Especial para Estruendomudo
I.
Los hombres se reunían cotidianamente en La Esquina de Margot, el bar más famoso del pueblo, para jugar dominó, tomar cervezas y hablar de las últimas infidelidades desveladas por el fan club de La Comay. Casi todos burlados por sus compañeras, se complacían, sin embargo, en aquel recuento morboso –calle por calle- de las mujeres pegadoras de cuernos y de sus víctimas. Claro, cuando llegaban a sus propias calles, nunca faltaba una buena excusa para abandonar a sus compañeros de tragos y juegos. El viejo evangélico Ezequiel Santiago los miraba regresar a sus casas tambaleantes y apesadumbrados. Entonces hacía su oración diaria: “Señor, gracias porque los cabrones no cantan como gallos porque, si así cantaran, en este jodío pueblo no se podría dormir y Tú sabes que me tengo que levantar temprano todos los días”.
II.
Jorgito Álvarez se la jugó fría. Invitó a su novia de siempre, Leonor Salgado, a pasarla bien en el baile que aquella noche se celebraba en el Rotario. Luces casi apagadas. Boleros apretados. Sexos calientes. En medio de su creciente entusiasmo y al ritmo de “Bésame mucho”, Jorgito sintió que iba a estallar y apretando a Leonor contra su cuerpo, gimió: -Ay, Carmencita. La respuesta le bajó la nota: -Ay, Roberto.
III.
El viejo baturro levantó sus manos al cielo e imploró casi con lágrimas en los ojos: -Señor, concédeme que mi mujer nunca me sea infiel… -Ah, Señor, pero si algún día me es infiel, que yo no lo sepa. -Pero, si lo llego a saber, Señor, que no me esté malo.
IV.
Aquella noche, Andrés bebió, perreó y le dio fuete del bueno a cuanta girla se cruzó en su camino. Tranquilamente dormido en su apartamento, su compañero Joenel estaba seguro de su lealtad a toda prueba, de su fidelidad absoluta, de su estricto comportamiento gay. Terminada la fiesta, una joven mujer de negocios a quien Andrés había pasado por la piedra gritó a todo pulmón: “Ése sí que es un macho, carajo”.
Elías Galarza es Editor-Jefe de la Editorial El Nuevo Macharrán.