Almuerzo en la comuna de Puerto Nuevo y los gatos mutantes televisados

thundercats0raEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

En la comuna de Puerto Nuevo se come arroz blanco brilloso debido al exceso de manteca El Cochinito, bien salado, acompañado de jamonilla y/o plátanos amarillos fritos. El arroz, se moja con ketchup. Se trata de gente pobre, desde luego. Se bebe jugo de china en polvo marca Tang en los vasos de cortesía de cristal que regalaban en Burger King pro fondos del Albergue Olímpico. Los niños llegan de la escuela después de las tres de la tarde, se bajan de la guagua escolar, abren el portón de rejas y atraviesan el patio interior semiselvático haciendo bombas de chicle y con los uniformes de la escuela bien sudados. Se dirijen a la tercera casa del complejo y está lloviznando. Allí, la señora los recibe con alegría. Inmediatamente, pasan al cuarto de las camas literas, donde el televisor está encendido y, cuando llueve más duro, se escucha el plof que hacen las frutas del árbol de pan maduras que lanza el viento contra las piedras. Los obreros del almacén de ferretería contiguo también las oyen. Los niños tienen, a esa hora, una cita diaria con las caricaturas de los Thundercats. A mí, personalmente, me encanta el muñeco espantoso que llaman Mun-Ra, la momia peligrosa y mala. Me parece extraordinaria su transformación en un ente malvado semimuerto, undead -para los iniciados- que viene a joder desde ultratumba. También esa actitud de ganga de los Thundercats, sus entidades corpóreas felihumanas súpermusculosas, cada gato mutante con su poder sobrenatura, dispuestos siempre a salvar a la gente buena y decente de cualquier peligro. Sobre todo, me atrae la señal color chinita o anaranjado fosforescente que hace las veces de alarma para que cada cual deje lo que hace y se reuna en bonche para solucionar algún entuerto, dicho así por pura referencia literaria y para nombrar la aventura thundercatiana de modo quijotesco; no vaya a ser que la gran profesora Luce López Baralt entre en convulsiones. En el ínterin, la señora sirve la comida en platos de pasta dura con dibujitos de Winnie The Poo o alguna otra viñeta del momento. En la tercera casa se come sobre las camas, mirando el televisor, bajo la advertencia de no derramar tan siquiera un grano brilloso o una gota de ketchup. El olor de la jamonilla impregna la casa completa y esa escencia hace a los niños bien felices. Dicha felicidad, también salada, es absolutamete inexplicable. Las camas literas tienen sábanas con prints de los pitufos y siempre están limpias. La señora lava todos los días. No hay máquina secadora, así que los niños están pendientes porque se les ha avisado, cosa de que dejen lo que están haciendo para ayudarla a recoger las sábanas tendidas en el momento en que se raspen aguaceros imparables. Para mí, los Thundercats y los pitufos son la misma vaina, lo único que los pitufos son azules y un poco más “diversos”. Qué genialidad eso de nombrar a cada pitufo y hacerles su personalidad a la medida de acuerdo con los pecados capitales y las siete virtudes. Y Gárgamel, el viejo diablo, siempre al asecho y con pelos feos que le salen por las orejas y aquella batola raída larga y negra. Nunca he podido decidirme sobre cuál entre los pitufos prefiero: Perezoso, Vanidoso y Filósofo. Ahora bien, no tengo dudas de que mi favorito/favorito es o Glotón o Cocinero. ¿Quién puede resistirse a las tres y pico de la tarde, de veras, a un blueberry muffing con wipped cream y más sí se lo ofrecen a uno desde la dimensión televisada?

-mcc.

la comuna de Puerto Nuevo

panEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Las tres casas de cemento, de una planta, tienen una sola entrada que da a una especie de patio interior al aire libre.

Para llegar a ellas, es necesario doblar a la derecha en una de las calles que cruzan la avenida Américo Miranda. Quedan justo en una especie de medio redondel que sí tiene salida.

Detrás del enorme portón de rejas negras que da al patio interior, hay varios árboles y arbustos que le darían a las inmediaciones de la comuna de Puerto Nuevo un airecillo cuasiselvático si no fuera por las cientos de plantas que están en el suelo terroso sembradas en sus respectivos tiestos. La matriarca cuida de ellas con esmero y los perros domésticos las mean.

Los efectos principales del ordenamiento semiboscoso son -al menos- 1. Que los habitantes de las tres casas sienten la lluvia caer de una forma distinta del resto de los propietarios de la urbanización sanjuanera 2. Que la vegetación oculta las casas segunda y tercera del ojo de los curiosos y 3. Que los niños pueden jugar al escondite como si tuvieran para sí la administración imaginaria del Jardín Botánico.

La primera, por estar expuesta, y por ser la que primero construyó el clan de los Díaz, tiene balcón con balaustres y siempre tiene la fachada bastante bien arreglada. La segunda, como no se ve de la calle, está terminada pero hace años que no ha sido pintada. La tercera, porque se les acabaron los chavos después de asumir la hipoteca de la segunda, es sólo esqueleto habitable y nunca ha sido tocada por las brochas o los rolos.

