Antinatura

farinelliEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Hubo una época anterior a los derechos civiles, allá para los años mil setecientos y pico, en que los conservatorios de música europeos, sobre todo el de Nápoles, importaban y exportaban miles de monstruos castrados.

De ésos, sólo unos pocos lograban convertirse en superestrellas para satisfacer la demanda de voces más allá de las entonces mediocres capacidades femeninas. La industria coral de la Iglesia y del “bel canto” en la ópera aristócrata no admitía vaginas.

Ninguna mujer podía subir a escena por decreto del Jehová deuteronómico pero, aun así, se necesitaban personajes melodramáticos como las Desdémonas y las Dánaes que murieran de amor en los teatros.

Castrar a un hijo, mediante un procedimiento híbrido entre la medicina y la hechicería, para vendérselo a los curas o los burgueses “buscadores de talento”, podía significar la entrada al juego de espejismos entre burladores y burlados que intentan salir de pobres enfocándose en el “objetivo fama”.

El tremendo escritor argentino César Aira, en la novela “Canto castrato”, cuenta la vida ficticia del Micchino, uno de esos seres cuasi-mitológicos que llegó a conquistar las cortes de Viena, París, San Petersburgo y El Vaticano con sus extraordinarias cuerdas vocales libres de testosterona.

Por ser caprichoso y temperamental, macharrán furibundo y diva con ataques firulísticos al mismo tiempo, ante los pies de la cama del Micchino caían las mujeres más hermosas e influyentes de la época. Sin embargo, por su diferencia radical y posición extraterrena, el símbolo sexual supremo tenía el alma de hielo. En realidad, no sentía nada.

El verdadero secreto de su poder de seducción, antes tan aplaudido, no sólo se escondía en su hermoso cuerpo mutilado de seis pies de estatura ni en su asombroso manejo del arte transformista emperifollado del barroco, sino en su fantástica interpretación antinatura de los dos géneros.

El espectacular “canto castrato” que nunca escucharemos no era de varón ni de varona, sino de una y otra especie: más divino que humano.

Unas cuantas cosas más

josh hartnett 1

Me confiesas la enfermedad y voy directo

a soltar todo lo que tengo para tocarte y ver si es el calor.
Te desabotono la camisa del trabajo y extiendo los dedos hacia tu cuello.

Voy a tomarte la temperatura.

Aunque lo deseo desde hace tanto tiempo, aún no te dejes tocar.

Mi amor, son tantas cosas, estás en High!

Chinatown Disparú o la lenta desaparición del Molokai restaurant

imageEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

En una esquina dilapidada de la avenida Fernández Juncos en Santurce, que le abre paso a un callejón lúgubre y altamente sospechoso, conducente a varios hospitalillos y barras de amores clandestinos, se encuentra la casa donde se preparan los mejores manjares chinos.

Allí han compartido tenedores la farándula burocrática isleña, líderes sindicales hambrientos, parte del lumpenato nacional dispuesto a sustituir el jamón con piña por “dumplings” al vapor hechos a mano por el dueño, mafiosos amantes de la buena mesa que ordenan pato a la naranja y clasemedieros “esmayaos” de todo tipo.

La atracción del Molokai es contradictoria. Lo cutre de la ambientación decadente, en vez de inhibirlas, es lo que estimula las papilas gustativas. Los plafones caídos, las goteras de los aires acondicionados, la decoración imperial vetusta, el cuadro con la estampa bucólica de los pescadores medievales color bronce y el Buda de porcelana iluminado con una velita votiva son los elementos esotéricos que le dan una sazón oriental única al menú variado.

Luego de 30 años de valor y sacrificio, doblando el lomo en ese enclave maldito congelado en el tiempo, la familia fundadora de inmigrantes anunció el cierre definitivo debido al cansancio del patriarca de 73 años, las cuentas energéticas infladas que llegan a los miles y las metas universitarias de los herederos. La clausura no es derrota para ellos, pero para nosotros ha sido hecatombe.

