Sueño en un banco del Parque Poe del Bronx

 

casita-de-poe-en-el-bronx

Escribe Gloria Carrasquillo Padró

Especial para Estruendomudo

¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?
-“Un sueño” Edgar Allan Poe

Anoche soñé que al quedarme dormida, estando sentada en un banco en el Parque Poe en Bronx, alcancé a ver que un cuervo joven y atrevido que se posó en la hoja derecha del portón que guarda la Casita Poe, ubicada en el lado norte del parque, frente a la avenida Grand Concourse en la esquina de la calle Kingsbridge. A lo lejos, escuché – entre dormida y despierta- las risas, gritos y voces de los niños y niñas que jugaban en los laberintos y la cromada chorrera de acero entre redes metálicas en rojo y verde relucientes. Mi lectura, una copia de “Lo dicho” una conversación de Estruendomudo, cayó al suelo. La avecilla color azabache posó sus patas como anclitas en el borde de los barrotes de hierro del desnivelado portón de dos hojas. Su plumífero traje jet black brillaba bajo la luz de un gélido sol invernal al comenzar una hermosa tercera semana de enero en tarde dominguera. El pajarito se acababa de separar con un vuelo atrevido mientras entonaba un prruk-prruk; kraa-kraa, de su familia que habita entre las columnas recién restauradas de la estación Kingsbridege del Tren Cuatro en su ruta de Uptown Bronx. Este habitat es el refugio de cientos de otras aves, protegido por las altas columnas del tren elevado y el monumento histórico de 1912  de redondas y puntiagudas torres romanescas, la Armería de la Guardia Nacional del Bronx.

El cuervillo voló atraído por las voces que le llegaron a través de los fríos vientos desde la Casita Poe. Allí se conmemoraban los doscientos años del natalicio de Edgar Allan. Sus potentes oídos comenzaron a escuchar la elocuente voz del actor Tristan Laurence, invitado para darles vida a las líneas de algunos poemas y nobles narraciones de tan afamada prosa noventista. ¿Cómo? Nada menos que en un acto organizado por la Asociación Historica del Bronx. Primero, la negra avecilla de mal agüero, vio con su agudo prisma negro y amarillo la casita (que aquí llaman la Poe Cottage) algo destartalada, coronada por dos pequeñas y humeantes chimeneas rojas y cartón de techar gris oscuro, totalmente cubierto por una fina capa de una fría nevada matutina. Pequeña casita de madera, como las de muñecas, de esas que se colocan en los patios y que una vez mi padre construyó para albergar los juegos de  mi niñez; rectangular, con pequeñas ventanas de cristal, un estrecho balcón de barandal de madera; construcción de dos pisos:  un primer plano interior con salita, cocina, diminuto dormitorio y, en el segundo, dos piezas, incluyendo el estudio del escritor. Después, el novel negrito observó como los allí reunidos, pequeña muchedumbre de estudiosos y amantes de Poe, escuchaban de pie, pero atentos, los versos de “El dorado” y las líneas que repetían la historia en verso de la inacesible Annabel Lee, la de los hermosos rizos –“in a kingdom by the sea”. Dos lágrimas se cuajaron en los negros ojos de Tristan cuando leyó “Mi madre” para luego nuevamente emocionado, leer las estrofas con el tañido monorítmico e inefable de “Las campanas”:  “¡Escuchad el tintineo/ ¡La sonata del trineo/!Con cascabeles de plata!”.   Fue entonces que al cuervo le pareció escuchar el canto de su misterioso congénere, el corvus corax de “The Raven”, y al poeta conmemorado impresionado preguntar: “¿Cuál es tu nombre en la región plutónica?”.  Alguien comentó, pocos minutos después, algunas de las patéticas líneas góticas de “The Pit and the Pendulum” y otro seguidor imitó el desgarrador sonido del despiadado asesino, el inmortalizado emparedador de “El gato negro”. A corta distancia desde el pórtico, el piquito negro casi hasta pudo degustar el sabroso vino andaluz de Amontillado, añejado en el famoso barril de fino roble que llevó a Fortunato a una horrible muerte en el húmedo sótano de aquel palazzo…

Poe llegó a vivir al Cottage del Bronx en el 1846, arruinado pero motivado por traer a mejores aires a su amada Virginia Clemm, su esposa afectada por la terrible y mortal tuberculosis. La tísica y el escritor convivieron allí sólo un año y Poe, la habitó casi hasta su muerte tres años más tarde, en octubre de 1849.  El curioso plumífero de albornoz negro, se puede decir, que pudo ver -a través de las pequeñas ventanas- las sombras silentes de la pareja. Podía asegurar que a través de las viejas y blancas paredes olfateó los vapores destilados del mágico opio y que alcanzó  a  escuchar el tintineo de copas rebosantes de embriagante alcohol. También pudo sentir la brisa que atravesara los imponentes arces -desprovistos de hojas pero cubiertos de nieve apiraguada- que aún abundan en el parquecillo y que casi cubren la antigua y venerada casita.

Como entre las nubes, en ondas oníricas desperté pero, antes, pude ver las preciadas cuartillas sobre el escritorio de Poe. ¡Hojas escrituras en tinta china! Mis ojos vieron los trazos entintados para la eternidad. Sí, trazos finos y titubeantes en cursivas negras como el ónix que bailaban gozosas sobre amarrillentos folios cual papiros egipcios sagrados cargados de vocablos y palabras sobrias, sabias, sonoras, satánicas, delirantes… Letras entonces en mamotretos del siglo XIX, ahora movidas con un péndulo dos veces centenario e universalizadas a través de las invisibles redes mágicas (del Internet del XXI) se transmiten veloces y certeras ¡Al toque de una diminuta tecla!  Entonces, el teclado de mi PC se desprende del pequeño escritorio rodante y se transporta desde la avenida Valentine al duro banco dentro del Parque Poe.  ¡Y súbitamente! Despierto, asustada y a la vez defraudada. ¡Fue un sueño! “All that we see or seem / Is but a dream within a dream”. Sin embargo, puedo asegurar que vi al cuervito volar hacia el Oeste, a lo lejos y rumbo a su casa. Entonces, Anthony Geene, el director de educación de la Sociedad Histórica del Bronx, anuncia que proximamente se recibiran $700,000.00 para las labores de resturación de la Casita Poe construida en el 1812 adonde diariamente, por curiosidad o necesidad, vuelan acercándose los cuervos.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *