Ante la posible eventualidad de un corralito boricua

De la Redacción de Estruendomudo

“Hace mucho tiempo que no me río de los peces de colores. Vivo desesperada por el hambre de los pueblos, el destino del país, los niños abandonados, la droga, el sexo, la soledad, la cultura, las razas; en fin, soy un resumen del mundo. Vivo concentrada en la desinformación, en los sufrimientos que intuyo en la historia de la humanidad. Pertenezco a ella. Soy una mitad angustiada por la otra mitad. Esa es la trascendencia de la cual tengo demasiada consciencia. Después, soy alguien deslumbrada porque aún llora por un hombre. El de todos los días. El que no vendrá”.
-Zoé Valdés, cubana y autora de “Sangre azul”, novela que terminé de leer el 21 de marzo de 2002.

“Por mi parte no hay lucha de poder, porque yo estoy en el poder”.
-Sila María Calderón, al indicar que está encantada a pesar de haber sido interrogada por Rafel Lama Bonilla de El Nuevo Día sobre sus viejas rencillas con Rafel Hernández Colón.
21 de marzo de 2002.

“Entiendo que este es el momento de que se vaya tomando seriamente esa decisión… Desgraciadamente hay que llamar al Tribunal Federal, porque no sé qué es lo que pasa en este país, que hay que llamar a los federales para que nos ayuden a gobernar, es increíble”.
-Adalberto Vega Vélez, director ejecutivo de la Federación de Oficiales de Custodia de la Administración de Corrección de Puerto Rico al solicitar que sean los gringos los que en persona vengan de Washington D.C. a domar de una vez y por todas al hepatítico, sidático y violentísimo Oso Blanco. 21 de marzo de 2002.

“Gente como Steven Speilberg y George Lucas hacían las cosas a su manera. Son increíblemente talentosos e individualistas. Luego vino un tiempo en el que parecía que estábamos dispuestos a aceptar cualquier cosa que tuviera mucha acción o efectos especiales, y ya. Con poca historia, corazón, creatividad. Pero creo que ya estamos cansados de eso, y hay películas que así lo demuestran”.
-Dee Wallace Stone en ocasión del regreso de E.T. a la pantalla grande, luego de veinte años de barroco extraterrestre. 21 de marzo de 2002.

Amigos:

Les comunico que acabo de sintonizar, como todos los días de la semana, mi espacio televisivo favorito: Impacto a las doce, que en este país se transmite por el canal 144 de Adelphia a las 11:00 en punto de la mañana.

Para el beneficio de los que doblan su espalda de 8:00 a.m. a 5:00 p.m., y “sudan la gota gorda” en sus oficinas acondicionadas para poder pagar los días quince aunque sea los atrasos del cable TV, este excelente programa conducido por el espigado presentador y periodista argentino Mario Viale transmite en vivo estampas muy pintorescas de la cotidianidad argentina que incluyen, entre otras cosas de menor relevancia histórica y política global, las manifestaciones de doñas clasemedieras excecivamente perfumadas y emperifolladas que -cacerolas en mano- exigen sus dólares secuestrados por los bancos.

Hay también -no se sorprendan- pálidos hemofílicos que desfilan bailando tango por las avenidas principales de la ciudad hasta congregarse frente al Ministerio de Salud para reclamar unos cuantos litros de sangre fresca porque ya en el país la corrupción ha llegado hasta el punto de que la gente desconfía tanto del discurso oficial que ha dejado inclusive de puyarse para donar.

Además, -aunque parezca algo bajo, vil y surreal- he visto unos cuantos cientos de muy bien empaquetados salvavidas que han decidido recorrer a pie -ataviados sólo con minúsculas tangas y armados con estruendosos pitos- el camino que va desde Mar del Plata hasta Buenos Aires para reclamar sus sueldos atrasados por las mareas altas de la política fiscal, provocada por los que también administran desde la Casa Rosada sin falta o demora la cantidad de peces de aguas inglesas que debe ingerir cada pingüino que decida pasarse unos días de vacaciones australes tomando el sol en los privatizados icebergs de la Tierra del Fuego.

Les confieso, amigos televidentes, que esto lo presencio con ojos de aspiración primermundista acostadito y muy bien arropadito en el cómodo futón que preside mi sala del condominio Borinquen Towers, a pesar de que tengo la opción de sintonizar a la misma hora el ámbito portorricencis, donde desde los estudios de Telemundo Eddie Miró se ajusta nuevamente el peluquín y, al grapárselo bien en el coco para disimular su calvicie, se pregunta ensimismado que cómo es posible que La Comay lo haya abandonado justo ahora; cuando tiene que dirigirse al pueblo puertorriqueño para presentar al Doctor Tilleras sin Mariano y Rosita, y, para colmo de males, sonreír para todos a pasar de que en el canal 4 ya Cielito Rosado se encarga de que la cámara la capte empuñando el abridor mohoso que destapará la nunca bien ponderada lata cuadrada de Tulip -en especial- que protagonizará la receta televisada de hoy: nada más y nada menos que una sabrosa bola de jamonilla glaceada con syrup de piña Del Monte, servida en los platos plásticos que distribuye en toda la isla Matosantos Comercial, ello como medida cívica de servicio público que busca asegurar que no falte en cada fiesta de marquesina el embarre sagrado para acompañar las galletitas Ritz que (si no se custodian bien en las bandejas durante el merengazo y el perreo del quinceañero o el class day) inevitablemente pueden rodar por el piso junto al sacrosanto líquido chinita de la emblemática garrafa Tupperware de Cool Aid Lite.

