Anoche recordando, casi soñando contigo y con tus olores de pecho, leche y miel, volvà al momento de la muerte de abuelo, a su locura y sus fuerzas sin lÃmites que no se dejaban ir. El tronco del árbol. Después empecé a imaginarme cómo fue que lo cuidaste luego de la medicación y los ingresos y las prisiones medico-hospitalarias del loquero, de las mujeres que lo vestÃan a medias de los hombres extraños que lo aseaban de pies a cabeza de los viajes que diste hacia allá para visitarlo hasta el lecho de muerte y la tumba, las palabras de despedida de duelo, toda la ceremonia en fin.
La abuela ya es cosa aparte. Con los huesos hecho polvo, las carnes guindando. Una agonÃa lentÃsima que casi nunca asumió frente a nosotros en forma de queja ni lamento ni reclamo de por sÃ. Porque indirectas hubo. Señales de disgusto, recuperaciones, esta vez pude medirle el tiempo segundo a segundo al fin del sueño de la eternidad. Se apagaron los astros para siempre y nosotros en órbita viendo a ver hasta cuándo vamos a recordar para durar, ¿o es al revés?, querida mamá.