Carlos Vázquez Cruz “reporta” desde Nueva Yol: Do You Swallow?

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De la Redacción de Estruendomudo 

El gran amigo Carlos Vázquez Cruz se lanza al ciberespacio e inaugura un blog en el que cuenta su desencuentro con las palabras que configuran la ciudad de Nueva York. El letrado trotamundos sale de los papeles y las tintas y llega a la era digital por sí mismo, luego de olvidar cómo se lee en Time Square y haber recuperado la cordura momentáneamente frente a una vitrina de panadería. Aquí los dejo con un extracto de sus peligrosos escritos, pero los invito a pasar a su spot en Compli-carlos. Do you swallow?

A veces estoy seguro de que filtrar Nueva York desde mi mirada, violenta su esencia; de que, igual que en todo acto de traducción, un traidor se me acurruca dentro. Temo sacar de contexto la ciudad porque, ajeno, fuerzo su inmensidad concreta para exprimirla con la grandeza abstracta de mis imaginaciones. Quizás, todo responde a mi innata resistencia a la agresión, despierta súbitamente por tanto bombardeo de imágenes y códigos que me penetran… la mente para volverse funcional. Estaré aquí varios años, y, al menos hoy, no sé si quiero “funcional”.

1.

Me hace ruido el tren que, para los demás, suena. También, el subway ataca cuando niños y deambulantes aprovechan el cautiverio en un vagón para vociferar que, con mi dinero, se mantendrán out of trouble. Entonces, me lleno frío y tieso, invernal como los árboles. Me niego a contribuir. Digo lo siento, pero no… lo siento. Aflora el miedo; desconozco si a sentirme culpable por esconder la mano capaz de estirar un dólar, a ser responsable del trouble que se les vendrá encima, o a ambas. A fuerza de costumbre, ellos piden con soltura de palabra y cara de piedra; yo rechazo con verbo de piedra y cara suelta. Un tímido temblor toca cuerda de arpa en algún espacio virtual del alma. Hay una fibra resguardada –como el corazón y mis odios- en una caja, más bien “torácica”, que hace tanto no abre. El temor sabe que el hueco de su abrazo da mi justa medida y me aprisiona en él. Contra el cristal de esa pecera subterránea, sobre chirridos y rieles, se encuentran mis cuatro ojos (dos y dos; de embuste, de verdad). Mi rostro va pareciendo una cara neoyorquina.

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