-Manuel Ramos Otero en "Réquiem para Manuel", entrevista del gran periodista Jorge Rodríguez publicada en su libro "La nación con rostro", 1985.
(Foto de Mara Pastor, "Caníbal hawaiano estancado en la barriada La Perla")
Segunda Epoca
-Manuel Ramos Otero en "Réquiem para Manuel", entrevista del gran periodista Jorge Rodríguez publicada en su libro "La nación con rostro", 1985.
(Foto de Mara Pastor, "Caníbal hawaiano estancado en la barriada La Perla")
Una cama bien tendida y los trapitos al sol frente a frente un alarido de sorpresas reprimidas por aquello de las enfermedades contagiosas que no retiene el látex ni soporta fuerza de cara; esa virtud puertorra sata de estirar la confianza hasta que dé asco por las mañanas laborales con prohibición de cervecitas frías.
Hoy, alabé la escritura desencajada de una tipa santurcina que decía más o menos esto mismo en página de semanario socialista, crónica de infidelidades y retahíla de arrepentimientos que no lo son si no fuera porque me espera en casa un macho desprendido de complejos penitentes pero muy cuidadoso de poner en orden las toallas -que conste- siempre exprimidas a máquina junto a un lío de papelitos de lavanda. (Ellas siempre salen muy calientes y felices; pero hay que doblarlas para que no provoquen alergias vespertinas o se arruguen). El cómplice marido.
Eso es así, un contrato de por vida hasta que canse; un pacto de miradas puestecitas más allá de axilas bien cuidadas, labios pequeñitos que piden más babilla lean y cositas decoupage en las mesitas de la sala.
Cómo va a ser, preguntaste, y yo te dije pues…, parados, por supuesto. Uno frente al otro verticales en el piso con losetas a la vista y un caracol pereza debajo de las grietas: un amante acorazado con silencios adornados a la usanza de miradas tiernas y la lentitud de esta muerte en vida que no cesa. (Foto del huerto bonsái del amigo Scherzo)
Los demás han hecho un alto. Se acomodan a nuestro alrededor para ser testigos del contagio.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino podera Satanás y a los otros espíritus malignosque andan dispersos por el mundopara la perdición de las almas.
Amén.
Una vez hackearon la memoria de la máquina que lleva los libros del departamento de adquisiciones de la Biblioteca José M. Lázaro a las salitas correspondientes.
Cuando una entra al depósito, para llegar hasta el cubículo del paciente funcionario encargado de los Préstamos Internacionales, se da cuenta del desastre.
El esqueleto de la máquina está allí expuesto a merced del proceso de oxidación que hace tiempo carcome los metales.
Sin embargo, el roto traspasa los seis pisos del edificio enfermo y se han organizado visitas guiadas para que los estudiantes de arquitectura observen el varillaje que sobresale del cemento.
Los de Naturales dicen que la culpa de todo la tuvo un indio Cherokee farsante, un demiurgo presentao devorador de papeles de periódico.
Los juristas señalan en opiniones supremas que se trata de un foro público mutilado, que debe ser reconfigurado reimpresión digital para que continúe la subsunción real capitalista.
Todo es mentira, dicen las nerdas sirenas a cuatro ojos, la máquina de la Lázaro no patinaba, no la hackearon na y nosotras seguiremos humillando a los nativos ignorantes; distribuyendo La Atalaya casa por casa.
Habrá que agradecerles el jalón de orejas, la implantación del chip Dol-Rigor con desperfectos a los maestros UPR, y declararse jodidodiplomadoautodidacta.
Una foto de la Biblioteca General de la Universidad de Puerto Rico puede ayudar a la desorientación del ojo vizco: http://upracd.upr.clu.edu:9090/fotos/lazaro.jpg
Claudette City, Balcón del Mar. -Pasé la página y me topé con una entraña musculosa dibujada, un acto de amor que me regalaba de un brochazo la pintora.
Decirlo hoy, ya todo es política y reproches, así que banal se queda; bien museo conmemorativo de memoria.
Otro intento: Quizo que fuera vegetal carnívoro, como las flores espinosas.
Me lo confesó, y luché contra su fanatismo parcializado hacia marcianos, que son carne de rosas y raíces de cordero; un mejunje de plomo con madera y tintes esperanza.
Pero desde que salió por tv, en vivo y a todo color, emitida desde el Monumento al Jíbaro con Pantojas y Osvaldo Ríos, Chona, La Puerca Asesina, tengo perdida esa apuesta de atrasada.
¿Cúando se hizo tan difícil reconocer la belleza que despide la portada, su pintura, el poder decírcelo sin hipotecarnos el futuro profesional de ambas?
