Un regreso al poeta urban-zen cada vez que se pierde el rumbo de la escritura puede servir de detonante desbloqueador, o roto rooter. Que venga el chorro.
So it requires cultivation of tolerance towards one’s own thoughts and impulses and ideas -the tolerance necessary for the perception of one’s own mind, the kindness to the self necessary for the acceptance of that process of consciousness and for acceptance of the mind’s raw contents, as in Walt Whitman’s “Song of Myself”, so that you can look from the outside into the skull and see what’s there in your heart.
Por Manuel Clavell Carrasquillo / Ilustración “CaÃn matando a Abel”, grabado de Durero.
Ante el fallecimiento, la milenaria odisea que desata la muerte no sólo permea las múltiples manifestaciones del duelo, sino que se extiende hacia los problemas legales a los que se enfrentan los familiares de quienes pasan a “mejor vidaâ€.
La audiencia melodramática criada bajo el signo de CaÃn luego de exterminar a Abel, sin importar clase social o ideologÃa, exige el derramamiento de la propia sangre para saciar su despropósito. AsÃ, los queridos hijos, los venerables hermanos y los graciosos primitos se despellejan, pasándoles por encima a los viudos, los amantes y los abuelos hasta que ocurre el sacrificio que justifica el absurdo.
En sÃntesis, esa maravilla legal conocida como la Sucesión de Juan del Pueblo, se entrega a una especie de holocausto hereditario que no es otra cosa que un festÃn de conjuras y barbaridades tÃpicas de buitres que aquà se conoce (más bien se desconoce) muy inocentemente como la “declaratoria de herederosâ€; eufemismo legal de una guerra civil en la que los valores que están en juego suelen ser la mezquindad y la venganza, casi nunca el precio del tesoro moral que les ha legado el “estimado†difunto.
Hablar de caudales morales y patrimonios de decencia en estos tiempos podrÃa ser anacrónico. No están las cosas como para discutir seriamente el futuro y, si de algo se trata el meollo hereditario, por más ridÃculo y cursi que parezca, es del porvenir; incluso en el contexto más nefasto.
No obstante, a los jóvenes lo menos que les interesa es transmitir algo valioso y a los viejos les da igual, por desidia o por que tienen la certeza de que en la mala hora sus deseos serán ignorados o devaluados. “Breguen con esoâ€, “ahà les dejo ese desastre†y “a mà no me toca†parecen ser las consignas favoritas detrás de las despedidas. En cuanto al sistema, la burocracia decimonónica impera en las ramas de gobierno y, el Estado, de por sà blandengue e ineficiente en cuanto a los asuntos post mórtem, ha quedado secuestrado por la negativa tajante de la estirpe del convicto Jorge de Castro Font y sus esbirros a reformar nuestro Código Civil remendado y obsoleto.
El paÃs derecho /Por Elfrus Trao / Especial para Estruendomudo
Vivimos en un terruño
famoso por sus encantos
pero se nos cae en cantos
por las cosas de Fortuño.
El lÃder de nuevo cuño
nos ha sumido en un lecho
de penurias y de asechos,
de intrigas y corrupción,
pero dice el muy bribón
que tiene al paÃs derecho.
La criminalidad rampante;
la violencia, ni se diga;
el discrimen, sume y siga;
florecen los deambulantes.
La economÃa tambaleante;
el presupuesto maltrecho…
El paÃs está deshecho
y tras molernos a palos
nos dice este niño malo
que tiene al paÃs derecho.
En cuanto al empleo al menos
puede decir con orgullo
que ha botado hasta a los suyos
y ha sido puro veneno.
Treinta mil boricuas buenos
hoy han quedado sin techo,
que lo que Fortuño ha hecho
no debe tener perdón
pero argumenta el cabrón
que tiene al paÃs derecho.
Miles de desempleados,
miles que no tienen vida;
otros miles sin comida,
un millón desesperados.
Un pueblo decepcionado,
un paÃs insatisfecho,
un futuro muy estrecho
y, ante tal desilusión,
aún sostiene ese macrón
que tiene al paÃs derecho.
Los sistemas de retiro,
orgullo de este paÃs,
los mató el chisgarabÃs
a los dos de un solo tiro.
No tiene el pueblo respiro,
pues ha sido largo el trecho
y Luis Fortuño al acecho
con su medicina amarga
aún dice con cara larga
que tiene al paÃs derecho.
Señores, este desastre
es peor que la porcina,
se comenta en cada esquina
que este gobierno es un lastre.
Tal vez haga falta un sastre
que, tomándoselo a pecho,
meta mano a lo deshecho
por ese vulgar ladrón
aunque insista el muy cabrón
que tiene al paÃs derecho.
Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno…
Son las mismas que alumbraron
Con sus pálidos reflejos
Hondas horas de dolor..
Y aunque no quise el regreso,
Siempre se vuelve al primer amor..
La vieja calle donde el eco dijo
Tuya es su vida, tuyo es su querer,
Bajo el burlón mirar de las estrellas
Que con indiferencia hoy me ven volver…
Volver… con la frente marchita,
Las nieves del tiempo platearon mi sien…
Sentir… que es un soplo la vida,
Que veinte años no es nada,
Que febril la mirada, errante en las sombras,
Te busca y te nombra.
Vivir… con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez…
– Carlos Gardel
Escribe Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo
Tal y como el “libre†flujo de las manchas que tecleás,
te bancás una fulminante sobre el blanco que te estrella;
en ejercicio futil de marcas que se come(n) el background.
Súbita estrategia:
anunciás la toma de distancias en par de bocanadas
y,
henchido de ilusiones surrealistas, conspirás contrannatura.
El tango de fondo aporta al humo y al polvillo de los astros hechos recuerdos en off.
Unos toquecitos de elegancia viril entre las piernas hacen juego con la belleza de la grupa desbocada en los patrones fijos del bandoneón.
Y es asà que vos resumÃs operaciones tácticas barriobajeras de la Boca para salir de noche en frac y Pumas con expectativas de debut.
Sirve de consuelo leer que Pablo Casals colocó entre sus piernas un violonchelo sobre las mismas tablas y durante la misma semana en que Albert Camus estrenó su montaje de La Celestina en un teatro de la Argel de 1938.
Ese des(encuentro) que hoy leo emite desde el Mediterráneo una especie de registro de la antigua calma existencialista que suena mudo entre los vientos salinos de una revolución magrebà postcolonial e incierta.
La reyerta que se armó hace más de un mes en la Avenida Universidad entre la juventud que pulula por la Ciudad Universitaria y las fuerzas policiacas ha propiciado denuncias, marchas, repudios hacia ambos bandos y hasta propuestas de polÃtica pública. No es para menos. Cuando el estado abanica su macana por las calles para imponerse sobre lo que considera son desagravios contra el orden establecido, son pocos los que salen ilesos. El abuso policiaco y el retorno a la polÃtica de “mano dura” contra la criminalidad demuestra la incapacidad de los gobiernos de turno (municipal y central) para armar un proyecto sensato de gobernabilidad con relación al espacio y confirma lo evidente: lo poco que tenemos de ciudad y de manifestaciones de vida urbana resulta ser problemático y hasta amenazante para los que ostentan el poder polÃtico en Puerto Rico. Ciertamente, hay un proceso de retroalimentación que agrava la situación: la lluvia de medidas punitivas (despidos, impuestos, desmantelamientos, desalojos, etc.) y la decisión de seguir pasando el rolo sin mirar hacia atrás, se topa con reacciones ciudadanas que, en los ojos del estado, hay que acallar con dos o tres palos—y a veces tiros.
Elaborar propuestas atinadas para atender los problemas de lugares como RÃo Piedras no es algo fácil. La mayorÃa de las veces, la revitalización de áreas en deterioro requiere de un coctel de iniciativas: desde la atracción de nuevos capitales y residentes, hasta el control de ciertas parcelas para el desarrollo de vivienda asequible y la zonificación inclusiva. Para estos asuntos no existen libretos prefabricados y mucho menos soluciones rápidas. No obstante, algo si queda claro en el caso de RÃo Piedras: contrario a las opiniones de algunos lÃderes, los planes están de más—al menos aquellos que se caracterizan por trazar reglas, códigos, multas y directrices de cómo se debe ordenar la vida en el territorio.
Algunos dirán que los planes sobran, pero lo que falta es voluntad, arrojo, implementación, disciplina y otras cosas más que la charlatanerÃa colectiva que impera en el paÃs se ha encargado de opacar. Este argumento tampoco me convence. A pesar de que el free for all es parte de nuestra tradición de administración pública, más cierto resulta el hecho de muchas propuestas se llegan a implementar, a veces sin pensar en las consecuencias ni tomar en consideración lo que se ha logrado previamente. No me tomen la palabra, saquen las cabezas por las ventanas de sus apartamentos o salgan de sus urbanizaciones para comprobarlo. Mejor aún, vayan a RÃo Piedras y caminen por Santa Rita, la Avenida Universidad y la zona alrededor de la Plaza de Convalecencia. Por esos lares se ven las cicatrices de unas suturas urbanas mal administradas.