Urayoán Noel y la lógica kool del capitalismo tardío

kool logicEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Qué kool, vivimos en un vecindario global, con acceso a Internet y a E-Bay, música punk de los 80 más la de Pavarotti y Residente Calle 13. Nos tomamos un capuchino con canela y, para salir, nos vestimos sexy. Nos pueden enviar drogas de diseño por correo, comemos tofú en salsa de tamarindo, alcapurrias fritas en manteca y pagamos suscripciones de revistas de moda y clubes pornográficos con la American Express Blue: For Students.

Queremos tanto a Ricky Martin, bailar bomba, apoyar la causa de las ballenas en peligro de extinción y tener senos más grandes. En fin, cultivamos una “decadencia solemne”, según el escritor y performero Urayoán Noel (San Juan, 1976), autor de La lógica kool / Kool Logic, un poemario en dos idiomas, neón y mohoso a la misma vez, publicado –tres mil copias– por Bilingual Press, en Tempe, Arizona.

Vinculado a la Universidad de Puerto Rico desde su nacimiento, pues sus padres son profesores, Urayoán estudió inglés en la Facultad de Humanidades y pululó por los pasillos del cuadrángulo haciendo performance de la cultura del capitalismo tardío. (Whatever that means!). Unas veces aparecía entre los bancos de la placita Antonia Martínez con guayaberas gastadas o camisas playeras y gafas Ray Ban, recitando variaciones de los poemas de Darío y Palés Matos. Otras, irrumpía hambriento a las sesiones del Senado Académico con la intención de devorar los vegetales y saludar a los intelectuales. Cargaba discos de pasta negra de los trovadores Ramito y Chuíto el de Bayamón, al tiempo que aparecía por las ventanas en las fiestas de la gente progre de la escena del perreo-rocker en mahones bell-bottoms y camisas del Salvation Army.

El artista se graduó y partió para Stanford, California, donde permaneció un tiempo antes de completar una maestría en Estudios Hispánicos y radicarse en Nueva York, donde ha ofrecido cursos de alfabetización para adultos, se juntó con una banda musical llamada “Petit Object A” y autogestionó su primer poemario, Las flores del mall (Ediciones Alamala, 2000), concebido como un objeto en forma de disco compacto hecho de cartón, tornillos y tapas de plástico con textura espinosa.

Sus palabras sorprenden por lo que significan y por las formas en que están organizadas. Por ejemplo, en el poema “The Wayside Story”, cultiva la décima jíbara para enmarcar en el idioma “difícil” y en el estilo cínico asuntos de inmigración y exilio a los Estados Unidos: “Didn’t need no gear for scuba/ I just swam like an amphibian/ All the way through Caribbean/ From Port-au-Prince to Aruba./ Gloria Estefan croons ‘Skip Cuba!’/ (Her chords crack at every octave),/ Yo, fish, watch me move groove rave/ I reach shores lined with debris…/ Hip-hip: the land of the free!/ Hoorray: the home of the brave!”.

Al igual que la agrupación musical Súperaquello y el pintor Rabindranat Díaz, entre otros, Urayoán maneja la estética “modernista pop”, según confiesa en la revista de literatura latinoamericana Katatay, distribuida en Puerto Rico. Estos jóvenes de la generación de los noventa agarran la tradición preciosista para acercarse al público a través de una “lógica kool”, que es la intención de crear a partir de la basura del glamour: con el encanto de las estrellas del espectáculo pero con el damage intelectual de los universitarios fabu. De esta forma, el título del poemario no sólo se refiere al contenido del libro –la relación entre el capitalismo y cultura– sino también al modo de pensar de varios exponentes del arte en el país.

No observa “desde afuera” el caos postindustrial y luego escribe sobre lo que ve como si tuviese que advertir sobre los “peligros” del momento. Todo lo contrario, el escritor se encuentra inmerso en las dinámicas que lleva al plano de la escritura y los escenarios, porque muchas de sus piezas se conciben también para recitarse. Ése es el caso del poema que le da título a la colección: “Cantémosle al día mítico/ de la identidad holograma,/ quince minutos de fama/ (veinte si eres político);/ ya salió el sol sifilítico/ de la era del vacío, lanza su luz desigual:/ la lógica cultural/ del capitalismo tardío”.

En esos versos queda resumida la propuesta: sustrae cientos de imágenes de sus experiencias y las condensa en proposiciones filosóficas. No hay crónica del “vecindario global” en general, o del barrio isleño-nuyorquino en particular, sino descripción del flujo o el pace de unos estilos de vida que se dan en el contexto posmoderno. Entre ellos, resaltan el del “burgués atorrante”, el del trabajador de cuello azul o el “empleado del mes” que no progresa a pesar de las promesas, amas de casa entregadas al “zapping” y habitantes de los “suburbios lejanos”, “chalets con detalles dóricos/ y sirvientes bolivianos”. Quiere que pensemos sobre las alturas del lujo, para que gocemos mientras nos deja caer en el vacío del espanto.

Como contraste, hay poemas que señalan un “escape” de la máquina de reproducción de los sentidos de la “lógica kool” asumida y desmontada. Somos “estrellas de mar fallecidas en un mar mohoso”, piensa el poeta, pero en textos más herméticos como “Lost and Found in Taksim Square”, “Next Exit” y “Greetings from the Upper East Side of My Brain” hay solución aparente. De la influencia de Pietri, Ginsberg y otros íconos esotéricos proviene el dictum profético reconstruido de un sueño en Turquía: “For I have seen the sunrise/ Over the empty square:/ Commodity culture with its/ Tacky makeup and its heels/ […] But I’m not impressed/ I have seen a better place: Our friends are waiting there with open arms/ In that railway/ Into the heart of the real”.

Complementa el libro con un DVD que incluye un performance en el que recita los poemas con su banda. También, una entrevista sobre sus orígenes, influencias, su preocupación por el ritmo y la forma. Este estímulo adicional, que –como el libro– sólo se consigue a través de Amazon, proyecta nuevas luces sobre un poemario brillante y provocador a pesar del mood sombrío de “cómica pesadumbre”. El poeta-performero intercambia pavas jíbaras con boinas, palabras en espanglish y sonidos extraños. Hay una gesticulación que le da “materialidad” a lo que dice, una concreción que atrae a los espectadores en el mismo segundo en que los desencaja.

Qué kool, Urayoán escarba en el terruño y saca un subway, rebusca en las identidades y encuentra ambigüedad, viaja en clase económica con I-pod y aterriza en Wal-Mart, estudia literatura hispanoamericana y da lecciones Zen, enarbola el “¡Yo acuso!” y termina postrado en una montaña rusa de parque temático. No en balde reestructura desde “fuera” la inamovible tradición literaria boricua al plantear que: “If it’s true that the masses are asses/ then the poet is their wipe”. Habría, para adentrarse hasta el límite del tedio y reaccionar a esta propuesta artístico-política, que leer con fruición esa función poética y seguir experimentando con las posibilidades del “modernismo pop”.

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En la foto, Urayoán Noel. Esta reseña fue publicada originalmente en el número de noviembre de 2006 del periódico Diálogo, de la Universidad de Puerto Rico.

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