Tres

hielo derretido con salEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Rutas saladas (2070)

Aquellos caminos de la sal
-comerciales-
y los muertos que los atravesaron,
cumplen con la función de signos de advertencia:
Sydney será parte del desierto

en el veinte setenta.

De la importancia del juego

Me parecía ridículo el llamamiento
de ciertos sectores progre
al juego.

Trabajo y disciplina, pensaba,
nada de ese tipo de distracciones.

Luego leí
que allí es donde único
los que tienen esperanza en el espíritu
pueden aplastar a sus enemigos.

Grité e insulté a los demás hasta que pude.

Quedo liberado momentáneamente.

Carta al futuro

Hermanos:
están jodidos!
serán libres

-les dirán-
pero, a ver, ¿cuánto ha costado su libertad?

La artista Technicolor (Fragmento) Un saludo a la exposición retrospectiva de Marimater: “Del post al después”

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Escribe María de Mater O’Neill

Todos pasamos por la Milla de Oro, con sus “banners” épicos ofreciendo a lo “blue-green” dinero para esas vacaciones (velero, playa, cielo, montañas de rigor en el fondo) que nos saquen del trajín urbano pero cuando miramos, lo hacemos ruralmente dentro de ese espacio onírico puertorriqueño, ciegos a que estamos en un carro esperando que la luz cambie (que no comparto que sea un espacio negativo). O el anuncio de Harris Paint en el cine, que todo el mundo canta, ese “azul de adoquines” es realmente el azul de mi “lighter”. Yo no propongo que los pintores abandonen una paleta por otra, sería establecer otro mito, pero sí cuestiono la razón de esa ceguera tan particular. En estos tiempos que se habla en el velorio extendido de la “muerte de la pintura” (como si realmente se pudiera terminar una manifestación cultural, un final de la historia), propongo la reflexión sobre el color nuestro de cada día. No es cuestión de inventarse otro lenguaje (ser original), ya que todavía hay tela para cortar (no creo en el pintor autónomo), es que el problema no está en la pintura, está en cómo vemos la pintura y cómo el pintor se relaciona a ella.

En mi proceso, a mí me interesa el Technicolor, creado en los 30s para desarrollar películas con una paleta natural, que curiosamente lo que terminó creando con sus colores saturados fue una paleta hipernatural, que me trae a la memoria no lo que he vivido cada vez que salgo de mi casa sino lo que he vivido en lo fantástico de la cultura popular. Ojo, yo no estoy sustituyendo el paisaje rural por el urbano, no me interesa representar nada, sólo me interesa la pintura en sí. Yo no quiero que el lector se acuerde de mi pintura, sino que se acuerde de la experiencia cuando la vio. Aclarada mi intención, vuelvo a pensar en el verde de la coreógrafa. No sólo es el verde de un joven presidente sino también el de la realidad de su asesinato tres años después, y pertenece a la misma familia de los grises de la tela del chaquetón y pantalón de sastre que se puso Lucecita cuando cantó con sus pestañas postizas y afro de yo-soy-negra en el Show de Ed Sullivan. Es la paleta borrosa, interrumpida, sata, teaser, ambivalente y que proclama a lo Stonewall: “I’m here, get use to it”.

*El Museo de Arte de Puerto Rico inaugurará este próximo fin de semana una exposición retrospectiva de la obra de la artista María de Mater O’Neill en la sala Santander. La curadora de la exhibición, la Dra. Elaine King, ofrecerá una conferencia al respecto este sábado 3 de febrero a las 11:00 am en el Teatro Raúl Juliá del MAPR.

La perrita

  Ashes to ashes   by Samurai MasamiEscribe Pepe Liboy
Especial para Emudo

Estaba en la casa de Ivette, celebrando las Navidades, cuando una de sus invitadas, una abogada notario, recordó haber tomado unas clases de historia conmigo. El incidente de la clase en sí ya casi lo había olvidado, pero hablamos de ello porque estos y otros hechos la llevaron a hacer una copia de identidad de la que no se había olvidado.