Raras veces vi el interior de la primera y la segunda. Mi experiencia indoors se limita a la tercera, que tiene el piso de cemento crudo, tres habitaciones dormitorio y un cuarto de baño. La casa siempre huele a polvo cementoso (colinda -por la parte trasera- con un almacén de ferretería) y a Lestoil, que es el único detergente que limpia de verdad ese tipo de superficie tan porosa.

Del cuarto de atrás, destinado a los cuatro varones de la casa que duermen en dos camitas literas, se puede ver un árbol de pan superfrondoso que sirve de colindancia entre la casa y el almacén de la ferretería. Es interesante que no haya nada parecido al sonido de la caída de las frutas maduras del árbol de pan contra las lajas de cemento picado que tiraron allí como relleno para que no surgiera fango; sobre todo cuando las arroja una ventisca más que moderada algún día tan gris como tan frío y mojado.

Tachado de la lista o autopsicoanálisis de mi escritura reflejada en un cuadro de Paul Klee mal copiado

Tachado de la lista   Paul KleePara que no quepa duda del poder que la equis sobre el hemisferio izquierdo, de la locura del paranoico arrabiato: Al conjunto de los arrebajaos de mi corazón espinado: Guillermo Rebollo-Gil, Yara Liceaga y Mara Pastor, pa que se jalten y pa que se jodan.

Ha habido intentos de que me despidan del trabajo por lo que he escrito.

Ha habido llamadas telefónicas, e-mails, cartas con el sello timbrado del Instituto de Cultura Puertorriqueña, visitas a mí y a mis editores para amedrentarme.

Ha habido tachaduras de mi nombre en papeles literarios, borrones y cuentas nuevas en proyectos de instrucción escolares, rechazos de manuscritos específicamente por el carácter “peligroso” de su contenido; como si de esa forma me pudiesen callar.

Ha habido oficiales en egotrip del Estado Libre Asociado y oficiales ineptos en plan Borja de la empresa privada que no han respetado la distancia que debe existir entre la producción cultural y la crítica cultural. Que se pasan por donde no les da el sol -para luego esgrimir- la libertad de expresión como pilar de la demokracia de la que escribe Silén. Que se han creído que yo no tengo derecho de hacer comentarios críticos sobre lo que lanzan al mercado. Derecho como tal, ¿Lo tendré yo? Individuos intolerantes que pretenden dictar y dictar y dictar sin que los demás reaccionen. Que serán mercenarios de la cultura, velaguiras, trepadores profesionales, tusas refiné pero, verdaderos artistas, interesados en los artistas, éticamente artistas; jamás.

Ha habido, contra mí, pichoncitos de fascistas vestiditos de melones tramando ridiculeces, reuniditos en bohemia aquelarre, con vinitos y quesos, para que no se diga más sobre chapucerías, mediocridades, porquerías, trampas, violaciones de contratos y banalidades.

Ha habido de todo, descalificaciones overseas desde la República Letrada Dominicana… claros tapabocas del Parnaso Boricua, chotas que se inventan chismes de frases sueltas, llevaytraes loquitos por subir el palo encebado de la fama antes y después del premio literario, esbirros con autoestima baja de taller literario, lameculos con ganas de que se mencione su nombre en artículos promocionales, editoriales descalificativos en panfletos nacionalistas comecandela supuestamente rojos… insultos antintelectuales y homofóbicos por Internet…

Y habrá, seguirá habiendo reacciones violentas a mis ideas y planteamientos… Y habrá más equis y seguirán tachando…

Sólo una cosa no ha habido: cambios en las opiniones de mis grandes amigos; que aún -sabiéndolo y conociéndome como me conocen-, me acusan de narcisista y paranoico.

A mí todo esto, producto de un entorno autoral aburguesado, súpercursi, hipernacionalista, subvencionado por unas propuestitas de clubes cívicos y con ínfulas principescas y decimonónicas prepalesianas, me sigue dando gracia. La tachadura me da rabia y gracia. El tachón de ahora -que antes alimentaba un deseo de escribir de cierta forma que identificaba con la decadencia seudoheroica de cierto tipo de erudición callejezca (denuncia)- reafirma mi decisión de renunciar a la crítica literaria periódica, a los proyectos de creación literaria colectivos, a la discusión pública del mapa, a las lecturitas de poesía pendeja, para mantener no sé qué grados de independencia intelectual y paz de espíritu de embuste.

Intento, luego de esta y tantas otras pausas estúpidas debido a los tántrums de las vacas sagradas a las que se les han descosido las costuras frente a mi presencia, y no sé cuántas recriminaciones de mi alterego de pato leído y justiciero, retomar la escritura [no hay remedio, la iluminación callejezca] desde los resquicios del sujeto tachado de la lista; desde la mismísima contradicción que planteaba Pessoa y aquel corito pentecostal [Cuando allá se pase lista… / yo quiero estar allá / en el Cielo], entre tantos, de la abdicación… del ser escritor sin laureles para el pollo en fricasé de la cultureta nacional… es decir, un mamao autodestronado.