Pero amigos, disculpen el desvío nacionalistoso, es para que tengan contexto de la TV boricua ahora que me dispongo a cruzar hacia aguas internacionales. Hoy he visto el colmo de los colmos y se hace imperativo comunicárselo de inmediato: una señora de cincuenta y ocho años, bonaerense de nacimiento y pobre posmoderna por obligación- se levantó muy temprano para ultimar los detalles de su fiesta de cumpleaños, con sombreritos en forma conífera y todo.

Para completar esta ceremonia anual, esta vez era necesario que la doña saliera a la calle Corrientes y retirara dinero de la sucursal más cercana afiliada a su banco, el Banco de Boston.

La señora, ni corta ni perezosa, se viste, se maquilla, se perfuma, organiza su cartera, se pone las gafas y llega al lugar.

Allí, luego de hacer una fila de gente que le daba la vuelta a la manzana, le pide a la cajera su dinerito para comprar la torta y las velitas, que es hora de cantar.

Acto seguido, la dependienta disimula, entra su número de cuenta en el terminal que tiene de frente y luego de unos minutos de browsing le comunica: “Doña, lo siento. Su transacción no puede ser procesada en estos momentos, de tener alguna reclamación diríjasela al Presidente. Sus ahorros están en el corralito, recuerde que es por el bien de todos”.

La señora, abiertamente molesta y profundamente desilusionada, procedió a extraer de su cartera un frasco de acetona. De inmediato, se roció el cuerpo con su contenido aséptico -por no decir purificador de uñas plastificadas- y se prendió fuego a la vista de todos.

***

Las cámaras de Mario Viale no lograron capturar el momento, pero sí he visto en directo y a todo color la secuela sangrienta en la prensa amarilla, es decir, el momento en que los paramédicos le cubrieron el rostro parcialmente carbonizado a la señora para montarla en la ambulancia y “protegerla” del acoso de los periodistas y -por supuesto- cuando los médicos se han pronunciado y han dicho que “se trata de un hecho lamentable que nos ha tocado a todos, pero lo importante ahora es que la paciente está estable”.

El resto es historia: se ha entrevistado al marido, que comentó sobre la ilusión desbaratada de su esposa precisamente el día de su santo. Se ha entrevistado a las hijas, que narraron cómo mami se había levantado tan temprano para adobar con chimichurri su sueño americano frustrado por la inutilidad de su tarjeta de débito (ATH). Se ha entrevistado también a los vecinos, que hicieron un recuento a lágrima viva sobre lo buena que era y lo mucho que gozaban juntos a la hora de pasear los perros en la continuidad de los parques del barrio.
Pero lo que no se ha dicho es que ese sonido estremecedor de las cacerolas vacías que golpean día tras día los argentinos, y ese olor a chamuscado del moño de la doña arrebatada, no parecen haber llegado hasta las costas de Borinquen la Bella.

Rara alienación la nuestra ¿verdá?, porque aquí no hay excusa para no disfrutar de la comparación crítica de los aromas podridos de la corrupción que corroe nuestras venas abiertas de América Latina. Señores, aquí no hay excusa, porque aquí el ex gobernador Pedro Rosselló la paseó por los vericuetos de los 78 municipios vestidito de cuero negro y montado en una Harley.

Sin embargo, lo que me preocupa no es eso, lo que me ha echo levantarme de mi cómodo futón para escribirles estas inútiles líneas es que mi aspiración primermundista se ha vuelto a estremecer irremediablemente. Tanto, que ahora los convoco a un Break de la Esperanza vía cibernética para ver si recaudamos fondos en pro de la cirugía plástica que reconstruirá la desmejorada faz de aquella doña que, como yo, sólo pretendía volver a soplar las velitas sin tener que acordarse justo en ese momento Gabriel García Marketing que las estirpes condenadas a cien años de soledad -a pesar de los loables esfuerzos de la Fiscalía Federal y a pesar de que nos prendamos fuego en ceremonia aquelarre colectiva- no tenemos una segunda oportunidad sobre la Tierra.

PS: Can the subaltern speak?
Un abrazo boludo para todos,

Manny

21 de marzo de 2002

Esta carta forma parte de mi libro inédito “Cursi, kitsh y queer: Correspomdencia cibernética”, que aparecerá pronto en la casa publicadora virtual http://www.carnadas.org. Me parece pertinente reproducirla ahora, justo al comienzo de la debacle nacional.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *