El Instituto de Cultura Puertorriqueña y la Playboy: Un testimonio desde las entrañas del Rinoceronte de Ionesco


Por Farasch López Reyloz

Editado de la versión original para Estruendomudo

Queridos amigos:

Lo que me trae de vuelta por acá es un asuntito entre el Contralor y el último número de la revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña –que el Contralor confunde como quien no ve, con la Playboy. A ver, ¿quién dijo que el Contralor era una autoridad en arte? Es más, ¿quién dijo que el Contralor era una autoridad en cultura? A decir verdad, ¿quién dijo que el Contralor era una autoridad en algo, cualquier cosa? En un país estragado de buenos críticos de arte en general, nos ha tocado la suerte, el privilegio, de tener un Contralor que ha recibido un doctorado honoris causa en historia del arte y su financiamiento.

¿Cómo es posible que el Contralor –hombre tan culto- confunda el performance de Ana Mendieta y Carole Scheemann con las fotos de una Playboy? ¿Cómo es posible que el contralor confunda un artículo brillante de nuestro amigo Bernat Tort con un articulito de las revistas Luz, Cosmopolitan o Penthouse?

Pero como contamos con mamá Tió, nada de esto pasará a mayores. Qué falta de valor y coraje artístico tiene la Tió, quien lo diría, tan altanera y dictatorial que se ha mostrado con los empleados y colaboradores del ICP y esconde las uñitas a la hora en que hay babilla que demostrar. Por qué le tiemblan las piernas a la antes muy querida, por no ser muy conocida, doña Tere –y no es la de la pensión aquella de los 80, cuidado con insultar a Norma Candal, que al menos algo de teatro sabrá.

Lo cierto es que el Contralor no se trasnochó tanto por el fraude del Instituto del Sida, ni el de Educación, como por la publicación reciente de la revista del ICP. Ojalá le toquen algunas regalías a Bernat, porque más del 50% de las ventas se le deben a su ingenua idea de que en Puerto Rico se puede hablar de arte o de performance. Después de todo, los del ICP no deberían acobardarse tanto, que al menos ninguna estrategia de publicidad ha rendido frutos como éstos. Sólo costó tres desnudos que alguien notara la revista del ICP y hablara públicamente de ella.

Haberlo dicho antes y habríamos publicado los trabajos de Susana Herrero, los de Nestor Millán o los de Martín García, entre otros buenos desnuditos que nos ha regalado el arte puertorriqueño. Pero no, en el fondo no habría habido diferencia, el país soporta un desnudo de cuatro brochazos, pero el cuerpo así, descaradamente presentado como un plato exquisito o nauseabundo ofrecido en banquete no se puede tolerar porque se despiertan cuatro momias y nos montan tremendo piquete. No faltaba más, que con Picón y sus secuaces fundamentalistas no nos bastamos. Amigos, hemos puesto una partida de palurdos ignorantes en posiciones de poder, nos hemos reído de nuestros estudios y nuestro amor por el arte y dejamos que una turba de ineptos gobierne y opine.

No he podido más que reírme con tristeza ante reacción tan escandalosa ante fotos del 70, 73, 79. Han pasado entre 30-35 años de que fueran realizados estos performance y de que fueran tomadas las fotos en cuestión. Ya les decía que no era cuento lo de la retroinvolución. La Tere tratando de justificar la tardía, requetetardía publicación de estas fotos en Puerto Rico, no da más que una mezcla agridulce de risa y llanto. Lo que me parece verdaderamente soez es ver cómo a la directora de pacotilla del ICP, que debió permanecer como profesora conservando su reputación y mediana distinción como académica, le tiemblan hasta los pelos tratando de explicarle a una burda masa de pillos los criterios del arte y teoría del performance de los que francamente, por lo que le he escuchado decir en las intervenciones noticiosas, es casi una virtual ignorante.

Me parece tanto más pornográfico y censurable ver un país con las patas abiertas cogiendo por el culo de la soberanía, mamando pollas gringas en el Congreso, mendigando como puta chavitos de ayuditas federales, y no digo más porque no sé cuánta perversión pueden aguantar nuestro Contralor y la partida de bestias rumiantes que llaman políticos. La dignidad violada me parece tanto más obscena que cualquier exposición del cuerpo y de las partes que me veo y me toco a diario. Tanto puritanismo malsano me revienta las dentritas y los nervios.