-¿Todavía tu mujer te manda perritas?- me preguntó.

-¿Usted se refiere a aquel incidente de la clase de historia en el que el profesor trató de sacar a una perrita sata que entró al salón?-

-Sí.

-Lo recuerdo perfectamente. La perrita entró al salón y el profesor dijo: “¿Qué es esto? El subdesarrollo”. Y enseguida pidió que se nos trasladara a otro salón.

-Claro. Pero la perrita nos siguió al segundo salón también y ya el profesor pensó que estaba adiestrada. Usted se puso de pie, la llamó y la perrita se fue detrás de usted. Luego no he vuelto a saber qué pasó, hasta que me pidieron que transcribiera una copia de identidad de una novia suya.

-Pues lo que pasó fue lo siguiente. Me llevé a la perrita al pasillo y una muchacha vino a buscarme. Me dijo que me fuera de la casa de mis padres, con la amenaza de que me iba a robar el carro si no lo hacía. Me alquiló una habitación y me dijo: “Soy tu esposa, pero no voy a estar contigo toda la vida”. Entonces se fue unos días y otra muchacha trajo a la perrita. Entonces llegó al apartamento una tercera muchacha para llevarse a la perrita al campo conmigo, donde la criamos hasta que tuvo hijos. Los perros fueron creciendo hasta que los repartí por Caimito, entonces la perrita ya madre se fue a ratonear y la muchacha y yo nos volvimos a Río Piedras, donde nos separamos.

-¿Quién te manda esos animales?-me preguntó la abogada.

-Otras personas me mandan muchachas, pero ella me manda perras. Aparentemente no quiere tener hijos.

-Yo te vi de nuevo en la Editorial Santillana. Trabajabas allí con mi esposo. En aquel entonces, yo todavía no tenía niños. Pero ahora tengo una hija.

-Obviamente no eres tú quien me las manda, aunque te interesa conocer mi vida y mi destino. Estas navidades llegó otra perrita a mi cuarto. Lo mismo, aparentemente extraviada, pero no la llevé al campo. Le dije a mi hermano que la sacara de mi cuarto.

En la misma fiesta me despedí de la abogada, y poco antes de irme hablé con Miguel, que es tío de un profesor de literatura que todavía no ha aprobado mi tesis de maestría. Miguel administra una discoteca en San Juan, según el profesor mismo me lo dijo hace años. Esta vez, como no llevé la perrita al campo, su posible dueña se molestó y cuando se nos dañó la batería (esto pasa con frecuencia), le pedí al tío de mi profesor que le sacara el alternador a la guagua para que la dueña de la nueva perrita no se robara la guagua. Claro, Miguel lo hizo, y la dueña de la perrita nueva se ensañó con la guagua y raspó la pintura. Pero esta vez no voy a irme con otra muchacha a criar unos perros, ya que como la propia notario ha visto, eso me trae problemas con mi novia.

Algo nervioso por la muerte de un pariente, de quien se han dicho mil cosas falsas, Miguel dejó la chivería que tenía en la casa del dueño de la discoteca y empezó a trabajar en mi casa. Mi lucha de todos los días es con el polvo que viene de la autopista, que me ha dado un cardo de asma dura otra vez, y en esta ocasión, además de tener que fumar con filtro, hemos tenido que limpiar la ceniza del techo. Miguel me ayudó en este asunto. “Tu tío Gilberto”, dice mi mamá, “se pasa la vida en el techo de su casa limpiando la ceniza”. Acompañé a Miguel a una ferretería que nos alquiló una máquina bastante pesada que no pudimos subir al techo. En el camino me contó que él había sido el tratante principal de muebles de rattan en Puerto Rico, con viajes constantes a República Dominicana y Méjico, donde vendía los materiales traídos de Indonesia. Miguel se casó dos veces y tiene un nieto de 30 años. Además de esto, vive con sus padres en una casa de dos pisos. Su exmujer vive en el segundo piso de su casa con sus dos hijos. Me ha dicho que le compró un teléfono celular con Internet a su hija.