¿Adónde vamos a ir los amigos a comer platillos inolvidables como el “ginger chicken” o el “hot and sour soup” con mostaza picante y “fried noodles” cuando nos hartemos de la carne guisá y las habichuelas de lata? ¿Dónde en el barrio hay un servicio que fomente alteraciones a la carta que se traducen en sopas de calabaza con camarones y tostones de pana con salsa Schezuan en vez de mayoketchup?

Se van, y me la ponen difícil. El círculo gastronómico de nuestro Chinatown en facsímil se cierra entre la fritanga dominicana y la ortodoxia criolla de la fonda.

Gaika muda e indiferente al salir de paseo hasta el nuevo parquecito de Miramar

vida perra perra vida final15112005Por Manuel Clavell Carrasquillo

A Sonia Gaia y Carlos Vázquez Cruz, por su cariño sincero en tiempos de poses bulchiteras y su peligrosa amistad.

Salgo a la calle a caminar por el barrio para hacer gestiones

que antes hacía en automóvil

Aprovecho que estoy de vacaciones

que mi calendario ha variado

para hacer gestiones a pie.
Reconozco un restaurant chino que había olvidado

me doy cuenta de una casa de los setenta abandonada
intacta

a pesar de que los vecinos ricos de Miramar han alterado todas las demás fachadas

no tiene rejas

no tiene segunda planta

no se ha techado el espacio de la marquesina posible
el garaje está en la parte de atrás.

Pienso en cómo sería este vecindario en los setenta

en cómo la gente blanca iba a la misa de Perpetuo Socorro a cierta hora

y cómo la servidumbre negra iba a la misma iglesia pero a otra hora. Ambas pedían Perpetuo Socorro, ¿eso es lo que importa, no?
Veo cómo el municipio expropió un estorbo público y lo convirtió en parque

Veo cómo le tiraron una torta de cemento que ahora llamamos el piso y cómo sembraron cuatro arbilitos aquí y allá. Veo un intento de mural artístico.
Pero veo también que la gente no le hace caso a la chapucería del alcalde y que lleva a sus hijos allí a jugar a pesar de la torta mal hecha
Veo cómo las madres y las titis y los padres y los abuelitos

juegan con los niños de Miramar

que gritan, sí

pero menos duro que los niños del Head Start de la calle Hoare, en medio de Tumbuctú.

No escuché a nadie hablando malo cerca del restaurante comunitario Delirio.

Más bien, vi a una enfermera trigueña que iba bajando la acera de enfrente a donde se sirve la carne de bisón en pleno trópico a pie y, cuando llegué a la gasolinera Esso que queda a esa altura de la Ponce de León, también vi cómo una chamaca insignificante se despedía de su novio mesero, un indio argentino hermoso de pelo largo que no llegaba a los 20 y que le decía cosas bellas al oído que no alcancé a entender.

Gaika estaba bien rara esa tarde después de haberme visto memorizar durante horas secciones enteras del Código Civil. Bien rara y callada, con intención de joder y restregarme en la cara el intento leguleyo de salto malabarista profesional.

Su cara tenía un rigor mortis parecido al de Noelia la de Yolandita antes de que se lo metiera Yamil a pasar de la novedad de la continuidad de ese parquecito y sus burguesitos usufructuarios.

Quizás por eso fue que, a pesar de que se lo pedí con insistencia literaria, la muy perra no quiso opinar.

Otro proletario oloroso a su propio meao (fábula laboral)

Habría que contar un cuento para soportar desvelos que diga más o menos cómo comenzó la escalada hacia el triunfo de los obreros que permanecían en sus puestos para beneficio y mejoramiento del país. Trepó, siguió recomendaciones, buscó aliento en los supervisores y, a cambio de su firma aprobatoria en la hoja de evaluación, reveló nombres de defectos, dueños de causas de suspensión. Fue premiado con una reclasificación y oficina con vista a la bahía. Condicionó su mente a un estado de necesidad ficticio que le permitía sentirse excluido de responsabilidad porque causaba un mal menor que el “peligro inminente” que venía aparejado de la certeza de permanecer en la misma y baja escala salarial.