Nuestro amigo Manuel Clavell Carrasquillo escribió un artículo reaccionando a estos asuntos, pero no sólo él ha escrito. En el periódico de ayer, domingo 21 de septiembre, salió publicado un artículo, digamos sincero, de Mario Alegre, cuyo título prometía más de lo que resultó ser el artículo, pero que al menos dice unas cuantas verdades escritas de forma clara y prístina como a prueba de palurdos.

Explica Mario Alegre cómo el proceso editorial del número en cuestión de la revista fue arrebatado de las manos de la Junta Editora y del control de la propia Oficina de Revistas para ser trabajada por el personal directamente asignado por Teresa Tió. Pero muchos de ustedes recordarán que ésta que escribe aquí y ahora era la correctora de las revistas del ICP para entonces, por lo que sin preocupación alguna aseguro que Mario Alegre dice la verdad, que la revista y su proceso editorial se limitaron horrendamente y que el personal de la oficina que por lujo entonces llevaba el nombre de Oficina de Revistas tuvo poco que ver con la selección de los artículos. De hecho, el artículo de Bernat Tort fue uno de aquellos que la oficina había seleccionado y que coincidió con los textos que la Sra. Tió "endosó", porque así le llamó ella por escrito. A pesar de que los artículos debieron seguir la ruta editorial, esto no fue así, y arbitrariamente la Sra. Tió decidió e indicó por escrito, sin que mediara apelación alguna, cuáles serían los textos que ella publicaría.

Sin embargo, debo criticar el matiz del artículo de Mario Alegre, en el cual se sobreentiende que el problema de las fotos "pornográficas" se debe a que los artículos no fueron escogidos por la Junta Editora. El artículo de Tort es sin duda el más sólido de los que figuran en la revista, sin importar cuántos egos ancianos y caducos se ofendan. El único artículo de verdadera altura académica y filosófica es el de Tort, quien también es performero. A pesar de que yo para nada tenía la facultad o potestad de escoger artículos, siempre me tomaba el riesgo de dar mi opinión a la Sra. Tapia, quien es una persona receptiva y aguda que reconoce los límites de su área de peritaje y sin soberbia admite críticas respetuosas, y en repetidas ocasiones avalé el artículo por su solidez teórica. Por lo que debo decir con pesar, que es lamentable que se ventile que todo se trató de un autoritarismo y despotismo de parte de la Sra. Tió y que la mediación de la Junta habría evitado la publicación de dichas fotos. Me resulta bochornoso pensar en la posibilidad de que la Junta Editora hubiese censurado las ilustraciones y el artículo de Bernat, porque eso pondría en serias dudas la capacidad de sus miembros para comprender no el arte llamado contemporáneo sino un arte que ya tiene más de 35 años. Temo pensar que eso es lo que pretende decir Mario Alegre y de ese modo curar en salud la "reputación" incolora de algunos miembros de dicha Junta.

Entre las satisfacciones que tuve trabajando como correctora para la Oficina de Revistas figuran algunos textos de ese ejemplar y la valentía de la Sra. Tapia para asumir el reto de hacer de dicha oficina un mecanismo a la altura de la discusión académica, filosófica y artísitca contemporánea.

Tengo para mí que en esa oficina se leían, se releían y se volvían a releer los textos presentados, pero sus imágenes no siempre eran conocidas por el personal hasta tanto no se montara la primera prueba de impresión. No sé qué habría decidido la Sra. Tapia si hubiese podido seleccionar las fotos, quisiera pensar que habría tenido el desenfado educado y culto de publicarlas. No creo que pueda decirse lo mismo de los miembros de la Junta, quienes se han mostrado más que conservadores retrógrados en repetidas ocasiones con las típicas publicaciones de folclorismo insípido.

Pero nada de esto ocurriría si la dichosa institución desapareciera o al menos se conviertiera sigilosamente en el Instituto de Cultura Puertorriqueño. Así como se lee, porque la bendita a ya nos ha traído suficientes problemas. El ser un organismo de cultura puertorriqueña ha relegado la función a la categoría de gendarme de los santos de palo, el macramé, el café, el cuatro y el güiro, y la pendejá puertorra. Si a bien viniera tener un instituto, éste debería ser de la cultura internacional y que el dichoso gentilicio modificara o describiera al propio instituto y no a la cultura de la que es objeto. Al final no sé si esto logre quitar el mal sabor de 50 años de majadería y de barricada, de panismo y politiquería.

Es una suerte que el arte, el ARTE, nos redima de tanta mierda.

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