Por otro lado, Yara Liceaga ha vuelto a mandarme sus cuentos de embriología forense. Nívea Silva Cabrera, que trabaja en el Fondo del Seguro del Estado, me dijo que había trabajado como agente de la policía en mi escuela superior, para asegurarse de que yo me pudiera graduar. Aunque se graduó de la Universidad en 1975, usaba el uniforme de la escuela y parecía una estudiante más que estaba conmigo, pero fue ella quien me habló del problema de la selección natural por primera vez. La selección natural es problemática por el hecho de que implique la participación de varias hembras en el alumbramiento de un ser humano. Hay problemas de identificación, por ejemplo, cuando en la reinseminación el código genético del recién nacido se altera. Si se trata de una mujer que ha muerto en una reyerta política, o como en el caso de Rusia, en una purga, no es fácil identificar a su hijo si la forense lo reinsemina. Pero afortunadamente, por otro lado, esto es lo que la naturaleza ha ideado para que no se tomen represalias con los retoños. La hija de mi amiga va a estudiar medicina forense en una situación algo incómoda, pero hay el alivio de los cuentos de la Yarita y el hecho de que la hija de Nívea tenga talento para la música, como la mayoría de los embriólogos. Yo seguí un programa especial de estudios que me sustituía la música por la embriología.

*Pepe ha publicado el libro de relatos “Cada vez te despides mejor”.

Dragas update

cuban drag queenEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Estoy metido en la locura de escribir un libro titulado Dragas: Performeros de género en Puerto Rico, que incluye entrevistas a los principales travestis que se dedican al espectáculo en la isla.

El proyecto nació hace exactamente un año, en enero de 2006, con la intención de que fuesen las dragas las que hablasen de su trabajo y de sus vidas.

Cada entrevista está acompañada de fotografías tiradas por la cámara de David Villafañe, un fotoperiodista excelente que se ha encargado de retratar a cada una de las dragas en situaciones inesperadas para el público y apropiadas de acuerdo con sus señas de identidad.

Las entrevistas están ready y me encuentro en la etapa de las transcripciones. Debo confesar que mi promedio, hasta el momento, son cinco páginas en un periodo de dos horas. Cada casette tiene dos horas de duración, así que la tarea es ardua.

Publicar un libro en Puerto Rico de este tipo requiere la visión correspondiente de un artista gráfico. Me ayuda en esta tarea la diseñadora de revistas de periódicos y artista digital Claudia Robiou, quien ya tiene una idea clara de lo que debemos hacer para que el libro sea legible y atractivo.

Mi investigación incluye visitas constantes a los centros de interpretación, bares y discotecas, en altas horas de la madrugada. Me encanta la noche y sus misterios, así que no representa problema. En el proceso, le he tomado el pulso a la muchedumbre y sus (des)amores con las dragas. Además, he podido observar con detenimiento el abanico de estilos, personalidades, preparaciones y obsesiones del trabajo de cada una y las compañeras suyas que no entrevisto.

Es curioso que, a través de los concursos de belleza, en los que se escogen las nuevas candidatas a las pocas plazas disponibles, haya podido observar los detalles del nacimiento y los primeros pasos de una draga, al tiempo que profundizo en las historias de las mayores y experimentadas.

Pretendo incluir por lo menos una representante de cada escuela de las más reconocidas en la isla, incluyendo a ex-dragas, transexuales-travestí y prostitutas. Aunque se trata de un libro de espectáculos, me parece que estas categorías constituyen los márgenes de la norma y que no incluirlos constituiría una falla ética desde el punto de vista periodístico y académico.

