imagen para una historia, para ilustrar una historia; la historia de un amor porque de amor se trata; la historia de una muerte porque de muerte se trata siempre, siempre. Empecemos:

El amor: Yo amo a alguien, y ya eso es una historia. Así: ya amo a alguien. Y mato. Lo último lo paga el diablo. Algo mal: la imposibilidad de amar desde la palabra.

Puedo matar.

*       *       *

Esta es la historia de un amor, que nunca empieza. Alguien mata a alguien en cierta historia. ¿Cómo matar? Algo sencillo: alguien mata a alguien. Un gesto. El amor. ¿Cómo hacer, escribir esta historia de amor? Fácil: como una muerte. ¿Cómo escribir una muerte?

Gran problema.

*       *       *

El problema grande no es matar a alguien. El problema grande es escribirlo. Esta es la historia de un amor. Igualito a la historia de un muerto. ¿esto es un muerto? Todo muerto reclama su historia. Todo amor, igual, la reclama. Entonces amar y matar se igualan, qué vaina. Algo se destruye en el acto de amar. El otro es obvio.

Si yo tuviera un muerto entre los hombros menos tendría que escribir. La muerte real ahorra las palabras. Yo no he matado a nadie, y por eso tengo todo lo que se dice la muerte entre los hombros. Tengo muertes. Muertos. ¿Amor? Un amor. Todo el amor del mundo.

Sea.

Esta es la historia de un amor, y lleva tu nombre, como alguien lleva algo entre los hombros. Un beso, acaso. La  muerte la llevamos a cuestas y no nos quejamos. De la vida tampoco. El amor tiene el nombre del disparate. ¡Qué mal! El terror está en otro sitio. ¡Qué mal!

Yo quisiera un alivio y un mal que alivie los males. Yo quisiera matar a alguien, para que la muerte adquiera algún sentido. Yo quisiera que alguien me convenciera de que la literatura es la estupidez que yo sospecho. Si alguien me pudiera convencer de que el amor es un acto mismo, idéntico a lo literario, igual de ridículo, yo podría compararlo, y morir en paz. El aburrimiento es el peor de lo malo: es lo inhumano. Yo no estoy seguro de lo bueno: ¿Quién podrá estarlo? El intento es suficiente.

Esta es la historia triste de un amor, y así habrán otras. Tú estabas elucubrada en esta. Es cierto, no es imprescindible. Yo quiero averiguar la muerte de alguien, como un experimento y una obscenidad. Vale. tengo el atrevimiento del amor. Fuck me. Sé algo grande: así se escribe. Así se mata. Y sé más: así se ama.

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