Otro Mar: XXIX al XXXIII Microrrelatos Eróticos Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Claudia Robiou
Especial para Estruendomudo

Claudia Robiou es una artista plástica puertorriqueña. También es diseñadora gráfica. Estas cinco imágenes forman parte de su propuesta erótica "Otro mar", colección de microrrelatos eróticos que trabaja en estos momentos, luego de haber lanzado la anterior, también erótica, titulada "Entrañas".

 

Two Girls Sharing a Guy: XXVIII Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Santiago González
Especial para Estruendomudo

 

Llevo seis años casado. Sí, son seis, y ya empecé a fantasear con un FFM o, en buen castellano: threesome (¿6 ÷ 2 = 3?). Algunos de mis amigos dicen que es completamente normal, otros señalan como posible mala influencia mi obsesivo chateo diario con muchachas asiáticas y esas recurrentes terapias en grupo que suelo frecuentar, para aliviar un viejo mal del pecho. Incluso, hay quien atribuye cierta responsabilidad a mi excesivo merodeo por The Hun’s Yellow Pages y Tiava.com. ¿Qué pienso yo?, la verdad, no estoy muy seguro. No es tan sencillo, como verán, yo me considero un tipo normal: yo hago mis clases, pago mis cuentas, visito al dentista con regularidad, vigilo con suma disciplina mi nueva dieta. Lo cierto es que todo esto me resulta cada vez más adictivo que el ron con Coca Cola y la Panadol PM. Ellas se miran, se presienten, se rozan, se tantean, se calibran el tacto y el porciento de aliento en los espejos ciegos. Él las contempla y las contempla: las sigue contemplando… Ellas dejan caer, junto con sus prendas, el pudor y el recato. Él advierte su ropa interior, demasiado estrecha. Enajenadas del mundo, en su burbuja de saliva macerada, ellas multiplican sus lenguas, sus peces y sus manos. Un olor “a pan angelical” impregna todas las moléculas del aire, las cortinas rojas, la alfombra persa, las febriles sábanas. Él, ya no resiste más… “¡¿Pero qué carajos haces?! ¡¿Cómo es posible…?! ¡Eres un sucio… un jodío enfermo, un maldito hijo de puta degenerado!”

Esa que salió corriendo, histérica y llorando, era mi esposa. Bueno, esto tomará algún tiempo y, como imaginarán, tendré yo que resolverlo, solo, por supuesto… ⌘Q.

Siete vidas II: XXVII Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por Gloria Carrasquillo Padró
Especial para Estruendomudo

 

Esa tarde, la de un hermoso y tibio día de primavera, el Michu se acercó con paso sigiloso al cuarto con dos puertas ubicado en el mismo centro de la casa. Su mirar verde-jade acompasado se posó en una escena que era muy parecida a la de la pecera donde todavía navegaba el único pez beta. Allí, en el mismo centro de la alcoba matrimonial, dos cuerpos sudorosos se movían como en cámara lenta de película heteropornográfica. De fondo sonaba una música divina, Killing Me Softly, del Romantic Guitar Instrumental Collection, Best of Time Life, propiedad de la Señora. ¡Conque mi querida señora ahora es la protagonista de la película! Bien, bien, requetebien. ¡Si la viera el jodedor Señor en estos momentos! Ella está estupenda, vestida sólo con corta camiseta azul celeste, sin mangas. El, nada menos que el chofer de taxi que la ha acompañado últimamente. Cómo se revuelcan en el último y enorme matress que han dejado tirado en el piso de lozas rojas con vetitas blancas -de ésas que se usaron en las construcciones de cientos de las santurcinas casas urbanas- la carne morena de mi Señora ex-sufrida sobre la carne nívea del jovial y potente chofer. ¡Oh!, pero si el Señor de la casa la viera en estos momentos: sudorocita, encendidita como gata en celo y trepadita en el mismísimo central front de ese grandullón jinete blanco que le dice al oído: "Mami, qué rica estás; ¿qué quieres que te haga?…" Todo eso pregunta mientras tira de su larga y riza cabellera negra. Y ella…, sin desparpajo y muy melosa, le contesta: "¡Ay papi! Me aso, pero pásame esas manos por la espalda, que está como rocío mañanero sobre zinc de casa de campo y, otra cosa, papi, espérame, que estoy por derramarme como lava de volcán en errupción". El Michu, que no había pestañado ante la escena, se pasó la patita izquierda sobre sus largos y potentes bigotes y dijo para sus adentros: "Qué forma de despedirse de esta casa tiene mi condenada Señora. Bravo, bravísimo. ¡Valió la pena el desahucio!

