Dormido sobre la mesa: 8vo Microrrelato Psicotrópico Allen Ginsberg-Churumba Cordero

Por Yolanda Arroyo

 

7:36 p.m. Me toca esconder la marihuana entre las nalgas. Pasa la perrera de los policemen con su toldo azul y su biombo de luces rojas. No sabemos si son de los nuestros así que tomamos las precauciones. Sacan la cabeza detrás de las gafas negras por la ventanilla del auto en señal de manda mases. Marcan territorio. Nos recuerdan las reglas de su juego. Les damos la señal: un saludo. Todo bien, brother, ¿Cuál es la que?, nada nuevo. Vuelven a menear las cabezas. Murmuramos algo encojonados y con una sonrisa hipócrita los despachamos. Movemos el cogote de izquierda, derecha, derecha, izquierda, mascamos chicle, nos limpiamos los mocos de la nariz el Gómez y yo, y nos acomodamos las bolas en el calzoncillo para luego regresar al negocio. Me meto la mano en el culo, saco los cigarros de mafú en su más que bien sellada bolsita de plástico y entre corre y corre de clientes hacemos la noche. A veces pasa la Stephanie con sus trencitas y su faldita corta y a mí se me para el gusano, y me desconcentro dando espacio a cualquier error descomunal. Si el bichote pasa en la hora de supervisión y me ve pajareando me abofetea y me amenaza con no dejarme vender otra vez, entonces yo me disculpo, I’m so sorry boss, forgive me, please, I need the money. It never happen again. Me despeina el pelo como si fuera un mandulete, me dice “Recórtate, pendejo”, y añade que hace esto por mi bien y el de él, para que yo ande despierto y atento, y para que nada me cueste una bala y a él menos dinero, You know, that’s life.

9:09 p.m. Entrego la bolsita de plástico vacía con el dinero de la venta y pregunto si ya por fin me dejaran fumarme alguno de los pitillos. El nene grande de Manhattan North se ríe. Me da un golpe con la mano abierta en la cabeza y llamándome “vato de mierda, boricua cabrón” me despide. Vuelve mañana, me dice, te pagamos en el weekend. Yo solo quiero fumarme uno de esos, pero no se me es permitido. Me despido, me monto en la bici, doy la vuelta a la placita mientras saludo a doña Ana, vuelvo a ver a Stephanie y le guiño un ojo. Entonces atino a ver a uno de los cerdos azules cobrando su comisión por la veladera del punto al otro nene grande del south. Llego a la casa, saludo a mom, le hago muecas a la bebita y me baño. Mientras me limpio unos gatos verdes que se me resbalan de la nariz, me cago en la madre del catarro del Gómez, que me lo ha contagiado a estas alturas.

10:30 p.m. Ya sentado a la mesa abro la mochila de las tareas. Saco la libreta verde que lee en la portada Carlos Jusino, Mathematics Sixth Grade y me dispongo a repasar para el examen de mañana. Media hora más tarde, sin poder evitarlo, voy cerrando los ojos sobre la mesa, con una laguna de mocos y saliva emplegostada en uno de los lados de la cara.

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