LA VANGUARDIA – 15/02/2006
En la foto, Nina Hagen desde México
Todo sucumbió bajo la fuerte tormenta ácida que cubrió el asfalto de Tenochtitlán, el lugar donde silba la serpiente. ´El Aguarrás´ y compinches metieron la cabeza y luego todo el cuerpo en el centro del ombligo de la luna para salvarse del diluvio. Ya dentro, y lejos de la mirada de Quetzalcoatl (la gran serpiente emplumada), se quitaron las plumas y se pararon los pelos, emitiendo rayos de luz y fuerza; se cubrieron los esqueletos con cuero negro y se protegieron los pies con botas; se transformaron en punks, en soles de lluvia de fuego. En cosa de nada, llegaron más, y luego más y más fauna cotidiana de diversas especies huyendo de las montañas de basura, lodo y agajos. Todo ocurrió durante el día y la noche. Y también durante el dia y la noche fueron al lugar donde nada el pez. Se fueron caminando, sintiéndose los amos del cielo, se fueron bailando entre flamas de fuego intenso la danza cósmica, la danza macabra…