En Dragas, el glamour tiene que ver con el profesionalismo, la competencia, la palabra, el arte cabaretero, las identidades, el género, las calles de la urbe boricua, la costura, la música, la comunidad homosexual, su cultura, las drogas, el periodismo, la historia oral, el maquillaje, la violencia, el dinero, el proceso editorial y publicitario de un objeto bibliográfico, el sexo, mi marido Juan Soto Meléndez, mis amigos y mi familia, tanta gente que me ha ayudado a echar para adelante este proyecto utópico, pero realizable. Contradictorio, por supuesto. Como todo.

La última voluntad de Roberto Bolaño

bolano bigEscribe Manuel Clavell Carrasquillo

Roberto Bolaño (1953-2003) fumó hasta la muerte pero, antes de quedarse sin aire, le entregó su última novela, 2666, a su editor Jorge Herralde; encargado en Barcelona de la empresa Anagrama. Se trata de un testamento literario duro y monumental (mil páginas) en el que el chileno desarrolla cientos de historias enlazadas por varios misterios y múltiples desgracias, que comienza con la de un reguero erótico entre profesores europeos expertos en literatura alemana y termina con el recuento detectivesco y detallado de más de doscientos asesinatos espeluznantes de mujeres en la ciudad de Santa Teresa (“trasunto” de la verdadera Ciudad Juárez), en la frontera entre México y Estados Unidos.

El autor está interesado en describir los más mínimos incidentes de las vidas de sus personajes, mundos enormes hechos de personalidades complejas dentro de otros mundos inmensos que incluyen planicies desérticas imaginadas a través de pesadillas, cárceles con sus presos y manicomios esterilizados con sus terapias para los locos. Además, esos mundos inconmensurables tienen que ver con los basureros municipales y clandestinos, los cementerios y las universidades de Mondragón, en el País Vasco, Madrid, Boloña, Londres, Nueva York, Barcelona, el Distrito Federal y California.

La comunicación ocurre en persona y, sobre todo, por medio de llamadas telefónicas e emails, vehículos de las palabras que los unen y los espantan en cada conversación inútil y los atraen hacia el oscuro centro de los márgenes de las fábricas maquiladoras de la ciudad de Santa Teresa, donde trabajan las mujeres que van a desaparecer, primero, y luego a ser examinadas por los forenses en la morgue.

Hay intelectuales en busca de teorías para llevar a un autor sin rostro que desertó del ejército nazi a la candidatura del Nobel, más policías analfabetos en medio del camino de narcotraficantes poderosos y las redes corruptas de las autoridades.

Hay periodistas en busca de la “verdad” y amantes confundidos observando el vaivénciudad juarez de los colores espectaculares de los amaneceres y los atardeceres mientras beben para olvidar y se cuentan chistes. Hay frases que terminan en punzadas cínicas que señalan la ineficacia de la vida pero que comienzan llenas de optimismo, como si la gente inventada por Bolaño flotara en una sustancia hecha de mentiras solapadas y arregladas para las escenas de amor y la esperanza cotidianas pero que, al final, son incapaces de hallar la salida de sus respectivos laberintos.

Una psiquiatra unida a un funcionario judicial, un preso experto en computadoras vinculado a una abogada, un catedrático francés obsesionado con una artesana india, un poeta internado haciendo de las suyas a pesar de haber sido separado de la comuna que lo aplaudía, una vidente rural adoptada por un presentador de televisión, un negro de Brooklyn que participó en las revueltas de los Panteras Negras y una congresista del Partido Revolucionario Institucional que lucha por preservar su estatus aristócrata en un manto izquierdoso narran sus tropiezos con los libros, la música, el prójimo, sus destinos y el horror de ser partícipes “pasivos” en un esquema de trampas y traiciones que no parecen tener conclusión lógica.

Alguien en el texto argumenta que los lectores casi siempre prefieren libros consagrados, apuestas seguras a la creación literaria requeteprobada y, gracias a la perfección, decididamente cómodos para matar el tiempo con actividades edificantes. Extiende la reflexión, y piensa que sólo algunos se deciden por los libros gordos, “imperfectos, torrenciales” y problemáticos, como este de Bolaño, quizás porque es más fácil no querer enfrentarse a la incertidumbre de lo desconocido.

