Te perturba

Una asignación de lectura sobre sí mismo

se rechaza por narcisita radical.

La huelga antiidentitaria

sin embargo

no resuelve la pulsión,

que arremete contra los acantilados íntimos

y se vocea

en cada gesto burlón que intenta ser análisis.

-mcc

Documentación

Documentar cosas,

pero documentarlas

bien.

Guardarlas para la posteridad.

Recogerlas del olvido.

Tomarlas luego,

elevarlas del nonsense.

Ya otras,

rebatirlas.

Rociarlas con el esprey de una laca intérprete.

Robárselas a la nueva transformación.

-mcc

Invocación a Ginsberg para el desbloqueo del escritor

ginsberg2

Un regreso al poeta urban-zen cada vez que se pierde el rumbo de la escritura puede servir de detonante desbloqueador, o roto rooter. Que venga el chorro.

So it requires cultivation of tolerance towards one’s own thoughts and impulses and ideas -the tolerance necessary for the perception of one’s own mind, the kindness to the self necessary for the acceptance of that process of consciousness and for acceptance of the mind’s raw contents, as in Walt Whitman’s “Song of Myself”, so that you can look from the outside into the skull and see what’s there in your heart.

Las últimas voluntades

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Por Manuel Clavell Carrasquillo / Ilustración “Caín matando a Abel”, grabado de Durero.

Ante el fallecimiento, la milenaria odisea que desata la muerte no sólo permea las múltiples manifestaciones del duelo, sino que se extiende hacia los problemas legales a los que se enfrentan los familiares de quienes pasan a “mejor vida”.

Las expresiones sinceras o farsantes de consuelo entre los deudos, así como el recuento en voz alta de las mejores hazañas de los que se fueron, en funerales y novenarios, tienen la función social de controlar –y hasta de refrenar– la pérdida irreparable de los seres queridos; uno de los dolores más profundos y desgarradores sufridos por el alma.

En términos simbólicos, la razón y el orden llaman a capítulo a los herederos por medio de los rituales más antiguos de la humanidad: es casi mandatorio enterrar o incinerar las penas de la ausencia y el vacío junto con los cadáveres. The show must go on, forever and ever.

Pero, en medio de la representación cíclica del performance vitalista, ¿qué queda en pie de las últimas voluntades de los difuntos, hermanos en la fe del progreso, una vez parten? ¿Qué de ellos permanece incólume sobre este mundo regido por el optimismo de la resurrección y la restauración del ser más allá del cosmos?

Las preguntas provienen de la duda que surge de la cuestión palpitante de la libertad, enfrentada con la realidad de la desintegración de la carne. Por definición, la auténtica idea de libertad no puede tener límites, por lo que debe sobrepasar las fronteras de la desaparición del sujeto libertario.

Por eso, en teoría, el derecho garantiza el respeto de las últimas voluntades por parte de los herederos, quienes tienen la encomienda no sólo de sustituir al difunto en cuanto a sus propiedades y sus deudas, sino también de cumplir los deseos que haya podido comunicar o plasmar en su testamento.

Si embargo, ese propósito ideal garante del sistema jurídico colapsa ante el drama funerario ya transformado en los melodramas de los ricos también lloran y los espíritus aparecidos después de las tragedias, gracias a la influencia de las telenovelas de las siete y el pop music. Las últimas voluntades de los fallecidos suelen quedar sometidas a las bajas pasiones de los sobrevivientes, exacerbadas por la “ausencia” de los testadores.

Condenados a esas circunstancias también picadas por la ambición y el despecho, en las que cada heredero –y hasta los conocidos arrimados– se declara infalible intérprete de las palabras finales de su familiar o allegado, “lo que él quería”, “lo que ella siempre decía”, deja de ser primordial y queda sustituido por una madeja de malos entendidos y peleas sucias. Parecería que heredar, en Puerto Rico, fuese la excusa más efectiva para que lo poco que queda de “la familia perfecta” se acabe de consumir en burdas trifulcas de años, dentro y fuera de los tribunales.

