Tierra vasca y libertad: Intersecciones con el nacionalismo puertorriqueño

Ayer tarde llegó a la Redacción de Estruendomudo vía e-mail el comunicado de la banda terrorista vasca ETA en el que se anuncia el cese al fuego "permanente" de la ofensiva paramilitar contra el Estado español como estrategia de lucha para alcanzar la independencia de Euskadi.

El comunicado recorrió el mundo entero, justo el día en que los catalanes llegaron a un consenso jurídico en cuanto a los reclamos nacionalistas que contendrá el nuevo Estatut de Cataluña.

Esta segunda noticia me lleva a pensar que ETA ha aprovechado el moméntum de buen ánimo del Gobierno español del Partido Socialista Obrero que preside José Rodríguez Zapatero para colarse entre las filas de los demócratas y su esfervesencia nacionalista en cuanto al caso catalán para presentarse como corderos ante la opinión pública. Ahora los violentos, que han desatado una campaña de asesinatos durante 38 años, con el saldo de más de 800 muertos, van a dar clases de sumisión al Estado de Derecho, voluntad popular, debate político y democracia.

El filósofo vasco Fernando Savater advertía hace tiempo que en el momento de la rendición de ETA los demócratas no deberían hacer concesiones al nacionalismo vasco. Más aún, advierte que negociar lo innegociable (porque es obvio que habrá que negociar algo) o eventualmente sustituir la violencia por un nacionalismo recalcitrante equivale a “pretender auxiliar a alguien que se ahoga hundiéndole la cabeza bajo el agua”. Esto quiere decir que no sólo porque han bajado las armas deban ponerse sobre la mesa de negociaciones aspectos sobre la cuestión vasca que impliquen que ETA ha ganado la guerra. No cabe duda de que todo lo contrario es lo que ha ocurrido, ETA acaba de aceptar una derrota estrepitosa.

En Puerto Rico, donde el discurso político, económico y cultural dominante es también el nacionalista, resulta raro que el caso vasco no provoque el interés sostenido de los políticos, intelectuales, columnistas, editorialistas y comentaristas, tan bravucones a la hora de opinar sobre las trifulcas capitolinas que tienen que ver con líos de faldas. Tampoco se siente el interés de académicos de Ciencias Sociales, al menos. Más bien, el tema es tratado con superficialidad y casi siempre es la llamada "izquierda" la que se apropia del issue vasco, no para posicionarse en cuanto a la vertiente más horrorosa del nacionalismo y denunciar el terrorismo sino para difundir loas por encimita a la "resistencia" de un pueblo "ocupado y oprimido" por un régimen colonial.

No se puede esperar una reacción de los nacionalistas boricuas a la derrota de ETA en estos términos. Un país que ha hecho concesiones al nacionalismo y la xenofobia como la Ley Orgánica del Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Ley de la Música Autóctona, la Ley del Libro, la programación de la Corporación para la Difusión Pública y tantas otras iniciativas limitantes del arte, la educación y el cosmopolitanismo -sin sostener un debate sobre las consecuencias excluyentes del criterio nacional para producir lo que sea- no puede estar en condiciones de abandonar el guiso de los millones que provienen de la teta derecha del mercado y la izquierda del Estado Libre Asociado para pensar sobre cómo se refleja en el caso vasco.

Fernando Savater no enumera, pero se sabe que los nacionalistas favorecedores de ETA mantienen un cerco alrededor de las universidades que es infranqueable: ningún profesor y ningún estudiante que esté en contra del nacionalismo puede cruzarlo. Los periodistas vascos que hacen crítica de la política nacionalista son perseguidos. Los empresarios vascos que se niegan a depositar el llamado "impuesto revolucionario" en las arcas de ETA son chantajeados, secuestrados y hasta asesinados. Los electores del conservador Partido Popular son víctimas de insultos y discrimen en todos los aspectos de la vida social y política vasca. Los disidentes son ajusticiados en plena calle, ya sea con la palabra envenenada con la rabia del discurso de la puereza de sangre, ya sea con la pólvora de las bombas o las balas. Ahora que se supone "habrá paz", ¿qué de lo "menos malo" de ETA y su apología violenta del nacionalismo se queda? ¿Qué de lo menos malo se va a negociar en la mesa?

La pregunta puede hacerse en Puerto Rico, a 500 años de "lucha y resistencia de la nación" contra el colonialismo: ¿Qué de lo menos malo del nacionalismo puertorriqueño se está discutiendo?

Según el artículo más reciente del analista político y ex senador del extinto Partido Socialista Puertorriqueño Carlos Gallisá, publicado en la edición de hoy del semanario Claridad, "…haber mantenido los puertorriqueños un sentimiento nacional tan fuerte luego de quinientos años de coloniaje es la mejor garantía de triunfo del pueblo puertorriqueño, y su eventual conquista de la independencia". A mi entender, nada más lejos de la complejidad y el análisis responsable.

Ese nacionalismo aludido representa una derrota estrepitosa del reconocimiento del carácter híbrido y alucinante de las identidades puertorriqueñas y sus posibilidades de explosión y exposisión. Ese nacionalismo hueco, amorfo, populista, anticrítico, excluyente, charro, defensivo y violento cancela el trabajo de la enorme potencia de la contaminación en todos los renglones de la vida comunitaria. Hip hop con mangú. Spanglish y arroz con habichuelas. Reggaetón con Caribbean Cinemas. Rolling Stones con Feria Bacardí. Petrus Galeros con agua de coco. Hotel Normandie con Residencial Público Villa España. El nacionalismo no soporta definiciones distintas a sí mismo. No permite resaltar la importancia de lo ajeno en lo "uno". Es un monólogo que resalta el narcisismo fascista.

En cuanto a esto, hasta los más paleolíticos líderes políticos españoles nos pueden dar cátedra. Felipe González, ex presidente de la monarquía constitucional española y buen amigo de Rubén Berríos, demostró que es posible articular una postura "progresista" y de "izquierda" sin ser recalcitrante al declarar en una de sus columnas para el diario El País en el 2001 que no se podía confundir ni tergiversar para fines demagógicos y violentos a las identidades con el estado/nación. Tomar ejemplo del debate político español resulta muy difícil hoy en día en la patria chica, al parecer el espíritu albizuista lo impide y los guardianes del discurso colonial -incluyendo a los melones y los independentistas hard core- lo censurarían. Hay que hacerlo, están programados para ello: "La nación está en peligro".

Habrá que esperar a que Puerto Rico entierre 800 ciudadanos, más o menos, para entrar en estas consideraciones. Mientras tanto, el nacionalismo es "lo mejor que nos ha pasado" y "vamos derechito hacia la independencia", por supuesto. Es el cemento celestial que mantiene unido a nuestro pueblo. ¡Como la ETA, vamos, vamos …vamos a fortalecerlo!

-m.c.c.

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