Gloria Carrasquillo Padró reside en El Bronx, New York. En estos días decidió emprender la redacción de "Cuentos del exilio", una colección de relatos donde ficcionaliza sus observaciones sobre el movimiento absurdo y duro de los inmigrantes de la Babel de Hierro.

Identidades en reconstrucción: Las transformaciones de Nina Flowers y Eros The Club

Por Manuel Clavell Carrasquillo
Especial para ZONAi

 

SUELTAS LAS trabas del miedo, la ansiedad momentánea que produce la curiosidad y superados los chismes que se ventilan en la fila, el visitante primerizo se enfrenta al “bouncer” de la discoteca gay más famosa de Puerto Rico, Eros The Club, en la Parada 18 de Santurce. Debe pararse frente a él con los brazos extendidos y las piernas abiertas para ser registrado. No se permiten ni menores de edad ni armas en el principal centro de entretenimiento de la comunidad homosexual.

Al avanzar hacia el recibidor, se topa con el chico que cobra la entrada, que puede llegar a costar $10.00 por persona los días más concurridos y hasta $20.00 en eventos especiales como Halloween y despedida de año. Inmediatamente, debe presentar su muñeca para que otro de los veintitantos empleados la marque con un sello de tinta fluorescente que le permitirá salir y regresar sin tener que volver a pagar.

Terminados los trámites administrativos, el visitante tropieza con un primer pabellón presidido por una barra enorme, generalmente atendida por 4 personas. Mucha gente pide tragos y cervezas a gritos, una pareja se besa mientras espera que le sirvan, un travesti vestido de reina saluda con dos besos en las mejillas a varios admiradores y la música pesada se siente de los tímpanos al cerebro, órgano que le ordena al cuerpo expectante que se empiece a soltar. El humo de tantos cigarrillos nubla la vista, nadie está quieto, pocos callados, prácticamente ninguno sobrio del todo y se puede visualizar entre el juego de las luces de colores y las penumbras una pista de baile en el segundo pabellón, repleta, sobre la cual no hay muchos escrúpulos ni reglas rígidas que respetar. Ya sabe que, como es sábado en la noche, el espectáculo principal estará a cargo de la famosísima artista del travestismo nacional, Nina Flowers, una draga muy famosa cuya fama es conocida desde Mayagüez hasta Fajardo de la que el visitante habrá oído tal vez en alguna ocasión, pero que verá por primera vez cuando el reloj marque las dos y pico de la mañana. Lea la crónica completa en Zonai.

Francisco Font reseña en tiempos de contratiempos Las intermitencias de la Muerte, de José Saramago

Escribe y habla el crítico literario de Radio Universidad de Puerto Rico, Francisco Font Acevedo. Ojo: Que haya crítica literaria en la radio puertoriqueña, y buena, ya es todo un evento. Presione.

