Por Juan Carlos Quiñones
A mà no me importa que tú seas un faggot, una tipo, un she-mail (sic), un vaquero pato o el village people entero, ese no es mi asunto. Yo te admito que estas bien buena, o bueno, o lo que sea, y si quieres follar después de la entrevista, pues metemos mano. Pero ahora lo que yo tengo que saber es si tú lo mataste.
-Yo siempre los mato. Siempre. A ti también te voy a matar. ¡MÃrate papi! ¡Si ya estás medio muerto de deseo¡ ¡Mira toda esa carne trémula, toda esa piel erizada, toda esa verga que se te quiere salir del pantalón!
-De la risa, sólo de la risa me matas tú a mÃ. Entonces, ¿lo del polvo vá?
-Papi, cuando tú quieras.
-Ok. Primero dime, ¿fuiste tú quién lo mataste?-le pregunté, sacando las esposas del bolsillo de atrás.
-¡Ah!- exclamó- ¡Si te me vas a poner kinky! Sà chulo, yo lo maté por ser tan bembón- rió
Yo también reÃ. Me estuvo gracioso el chiste. Pero ya tenÃa a mi culpable confesadito. HabÃa resuelto el caso.
-Ok mamita, volteate. Tú sabes que llegó la hora de las esposas, y no es bondage. Es que tu vas pa’ la jaula, y no es de las locas, ¿tú me entiendes?
-¿Me puedo retocar el lipstick?-preguntó.
-Dale, pero rápidito-respondÃ. Nunca he podido resistirme a la coqueterÃa. Eso un dÃa de estos me va a costar la vida.
-Gracias papichulo- respondió. Metió la mano en la cartera que llevaba, una cosa rosita y de lentejuelas, y sacó una .22 de esas bien chiquitas y ¡pum! ¡pum! me sopló dos tiros en la barriga. Llegó aquel dÃa de estos del que yo hablaba.
-Bella ingrata, ¿cuál es tu nombre?- le pregunté, por aquello de.
-Me llamo letal- respondió, y se quitó la peluca.
El autor, puertorriqueño, ha publicado la colección de relatos para adultos Breviario y La pandilla, que es para niños. Su libro Todos los nombres el nombre está en imprenta.





La Redacción de 
…Una vez que comprendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz. Llegaremos a un estado de calma. Eso no quiere decir que el nirvana equivalga a la sesación del pensamiento y una prueba de ello está en la leyenda del Buddha. El Buddha, bajo la higuera sagrada, llega al nirvana y, sin embargo, sigue viviendo y predicando la ley durante muchos años…