Por último: Pana, ¿cuánto cuesta una cosa de ésas, por ejemplo, ésa que tienes exhibida ahí. Esa misma entraña enchaquetada?
"Las llamo ‘entrañas’ pues intento hacer metáforas orgánico-sensoriales a través de las formas dibujadas, las cuales hacen referencia a formas un poco viscerales pero también encontradas en otros ejemplos de cosas vivas, como la botánica. Son un tipo de anotación de sensaciones a través de estas formas orgánicas", dice para una revista local la chica que pinta entraña enchaquetada.
San Juan, Puerto Rico. -Me aclara una amiga del alma que lo que pasó fue que nosotros nos quedamos solos.
(Puede parecer una cursilería retro hacia el gran tema de la S., y lo es).
Entonces, que cuando todos los demás regresaron de allá afuera, pues que ya nuestro lenguaje íntimo excluyente aquí estaba.
Fofé dice que
una cosa es ser salmón
y nadar es otra cosa.
*Foto del flamingo arrebatado en el Viejo San Juan de Mara Pastor.
Encendían sus paladares secos con el resultado del amor a la yerba buena, y celebraban.
Cantaba el grupo de reggae boricuo-internacional, Cultura Profética. Pero cuando eso se escuchó a lo lejos, cuando el platillo aterrizó,…
Una reacción violenta del otro puede dasarmar al uno hasta el punto de tornarlo inútil por un instante.
Esto conduce a la conclusión inevitable de la fragilidad del uno, esa cosa transitoria tantas veces reinventada a imagen y semejanza del deseo del otro que el uno quiere atrapar pero que siempre se le escapa.
Entonces la respuesta puede convertirse en garrote hecho palabras malas.
Hablo de un cantazo en plena nuca lanzado con el rabo del ojo, que se arma de valor para la batalla campal, pero que pronto regresa vulnerable a su condición de base de pestaña chamuscada.
Insisto en que la culpa la tiene esa manía de pintarse el área lineal que separa la carne moribunda de la vista futurista ilusa con un lápiz orgánico.
Al fin y al cabo, resulta que el rímel, madero entintado de la vanidad, después de los jadeos espasmódicos del encontronazo semiapocalíptico, es ahora el acusado.
Así es que se evade la responsabilidad personal de la culpa que -como ha dicho el cursi poeta uruguayo Mario Benedetti- siempre es del uno cuando no enamora.
Vendrán entonces las razgaduras de velos, los mea culpas, y -según recomiendan los psicólogos new age con complejo de predicadores evangélicos- pues irán llegando poco a poco los fáciles perdones.
Hay gente que no es así, eso me consta.
Esos otros, según la taxonomía de la Escuela de Tijuna son como cactus, flores del desierto que sobreviven sin agua; sólo con gotas de sal reducidas a moléculas envidiosas de escarcha.
Esos, como hincan por predeterminación vocacional terrible y errada, están hincados, se sabe, más no doblan rodillas por miedo a desbocarse.
Han jurado permanecer estoicos ante el descalabro y simulan no marearse aunque tienen el oído enfermo de Parkinson, señor de las tinieblas sanjuaneras y el desbalance.
No hay sermón que logre curarlos de paternalismo, generalizado a través de las agujas envenenadas. Tienen algo de sidosos en remisión hospitalizados en el Centro de Latinoamericano de Enfermedades de Transmisión Sexual (CLETS), con sede en Puerto Nuevo.
Están ahí puestos para hincar sustancias extraídas con agujas infectadas con el virus aquella mañana para que nadie pueda usarlos como banquillo eclesiástico donde poder hincarse.
Hoy es jueves eucarístico-carismático.
Hubo un llamado no respaldado a la exhibición procesional del Santísimo Sacramento Consagrado. ¿Qué pasó?, ¿cuál fue el resultado? No me es lícito revelar mis fuentes periodísticas en este momento de tribulación, pero sí les puedo brindar mi apreciación de los hechos ahora cuestionados.
Esta es la pena de muerte de la comunicación pepto bismol rosado (gracias por la imagen al pseudohomofóbico escritor CJ García). Un collar de perros extraviado de su portador y con chapa mutilada donde no puede leerse el nombre del can ni las señas de su amo.
Esta vez el dueño desespera, el perdido es él: su mascota está disfrutando de lo lindo haciendo la pasarela de la calle. "Hay más perras realengas. Qué pendejo, yo que era puta también antes de ser operadora telegáfica, y de todo eso renegaba", dice en un ladrido imperceptible el muy malvado.