Marcó varios números telefónicos de gente conectada y les habló de la necesidad que tenía de cambiar su nivel de conexión. Invitó a algunos a tomar café. Se fijó en la consistencia del líquido en cada restaurant, en el parpadeo de sus interlocutores cada vez que les espetaba la petición de auxilio jurisdiccional y siempre, antes de comenzar a hablar, les lanzaba la miradita particular de los sanbernardos a punto de congelación en los Alpes suizoz, como queriendo comunicar que el rescatador de momento se convertía en sujeto necesitado de rescatación.

Cuando pasó lo que pasó, que fue un crimen digital que involucraba cierto fraude bancario, Jeremy alegó que lo hizo, sí, pero que obedecía órdenes de arriba que, de lo contrario, su osadía le hubiese costado el trabajo. “Con el trabajo que me dio conseguir este trabajo”, le dijo al procurador.

El jefe, a su vez, alegó que los trámites se hicieron por el libro y que el libro tenía un error. Los procedimientos descritos no conducían al resultado de la compraventa lícita sino a un traspaso de propiedad no permitido por la ley. Ahí fue que se le nubló el entendimiento a Jeremy, porque jamás pensó que su jefe fuera capaz de mentir con tanta precisión y convicción, tanta que logró convencer de su inocencia al juez.

Jeremy fue negligente esa noche, no llamó a su mujer al enterarse de la exculpación de su queridísimo ex-jefe y, por lo tanto, no le avisó que era libre antes de que fuera perdiendo la noción del tiempo mientras bebía con los panas en el bar. Un anuncio en el baño del Departamento de la Familia lo convidaba a dejarlo todo, es decir, soltar el aparato mientras lo aguantaba en la posición correcta para mear, sólo para pensar en los hijos. “¿Sabes que están haciendo ahora tus hijos?”, cuestionaba la publicidad látigo a los meones del local.

Jeremy lo soltó y -cuando llegó a su casa- su mujer le reclamó no por la tardanza ni por el tufo a alcohol sino por la peste a meao.

Penúltima oración sin terminar

Scrbe: MCC

No he podido pronunciarme. Trato de concentrarme en el silencio para pensar.

es inútil. Todo es ruido.
Cuento números hasta que me canso.
Defino.
Busco maravillas debajo de un pote.
Niego lo anterior.
Recaigo, besándote en la boca y aligerando un fin erótico. Una falta de respeto antipolite.
Creo que me cambian de sito los objetos que me los hago cambiar y me los saco en sistema; a ver.
Ese ataque de marx a todos los apriori (lea suave), ese apego al pensamiento crítico de marx, esa guerra sin fin contra la ideología alemana que luego se transformó en materialismo dialéctico.
La oración precedente está sin terminar.

Requiem por la desaparición terrestre de nuestro querido pero nunca bien ponderado amigo Count Gottfried von Bismarck

thecount

04/07/2007
Telegraph.co.uk

Count Gottfried von Bismarck, who was found dead on Monday aged 44, was a louche German aristocrat with a multi-faceted history as a pleasure-seeking heroin addict, hell-raising alcoholic, flamboyant waster and a reckless and extravagant host of homosexual orgies.

The great-great-grandson of Prince Otto, Germany’s Iron Chancellor and architect of the modern German state, the young von Bismarck showed early promise as a brilliant scholar, but led an exotic life of gilded aimlessness that attracted the attention of the gossip columns from the moment he arrived in Oxford in 1983 and hosted a dinner at which the severed heads of two pigs were placed at either end of the table.

When not clad in the lederhosen of his homeland, he cultivated an air of sophisticated complexity by appearing in women’s clothes, set off by lipstick and fishnet stockings. This aura of dangerous “glamour” charmed a large circle of friends and acquaintances drawn from the jeunesse dorée of the age; many of them knew him at Oxford, where he made friends such as Darius Guppy and Viscount Althorp and became an enthusiastic, rubber-clad member of the Piers Gaveston Society and the drink-fuelled Bullingdon and Loders clubs.

Sigue.

