Licántropos

dragon.gifLos genes de los canes se apoderan de los de mamá. Es una mezcla de rabias y pelos regados por el cuerpo. Entonces uno nace y le nacen unos colmillos y unas babas que bajan. Una lengua jadeante y mucha sangre que no sale. Luego, hay un imperativo de chequear la luna, pues debe estar llena para lanzarse fuera. Nada de serenatas bajo su luz, más bien son los preparativos noctámbulos para un festín de irracionalidades y un conjunto de aullidos que salen de las bocas, porque son dos en una. La primera, come vegetales. La segunda, no los quiere y sólo engulle carnes rojas.

Hay un bosque y una espesura nocturna. Un frío rumano, prácticamente como el de Transilvania, comarca de los empaladores. Huyen los musulmanes y se quedan sus minaretes, no se ora. Está el gitano con el azabache de la buena suerte en medio de la plaza, pero sus ritos no son públicos, no requieren purificaciones ni lavatorios. Está sucio pero se sienta en el banco de la izquierda a esperar que las nubes despejen el astro blanco. Observa las manchas mientras bebe aguardiente de una botella sin etiqueta conocida. Ya el viejo está más que acostumbrado a los huecos de su abrigo y al olor de sus sudores rancios.

Detrás de la capilla están ellos.

Vienen del bosque encantado. El inmenso valle entre montañas. Se apresuran al encuentro de las doncellas, que son liebres que velan sus guaridas. Conejos, como todos, de flujo caliente y orejas largas.

El viejo también está acostumbrado a los aullidos. A la discordia de los lobeznos, que juegan a morderse, mientras los adultos ponen en práctica real aquellas mordidas terribles. Intuye que en ese momento justo destrozan la primera liebre. El anciano no observa el sacrificio antinatura, pero sabe que los intestinos a los depredadores desesperados les repugnan. Quizás uno que otro disfrute -por perversión- sólo del hígado.

Dentro de la capilla, la lumbre de los cirios construye un campo protector de luz artificial y los crucifijos asustan el mal de ojo. Son las rencillas balcánicas representadas en los frescos ortodoxos per secula seculorum y el Armagedón en plena iconografía pedagógica. Algunos aprenden por medio del miedo: sólo al ver los monstruos. Las campanadas no dan para sustituir los aullidos desquiciantes y el niño sigue perdido y hallado pero dentro del templo. Las vestiduras negras del monje coadjutor y su cruz invertida en el pecho sirven para pulir la porcelana y la aureola que abarca las cabezas del niño y el viejo, que descansa afuera y sabe que no tiene sentido ir a escuchar la misa. Es gitano y ya la suerte, aquí, está echada.

Comen pan negro dos más que cruzan a toda prisa la plaza de Sarajevo. Un espejo idéntico a la plaza de este cuento, pero sin gitanos y ahora sin francotiradores al asecho. Las migajas atraerían a los lobos si estuviesen embadurnadas con grasa de vaca, pero no lo están, así que los lobos llegarán comoquiera. No les importa que allí se horneen panes negros. La virgen vive cerca y los lobos lo saben. Ese olfato privilegiado los guía directito hasta el lecho de la menstruante. El padre duerme en la habitación de al lado con la escopeta debajo de la cama, pero esta noche ha bebido demasiado aguardiente. Estuvo demasiadas horas sentado en el banco izquierdo de la plaza. Hace años, desde que dictaron la ley que los condenó a permanecer en los arrabales, que no viaja. Ronca, y entre ronquido y ronquido, resopla con acento romaní frases ininteligibles.

Virgen sagrada, María, esa sí que sabe de mezclas hormonales y es coleccionista de bigotes felinos. La joven María piensa que los bigotes de los gatos persas la protegerán de las mortales mordidas. Para ella, el amuleto no es leyenda, y también intenta protegerse con baños de belladona cada vez que sale el disco completo de la luna. Rayos de luna y baños tibios con jugo de hierbas venenosas que espantan los licántropos, remedio infalible también contra el salvajismo y la ferocidad de los hombres. Detrás de la puerta se escuchan los aullidos. Se abren de par en par las tantas bocas de los lobos.

Auuuuuuuuuuuu. Uu. Uuuuuuuuuu.

Es el sonido de los que mueren, y al morder transforman.

-mcc

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