El puerco espín, por Luis Andrade

Xiaoyan me limpió la frente y el entrecejo con una gasa empapada en alcohol y procedió luego a limpiarme ambos lados de la nariz, el pequeño espacio junto a mis narinas. -Uy, nunca me pusiste agujas ahí- dije. Ella sonrió y dijo: -No te preocupes, no duele.

Este cuento, reproducido con permiso escrito del autor, continúa en: http://www.sorocabana.net/bitacora/

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