Héctor Lavoe no hace coro: 7mo Microrrelato Espiritista Allan Kardec 2005

Por Juan Carlos Quintero Herencia

El desarrollo de esa flexibilidad se halla
en la capacidad de la coyuntura para sostener cierto peso.
Así como también la voz, que sin el cuerpo no accede al espíritu.

-Áurea María Sotomayor, “Lección de estética: el salto”

A I. por mostrarme lo que no debía

Novás ya había tomado la decisión. Acababa de llamar. Había aceptado sin muchas ganas pero la precariedad le mordía las horas de sueño. La mezquindad del entorno ayudó su poco. El nuevo trabajo era eso, la posibilidad de otro día, otro libro y otros rostros. La noche anterior había ayudado a su Madrina durante una fiesta para los muertos de la casa. Allí le dijeron que empaquetara, que no había de otra. Novás tiene un muerto que no da la cara, con pluma y traje de época. Se iría de la isla el mismo día que su padre fuera internado en un Hogar de ancianos. Por qué llegó a la Colección Puertorriqueña se lo atribuye hoy al amago de lluvia de entonces, cierta despedida que ensayaba sin saber y, por supuesto, a una causalidad oscura que ahora no lo sorprende. Lo irremediable y lo penoso del destino de sus pasos aquel día le confirmaban además algunos de los motivos de su escape. Para colmo llevaba consigo, a medio leer, Extrañamiento del mundo de Peter Sloterdijk. Pidió la colección completa de la revista de poesía que editara con sus panas allí mismo en la Universidad durante los años ochenta. Notó que en uno de los números, debajo de un poema lunar de Israel Ruiz Cumba, alguien había escrito: “está cabrón”. Mientras leía le tocó el hombro una pariente que no lo dejó hablar: “Yo sé quién tú eres, somos primos y también para dónde vas”. La prima, Leonor, se había criado en Arecibo y hoy es curadora del Museo Smithsonian. (Recién inauguró una exposición sobre Celia Cruz en pleno Washington D.C.) Llevaba prisa y le puso en el bulto un video. En la cubierta había escrita una dirección. “Te vas a volver loco cuando lo veas. Leí lo que escribiste sobre la salsa y lo de Babalú Ayé. Te doy esto porque en una mesa blanca presidida por mi mejor amigo (un cura gay con una vida de farándula que ni te cuento…) salió un muerto mentándote con pelos, señas, nombre y apellido. Vamos a trabajar juntos. Llámame cuando tengas casa.” Se fue como llegó.
Indestructible.\r\nLogró identificar: “El hijo de Obatalá” y “El diablo”. Lavoe está en\r\nel coro. Se oye la orquesta asordinada pero el coro no tiene pérdida. \r\nEn una de las pausas, una voz a través de un micrófono, tal vez el\r\ningeniero de grabación, grita en el mejor de los idiomas, que dejen la\r\njodedera, que alguien está impostando la voz, que hay un eco extraño. \r\nLavoe dice que no es él. Rumoreo, risas y un “clase_pendejo”. Se\r\nsuceden los números. En medio de “Llanto de cocodrilo”, de repente, la\r\ncámara cae. Luego de ese sacudimiento propio de un cuerpo que ha\r\nrecibido un azote (cimbronazo diría Palés), queda en un ángulo que sólo\r\npermite ver las espaldas de los músicos arremolinados en torno a un\r\ncuerpo del cual apenas se distinguen sus zapatos. Charol blanco papá,\r\nzapatacones, polyester everywhere. Se oye alguien desesperado: \r\n“Búscate a Yayo, llamen a Yayo que él sabe cómo bregar. Yayo vuela,\r\nYayo se transporta”. [Nota: recordar la conversación sobre Yayo el\r\nindio con la madre de Roberto Roena.]
\r\n El día de su salida de la isla fue a despedirse de su padre. Los\r\nderrames lo han convertido en una sombra, apenas habla. Sonríe y\r\naunque todavía lo reconoce, en la lejanía de sus ojos hay una tristeza\r\nsin contestación. El primer mensaje en su nuevo número telefónico era\r\nde Leonor. Le prometía una entrevista inédita con la que fuera esposa\r\nde Lavoe, (muerta en circunstancias misteriosas o estúpidas) donde\r\nnarra detalles de la caída del Cantante de los cantantes desde un alto\r\nbalcón en un Hotel del Condado. “Mira Novás, paquegoces, no fue garata,\r\nni suicido, ni arrebato. Hablamos.”
\r\n
\r\nTe escribo ahora sobre los otros asuntos que tengo que alimentar a la\r\nprole.
\r\nun abrazo,
\r\njuan carlos
\r\n\r\n\r\n\r\n\r\n",0] ); //–>
El video, filmado por Leon Gast, podría ser un ensayo de la orquesta de Ray Barreto en los estudios de la Fania. Lo más seguro es que se trate de una sesión de grabaciones para el disco Indestructible. Logró identificar: “El hijo de Obatalá” y “El diablo”. Lavoe está en el coro. Se oye la orquesta asordinada pero el coro no tiene pérdida. En una de las pausas, una voz a través de un micrófono, tal vez el ingeniero de grabación, grita en el mejor de los idiomas, que dejen la jodedera, que alguien está impostando la voz, que hay un eco extraño. Lavoe dice que no es él. Rumoreo, risas y un “clase_pendejo”. Se suceden los números. En medio de “Llanto de cocodrilo”, de repente, la cámara cae. Luego de ese sacudimiento propio de un cuerpo que ha recibido un azote (cimbronazo diría Palés), queda en un ángulo que sólo permite ver las espaldas de los músicos arremolinados en torno a un cuerpo del cual apenas se distinguen sus zapatos. Charol blanco papá, zapatacones, polyester everywhere. Se oye alguien desesperado: “Búscate a Yayo, llamen a Yayo que él sabe cómo bregar. Yayo vuela, Yayo se transporta”. [Nota: recordar la conversación sobre Yayo el indio con la madre de Roberto Roena.]

 

El día de su salida de la isla fue a despedirse de su padre. Los derrames lo han convertido en una sombra, apenas habla. Sonríe y aunque todavía lo reconoce, en la lejanía de sus ojos hay una tristeza sin contestación. El primer mensaje en su nuevo número telefónico era de Leonor. Le prometía una entrevista inédita con la que fuera esposa de Lavoe, (muerta en circunstancias misteriosas o estúpidas) donde narra detalles de la caída del Cantante de los cantantes desde un alto balcón en un Hotel del Condado. “Mira Novás, paquegoces, no fue garata, ni suicido, ni arrebato. Hablamos.”

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