En días recientes, el poder de su directora ejecutiva, la doctora Teresa Tió, ha sido severamente socavado por varios incidentes que incluyen pugnas laborales con los empleados de la agencia y una auditoría de la Oficina del Contralor en relación con la publicación de una fotos de desnudos que acompañan el último número de la revista del ICP.
A consecuencia de ello, se rumora la renuncia o el despido de la funcionaria. Además, diversos baluartes de la cultura nacional han comenzado a barajar nombres de los posibles sustitutos.
Los distinguidos periodistas Mario Alegre Barrios, del periódico El Nuevo Día, y Nelson del Castillo, del periódico Primera Hora, han ejercido su derecho a la opinión publicando sendas columnas de apoyo al doctor Eduardo Morales Coll para que ocupe el puesto de la dirección ejecutiva del ICP a la salida de Teresa Tió.
Estos pronunciamientos acusan la distancia generacional prácticamente insalvable entre los que, como Alegre Barrios y Del Castillo, ejercen su poder desde las instituciones culturales comprometidas con una agenda neonacionalista anticrítica de la bachata rosa de la boricuada charra que permea en el discurso mayoritario y tres generaciones de artistas que nos alejamos de ese paradigma totalizante a la hora de asumir posturas culturales.
Eduardo Morales Coll ha gobernado con mano de hierro el Ateneo puertorriqueño durante 25 años (un cuarto de siglo es más que suficiente, por Dios), imponiendo un programa cultural que vuelca su mirada hacia un pasado heroico de un país que nunca existió, representado con bombos y platillos por la obra teatral de su lugarteniente Roberto Ramos Perea. Morales Coll ha izado la bandera puertorriqueña durante muchos años en el patio del Ateneo para conmemorar el día de la monoestrellada. Morales Coll ha emprendido misiones quijotescas para “preservar” la memoria de los próceres menores. Morales Coll -no hay duda alguna- es un agente cultural falocrático, meganacionalista y ultraconservador.
A diferencia del periodismo de opinión que se encarga de las figurillas políticas del resto del gabinete del señor Gobernador, las columnas de Alegre Barrios y Del Castillo demuestran un síntoma generacional de la intelligenstia de los hijos del Estado Libre Asociado que ya no es tolerado por la nueva generación. Los nietos del Estado Libre Asociado que estamos relacionados con la circulación de la cultura nacional no usamos nuestros espacios ni nuestro discurso para proponer candidaturas a puestos políticos sin someter a los implicados a un proceso de cuestionamiento de sus utopías administrativas. Los funcionarios del Estado Libre Asociado le responden al pueblo de Puerto Rico, y aquél que se lance a posiciones de liderato con un sueldo del erario tiene que someterse a un estricto escrutinio.
En el caso de Morales Coll, la prensa ha cedido a la nostalgia de los tiempos de la Revolución Francesa, cuando la masa aclamaba a Robespierre a gritos y golpes de centella para que cortara cabezas, reestableciera el orden y unificara la república bajo un solo idioma y un solo régimen educativo. Nunca se ha escuchado a Morales Coll proponer alguna acción de las huestes culturales que no sea excluyente de las amplias posibilidades ideológicas y políticas de la creación cultural boricua. Morales Coll es el candidato de la subvención de los Tres Santos Reyes Magos, el Festival del Gandul, la reedición de las obras completas de Enrique Laguerre (que, por cierto, ha vendido su obra más que ningún otro autor del patio a través de un sistema de amiguismo y sometimiento del currículo de español del Departamento de Educación. Por lo tanto, es un autor del que no necesitamos obra completa también subsidiada por el Estado, todos los estudiantes del sistema público lo tienen que leer por obligación). Además, Morales Coll es el candidato del melodrama de los "Soles truncos" en pleno siglo XXI, de todo el tesoro del ICP puesto al servicio de la plena de Plena Libre que baila el señor Gobernador y su esposa Piti Gándara, de la oferta culinaria del bacalao con guanimes y lerenes, de un revival criollo blancucino e hispanófilo que ya no tiene nada más que aportar aunque sí muchas ganas de perpetuarse en el infame arte de administrar.
