Fragmentaria: El nuevo álbum de Annie Leibovitz

annie leibovitz

Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

Portada Rolling Stone Lennon

Un reguero de acontecimientos contradictorios condicionó la edición del material fotográfico que luego se convirtió en el libro A Photographer’s Life: 1990-2005, de la artista norteamericana Annie Leibovitz, reconocida en todas partes por dos fotos de portadas impactantes que le dieron la vuelta al mundo: una de la revista Rolling Stone en la que John Lennon besa y abraza (desnudo y en posición fetal) a Yoko Ono (1981) y otra, de la Vanity Fair, en la que aparece Demi Moore sin ropa mostrando de perfil una sortija de diamantes en la mano que le cubre los senos y su inmensa barriga de embarazada (1991).

Estremecida por una extraña mezcla de dolor funerario y alegría maternal, Annie tuvo que encerrarse en su estudio de producción y seleccionar una muestra representativa de los últimos 15 años de su vida para la casa editora Random House. Entre lágrimas y recuerdos, se enfrentó a una pila de negativos reveladores que desplegó sobre su mesa de trabajo. Así, destruida en cuerpo y alma debido al reciente fallecimiento de su amada compañera Susan Sontag y su padre Samuel Leibovitz (ambos murieron en un periodo de seis semanas en el 2005) decidía qué pedazos de su historia profesional y privada valía la pena recuperar. A ese sentimiento de pérdida y nostalgia se le sumaba uno de júbilo por el reciente alumbramiento de sus gemelas Samuelle y Sarah, que nacieron tres semanas después del último deceso.

En el prólogo, confiesa que creyó que sería fácil separar los retratos que había hecho de personalidades famosas de las estampas más íntimas. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que esa supuesta distancia entre el oficio y la familia es una falacia. ¿Qué tienen que ver, entonces, una foto de Jack Nicholson fumándose un cigarrillo mientras juega minigolf, una de Kate Blanchet en un ceñido vestido de circo dorado, otra del presidente Clinton en la Oficina Oval y una serie del cuerpo demacrado de Susan convaleciendo en el hospital mientras le aplican un agresivo tratamiento de cirugías y quimioterapia? “Esta es una sola vida, y las fotos personales, junto con las de los trabajos asignados, son parte de ella”, declara Leibovitz.

Para Susan, según explica en el libro On Photography (1975), la fotografía es “un método de apropiación y transformación de la realidad –en pedazos– que niega la existencia de un objeto que no se merezca ser fotografiado”. Annie, por su parte, alega que su vida ha sido precisamente ese desorden de “pedazos” que incluyen encuentros glamorosos con celebridades del cine, la danza, el teatro, la música, las artes plásticas, deportistas, políticos, escritores y empresarios. A eso se le suman imágenes de paisajes, edificios y landmarks mientras iba de playa con su madre y sus sobrinos, se quedaba a dormir en hoteles de todo tipo, jugaba con sus hijas, desayunaba con su padre y remodelaba sus casas en Nueva York y París. Así es que, para ellas, lo importante no es el valor simbólico que se le asigne al target sino que “la cámara eleva cada fragmento a una posición privilegiada” acabando, a su vez, con la presunción de que la belleza reside sólo en los objetos extraordinarios y proponiendo que se ve también en lo banal y lo azaroso.

De esta forma, la mirada seductora de Cindy Crawford mientras posa desnuda en un jardín con una serpiente en el cuello choca con la del doctor Sanja Basorovic en el hospital de Sarajevo al atender a un hombre ensangrentado en plena guerra de los Balcanes. Además, los músculos de Sylvester Stallone contrastan con un atardecer anaranjado en el Nilo, y las ojeras del escritor William S. Burroughs, de pronto, se conectan con las canas del afro de Nelson Mandela. La experiencia estética de pasar las páginas de este coffe-table book de gran formato se convierte en un repaso de los protagonistas de la historia más reciente y en un simulacro de que es posible acercarse a ellos porque los hemos visto tan de cerca que “bien los conocemos”. Por unos instantes, las estrellas bajan del cielo para que Annie les tome una foto pero, al mismo tiempo, la imagen –reproducida millones de veces, ya famosa– los vuelve a alejar de nosotros llevándoselos de regreso a su lejano firmamento.

Aunque Annie dice que no se considera fotoperiodista, porque supuestamente no puede ser neutral, debido a que siempre tiene un punto de vista, documenta con rigor las “noticias” de las diversas caras del “éxito” y eso es lo que quiso poner en una balanza junto con las del “fracaso”, que son las fotos “personales”. De ahí que no necesariamente se pueda comparar la sensación de fragilidad que emana de la foto de Bill Gates en la oficina de su casa frente a la computadora como un geek cualquiera o la de Quentin Tarantino simplemente guiando un Cadillac descapotable por una calle californiana con las de los partos de Annie y las del desarrollo de sus hijas o las de los entierros de sus seres queridos. Las primeras son instantes congelados cuyos ambientes fueron creados por la artista y las segundas pertenecen a una larga secuencia de sucesos personales que se pueden apreciar a través de todo el libro.

¿Qué información relevante provee una foto de Martina Navratilova en traje de baño empujando una rueda mecánica enorme o una de Leonardo DiCaprio vestido de negro en medio de un pastizal agarrando un cisne blanco que le cae por el cuello? Los sujetos son expulsados de los contextos tradicionales en los que se desempeñan y posan en situaciones paralelas que elevan metafóricamente sus identidades, proyectos artísticos y estilos de vida. Hay que recordar que la mayoría fueron utilizadas para ilustrar artículos periodísticos y que, en ese sentido, las palabras complementaban las escenas y viceversa. No obstante, en el libro, cada una refulge como una pieza individual de arte. La colección es una galería que sirve como un mapa del ambiente cultural de la época que nos permite observar con detenimiento los detalles que la fluidez de otros medios nos hacen pasar por alto.

La foto del “Ground Cero”, o el profundo hoyo humeante que quedó después de la destrucción del World Trade Center, resulta imprescindible si se quiere comprender a cabalidad la magnitud de ese desastre. Paradójicamente, lo mismo ocurre con la del cadáver de Susan arreglado para el velatorio. El descaro de enfocar los restos mortales de ambos ídolos caídos resume el “punto de vista” de Leibovitz. Para ella, quizás, de lo que se trata es de exponer lo que llama la “pequeñez de la vida individual” frente a todas las aspiraciones de grandeza. Susan divide en dos la curiosidad fotográfica y expone que existen fotógrafos “moralistas” y “científicos”. Pensaba que los “científicos” son los que se encargan de hacer un inventario del mundo mientras que los “moralistas” se enfocan en “los casos más difíciles”. Sin lugar a dudas, Annie elude el análisis binario de su compañera y este libro reafirma que, para ella, todo es importante.

-m.c.c.

Esta reseña fue publicada en la edición de abril-mayo de 2007 del periódico Diálogo de la Universidad de Puerto Rico.

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