Ante la oscuridad del Estado Libre y Asociado, la luz de Fernando Savater

El franquismo, como todas las dictaduras -sea el dictador Franco, Pinochet o Castro, tanto da- son una cultura en sí mismas, una cultura de la unanimidad inocua, de la autocelebración, de la antimodernidad, del recelo ante la conspiración extranjera, del gregarismo patriótico, del puritanismo sexual, del entrometimiento estatal en lo que piensan, sueñan o desean los ciudadanos amordazados. Y esta cultura dictatorial nos sirve para dibujar al trasluz el perfil de la cultura libre: una cultura de la discordancia y aún de la cacofonía, crítica y autocrítica, defensora del presente y promotora del futuro, internacionalista e incluso extranjerizante (todo menos la tribu, todos menos lo castizo, todos menos las esencias), individualista, libertina, a la vez íntima y pública, pero nunca oficial. Yo añádiría por mi cuenta y riesgo un rasgo más: Democrática. Porque frente a la cultura de la dictadura no puede haber más que la cultura de la democracia, la democracia como máximo logro cultural. La precisión es importante puesto que, bajo Franco, había en el mundo semiclandestino de la cultura muchos antifranquistas, pero relativamente pocos demócratas; tras la muerte del dictador, bastantes antifranquistas comprendieron la importancia cultural de la democracia, pero otros se reciclaron en simples antigubernamentales… o en progubernamentales de la razón de Estado (aplicando éstos a una máxima izquierdista acrisolada: todo es puro si lo hace el puro en nombre del partido, aunque se manche las manos). Las consecuencias a la vista están. Por ello el empeño emancipador y en su caso follonero de la cultura sigue siendo tan importante hoy como ayer. Pero que nadie se confunda ni confunda a los demás: los males del hoy no son homologables con los males de ayer y la peor democracia es mejor -políticamente mejor, pero también culturalmente mejor- que la mejor dictadura. Quien lo probó, lo sabe.

 

-Imagen de jellyfish.

Tanta pureza conmueve, tanta pureza


De la Redacción de Estruendomudo

Queremos al dócil y sus aplausos de final de naranjamecánica, sedado, al autómata de los sentimientos en regla antisátira. Lo amamos, al imbécil estación repetidora, que lucha por quedar bien con todos los demás. Al dependiente del criterio sello de goma para documentos registrables, a ese adoramos. Al todo-todo razón, recto, bienhechor de anuncios clasificados, a ese queremos imitar. Son los esbirros del yo no fui y la no confrontación. Son los retóricos del gobierno compartido, el civismo enaltecedor y la hipocresía mancomunada. Al retranca ideológica, a ese aplaudimos. Al defensor de los pedazos pequeños de tierras natales llevamos a la mesa presidencial. Al obtuso y su estrechez, junto con sus sudores en frío por el exceso de secreción corporal, ése es el que es. Hombres y mujeres de bien, cooperadores, que vayan en fila a hacer los mandaos. Hombres y mujeres patrón de recoger la basura a tiempo, de beberse ocho vasos de agua al día, de chichar en posición misionera, si chichan, así nada más.

 

Pienso en la Solución Final para las bestias rumiantes y la descarto por el costo político que ello supone según el electorado mundial, por supuesto incluyendo al haitiano, que es el más libre y el más juicioso del Caribe. El arte está plenamente censurado, las drogas son ilegales, me voy a meter a alguna religión, a otra y a otra y a otra y viajaré, viajaré lejos de esta isla de mierda predicando la segunda venida de Cristo, literalmente la segunda venida mormona, que es la que más interesa para efectos de exención contributiva del Internal Revenue Service.

 

Borraré mi nombre de los sobrecitos que mandé a hacer con mis señas a la imprenta, mojaré el sello y lo dejaré todo a cargo del cartero. Luego me voy a pegar un grito que se oiga desde San Juan de mierda hasta la gruta de Lourdes y voy a hacer otra buena obra para que mi lápida no se ennegrezca más. Pero esa lápida la voy a picar en cuatro cantos y cada canto lo voy a lanzar por un barranco lisboeta, de cara al Mediterráneo, hundiendo el culo siete veces detrás de la Mecca, enseñando mi verga erecta y viniéndome en los rostros de los tigrecitos blancos del zoológico de Beijing que han adoptado por cuestiones solidarias las monjitas de la caridad. Después un tiro en la cien, y otro, y otro, y otro, hasta suspender el deseo de cantazo repetitivo y desaparecer.

