El Sub-D nuyorkino y sus vecindarios ardiendo

Gloria Carrasquillo Padró
Redacción de Estruendomudo

El Bronx, Nueva York-. Esta vez el calor llegó acompañado de tormentas eléctricas: primero unos oscurecimientos repentinos a media mañana -parecía que estaba anocheciendo- y, segundo, relámpagos y truenos que hacían temblar la tierra y los edificios. La lluvia cesó y entonces salió un vapor insoportable que contrastaba con calles y avenidas inundadas y áreas bajas saturadas de agua. La urbe se convirtió en una enorme olla de presión a fuego alto. No se alinearon las sillas de lona ni los niños jugaron arremolinados en las pompas que durante ocho días han lanzado agua a borbotones. Esta vez la muchachería permanecía en las entradas de los edificios o asomada por las ventanas esperando el próximo aguacero. Los vendedores ambulantes guardaron las botellas de agua helada en las neveritas portátiles y sacaron de la nada paraguas, sombrillas, ponchos e impermeables desechables.

Las tertulias de pensionados, dependientes del welfare, algunos veteranos de la guerra de Vietnam y otros conflictos se reúnen en los fast-foods desde muy temprano en la mañana. Frente a las bodegas se juntan chicos y grandes a comprar un desayuno to go pues las cocinas amanecen tan candentes que las madrecitas han decidido no empezar el día empapadas de sudor. Las abuelitas se apiñan en los parques para vigilar de cerca a los nietecitos que pasaran el día jugando en las regaderas y chorros estratégicamente colocados en los pisos de asfalto o cemento que cubren las áreas de juegos.

De los cinco condados de la ciudad se reportan acontecimientos cada vez mas insólitos y violentos, semejantes a pura tinta macondiana. Un perro pitbull muere de 25 balazos en el sur del Bronx, a tiros de cuatro revólveres de unos policías que perseguían a un joven, llamado Lenin, que sorprendieron fumando mariguana en los pasillos de un edificio cuando respondieron a una querella del landlord. El joven, al abrir la puerta de su apartamento, en busca de refugio, dejó escapar por casualidad al infortunado can que la emprendió a mordiscos nada menos que contra la cadera de uno de los policía. Parece que los otros tres agentes del orden recibieron la fuerza de las balas que rebotaron antes de que se acabara el tiroteo.

La violencia doméstica ha estallado sin clemencia: una mujer del Bronx murió apuñaleada y atropellada a manos de un celoso marido que siguió la modalidad “Mía o de nadie”. En Queens un marido furibundo atacó a su mujer y a su pequeña niña a punta de tijeras; la mujer permanece en estado de gravedad. Manhattan no se queda atrás, ya que una mujer murió de un tiro en la cara a manos de su cónyuge y los airados hijos la vengaron inmediatamente, atacando al celoso homicida con una espada y ultimándole con la pistola aún caliente con la cual el celoso homicida. Otro crimen pasional alcanzó a una joven pareja donde el hombre asesinó de un tiro a la mujer y luego se suicidó con la misma arma. También en Brooklyn, un cegado policía disparo 11 veces contra la puerta del apartamento de su ex-novia porque escuchó desde afuera una voz masculina que hablaba con la muchacha y que afortunadamente salió ilesa del ataque puerteril.

La desesperación se hace presa de los residentes de Queens, aún a oscuras, donde una abuelita grita: “¡Esto no se aguanta más!”, ya que llevan nueve días sin energía eléctrica. Un sesentón de Woodside murió, según su familia que contempla demandar a la Con Edison, la compañía de energía eléctrica. Debido al calor dentro de su casa, se refugió en su automóvil, y allí murió. Este pobre enfermo tuvo que sufrir por el calor y no pudo soportar vivir sin aire acondicionado. Las jóvenes madres comentan que tienen que salir de los sofocantes apartamentos y viviendas con sus criaturas y se refugian en parques y centros comerciales con aire acondicionado hasta que cae la noche. La home attendant de una anciana de 89 años sufre debido al calor porque tiene que calentar el agua en grandes ollas para poder bañar a la envejeciente. Los iracundos residentes ya no encuentran que más hacer y reclaman que se declare Queens como zona de desastre. El alcalde, sin embargo, sorprendió a todos y a todas diciendo que los residentes de este condado deberían felicitar a la Con Edison, que reclama hasta este momento que no se sabe el porqué del apagón.

Las escuelas del estado ofrecen desayunos y almuerzos gratuitos y atraen a miles de estudiantes que, acompañados por sus madres, hacen colas en los patios escolares hasta que abren las puertas. En el interior de estas salas alimentarias públicas, las empleadas y empleados sudan la gota gorda y preparan postres helados parecidos a los limbers, reparten ruedas de sandia fría y procuran que se aproveche la leche fría que se bate en enormes contenedores enfriados cual neveras transparentes.

Los carteles publicitarios anuncian jugos, cervezas y bebidas que despiden gotitas de agua helada. Las compañías de viaje despliegan por doquier los especiales de pasajes para escapar de la ciudad (menos de $300) a frescas playas caribeñas, bahameñas o mexicanas. Los viajes a Cancún, Los Cabos o a Jamaica se presentan a precio de liquidacion y en la Internet los all-inclusive que parten de los aeropuertos JFK o La Guardia están diseñados para llamar la atención de los nuyorkinos que quieren dejar atrás la calcinada ciudad.

Es pleno verano y en las estaciones y andenes del sistema de trenes subterráneo el calor es insoportable, las ratas salen de sus madrigueras para pulular por las estrechas venitas de agua cristalina y fría que se forman en los canales por donde pasan los trenes. Los turistas aprovechan estas escenas para tomar fotos con cámaras digitales o captar en sus pequeñas cámaras de película a la muchedumbre sudorosa que espera la gran serpiente de acero que los llevara a más frescos o calurosos vecindarios.

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