Tecno-vudú

VoodooEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

En un ritual milenario, un cuerpo bípedo a punto de reventar por las presiones del calor interno, levantado en puntas para alcanzar la luna llena divina, pero con la curiosidad de respirar un aire menos denso, se deja caer de rodillas sobre la tierra. Sucio y erotizado por el contacto primigenio, abandona todo susurro, sacro, tenue, y lo sustituye por aullidos. Metamorfosis: “The beast is back/ on 4 legs… raises her spine/ vertebrae by vertebrae”.

Las próximas líneas de esta canción de Volta, nuevo álbum de la artista islandesa Björk, cuentan que la animalización continúa con una reflexión de la criatura sobre cómo deshacerse del chorro de vapor que le explota adentro, igual que a las locomotoras mejor diseñadas por la ciencia. A gritos, la mujer/bestia/máquina entona duro una plegaria a mamá Natura. “Forgive this tribe, we are the Earth intruders”, implora.

El estado meditativo en conexión con el Todo-en-Uno dura poco y el despojo propiciado por el revolcón telúrico se desvanece cuando la cola vuelve a ser espina erecta y las patas delanteras brazos. Su lado izquierdo del cerebro, vengador matemático, la rehace gente aunque alerta que los 14 meses lunares sinódicos no concuerdan con nuestros 12 meses.

Björk, probablemente, es la más alucinante de las 300.000 personas que viven en Islandia. Si su voz era relámpago, ya es trueno. Hace música electrónica fingiendo que es acústica (con Timbaland, sacó “beats” de la “compu” que son tambores ancestrales) y, lo contrario, sopla cuernos para resucitar la clave Morse.

Glosario: Volta. 1. Dícese del enorme lago construido por los hombres entre Burkina Faso y Ghana. 2. Apellido del inventor del instrumento musical llamado batería. 3. Para los björkistas, manifiesto tribal o trance tecno-vudú útil para que todo escucha pueda reconocerse zoo-robot-morfoseado en un mundo civilizadamente destruido que, aun así, podría ser “restaurado” por un neopaganismo cónsono con la belleza del I-Phone. 4. Contrautopía del sectarismo sangriento que supone la religión organizada.

Frida Kahlo Inc. y su marca registrada

frida kahlo tequila 764490Escribe Manuel Clavell Carrasquillo

El fantasma de Xolotl, perro de Frida Kahlo, lanza un ladrido espeluznante y forma una bulla tremenda con los espectros de los loros y los monitos de la mexicana en el patio de la Casa Azul que fuera suya en el barrio progre de Coyoacán.

Mientras, la empresa Frida Kahlo Corporation, legítima dueña de la imagen y el nombre de la artista –transformados en marca registrada– se prepara para celebrar en julio el centenario del natalicio de la pintora vendiendo su efigie y su firma como mercancía al mejor postor.

El Estado azteca, que en 1984 se incautó de la obra de la esposa de Diego Rivera declarándola Patrimonio Nacional de México, petrificándola como las pirámides, sufrió un derrame cerebral (el lamento de sus intelectuales jurásicos) al conocer la noticia. Sin embargo, ha decretado una tregua provisional: mientras dure la enorme exposición en el Palacio de Bellas Artes (que incluye piezas privadas) y celebraciones, Frida será del mundo.

Por cuanto: la explotación de la marca hace más grande la fama de la mestiza entre las masas, a través de la comercialización de su autorretrato impreso en tenis Converse y botellas de tequila. El ícono pop del humanismo revolucionario bisexual se fortalece y yo quiero que adorne mi tarjeta de crédito para que, cada vez que ejerza mi derecho a la frivolidad y la enajenación comprando, me acuerde que lucho como un ridículo por una nueva era.

Por cuanto: los integristas del copyright “made in Mexico”, guardianes monopolísticos del patrimonio nacional amenazado por el mercado, fingen hacer un alto en la regulación museográfica del espíritu indomable de la adolorida señora de bigotes. Hipócritas: venden su aura supuestamente marginal y patriótica como paquete turístico a Cancún o Chiapas.

Por tanto: “Yo quisiera poder hacer lo que me dé la gana, detrás de las cortinas de la locura”, escribió en su diario a los 40. Ésa es la Frida con la que hago negocios.