Adiós a Florent en la Casita Blanca con las superestrellas Olga Tañón, Mikephilippe Oliveros y Don Paco Villón

flore

Por Frank Bruni
NYT

Nestled among meatpacking plants and hard-core gay bars, Florent was an anomalously egalitarian enclave beloved in equal measure by celebrities on the A list and hedonists on the edge, and a prism through which certain aspects of the city’s evolution could be seen with unusual clarity.

On June 29 Florent will close. Its rent was to rise to more than $30,000 a month, said Mr. Morellet, now 54. He started out paying $1,350. The neighborhood, the city and the people who felt it belonged to them were different then.

Esto me trae a la mente la remodelación del restaurante la Casita Blanca en Trastalleres y que, apesar de ello y los bloques expuestos y el olor a cemento crudo, se sigue sirviendo allí comida criolla con el gran cucharón. Jesús -dueño- y familión siguen sirviendo bacalaítos fritos en manteca Crisco como aperitivo, junto al vasito de asopao “claro” que hay que mojar con uno de los mejores piques rasquiña de la vecindad. El sábado estuve allí a mediodía y me encontré con nada más y nada menos que con la mismísima filósofa de Levittown Olga Tañón en “leggings”, el nunca bien ponderado “gourmand” Paco Villón junto con Mdme. Villón y a ese gran actor del teatro patrio y nacional riopedrense llamado Mikephilippe Oliveros. Grande fue el regocijo mío al inclinarme a probar la carne guisada más suavecita que he probado este año y más grande aún fue mi gozo en el alma al degustar las habichuelas ablandadas en ese fogón histórico que se esfuerza en servir más y más de todo lo ya servido o incluido en el menú sin cobrar ni un peso adicional. La amiga Lucy, quien me introdujo en esa fonda dejada de la mano de Dios hace dos años, más o menos, insiste en que esa es la clave del negocio: que Jesús es espléndido en dádivas a pesar de los tiempos de masetería crasa que corren. Dos chichaítos por persona, una follita llena de pegao, una bolsita de papel de estraza llena de pan de agua y “all you can eat” por unos cuantos pesos que uno paga sin problemas más generosa propina -porque atienden a uno como un rey y la comida sabe a gloria. Para completar el “tour de force” culinario, el Juan pidió un flan de vainilla que llegó en forma de canto y medio, (una “posta de flan” de vainilla podría decirse tranquilamente), con una rodaja de china dulce de Las Marías que le daba un “citric flavor” de lo más “nice” al postre más divino de la década, servido en un plato de metal forradito de porcelana, como las ditas de mear que usaban las bisabuelas para no tenerse que parar de la cama a la letrina a medianoche. Ojalá que no cierre la Casita Blanca en los próximos siglos porvenir y que no le vaya a pasar como a Florent. Ojalá. -M.C.C.

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