Puya: 23er Microrrelato Psicotrópico Allen Ginsberg-Churumba Cordero

Por Leonardo Dapena Wirshing, escritor y ponceño de corazón.

 

Poco se habla de la verdadera causa de la muerte de Rafael Cordero Santiago, el pintoresco ex-alcalde del Municipio Autónomo de Ponce. Es un secreto a voces entre el politburó ponceño que Churumba murió de una sobredosis de droga. Aunque se debe decir que nadie muere realmente de una sobredosis. Una sobredosis no es otra cosa que la gota que colma la copa, que es casi lo mismo que decir que a todo lechón le llega su Noche Buena. Cocó Vicéns, su médico de cabecera, se lo decía. "Hombre, deja eso; piensa en Madeline, en las nenas", le dijo alguna mañana, con tono paternal y cierto aire de senilidad, mientras leían los periódicos en el "remanso de paz" de los Cordero. Su amigo César recuerda muy bien aquella confusa madrugada, hace muchísimos años, en que Rafi lo despertó, convocándolo inmediatamente a su apartamento en la calle Isabel. El segundo hijo de Hernández Matos hizo lo que le pedía su amigo hiperactivo. A su llegada a la residencia de Cordero, César lo encontró en el balcón, hablando con un amigo. "Rafi, ¿qué pasó? ¿todo está bien?", le preguntó con un tono genuino de preocupación. A lo que Churumba contestó: "Sí, chico. Es que estábamos hablando de algo y queríamos saber tú opinión". "¿Y para eso tú me llamas a las dos de la mañana?". "César, para qué son los amigos sino pa’ joderlos." Esa noche, César descubrió lo que sólo ahora se puede decir en voz alta: Churumba era un adicto del café prieto.

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