Lo desconocido, aquí, precisamente, es el experimento con el puro riesgo de las descripciones crudas de instintos crueles y reflejos lujuriosos llenos de sangre mezclada con tequila y semen en medio de acantilados y farallones plenos de minerales preciosos, semipreciosos y enormes rocas prehistóricas. El absurdo de cada capricho y cada paso de un playboy que vive entre burdeles, niñas escolares que pronto morirán después del ultraje, deponentes, guardaespaldas, investigadores, meseras, boxeadores y migrantes sale a la superficie y no se explica, simplemente ocurre y sigue siendo absurdo hasta el final.

juarez protestaLa filosofía occidental, la historia del arte, el derecho aplicado a la criminología, la literatura comparada y la política –junto a los rumores, las conclusiones y las suposiciones aparentemente pedestres– parecen ser consuelo y entretenimiento. Se intenta enarbolar preguntas y respuestas sobre la estética de dos hombres pegándose en un ring hasta que uno caiga, un libro de geometría a la intemperie (enganchado en un tenderete según los postulados de la instalación contemporánea dictados por Marcel Duchamp) y el acto desesperado de un pintor al cortarse un brazo para colocarlo en medio de la sala de exposiciones de sus cuadros.

A pesar de los sonidos polifónicos, Bolaño no se siente; todo el alboroto sale de las bocas de los personajes. No conocemos su opinión ni sus prejuicios, sólo tenemos los chorros profusos de su ficción y acercamientos torrenciales a las consciencias de sus criaturas, abiertas hasta la profundidad de sus pasados y abiertas también hacia la extensión desértica de sus futuros.

En los bares, en los restaurantes y en los hoteles, los lugares de tránsito, se comentan los asesinatos en serie ocurridos entre 1993 y 1998, coartadas, tesis que tienen que ver con estas ideas “o estas sensaciones o estos desvaríos que, por una parte, tenían su lado satisfactorio. Convertía el dolor de los otros en la memoria de uno. Convertía el dolor, que es largo y natural y que siempre vence, en memoria particular, que es humana y breve y que siempre se escabulle. Convertía un relato bárbaro de injusticias y abusos, un ulular incoherente sin principio ni fin, en una historia bien estructurada en donde siempre cabía la posibilidad de suicidarse. Convertía la fuga en libertad, incluso si la libertad sólo servía para seguir huyendo. Convertía el caos en orden, aunque fuera al precio de lo que comúnmente se conocía como cordura”. Tremendo autoanálisis narrativo de la tarea del escritor, pero aún insuficiente para abarcar las razones del texto, desde la cifra inescrutable del título hasta el último punto que lo cierra.

Un íntimo amigo del autor, Rodrigo Fresán, que aparece en la novela situado en unasesinato en la maquiladora parque de Londres junto a una estatua de Peter Pan mientras piensa en el título de su obra Jardines de Kensington, escribió en el diario Página 12 que: “En 2666, la prosa de Bolaño cautiva más que en ninguno de sus otros libros porque de lo que aquí se trata es de conseguir una suerte de summa artística, de todo armónico y al mismo tiempo disfuncional donde –por medio de epifanías de larga distancia suspendidas en el espacio o abruptas aceleraciones en el tempo enmarcadas en el formato de novela abierta, de novela exterior e interior al mismo tiempo–, lo que se persigue y se alcanza no es otra cosa que una teoría del mundo, de todo el mundo”.

Añadiría que Bolaño andaba tras la teoría del mundo, sí, pero más bien la que se refiere a los abismales mundos infinitos dentro del mundo; las sombras de aquel todo imposible de abarcar tal y como se manifiesta azul y resplandeciente desde la imagen de un satélite espacial en órbita. Tal vez, por ello, al terminar 2666 uno queda sumido en un estado de tristeza, como si también fuera o quisiera ser por un instante un sonámbulo en busca del humo que finalmente lo venció justo después de escribir esta portentosa novela póstuma.

Esta reseña se publicó en el número enero-febrero 2007 de “Diálogo”, periódico de la Universidad de Puerto Rico.

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Koff Manifesto (1978)

hippie

The Artists. They abandon the world on your doorstep. They show you the things you live among so you may know yourself. They cough in your face. They spit by your elbow. The artists. They leave their garbage in your hallway. They throw their hearts in front of the train. Disease is love transformed. They are high. They spit in your silent museums. They hurl their souls in your direction like a stone through polished glass. They die in your landscape. They mess up your banquets. You can’t turn away. The artists.

Hillary for President

Hillary

She’s IN!

Una visita a Hillaryland

Por Manuel Clavell Carrasquillo

LIVING HISTORY
Hillary Rodham Clinton
New York, Simon & Shuster (2003) 562 pp.

La primera decisión administrativa que tomó Hillary Rodham Clinton al llegar a la Casa Blanca como primera dama de los Estados Unidos destronó para siempre la idea de que esta brillante abogada, oriunda de la ciudad de Chicago, asumiría un rol decorativo en la administración gubernamental de su marido, el ex presidente William Jefferson Clinton.

En su más reciente libro, la autobiografía “Living History”, esta mujer nacida en un hogar republicano, pero que a raíz de su oposición a la guerra de Vietnam salta a las filas del Partido Demócrata, cuenta cómo al llegar a la mansión ejecutiva de la nación más poderosa del mundo impartió órdenes directas para que su escritorio fuera trasladado de inmediato del ala oriental del edificio –reservado a las primeras damas– al pabellón occidental, sede exclusiva del Presidente.

Así, a través de una directriz que puede ser interpretada como un simple capricho de reestructuración espacial típico de cualquier ama de casa, Rodham Clinton delimitó las fronteras de “Hillaryland”, un territorio exclusivamente femenino que, bajo su ingenioso régimen, transformó para siempre el imaginario político estadounidense.

Desde ese centro de mando paralelo a la mítica Oficina Oval, donde laboraban al menos una treintena de mujeres que fueron visitadas por miles de constituyentes de todas las edades, especialmente niños en busca de golosinas, Rodham Clinton lideró la abortada reforma gubernamental encaminada a establecer un seguro de salud universal para todos los ciudadanos de la potencia norteamericana.

Además, en “Hillaryland” se cuajaron opiniones enérgicas en cuanto a todos los renglones de la política pública impuesta por los Clinton sobre la presencia de los homosexuales en las Fuerzas Armadas, la reforma del sistema de bienestar social, la gestación del primer presupuesto balanceado en décadas y otras materias que se pensaban afines al dominio de los hombres como la seguridad, el empleo, la educación y las relaciones internacionales.

De esta manera, la otrora directora de la clínica penal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Arkansas y reconocida litigante corporativa del bufete Rose, con sede en ese mismo estado, logró consolidar por tiempo limitado, a pesar de la feroz oposición de todo el espectro político de su patria, un proyecto liberal con destellos feministas que, según narra, fue forjando desde sus años como militante electoral en la Ciudad de los Vientos y, más tarde, como estudiante en el Wellesley College de Boston y la Universidad de Yale, en cuya escuela jurídica conoció a su consorte Bill.

En este sentido, “Living History” cumple una doble función. Por un lado, el texto sirve como un mapa de “Hillaryland”, donde se registran las batallas de la autora contra las huestes conservadoras de Washington D.C., al tiempo que se describe con lujo de detalles el funcionamiento del complejo sistema político estadounidense. Por otro, como una intensa confesión que pretende dar cuenta de los aciertos, los errores y las obsesiones de su protagonista; una servidora pública acechada en cada momento por el costo político de la libre expresión de sus ideas a través de una voz propia, irónica, fuerte y contundente.