Se trata de la administración de más de 40 millones de dólares destinados al "Ay bendito" del Estado Libre Asociado con asociaciones culturales de segunda categoría, inmersas en actividades que nadie fiscaliza, que no están bajo el ojo público, que la prensa deja estar y deja ser sin mención crítica alguna por los siglos de los siglos en el eterno contubernio de los neonacionalistas con la política imperante del pan y circo; tan anticrítica, tan intelectual, tan populachera y tan antiestética. Nada de control de calidad, después que los patriotas guisen, todo va a funcionar.
¿Qué opina Morales Coll de la falta de independencia de criterio cultural del ICP? ¿Qué tiene que decir Morales Coll del asalto constante de la Oficina del Gobernador y los Alcaldes a la política cultural del Estado Libre Asociado? ¿Qué opina Morales Coll de la negación de asignación de fondos del erario a propuestas controvertibles e incómodas a la sensibilidad neonacionalista del oficialismo cultural que nos abruma? ¿Qué opina Morales Coll de la ausencia de una política editorial coherente y seria, que incluya a la nueva generación de escritores del patio? ¿Qué opina Morales Coll de la ley de Nuestra Música Autóctona, Buena y Mártir, y del chanchullo que gestan algunos para acaparar con esa arma jurídica todas las plazas de las fiestas patronales? ¿Qué opina Morales Coll de los trabajos de al menos tres generaciones de artistas que han sido relegados al olvido institucional gracias al reinado melón de la generación del setenta: los creadores de la generación del ochenta, del noventa y del dos mil que no han suscrito el panfleto neonacionalista que declara que nuestra cultureta está amenazada por el qué sé yo de la globalización comercial y las fuerzas del mal están absolutamente excluidos de la subvención.
Favorezco la eliminación absoluta de las políticas de favoritismo que desde hace tantos años deciden cómo es que se reparte el bizcocho de los millones del ICP. Gracias a este sistema de barril de tocino glorificado, que ahora pretende administrar Morales Coll sin crítica periodística alguna, tenemos un saldo nefasto en todas las manifestaciones culturales habidas y por haber: el arte boricua subsidiado brilla por su mediocridad, su cero capacidad de provocación, su activismo político paleolítico, su propuesta monotemática, su chiquitismo y su pequeñismo miope, su quítate tú pa’ ponerme yo.
Favorezco la eliminación absoluta de las ceremonias floripondias, del regreso de los vejigantes, de la reimplantación a la cañona de la moral social. Es hora ya de sepultar a Hostos y su liberalismo racionalista. Es hora ya de ser honestos con la cultura, de eliminar las absurdas jerarquías que aún (como la Inquisición) deciden como el dedo de Dios qué es adecuado para el crecimiento espiritual del pueblo y qué no. Hay cultura más allá del supuesto crecimiento espiritual.
Le toca a mi generación estremecer la cultura y sus burócratas, el neonacionalismo melón anticrítico y ceremonioso, el bocabajismo, el proyecto sano, la linda manita del apretón consensual y la cultura del aplauso autómata cuando los viejos (con perdón de tantas sensibilidades afines al golden age y al seguro social) se embelezan al ver caer las flores rojas del flamboyán.
El arte sin subsidios es nuestro espacio natural. En este sentido, es mi generación la que ante el becerro de oro del ELA, sus tablas de la ley y sus esbirros, no se va inclinar con reverencia humilde ni se va a arrodillar.
Que se queden los bárbaros populistas con el ICP, yo no tengo ganas de que el Estado me determine la agenda. Yo tengo ganas de crear.
(Ilustración de la diosa Kali, en su avatar híbrido de arma destructora e instrumento útil para sembrar)