Fuego

Estacionó el auto en la calle de al frente, con miedo, porque acababa de dejar atrás –y en llamas– un camión de gasolina de la compañía Texaco.

 

Había explotado por su culpa, ¿quién lo empujaba desde el inconsciente a arrojar por la ventanilla las colillas de Marlboro todavía encendidas?

Subió al apartamento y se sentó a pensar la llamada telefónica. Sabía que de un momento a otro hablaría con su abogado.

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