Los más recientes estudios literarios sobre la autobiografía, influenciados por la teoría deconstructivista del francés Jacques Derrida, quien recientemente ofreciera una conferencia magistral en Puerto Rico sobre el futuro de las humanidades, apuntan a que “la verdad esencial de la confesión no tiene nada que ver con la verdad, sino que consiste en un perdón solicitado, una solicitud, más bien, exigida en la religión y en la literatura”.

De ahí que sea posible leer el libro de Rodham Clinton como un acto confesional, sobre todo luego de comprender que esta prominente mujer, criada en la doctrina Metodista y que actualmente representa a millones de puertorriqueños del estado de Nueva York en el Senado de los Estados Unidos, tiene mucho que decir sobre el periodo de declive que reorientó su discurso político, a todas luces radical, hacia uno propio del centrismo moderado.

Al comenzar la segunda parte del libro, el texto se llena de explicaciones sobre dicha transformación, que delatan la necesidad urgente que sintió la autora de decirle al pueblo a través de la palabra escrita qué fue lo que falló. Entonces, como metáfora unificadora, resurge el concepto del hogar ya no como el espacio donde la mujer puede decidir dónde ubicar su escritorio, sino desde la perspectiva más anónima del rol que la esposa tradicional, quien a su vez es madre, debe asumir ante la adversidad.

Luego de la derrota del Partido Demócrata en las elecciones de medio término, Rodham Clinton cita a una cumbre de sus asesoras en “Hillaryland”, donde confiesa que: “Una Primera Dama ocupa una posición vicaria; su poder es derivado, no independiente, del propio del Presidente. Esto, en parte, explica mi torpe desempeño del rol de Primera Dama. Mary Catherine y Jean (dos de sus colaboradoras más cercanas) me han ayudado a entender mejor que mi rol como Primera Dama es profundamente simbólico”.

Una vez decidido este cambio de piel, Rodham Clinton parte en extensas giras hacia países africanos, el suroeste asiático, Latinoamérica y Europa oriental. El relato pasa a ser entonces una crónica de viaje insustancial, llena de pasajes que no le dicen nada nuevo al lector habitual de las secciones internacionales de los diarios, donde se resalta el símbolo de la esposa del político que visita escuelas, hospitales e instituciones de caridad.

Este modelo de la Primera Dama como encarnación del proyecto de la beneficencia hace crisis en el último año de la presidencia de Clinton, cuando éste enfrentó un juicio político ante el Congreso por haber mentido sobre su participación en varios negocios turbios y la naturaleza de su relación extramarital con la interna Monica Lewinsky. Rodham Clinton, hasta ese momento benefactora de causas sociales como la del sida, el cáncer de mama, las madres solteras, los niños y las mujeres maltratadas, narra cómo ella se convirtió en objeto de la asistencia espiritual que le suplieron el Dalai Lama y Nelson Mandela para que pudiera afrontar el engaño de su marido.

Una vez concluida la terapia, ya repuesta del infierno interior que la consumía, dice que sale en defensa del causante de sus agravios, ataviada con un vestido de terciopelo Oscar de la Renta, en los siguientes términos: “A pesar de que estaba descorazonada y decepcionada con Bill, las largas horas que pasé sola me hicieron admitir que lo amaba. No había decidido si lucharía por mi marido y mi matrimonio, pero había determinado luchar por mi Presidente”.

Estas palabras sellan el cierre de la íntima confesión de Hillary, que culmina a manera de melodrama televisivo al colocarle un final feliz a esta borrascosa “historia viva”. Muy lejos de aquel sueño político que bautizó en el momento cumbre de su carrera como “Hillaryland”, la astuta política, quien ha sido calificada como la “hermana de Maquiavelo” por el crítico literario latinoamericano Julio Ortega, hoy se reinventa victoriosa desde el escaño senatorial que ocupará por los próximos años.

Esta reseña fue publicada originalmente en el periódico El Nuevo Día en el año 2003.