La audiencia melodramática criada bajo el signo de Caín luego de exterminar a Abel, sin importar clase social o ideología, exige el derramamiento de la propia sangre para saciar su despropósito. Así, los queridos hijos, los venerables hermanos y los graciosos primitos se despellejan, pasándoles por encima a los viudos, los amantes y los abuelos hasta que ocurre el sacrificio que justifica el absurdo.

En síntesis, esa maravilla legal conocida como la Sucesión de Juan del Pueblo, se entrega a una especie de holocausto hereditario que no es otra cosa que un festín de conjuras y barbaridades típicas de buitres que aquí se conoce (más bien se desconoce) muy inocentemente como la “declaratoria de herederos”; eufemismo legal de una guerra civil en la que los valores que están en juego suelen ser la mezquindad y la venganza, casi nunca el precio del tesoro moral que les ha legado el “estimado” difunto.

Hablar de caudales morales y patrimonios de decencia en estos tiempos podría ser anacrónico. No están las cosas como para discutir seriamente el futuro y, si de algo se trata el meollo hereditario, por más ridículo y cursi que parezca, es del porvenir; incluso en el contexto más nefasto.

No obstante, a los jóvenes lo menos que les interesa es transmitir algo valioso y a los viejos les da igual, por desidia o por que tienen la certeza de que en la mala hora sus deseos serán ignorados o devaluados. “Breguen con eso”, “ahí les dejo ese desastre” y “a mí no me toca” parecen ser las consignas favoritas detrás de las despedidas. En cuanto al sistema, la burocracia decimonónica impera en las ramas de gobierno y, el Estado, de por sí blandengue e ineficiente en cuanto a los asuntos post mórtem, ha quedado secuestrado por la negativa tajante de la estirpe del convicto Jorge de Castro Font y sus esbirros a reformar nuestro Código Civil remendado y obsoleto.

Los notarios vemos impotentes cómo la razón de ser de nuestra profesión (dar fe de las voluntades redactadas) duerme “el sueño de los justos”. Muy pocos quieren formalizar las directrices para que lo que sirve de lo que han sido continúe durando después de la fatalidad postrera. Asimismo, los que llevan el mismo apellido del ánima en pena suelen terminar litigando ante un togado sus miserias porque no poseen el temple ni la racionabilidad para llegar a acuerdos.

Tú, hipócrita lector –nunca mejor dicho por el poeta Baudelaire–, teniendo claro que polvo eres, y polvo serás, confrontado con este dilema, calavera, ¿qué de lo tuyo piensas hacer valer cuando te vayas? ¿Cuál será tu revelador suceso póstumo?

El autor es abogado notario y periodista. Comentarios a licenciadoclavell@gmail.com.

Esta columna se publicó originalmente en el periódico El Vocero de Puerto Rico.

El país derecho. Pie forzado para celebrar lo que va del Fortuñato

Nota de la Redacción de Estruendomudo: Como de costumbre, reproducimos en forma íntegra este ramillete de décimas fulminantes escritas por nuestro jíbaro posmoderno y fiel colaborador satírico, Elfrus Trao, quien ha sido tan amable de hacérnolas llegar a nuestra Redacción para que las compartiésemos con todos ustedes.  Esperamos que disfruten de lo lindo al viajar por el recuerdo de lo que va del Fortuñato al leer las palabras poéticas de este bardo, digno emulador y reinterpretador de las mejores líneas de El Gíbaro, publicado en 1849.

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El país derecho /Por Elfrus Trao / Especial para Estruendomudo

Vivimos en un terruño
famoso por sus encantos
pero se nos cae en cantos
por las cosas de Fortuño.
El líder de nuevo cuño
nos ha sumido en un lecho
de penurias y de asechos,
de intrigas y corrupción,
pero dice el muy bribón
que tiene al país derecho.

Una mujer bipolar
manda en la Universidad
y desde el Senado Schatz
también quiere gobernar.
Dónde iremos a parar
si el pueblo no tiene atrecho
se nos cae encima el techo,
hemos perdido la ruta,
pero dice el hideputa
que tiene al país derecho.

Con saña y sin disimulo,
el papel de sus promesas
lo ha usado allá en Fortaleza
Lucé pa’ limpiarse el culo.
El gobernador fatulo,
con su ego insatisfecho,
olvidando el simple hecho
de que prometió justicia
hoy dice con impudicia
que tiene al país derecho.