Bye, bye piojitos. Ya lo dijo Julia: “Y el homenaje… se quedará esperándolos”.

-mcc

Entre muertos y espíritus… a la Cachemira -con Marta- estas navidades

Nada mejor que empezar un nuevo libro para despejar malos humores.

Tomo la última novela de la escritora boricua Marta Aponte Alsina, que acaba de ser publicada en España por la editorial Veintisieteletras, y disfruto de un objeto hermoso, con una construcción cuidada y fina; precisamente la antípoda de la costumbre chapucera puertorriqueña. No sé quién puede soportar el mal gusto de la tipografía de Callejón y Terranova, por ejemplo. La última novela del cubano Amir Valle, de esta última, me la voy leyendo como enema porque los ojos tropiezan con letras más apropiadas para documentos de oficinas que para novelas. Leer mi propio ensayo en el último libro de Callejón también fue estresante por las mismas razones. Y qué se puede decir de la espantosa portada de “Conversaciones con Aurelia” de Isla Negra? Las editoriales puertorras han llegado al fondo del barril. Ya no son editoriales; más bien son choriceras. Pagué casi $18.00 por la de Amir Valle, que no es más que un documento de Word con carpeta blanda. No hay estética. Bueno, la hay; la más mala. Veintisieteletras, empero, sabe que hasta el mínimo detalle de un libro hace la diferencia en la lectura; en la experiencia total que es enamorarse de esos papeles encuadernados.

La narración de “Sexto sueño”, la novela en cuestión, ídem. Marta Aponte Alsina escribe también con cuidado y delicadeza, narrando pacientemente lo que se propone narrar, sin recurrir a la solución afectada y cursi tan típicas para salir del paso. En fin, Marta tiene paciencia, se toma su tiempo en las descripciones, las salpica con reflexiones interesantes sobre los temas que maneja y con destellos poéticos que hacen que el lector se eleve y, sobre todo, a pesar de que menciona su edad (n. 1945) y enseña con orgullo sus galones generacionales, siempre siempre siempre es refrescante y moderna. Marta ha desterrado la queja, el lamento borincano insoportable de su trabajo literario. Marta se aparta de la porquería que nos rodea y vuela hacia Johns Hopkins, Alan Kardec, la morgue, Cachemira -no para hacer dichas paradas en un viaje imaginario que será premiado por el ICP o comentado en el Ateneo en tu Hogar y punto- sino para plantearnos asuntos palpitantes, relevantes, interesantes.

No tengo intenciones de salir de casa estas navidades. Pienso permanecer aquí, leyendo, recobrando fuerzas para el nuevo año absurdo junto a sus personajes.

Esto amerita apagar ahora mismo todos los teléfonos y cancelar todas las actividades.

-mcc

Pessoa, Monterroso, Volpi y Pamuk

Me enerva la sensación de desasoiego.

No se lo digo a nadie.

Prefiero callar mis frustraciones contra la almohada que es la página y toser en privado antes que cantar desgracias en voz alta. La lloradera desemboca en conmiseración, cosa que detesto.

Volpi y Pamuk dicen que la literatura es una especie de exploración de la realidad que vivimos pero con la posibilidad de expandirla comentando sobre ella, construyendo un mundo alterno sobre los hechos, tal como en la conversación psicoanalítica o ministerial.

No logran calmarme. Escribo pero, cuando despierto, el desasosiego sigue ahí; semintacto.

-m.c.c.

Ingrid Betancourt, secuestrada por la guerrilla colombiana, alcanza cierto grado de iluminación budista

Ingrid Betancourt, ex candidata presidencial colombiana secuestrada por las FARC, confiesa que en la selva ha “dejado” de desear, porque la respuesta de los guerrilleros a todo es No, así que, según le cuenta a su madre en una carta que la obligaron a escribir como prueba de que aún vive, es mejor no deser nada.

Extraña violenta aplicación de los preceptos budistas.

-m.c.c.

Buenos días otra vez, censura

Esa obsesión de controlar el pensamiento ajeno que es la censura, en todas sus manifestaciones, atenta contra uno a diario, metamorfoseada en actos nimios específicos, en palabritas inclusive lanzadas con cariño.

Sin embargo, hay instancias en que las tijeras del censor cortan y hieren significativamente. La vulnerabilidad de la exteriorización de las pequeñas diferencias sale del marasmo de la fantasía democrática de la República de las Letras y se hace sentir tan pronto el otro intelectual detrás del escritorio pronuncia ese No Pasará nefasto justificado en consideraciones morales.

Contra un puritanismo burgués y nacionalista, defendido por beatos con guille de próceres pendientes a la imagen inmaculadada de su Arcadia, poco puede hacerse que no sea devolver las negativas con una avalancha de negaciones éticas y grandes dosis de paciencia para seguir de largo.

No Pasarán sus ofrecimientos de otros sueldos para que me amolde a sus programas ideológicos. Cobraré menos, desviaré por cardosos caminos mis proyectos y menos público tendrá acceso a ellos, pero no seguiré sus órdenes tranquilizantes.
-m.c.c