Ella: Tres tequilas y un grullo fueron suficientes para abrirse a un mundo húmedo. Sus laberintos manaban sándalo en un magma salado, esperando la invasión. Él: la nieve rodeaba los tabiques de su confusión, ese perico mudo que perforó dos años de otro él. Ellos: un letrero ladies only, unos gistros en el desagüe, y la luz azulada pintaba la viscosidad del lavamanos y los pensamientos drenaban las traiciones. Cabalgaron humos, hasta ahogarse de peces y lunas. Otra ella: entra, grita, mi gruta, tu muerte. Inyecta en el culo colgante de ese él una dosis de caballo, cae a media rodilla, y se lleva a su ella lágrimas, semen, sangre, y perdones rosados, azules, negros. Dos ellas: se besan, cuarto trago en la barra, brindando la convulsión de un él sombreado que reencarnará en nueve meses, mientras otro él llorará el tiempo y la ausencia.