Todo aumentó a corto plazo
y haciéndose el bobolón
destruyó la educación
y nos zumbó el fortuñazo.
Nos ha caído a bimbazos
con alevosía y cohecho
y así, orondo y satisfecho,
con su porte de blanquito
pregona ese pendejito
que tiene al país derecho.

La criminalidad rampante;
la violencia, ni se diga;
el discrimen, sume y siga;
florecen los deambulantes.
La economía tambaleante;
el presupuesto maltrecho…
El país está deshecho
y tras molernos a palos
nos dice este niño malo
que tiene al país derecho.

Masacres a tutiplén
con los narcos a sus anchas
pero aún así dice Sancha
que tiemblan cuando lo ven.
Se atreve a decir también
este alcohólico maltrecho
que ha sido bueno el cosecho
porque “el crimen ha bajado”
y grita el Gobe inflamado
que tiene al país derecho.

En cuanto al empleo al menos
puede decir con orgullo
que ha botado hasta a los suyos
y ha sido puro veneno.
Treinta mil boricuas buenos
hoy han quedado sin techo,
que lo que Fortuño ha hecho
no debe tener perdón
pero argumenta el cabrón
que tiene al país derecho.

Miles de desempleados,
miles que no tienen vida;
otros miles sin comida,
un millón desesperados.
Un pueblo decepcionado,
un país insatisfecho,
un futuro muy estrecho
y, ante tal desilusión,
aún sostiene ese macrón
que tiene al país derecho.

Los sistemas de retiro,
orgullo de este país,
los mató el chisgarabís
a los dos de un solo tiro.
No tiene el pueblo respiro,
pues ha sido largo el trecho
y Luis Fortuño al acecho
con su medicina amarga
aún dice con cara larga
que tiene al país derecho.

El que secuestró al Supremo
con un guión de novela
ahora también quiere a AEELA,
a la Iglesia y ya veremos…
Es el mismo, no olvidemos,
que, agotando sus pertrechos,
le pegó un tiro en el pecho
al Colegio de Abogados
y luego dice el tarado
que tiene al país derecho.

Ni hablar de la Contralora
de Ñañito, Mi Salud,
del Chuchin, del revolú
contra la Procuradora
de la Vejez. Diga ahora
nuestro pueblo qué se ha hecho
Héctor Martínez… Sospecho
que, aunque esté en un calabozo,
Fortuño dirá orgulloso
que tiene al país derecho.

Señores, este desastre
es peor que la porcina,
se comenta en cada esquina
que este gobierno es un lastre.
Tal vez haga falta un sastre
que, tomándoselo a pecho,
meta mano a lo deshecho
por ese vulgar ladrón
aunque insista el muy cabrón
que tiene al país derecho.

En breves minutos…TANGO

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=vV_PX5q2Lq4[/youtube]

Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno…
Son las mismas que alumbraron
Con sus pálidos reflejos
Hondas horas de dolor..

Y aunque no quise el regreso,
Siempre se vuelve al primer amor..
La vieja calle donde el eco dijo
Tuya es su vida, tuyo es su querer,
Bajo el burlón mirar de las estrellas
Que con indiferencia hoy me ven volver…

Volver… con la frente marchita,
Las nieves del tiempo platearon mi sien…
Sentir… que es un soplo la vida,
Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir… con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez…

– Carlos Gardel

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo

Volvés con todo vicio. Volvés para decir volví.

Retomás la posición del cero,
de poco en poco,
con la intención de transformar
el tedio
en fuerzas de producción.

Prometés nuevos virajes en u,
desplantes razonables que disimulen el delay mental.

Dos minutos y medio, perdés,
y esos mismos dos entorpecen el despegue
del paisaje nítido hacia el negativo uno,
aunque superás el precio del gasoil.

Nomás prendés,
y el encendido de la navidad en pleno sur
de la consciencia trabada
veranea las sombras instantáneas de una muerte cruel.

