Especial para Estruendomudo
Escancia delicado, reteniendo el momento…, el té tibio sobre su cuerpo femenino, desnudo. En su rostro, el líquido se distribuye, acomodándose a recovecos, haciendo un molde a la belleza: los ojos azules, metálicos, los labios morados, ingrávidos… Al llegar parsimonioso a los versátiles pezones, éstos, aflorando, se caramelizan instantáneamente junto con las aureolas, reinventando el azúcar. El río desciende luminoso con la claridad del hielo, buscando el valle más hermoso; el cabello rubicundo del pubis…, oyendo venir el agua transformada, se mece augurando bienvenidas. Aun temblándole sus lágrimas danzarinas…, el amante entra suave. El té está tibio, ella está fría.
EN EL BAÑO
Me llamo Alicia Martínez y esto que cuento aunque no lo crean me pasó en el baño. Estaba sola en casa y sin perspectivas de compañía familiar en la próxima hora: sin niños, colgando los problemas del trabajo en una percha como si fueran un albornoz. Decidí darme una autosatisfacción relajante que me hiciera olvidar del mundo. Había preparado la bañera con agua tibia y un cocktail de sales de baño con olor a maracuyá, a banana, a kiwi, a bauxita. Encendí una varita de sándalo y dos cirios color sepia, apagando los escrutadores ojos de buey. Me desprendí del sujetador ahuecando el estómago. Dejé que mis voluptuosos senos se desplegasen en libertad. Deslicé las braguitas por mis muslos con suavidad y ternura, resbalándose como por un tobogán. Corrí la cortina exterior de hilo con motivos burgueses del Neoclásico al mismo tiempo que la cortina interior de plástico blanco, monótono y aséptico. El vapor, como una bata, me envolvió el cuerpo desnudo. Miré la bañera y en la superficie del agua vi unas ondas concéntricas que me desconcertaron. Introduje la mano hasta el codo y removí con la excusa de la inquietud las sales para recobrar la confianza. Me introduje en la bañera de porcelana recostándome con serenidad. El olor del sándalo y la penumbra de los cirios me adormecían. En medio de la paz el líquido se arremolinó con olas espumosas hasta perfilarse en una transparente forma humana. Un hombre de agua me abrazó con ternura; sus manos de agua me acariciaron las mejillas, los galardones de mis hombros y los costados de mi pecho; y sus labios de agua me besaron siendo correspondidos por los míos. Sentí un cosquilleo en el pubis rojizo. Luego, con una dulzura infinita, se introdujo dentro de mí un fuego acuoso, un pene de agua y fuego, amable, denso, una delicia de Afrodita. Salí de la bañera indignada, sorprendida por mi displicencia, asustada por mi micro infidelidad, preocupada por mi veleidad. Encendí los ojos de buey clavándose su luz en mi cuerpo, ya desértico; sin apagar las velas vi como un pie de agua se perdía por el sumidero que yo no había destapado. Me llamo Alicia Martínez y esto que cuento aunque no lo crean me pasó en el baño.