Cuerpos: XX Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

María de L. Javier
Especial para Estruendomudo

 

Tus labios arroparon mi pene. Cerré los ojos al sentir las cosquillas de tu lengua juguetona.

Nunca me lo habían chupado así, te dije vergonzosamente.
Te reíste un poco ante mi comentario.
Me viraste con fuerza y colocaste mi cabeza sobre la almohada.

Sentí cómo te deslizabas dentro de mi cuerpo. Me sujetabas con tus manos y me empujabas hacia ti. Dentro, dentro… cada vez más adentro.
En ese momento se esfumaron las viejas preocupaciones. Lo único que existía era tu cuerpo entremezclándose con el mío. Sangre. Semen. Saliva. Sudor. Sólo estábamos tú y yo, anestesiados por el placer.
Al rato sentí que estremecías y caíste rendido sobre mi espalda.
Salí de aquel motel sin aliento. Tu olor permaneció conmigo mientras guiaba de regreso. Entré a mi casa. Mis labios todavía me sabían a ti. Me duché y aún así mi piel retuvo tu humedad. Fui hacia la cama. Allí estaba ella, plácida y serena. Me acosté cuidadosamente para no despertarla. El aire insistía en entrar y salir por mis pulmones. Mi corazón continuaba latiendo. Eran indicios de la vida que pulsaba dentro de mí. Racionalmente lo sabía, pero removido de tu calor yo no era más que un cadáver: frío, inútil e inerte. Lo único que me salvaba era la promesa de nuestro próximo encuentro. Mientras tanto, mi cuerpo se desgastaría al compás de esta insulsa existencia.

 

La autora es estudiante.

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