Embriología en la obra de Georgina Lázaro: Notas sobre lo último en la genética editorial dominicoboricua

38 malariaEscribe Pepe Liboy

La presentación de un libro de Georgina Lázaro el jueves pasado, en medio de un hermoso circo combinado con presentación y obra teatral, me ha llamado tanto la atención que he decidido escribir algo sobre el texto. Georgina nos cuenta la historia de una niña que sufre una hemorragia vaginal. Aunque la contraportada del otro libro que acompaña la colección anuncia que los editores buscaban escritos sobre el acoso sexual, lo cierto es que el cuento de la escritora trata sobre el paludismo. Como bien sabidas son las hemorragias que sufren los niños pequeños por efecto de la picadura del mosquito, y las confusiones posteriores a que conducen las obstrucciones que sufren las señoras por efecto del paludismo. Lo cierto es que si la obstrucción no se trata mediante un injerto de células humanas, la persona que la sufre no es capaz de tener hijos. Los dos cuentos de la colección publicados por SM Editores giran en torno a este espinoso tema del paludismo que tan bien estudiara Tomás Blanco.

El asunto del cuento de Juan Antonio Ramos también trata de la embriología, pero se puede hacer referencia a un poema de Lezama Lima, “Para llegar a Montego Bay”, donde se narra la historia de un hombre homosexual que es llevado a una piscina por sus amigos para que deje algunos espermatozoides en el agua. El personaje de Rita es una adolescente que se orina en una piscina, y quien su madre saca del agua por temor a adquirir células dispersas en el agua. Este método de inseminación por inmersión es común en Cuba, y tan accidental como las hemorragias palúdicas de que habla Lázaro, solo que Ramos bromea un poco con un tema que nuestra crítica literaria consideraba decididamente burgués.

La madre de Rita prefiere que su hija contraiga la célula a las buenas, y aunque parece no querer que su hija visite a un viejito que se la podría conseguir completa, lo cierto es que la manda a orinar al apartamento del anciano. Don Lucas, el anciano, sufre una trombosis. Es un maceta, pues no le da nada a la nena, sino unas galletitas. Es bien curioso que el cuento se venda como un ejemplo del abuso sexual de menores. Claro, el abuso es por parte de la madre de Rita.

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