Tal y como el “libre” flujo de las manchas que tecleás,
te bancás una fulminante sobre el blanco que te estrella;
en ejercicio futil de marcas que se come(n) el background.

Súbita estrategia:
anunciás la toma de distancias en par de bocanadas
y,
henchido de ilusiones surrealistas,
conspirás contrannatura.

El tango de fondo aporta al humo y al polvillo
de los astros hechos recuerdos en off.

Unos toquecitos de elegancia viril entre las piernas
hacen juego con la belleza de la grupa
desbocada en los patrones fijos del bandoneón.

Y es así que vos resumís operaciones tácticas barriobajeras de la Boca
para salir de noche en frac y Pumas con expectativas de debut.

Colgás el móvil…
…volvés…
hacés buche…
y como buen boludo
llamás para atrás.


Entre Casals y Camus

Por Manuel Clavell Carrasquillo

De la Redacción de Estruendomudo

Sirve de consuelo leer que Pablo Casals colocó entre sus piernas un violonchelo sobre las mismas tablas y durante la misma semana en que Albert Camus estrenó su montaje de La Celestina en un teatro de la Argel de 1938.

Ese des(encuentro) que hoy leo emite desde el Mediterráneo una especie de registro de la antigua calma existencialista que suena mudo entre los vientos salinos de una revolución magrebí postcolonial e incierta.

En el regreso de la transcripción de los ecos, en esta Redacción aún se reproducen confusos y débiles.

La ciudad Fortuñista y la lógica de la hiperplanificación

Escribe Deepak Lamba-Nieves

La reyerta que se armó hace más de un mes en la Avenida Universidad entre la juventud que pulula por la Ciudad Universitaria y las fuerzas policiacas ha propiciado denuncias, marchas, repudios hacia ambos bandos y hasta propuestas de política pública. No es para menos. Cuando el estado abanica su macana por las calles para imponerse sobre lo que considera son desagravios contra el orden establecido, son pocos los que salen ilesos. El abuso policiaco y el retorno a la política de “mano dura” contra la criminalidad demuestra la incapacidad de los gobiernos de turno (municipal y central) para armar un proyecto sensato de gobernabilidad con relación al espacio y confirma lo evidente: lo poco que tenemos de ciudad y de manifestaciones de vida urbana resulta ser problemático y hasta amenazante para los que ostentan el poder político en Puerto Rico. Ciertamente, hay un proceso de retroalimentación que agrava la situación: la lluvia de medidas punitivas (despidos, impuestos, desmantelamientos, desalojos, etc.) y la decisión de seguir pasando el rolo sin mirar hacia atrás, se topa con reacciones ciudadanas que, en los ojos del estado, hay que acallar con dos o tres palos—y a veces tiros.

Algunos se preguntarán qué significa “vida urbana” y “ciudad” en un país donde los espacios públicos más utilizados son las vías de rodaje, los aparcamientos, los residenciales y alguno que otro parque que se accede por automóvil. Casi siempre, los que se quejan de que nuestras zonas urbanas son un gran parking amarrado a un centro comercial comparan nuestros paisajes con los de Barcelona, New York City, San Francisco o París, los referentes urbanos par excellence. Ciertamente, si comparamos al Viejo San Juan con el Barrio Gótico o el Condado con NoLita, las muestras boricuas son meras migajas citadinas. Si bien las comparaciones son injustas—pues el andamiaje histórico e institucional que le abrió paso a las grandes urbes es difícil de replicar—igualmente lo son los comentarios que caracterizan a nuestros conatos de ciudad como no lugares, e invitan a pensar que la solución se logra con dos o tres aplanadoras, un buen tanque de kerosén y un lighter.

imagen de a.gonzalez : tomada de creative commons
imagen de a.gonzalez : tomada de creative commons