Adicción: XXVI Microrrelato Erótico Nuestra Señora de las Infidelidades

Por j. a. bonilla
Especial para Estruendomudo

Duele la lucidez sexual en estos precarios tiempos de carnes opacadas, el llamado de las chicas sangrantes y la tendencia al desvío. Samuel dice que soy un pedófilo de clóset, pero qué hacer con la pulsión y la sed, qué hacer con el deseo por la sangre fresca y joven. El compañero está ahí instalado en la casa, apacible como un manatí satisfecho, esperándome en la cama tibia del cuarto tenuemente iluminado. Pero yo me paseo a media tarde por los colegios para acechar a las niñas menstruantes de sonrisas leves, instaladas en los muros de las salidas o recostadas en las paredes de edificios mugrosos. Veo sus faldas cortas y sus piernas lisas e imagino el sexo tierno de su agresividad contenida. A esa hora el sol les golpea el perfil de sus rostros a la expectativa y derraman chorros de sombras sobre el asfalto herido por el tiempo. Pueriles y aburridas casi uno piensa que están deseando que te las comas, o mejor que te las bebas, agazapadas en el tedio sin conciencia se escurren por tu mirada con la palpitante añoranza de que les metas la lengua en los labios ensangrentados.

Yo sólo espero. Espero con la seguridad de que el ansia cultivada se verterá sobre el cuerpo blando, de que mis dedos recorrerán los filos leves de sus incipientes caderas y de que mis labios beberán su sangre joven. He aprendido a reconocerlas; once, doce, trece, o catorce años, pero, de acuerdo con mi experiencia, a los trece años les llega la primera menstruación: acre, espesa, a veces oscura a veces no tanto, con hilos blanquecinos y ocasionales coágulos pequeños y negros, la viscosidad y la apariencia pueden variar pero el sabor siempre será delicioso. Las observo por varios meses hasta que descubro el cambio de ánimo, la manera particular de andar, la gestualidad con los chamacos y el endurecimiento gregario con sus amigas. Yo reconozco los signos y permito que vayan ganando confianza conmigo.

Nunca ha sido difícil. Dos o tres frases, dos o tres CD, dos o tres mantecados y alguna mentira estimulante como la de ser representante artístico de modelos para videos de reguetón. La curiosidad nos envuelve y al poco tiempo se van a la playa conmigo, o yo me voy a la playa con ellas. Las subo al bonete del carro, ellas se suben la falda y yo les bajo el panty que tiene pegada la toalla sanitaria. Lamo el clítoris, que con frecuencia la coagulación ligera ha pegado a uno de sus labios, y voy saboreando la sangre fresca que va despertando en mi boca. Cuando mi saliva la humedece la sangre se licua, sirve de lubricación y entonces puedo meter la lengua en su vagina, paso mis brazos por su espalda baja, la columpio hacia adelante y me arrodillo en la arena para poder succionar mejor a la niña. Ellas con frecuencia se apoyan en el tronco de una palma y me dejan beber su sangre. Meto la lengua lo más adentro que puedo y le voy dando vueltas para beber la mayor cantidad posible, al fin y al cabo, y muy a pesar de mis deseos, ninguna mujer sangra demasiado, así que hay que aprovechar hasta la última gota. Paula, que ha sido la treceañera más sorprendente, imaginativa y voraz con la que he estado (para nada virgen, aunque esto es una preocupación de mi marido –el manatí en reposo- que me permite estas escapadas con la única condición de que sean vírgenes, ¡qué ingenuo, qué lejos está de mi placer!, ¡la sangre de las que ya no son vírgenes, pero todavía son tiernas, es exquisita!), me sacó el pene, me lo mordió hasta que lo hizo sangrar y luego se lo metió hasta la base. La gravedad, el día justo de sus fluidos y la presión con que se lo metió hicieron que el pene saliera completamente ensangrentado. Paula pasó la lengua alrededor de todo el tronco, por el pellejo estirado del prepucio en donde se acumularon diminutos rastros de sangre, le dio la vuelta al glande y metió la punta de su lengua dentro del orificio, mientras de alguna forma misteriosa y magistral acumulaba toda la sangre colectada debajo de su lengua y en las rendijas ocultas de su boca. Subió a la mía y me dio un ensangrentado beso apasionado mientras volvía a introducirse el pene dentro de ella. De las bocas fundidas goteaban nuestras sangres y eyaculé un blanco chorro tibio dentro de su roja caverna tibia.

 

j.a. bonilla es asiduo colaborador de Estruendomudo, poeta puertorriqueño, narrador, editor y crítico literario. Se le puede ver los jueves -Medalla y pincho en mano- en la placita de Santurce. La mayor parte de su obra aún es inédita.