Por Manuel Clavell Carrasquillo
Redacción de Estruendomudo
Existe una asociación de chotas organizados a nivel internacional, pero sobre todo en la jurisdicción de España y Andorra, que se encarga de vigilar los contenidos de las páginas de Internet dentro de parámetros de autorregulación.
Autorregulación quiere decir, explícitamente, que los miembros asociados se comprometen a cumplir con un código de conducta que "se refiere a los principios generales de legalidad, honradez, responsabilidad, confidencialidad, protección de la dignidad humana, de los menores, del orden público, de la vida privada, de los consumidores y del derecho de propiedad intelectual e industrial".
Lo que se pretende es que uno se una a la iniciativa colocando un sellito con el logo de la organización que anuncie a los cuatro vientos que en la página propia uno se expresa como un ser humano "normal". Entre los que se han unido a esta campaña de limpieza de la "basura" que se acumula en la red también se cuentan proveedores del servicio y hasta parlamentos regionales como el de Cataluña.
Entonces la labor que realizan los miembros es de escrutinio de contenidos "objetables" como la apología de la anorexia y la bulimia, el sexo que involucra a los menosres y otras manifestaciones de "crueldad", como la xenofobia, el fascismo y la homofobia. La experiencia que consigna la asociación en su página es que los proveedores comprometidos generalmente retiran inmediatamente las páginas con contenido "objetable" de la red.
No cuestiono el derecho que tiene una asociación privada y los negocios que a ella se afilien de controlar qué materiales se "suben" o no a las páginas o los servidores de sus dominios. Es decir, no estoy en contra de la autorregulación. Sin embargo, entiendo que la autorregulación abre también el debate de la burla o la circunvalación de la regulación. Si autorregulas brega con el fracaso de la autorregulación.
Si se logra que a través de la autorregulación ciertas paginillas que promueven la apología de la anorexia, la bulimia, el bestialismo, la pedofilia, la homofobia, la xenofobia o el fascismo, ¿qué haría la asociación ante una plataforma empresarial dedicada al "hosting" dispuesta a albergar páginas con este contenido "objetable"? ¿Con los hackers?
Este tipo de proyecto de autorregulación basado en la censura previa o post, y no en el debate cultural abierto y sostenido, no puede eliminar la apología de los contenidos objetables. Todo lo contrario, se ha demostrado que "nosostros los victorianos" gozamos más cada vez que nos censuran, así que tendemos a reproducir las actividades reprimidas a la enésima potencia en condiciones como éstas.
En un mundo de extraños, como plantea Anthony Appiah, proliferan los fundamentalismos y este ejemplo de autorregulación es uno de ellos. El proyecto de los chotas, sin dudas, es universalista y racionalista en el sentido de que pretende "mejorar" la calidad de todos los contenidos "objetables" de acuerdo con los valores "ilustrados" supuestamente aceptados por todos los humanos. Sin embargo, no hay duda de que se trata de un universalismo intolerante.
Pero, inclusive la perspectiva de un cosmopolita tolerante más chic tiene sus límites y llega a ser intolerante: Appiah ofrece el ejemplo del genocidio como límite de la tolerancia de un cosmopolita que se respete a sí mismo. Ante el genocidio, parafraseo al filósofo, el cosmopolita no puede tolerar la no intervención para erradicar este "contenido objetable" que pretende eliminar una raza de la terrera faz. Para enfrentar estos retos, Appiah ofrece dos remedios provisionales: el reconocimiento pleno del pluralismo y la falibilidad. Hay que aceptar la pluralidad de puntos de vista y la falidad de dichos puntos.
Entonces, ¿cómo descartar la intolerancia a la intolerancia, que es lo que propone esta asociación?
Hay una invitación a asumir que la cultura es contaminación y que de esa contaminación nos alimentamos. Los llamados urgentes a "purificar" los contenidos culturales "objetables" e impuros hay que asumirlos con sospecha.
Con sospecha, entonces, asumo la censura a la apología del mal y la crueldad tomando para mí con esa declaración todas las consecuencias del contagio terrible que supone leer (consumir) y criticar (reproducir) esa substancia controlada.
Será.