Río Piedras, al igual que otros centros urbanos en Puerto Rico, está deteriorado, de eso no hay duda. Negar esto equivale a tapar el cielo con la mano. Pero detrás de los solares baldíos, la peste a orín, los hoyos en las aceras y carreteras, las construcciones que no acaban y la desolación nocturna, hay un enclave importante donde muchos han encontrado refugio (literal y metafórico). Allí han ido a parar dominicanos, árabes, profesores acomodados, jóvenes estudiantes que estiran la beca federal de la mejor manera, y otras almas proletarias en pena. Con este comentario no me interesa celebrar al ghetto o dibujar un cuadro romántico, pues allí son muchos los que sufren, y también se reproducen muchos problemas socioeconómicos que deben ser criticados y atendidos. Más bien, quiero combatir la idea de que estos destinos destartalados son no lugares, pues es un concepto que fácilmente le sirve de coartada a los gobernantes de turno para apabullar y atropellar a los residentes de barriadas, los resquicios y los terrenos okupados. Aunque en muchos de estos lugares la transitoriedad y los arreglos informales son parte de la dinámica cotidiana, allí se respiran unos vahos penetrantes y se escuchan fuertes sonidos de velloneras de colmadón que nos dan cuenta de que existe un tren de vida que les imprime una identidad particular a estos lugares. Las autopistas, cuartos de hotel y supermercados que sirvieron de inspiración para la idea del no lugar en los ensayos de Marc Augé, están muy lejos de estos destinos.

A menos de un año de haber tomado las riendas del potro salvaje, la administración de Luis Fortuño ha armado una política de saneamiento y desarrollo espacial que tiene dos vertientes principales. Por un lado, se busca eliminar diversas manifestaciones de informalidad mediante el desplazamiento, la reubicación y la imposición de reglas, a la cañona, que tienen poco que ver con la solución a los problemas de los desposeídos y mucho que ver con el avance de una falso sentido de formalidad, donde triunfan los planes de urbanizaciones cerradas y las propuestas de cero tolerancia. Por otro lado, intentan darle un empujón a la economía mediante la lógica de la nueva construcción, la renovación urbana y los polos de crecimiento. En papel, estos esfuerzos pro desarrollo aparentar ser idóneos. No obstante, en la práctica, la cosa es muy distinta. Basta recordar la trastada de Jorge Santini hacia las comunidades del Caño Martín Peña, los planes para Río 2012, la forma en que se ha atropellado a Villas del Sol, el “such is life” de Jaime González y, cómo no, la propuesta para eliminar de golpe y porrazo al Residencial Luis Lloréns Torres para construir el Puerto Rico Amusement and Theme Park bajo la lógica de las alianzas público-privadas.

Más que un retorno a la era de la mano dura, o de manos a la obra, lo que se palpa es un claro intento por redefinir el derecho a la ciudad, aquello que Henri Lefebvre consideró un recurso fundamental: el derecho a que existan espacios de encuentro, lugares donde se puede armar una vida en ciudad y se confeccionen respuestas a las políticas de planificación elitistas y antiurbanas del estado. En el caso de la administración actual, el proyecto de redesarrollo se destaca por acabar con ciertos estorbos y enemigos: la densidad, los asentamientos improvisados y los más desdichados (entiéndase los pobres, inmigrantes y sin títulos de propiedad, aquellos que Cheo Madera considera crápulas y garrapatitas). En otras palabras, atrás quedó el discurso de la estadidad para los pobres: esta es la era de la estadidad para los menos pobres.

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Elaborar propuestas atinadas para atender los problemas de lugares como Río Piedras no es algo fácil. La mayoría de las veces, la revitalización de áreas en deterioro requiere de un coctel de iniciativas: desde la atracción de nuevos capitales y residentes, hasta el control de ciertas parcelas para el desarrollo de vivienda asequible y la zonificación inclusiva. Para estos asuntos no existen libretos prefabricados y mucho menos soluciones rápidas. No obstante, algo si queda claro en el caso de Río Piedras: contrario a las opiniones de algunos líderes, los planes están de más—al menos aquellos que se caracterizan por trazar reglas, códigos, multas y directrices de cómo se debe ordenar la vida en el territorio.

