Gaika espantada por las indicaciones eróticas del Libro rojo


Por Manuel Clavell Carrasquillo
De la Redacción de Estruendomudo

Ahora bien, en la China de Mao estos gestos del hombre que anda con un libro en la mano son el aspecto más vistoso y más desconcertante de la Revolución Cultural. El hombre, en este caso, es todo chino que se sienta ciudadano antes aún que individuo; el libro es el librito rojo de las citas de Mao. […] El intelectual se limita a leer un libro, pero el hombre de fe se lo lleva consigo.

 

Y, realmente, he aquí las más importantes entre las actitudes que se pueden adoptar ante un libro y que desde hace seis meses han transformado a los chinos en otros tantos escolares dedicados al ipse dixit: se lleva el libro de paseo para demostrar que se le tiene, y entonces tenemos la señal, y asimismo la ostentación. Se agita al aire en las asambleas, en los desfiles, en las reuniones, y entonces tenemos la exaltación del libro, o bien la amenaza y la provocación por medio del libro. Se le abre y se hace correr la mirada por él, y entonces tenemos la consulta. Se lee en alta voz en contestación a alguno y entonces tenemos la cita, la comunicación. Se acaricia cerrado con la mano y se oprime contra el corazón, y entonces tenemos el afecto. Se tiene en la mano durante los bailes, los cantos y las funciones de propaganda, y entonces tenemos la simbolización… Es increíble, en resumen, lo que puede influir en el comportamiento humano un librito como el de Mao.

-Alberto Moravia, "La revolución cultural en China", junio de 1969.

 

Gaika no entendió por qué me decidí por el Libro rojo

de Mao

Quiso indagar mis razones para la elección
de una reliquia comunista
en tiempos de glamour globalizado

Le dije, Gaika, perra bella,
dime, ¿cómo puede meterle mano a un chino
alguien que no ama a Mao?

Sentí su ladrido-respuesta como un sopapo
Gaika me regañaba por boquisucio

Quise explicarle que pasaba
por una de esas etapas de fijación erótica
con pornografía nacionalizada

-Hoy sólo me excitan los orientales.

Quise abandonarla en el cuarto de los huéspedes
y escapar hasta el sauna público
quise desvincularme de su mirada juzgadora
para probar piel amarilla en paz
y sin juicios de resoluciones de la ONU

Recordé un antiguo encuentro cercano
-del tercer tipo-
con un chinito absolutamente lampiño
que tenía el six pack abdominal
dibujado perfectamente
encima del ombligo

Me cortejaba con pasos tímidos
ataviado sólo con toalla
exhibiendo ojos
como horizontes semiabiertos
y pelos lacios recortados

Esperó a que los viejos desalojaran
el cuarto oscuro:
ellos lo molestaban con sus insinuaciones frescas.

Pero a las penumbras se le escapaban varias luces
y
-al verme a través de esa claridad escasa-
me invitó a su esquina soliraria

Permaneció sentado y patiabierto
la orden consistía en que me le sentara encima

nos besamos con intensidad
nos tocamos brevemente

Era un chino musculoso, con labios cortos,
y estaba decidido a no decir ni pío

No me dio oportunidad de enamorarme de su acento
Tampoco estaba dispuesto
a cambiar de posición
Disipó el peligro de contagios
Sólo permanecimos abrazados
Bien cerquita de los calores mutuos

Gaika se dio cuenta de todos los detalles
de mi viaje mental a la gran muralla
y empezó a exigir que la sacara al patio

Mi vida, quise decirle, no te pongas celosa, please,
estoy de mente bellacosa y no tolero escenas

La dejé

Que muriera loca
que se consumiera en su bilis xenófoba
Chilló como si yo abusara
y la encerré por prospasada

Sólo al fin
recordé
con lujuria contenida hasta ahora
la expresión
chinesca del orgasmo de Li Chu

el más extraño de todos. El indicado según los preceptos del Libro rojo.

-mcc

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