Para muchos en Puerto Rico, “la planificación” es ese algo que necesitamos, una especie de acto mágico que se supone nos resuelva el reperpero en el que vivimos y nos traiga el orden, progreso, y por qué no, una ciudad de verdad. Desde hace mucho tiempo, está de moda hablar de la planificación como si fuese un ejercicio preciso donde se elaboran fórmulas y modelos cuantitativos que determinan cuántas casas hay que construir, los trabajos que tienen que crearse, las calles que se tienen que pavimentar y los árboles que se deben sembrar, entre otras cosas. Según el mito, una vez las cifras se han calculado, pasamos a redactar el plan: ese gran documento que contiene los mapas y las directrices que nos harán felices, impondrán el orden y promocionarán el ascenso de nuestra Gauche Divine. Contrario a lo que se comenta a bocajarro en Puerto Rico, en la isla sí se planifica y bastante. Sucede que el tipo de planificación que se confecciona incentiva el crecimiento de suburbios, la expansión de autopistas y criminaliza ciertas prácticas de supervivencia. La colección de estudios y planes que se han preparado desde mediados del siglo XX, para llevarle el desarrollo a los municipios y corregir las fallas en modelo de desarrollo, es kilométrica. Desde las Leyes de Indias de los monarcas españoles hasta el nuevo Plan Integral de Desarrollo Sostenible de Puerto Rico propuesto por la administración de Luis Fortuño, la historia de la planificación en Puerto Rico cuenta con un caudal de propuestas que manifiestan los deseos y las ideologías de la administraciones de turno.

Algunos dirán que los planes sobran, pero lo que falta es voluntad, arrojo, implementación, disciplina y otras cosas más que la charlatanería colectiva que impera en el país se ha encargado de opacar. Este argumento tampoco me convence. A pesar de que el free for all es parte de nuestra tradición de administración pública, más cierto resulta el hecho de muchas propuestas se llegan a implementar, a veces sin pensar en las consecuencias ni tomar en consideración lo que se ha logrado previamente. No me tomen la palabra, saquen las cabezas por las ventanas de sus apartamentos o salgan de sus urbanizaciones para comprobarlo. Mejor aún, vayan a Río Piedras y caminen por Santa Rita, la Avenida Universidad y la zona alrededor de la Plaza de Convalecencia. Por esos lares se ven las cicatrices de unas suturas urbanas mal administradas.

Hace un tiempo atrás, mis estudiantes de urbanismo realizaron una breve investigación y encontraron lo siguiente: al menos 5 códigos y reglamentos distintos rigen el desarrollo en el área del casco de Río Piedras. En un afán por reglamentar, por echarle mano al asunto, por decir que algo se estaba haciendo, por sacar ventaja con algunos desarrolladores, por joder al oponente político, por sacar ventaja electoral para aspirar a la gobernación y por pura incompetencia, los alcaldes, alcaldesas y sus secuaces se han encargado de sobreplanificar el área. ¿Y quién se beneficia del desfase, las contradicciones y la incertidumbre?: los buscones. Aquellos que saben navegar el sistema con sus buenos abogados y hábiles gestores. Los que se las ingenian para armar un proyecto de walk ups en una calle de casas terreras porque el código que trajo la construcción del Tren Urbano se lo permite. En su afán por imponer un orden, por saciar la sed de los creyentes, la planificación ha terminado fomentado la bayoya.

Ciertamente, no todos los ejercicios que se hacen llamar “de planificación” tienen esa marca de Caín (o el logo de la firma Estudios Técnicos) que llevan los esfuerzos oficialistas. Se han redactado buenos planes a nivel comunitario—y algunos bastante chapuceados—pero son los menos, por mucho, y también corren el mismo riesgo que los otros si se enfocan más en reglamentar que en repensar. Como muy bien pueden dar fe los vecinos del Caño Martín Peña, la redacción de un plan no corrige injusticias; a veces sólo las pone de relieve. La clave no está en lo que absorba el papel sino en lo que aguante la comunidad. Cambiar el orden espacial establecido requiere confrontación y embarre, intelectualidad y sensibilidad. No se trata de armar un piquete y luego retirarse a ver qué pasa. Hay que pulsear un rato, sentarse en la mesa con ideas sensatas, negociar asuntos, olerle el tufo al alcalde, reclamar el derecho a la ciudad, y hasta tener el valor de decir: “No, aquí no hace falta más planificación”.

El autor es estudiate doctoral de planificación y desarrollo en MIT y publica regularmente en su blog.